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Los números de Chávez favorecen nueva etapa en Venezuela
Ernesto Carmona
Argenpress
Los casi dos tercios alcanzados por Hugo Chávez Frías en la elección del
domingo 3 de diciembre es la votación más alta jamás obtenida por un candidato
presidencial en toda la historia política de Venezuela, desde la caída del
dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958. Es un 63% que no tiene precedentes, con
una abstención de 25%, más bien baja para los parámetros venezolanos.
Chávez casi triplicó la votación obtenida en su primera elección, en 1998, y más
que duplicó los votos logrados en su legitimación de 2000, una vez aprobada la
nueva Constitución que estableció la República Bolivariana. Incluso, mejoró en
23% los 5,9 millones de votos que le dio el 59,1% alcanzado en el Referéndum
Presidencial que ratificó su mandato en 2004.
Según los últimos datos del Consejo Nacional Electoral (CNE), basados en el
escrutinio del 95,24% de las actas, esta reelección lo favoreció con el 62,89%
de los sufragios y 7,16 millones de votos, contra el 36,85% de las preferencias
y 4,2 millones de votos de Manuel Rosales, su oponente más relevante. A esta
fecha sólo falta por conocerse menos del 5% de las actas de las regiones más
alejadas, donde todavía no llega la modernidad.
Futuro incierto del liderazgo de Rosales
Rosales perdió en los 24 estados de Venezuela, incluido el Estado Zulia, donde
ha sido elegido gobernador por dos períodos consecutivos: en 2000, con el 51,44%
de los sufragios, y en 2004, con 54,02% de las preferencias (con 47,7% de
abstención).
Esta vez Chávez superó a Rosales en el Zulia por casi 3%, con 712.174 votos
(51,37%) contra 671.829 sufragios (48,46%). En el Referéndum de 2004 Chávez
alcanzó un mejor porcentaje en el Zulia, 53,14%, aunque con menos electores:
605.383 preferencias. Por lo tanto, el resultado electoral en su propio Estado
resulta poco halagüeño para el futuro político de Rosales, quien tiene
competidores en una oposición en permanente crisis de liderazgo.
Probablemente, a la luz de los análisis post-electorales, sus propios aliados
cuestionarán el liderazgo nacional de Rosales. Por otra parte, cuando en octubre
cumpla la mitad de su mandato otros sectores podrán solicitar un referéndum para
revocar su gestión, tal como ocurrirá con centenares de concejales, alcaldes y
gobernadores de diverso signo político elegidos por la voluntad popular a través
de todo el territorio.
Perspectivas de la votación opositora
Para la oposición será duro mejorar el 36,85% de Rosales y recuperar por lo
menos volver al 40,64 % de las preferencias obtenidas en el Referéndum
Presidencial de 2004, entonces con 3,99 millones de votantes. Hoy los opositores
obtuvieron más votos -4,2 millones- pero en un universo electoral mucho más
grande que hizo descender el porcentaje, que en cambio aumentó generosamente
para Chávez.
La derecha deberá recomenzar sus batallas electorales prácticamente a partir de
"fojas cero", a causa de su errada política golpista y su decisión de boicotear
las elecciones parlamentarias del año pasado. Lo positivo del liderazgo de
Rosales es la nueva "voluntad democrática" que encarna en una oposición que
durante 8 años jugó la errónea carta del golpismo. La equivocada estrategia,
políticamente suicida, impuesta por EEUU a la oposición le hizo perder
influencia electoral, sin conseguir tampoco su objetivo de deslegitimar las
elecciones.
Hoy la derecha venezolana carece de representación parlamentaria precisamente
por haber retirado sus candidatos en vísperas de los comicios legislativos del
año pasado. Rosales representa un cambio de estrategia simplemente por haberse
mantenido como candidato hasta el final, sin retirar su postulación y, más aún,
por haber reconocido su derrota sin objetar la transparencia del acto electoral.
La abstención retrocedió
Chávez derrotó también a la abstención, "tercer candidato" virtual pero
importante. El 25,12% de abstención reportado por el CNE todavía resulta alto
para una democracia, porque equivale a la cuarta parte del universo electoral de
15,9 millones de inscritos o a 3,9 millones de ciudadanos, pero es la tasa más
baja detectada en una elección presidencial desde 1993, cuando Rafael Caldera
fue elegido por segunda vez con el 17% de los votos y 39,84% de abstención. En
la primera elección de Chávez, en 1998, hubo 36,55% de abstención y 43,69% en su
legitimación en 2000. La abstención en el Referéndum del 15 de agosto de 2004
fue de 30,08%, con 4.222.269 de inscritos que no votaron.
La abstención recurrente en la historia electoral de Venezuela también expresa
la desilusión del ciudadano medio ante un sistema corrupto manipulado durante
cuatro décadas por la "partidocracia", o nueva clase política que se hizo cargo
del poder en 1958, a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.
La corrupción de las cúpulas estimuló el desinterés de la ciudadanía por "la
cosa política", donde no tenía otra participación que la pasiva emisión de su
voto para que otros depredaran al país en su nombre. El simple hecho de votar no
cambiaba el destino de los pobres, que fueron convirtiéndose en abrumadora
mayoría en la sociedad petrolera de la post dictadura pérez-jimenista. Las
elecciones ofrecían "más de lo mismo" a un pueblo empobrecido, excluido del
reparto de la renta del petróleo tanto en dictadura como en "democracia".
