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Estado dentro de otro Estado en la Amazonía ecuatoriana
Gara
Los cambios en los planos de los límites de parques naturales, en función del interés de quienes tienen dinero e influencia para poder desarrollar explotaciones del suelo o el subsuelo, no sólo ocurren en Euskal Herria.
Las actuales operaciones de Repsol-YPF, Encana (Canadá) y Petrobras (Brasil)
en la Reserva de la Biosfera Yasuní, conformada por el Parque Nacional del
Yasuní y el territorio huaorani, se amparan también en el cambio «legal» que el
Gobierno ecuatoriano acometió en los límites de la Reserva, en 1990. Aquel mismo
año, legalizó el territorio del pueblo huaorani, a condición de que no
dificultaran la explotación petrolera.
El emporio petrolero de la Amazonía ecuatoriana quedó, de esta forma, fuera de
los límites de protección, pero este entorno, en su conjunto, concentra gran
biodiversidad y es territorio indígena, lo que debiera conferirle un estatus
especial, así como garantías internacionales en materia ambiental y de derechos
humanos y culturales. Asimismo, la Constitución de Ecuador reconoce los derechos
ambientales colectivos y sostiene que garantiza los derechos fundamentales de
los pueblos indios.
El primer pozo de petróleo se abrió en Ecuador en 1967 y, a partir de los 70, el
petróleo se convirtió en el principal producto para la exportación. En los 80 se
registraron fugas e incidentes, el más grave, asociado al terremoto de 1987 que
destruyó cuarenta kilómetros de oleoducto y causó graves daños al medio ambiente
y la economía.
Tras la crisis financiera de 1999, el Estado ecuatoriano acometió una política
tendente a duplicar la producción petrolera y a cancelar con esos ingresos según
señaló su deuda externa. Ya entonces, Repsol se había convertido en la operadora
del bloque 16, adjudicado inicialmente a la empresa Conoco. A la salida de
Conoco del Ecuador, en 1991, la empresa Maxus pasó a ser operador y socio
mayoritario de este bloque. Maxus fue adquirida por YPF a mediados de los 90 y,
posteriormente, Repsol adquirió YPF.
«Por desgracia, petroleo»
«Por desgracia», tal y como valora Elizabeth Bravo, de Oilwatch, en la revista
‘‘Ecologista’’, en el subsuelo de la Amazonía ecuatoriana y, más concretamente,
en el Parque Natural Yasuní, «hay petróleo» y esto no se puede separar del hecho
de que «la industria petrolera considera que la explotación en las zonas
tropicales es más barata». Estas zonas, que conservan la mayor biodiversidad,
conforman el nuevo campo de expansión de la industria.
Bravo destaca la deforestación como «el impacto directo» más evidente del
proceso de extracción de crudo. Para la prospección sísmica se abren trochas o
líneas sísmicas en la selva. Cada línea sísmica mide un kilómetro de largo y
entre tres y diez metros de ancho. En el bloque 16 se abrieron 2.634 trochas.
En el mismo campo que explota Repsol, por cada barril de crudo extraído salen
cinco barriles de agua de formación, mezcla de sedimentos y agua, con alto
índice de salinidad, que se vierte al medio. Junto a ello, los tóxicos
producidos durante la perforación o el mantenimiento, se almacenan en piscinas
que rebosan en época de lluvia. Por cada pozo en servicio se construye una o dos
piscinas.
A todo ello hay que añadir los derrames y fugas de crudo, junto a la lluvia
ácida asociada a los «mecheros», la forma en que se quema el gas asociado a la
extracción. Lo cierto es que, en un entorno en el que las poblaciones humanas
toman el agua de los ríos, recogen agua de lluvia o construyen sus propios
pozos, la situación se hizo insostenible hace mucho tiempo.
No se pueden obviar los impactos socio-culturales de la actividad petrolera. De
hecho, hay algunas naciones y grupos indios sin contactar aún. Los huaorani son
aproximadamente 1.300 individuos y su primer contacto con occidentales se
produjo en la década de los 50, y Texaco fue la primera multinacional del
petróleo que explotó su territorio en la década de los 60. Las petroleras operan
en este entorno tras los «acuerdos» con los indios obtenidos, ya entonces, por
petroleras y representantes del Gobierno de EEUU, que supusieron que las
comunidades autóctonas se hicieran totalmente dependientes de las corporaciones.