La indiferencia electoral ante las elecciones presidenciales, sin embargo, nunca
fue tan alta como la observada en las elecciones legislativas, municipales y de
gobernadores, estos últimos elegidos por voto popular sólo desde 1989. No
obstante, Rafael Caldera fue ungido Presidente en su segundo mandato de 1993 con
apenas el 17,03% de los sufragios válidamente emitidos, pero un país que llevaba
dos años en crisis política.
La apatía electoral alcanzó el clímax en las últimas elecciones legislativas de
2005, con una abstención cercana al 75%. En las elecciones municipales y
parroquiales del mismo año, la tasa fue de 69,18%.
Y ahora ¿qué?
Los números de Chávez demuestran que la consecuencia de las definiciones
ideológicas progresistas y anti-imperiales interpretan a los pueblos y pueden
ganar elecciones en la América Latina de hoy. En particular, cuando la
inteligencia de las formulaciones está acompañada de la consecuencia en su
ejecución. En Venezuela la gente también votó por los planteamientos de
solidaridad latinoamericana y tercermundista, además de aprobar las iniciativas
gubernamentales internas, en especial los programas internos de bienestar social
en beneficio de los pobres financiados con gasto público. Venezuela gasta de
manera distinta sus espectaculares ingresos petroleros, esta vez en favor de los
excluidos. Y si a eso le llaman "populismo" no es sólo una cuestión semántica,
sino también una descalificación ideológica.
Ahora que Chávez tiene la certeza de 6 años de tranquilidad relativa, tendrá
además mejores condiciones para dotar a su revolución bolivariana, o "socialismo
del siglo 21", de una estrategia coherente, estructural, más permanente, tanto
en la teoría como en la práctica. Para que los cambios sociales sobrevivan a sus
líderes se requiere algo más que la generosidad del gasto social del Estado.
Es falso el axioma de que el gasto social estimula la corrupción, pero tampoco
es un obstáculo para combatirla de frente. La corrupción en Venezuela es una
vieja herencia que actúa como la ósmosis, transversal a todas las clases
sociales, y se adentra en parte importante del aparato del Estado, las empresas
públicas, incluso en las cúpulas de caudillos bolivarianos y, en particular, en
la estructura vertical de alguna de las "misiones" que benefician a la gran masa
de los desposeídos, que en última instancia son también los electores. Quizás
llegó la hora de sacudir con fuerza la mata, y dar señales claras,
ejemplarizantes, para que caigan los oportunistas corruptos de oscuro pasado hoy
encaramados en el árbol del chavismo. camuflados con una camisa roja y una
"cachucha" o gorra del mismo color.
La consolidación del nuevo modelo de sociedad no requiere montoneras, sino
partidos bolivarianos reales, serios, con cuadros políticos y estructurados
desde la participación de las bases y no desde el caudillismo de las cúpulas, en
permanente guerrilla interna.
La sociedad venezolana dispone hoy de más dinero que durante el boom petrolero
de los años 70. La clase media, incluidos los más recalcitrantes y acérrimos
anti-chavistas, disfrutan una bonanza sin precedentes, con 350.000 automóviles
nuevos saliendo anualmente a la circulación. La oferta de vehículos supera con
creces a la disponibilidad de dinero para comprarlos. Los restaurantes de los
barrios acomodados están saturados de clientes que forman colas para obtener una
mesa e incluso algunos se niegan a aceptar comensales gordos o negros.
Los grandes grupos económicos acumulan ingentes ganancias como proveedores del
Estado, en particular el grupo Mendoza que abastece de alimentos a Mercal, el
programa social que los vende subsidiados a los pobres y a quien quiera
comprarlos a bajo precio. Surgen nuevos grupos económicos "chavianos"
alimentados por la sólida capacidad financiera del Estado, que mueve a toda la
economía del país. Se han dado grandes batallas contra la pobreza, pero aún
supervive la indigencia, crece el comercio informal, que disfraza al desempleo e
invade los espacios de los peatones en las calles de las ciudades. La
delincuencia decrece pero no de manera significativa.
Incluso algunos observadores favorables al proceso bolivariano estiman que la
banca y el mundo financiero tienen demasiado libertinaje para incrementar sus
ganancias. Teóricos como James Petras sugieren leyes laborales que eliminen el
trabajo precario y acaben con la informalidad, por ejemplo con un programa de
empleo en los sectores industrial y de servicios pensado para el 38% de los
pobres que aún existen de Venezuela, una realidad 'que se debe enfrentar no
solamente con educación, salud y comida subvencionados [por el Estado], sino que
se necesitan grandes inversiones públicas en el sector productivo o por lo menos
proyectos conjuntos con el sector privado para generar empleo', aseguró el
pensador estadounidense. (1)
En fin, los números electorales renovaron por enésima vez la indiscutible
legitimidad democrática de un proyecto político que tiene las mejores
condiciones para transformar la distribución populista en estructuras sólidas de
una nueva sociedad.
Nota:
1) Entrevista con James Petras de Efraín Chury Iribarne, en CX 36 Radio
Centenario, reproducida en ARGENPRESS.info 05/12/2006. Ver
http://www.argenpress.info/nota.asp?num=037597
* Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
Fuente: lafogata.org