Según el informe Yana Curi, de Medicus Mundi Gipuzkoa, «las mujeres que viven en
la proximidad de los pozos y estaciones de petróleo en la Amazonía ecuatoriana
presentaron una mayor frecuencia de síntomas relacionados con la exposición al
petróleo y un riesgo mayor de abortos que las mujeres que viven lejos de estos
pozos y estaciones. En una comunidad rodeada de pozos y estaciones, el riesgo de
padecer y morir por cáncer fue también mayor que el que cabría esperar sin
contaminación».
Riesgos para la salud
A modo de conclusión, el informe médico establece que «estos elevados riesgos
para la salud en las comunidades cercanas a pozos y estaciones de petróleo
parecen estar causados por los contaminantes del petróleo».
En 1993, un grupo de indígenas y colonos de la Amazonia ecuatoriana denunció a
Texaco por haber contaminado su agua, matado sus fuentes de alimento y causado
enfermedades. El catedrático del Departamento de Economía e Historia Económica
de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Martínez Alier, sostiene en ‘‘El
ecologismo de los pobres’’ que «nadie puede negar que Texaco, por medio de su
subsidiaria en Ecuador, entre comienzos de los 70 y finales de los 80 contaminó
el agua y la tierra. Podría argumentarse de forma verosímil que su sucesor,
Petroecuador, heredó las mismas prácticas».
Tras describir la situación creada en el área, con viscosos estanques de agua
extraída con el petróleo, carreteras que destruyen la forma de vida indígena, el
obsoleto oleoducto transandino hasta Puerto Esmeraldas y seres humanos que «se
convierten en bioindicadores del daño ambiental», Martínez Alier plantea que la
pregunta de si Texaco usó diferentes estándares en Estados Unidos y en Ecuador
«no resulta relevante porque Estados Unidos no tiene una Amazonía y los
estándares debían haber sido más estrictos en Ecuador».
El caso sufrió el conflicto de la competencia judicial y, en octubre de 1999,
hubo rumores de que sería resuelto extrajudicialmente, «en base a un pago de 400
millones de dólares la demanda inicial fue de 1.500 millones de dolares aunque,
finalmente, fue devuelto a Ecuador en 2002, aunque si no se juzgara allí,
volvería entonces a Nueva York», relata el catedrático.
Recientemente, miembros de Ekologistak Martxan han participado en un encuentro
con las comunidades, que ha incluido una manifestación en Coca y la puesta en
común de experiencias y opiniones de militantes ecologistas y de los derechos
humanos provenientes de todo el mundo. .
Los ecologistas vascos han tenido, además, la oportunidad de recorrer zonas
afectadas por la actividad petrolera, en el denominado Toxi Tour. No duda Xabier
Abian en calificar de «Estado dentro de otro Estado» la realidad actual en el
bloque 16, tras las intervenciones de las corporaciones que han operado en el
mismo. «Los militares están a las órdenes de los responsables de Repsol y las
causas que se siguen contra los indígenas y miembros de las comunidades las
resuelven cortes militares», denuncian.
El religioso Miguel Angel Orellana reflexiona en su libro ‘‘El exterminio de los
pueblos ocultos’’ acerca de este mismo asunto. «Da la impresión de que el Estado
ecuatoriano, todavía incapaz de someter una región inhóspita, tras haberla
encomendado a militares y misioneros durante dos siglos, la entrega ahora en
manos de los petroleros (no olvidemos que los militares tienen entre sus
encomiendas primordiales la salvaguarda de las instalaciones petroleras). Estos
serían, merced a su excepcional potencia económica y técnica, los encargados de
meter en cintura definitivamente esa región botada, una zona todavía no del todo
asimilada».
Coincidiendo en el tiempo con la presencia de ecologistas y solidarios
provenientes de otras partes del mundo, las comunidades que conforman la
parroquia García Moreno recibieron una propuesta de compensación de la
multinacional francesa Perenco que opera desde hace 10 años en el denominado
bloque 7, cifrada en 45.000 dólares, un montante «insignificante» para las
comunidades, ya que el impacto causado en el entorno es mucho mayor, toda vez
que Perenco obtiene más de 6 millones de dólares anuales de ingresos por su
explotación en el denominado campo Lobo.
Balas de goma y fusiles
El día 18 de octubre las comunidades afectadas iniciaron una medida de hecho,
cerrando la vía de acceso. Tras varios días de resistencia, el día 29 de octubre
los miembros de las comunidades fueron reprimidos «de manera brutal» por parte
de policías y militares; bombas lacrimógenas, balas de goma y disparos de fusil
sirvieron para dispersar a los manifestantes. El gobernador, Fausto Ureña,
argumentó que los campesinos manifestantes estaban armados con dinamita y
escopetas.
Pero la situación que padece la Amazonía ecuatoriana y sus habitantes no tiene
sólo que ver con las políticas serviles con los intereses petroleros por parte
de la Administración, sino que también el denominado Plan Colombia está
afectando negativamente a quienes sobreviven en las provincias ecuatorianas que
limitan con Colombia.
Precisamente en las regiones de Orellana y Sucumbíos, donde se desarrolla la
actividad petrolera, «se puede evidenciar un grave incremento del nivel de
violencia y afecciones a la seguridad alimentaria», sostiene el informe de abril
de 2006 elaborado por el Comité Interinstitucional Contra las Fumigaciones.
Orellana está en el Noreste de la región amazónica, con 86.933 habitantes y
21.691 kilómetros cuadrados. En Orellana vive la nación huaorani. Limita al
Norte con la provincia de Sucumbíos, con 129.125 habitantes y 17.947 kilómetros
cuadrados. En esta provincia coexisten naciones indígenas; los cofán, sionas y
secoyas. Sucumbíos limita al Norte con Colombia. Precisamente en esta región los
principales productos agrícolas «han sido afectados por las fumigaciones y los
químicos, que han deteriorado el suelo y las semillas», denuncia el informe.
En los años siguientes a 2000, cuando entró en vigor el Plan Colombia, junto a
las afecciones por las fumigaciones realizadas con el pretexto de los campos de
hoja de cocaina, «comenzaron a conocer la luz pública denuncias de asesinatos»,
se explica en el citado documento.
Se cifra en alrededor de 700 las muertes violentas y amenazas, que responderían,
según el comité que alude, a su vez, a testimonios de testigos, información de
la Policía Judicial e informaciones periodísticas a un despliegue hacia el
Ecuador de grupos armados, sicariato, narcotráfico y tráfico de «gasolina
blanca», en el que pudieran estar implicados policías y personal de Petroecuador».
Este informe indica, además, que los estados de emergencia se prolongan durante
meses contienen la facultad de las cortes militares de juzgar civiles y esta
disposición es utilizada para reprimir las movilizaciones sociales, mediante la
instauración de juicios en contra de civiles. Los autores asocian esta realidad
también a los impactos del Plan Colombia. -
«Las relaciones establecidas por Repsol violan el derecho a la autodeterminación
de los huaoranis»
«El tipo de relaciones establecidas por Repsol con las comunidades huaorani, que
son de control, dominación y dependencia, implican una violación al derecho de
este pueblo a la autodeterminación; afectan a la cultura, valores y
conocimientos que determinan su estilo de vida; y suponen una ausencia de la
protección de este derecho que debería ser ejercido por el Estado. Repsol
violenta la soberanía, tanto del Estado, como del pueblo». Es una de las
conclusiones del informe de la misión de verificación de los impactos petroleros
en la Reserva de la Biosfera Yasuni, en territorio huaorani, elaborado en 2004
por Acción Ecológica de Ecuador.
El espíritu que alentó el trabajo, que ha sido referencia para posteriores
visitas de observadores a la Amazonía ecuatoriana, residió «en la convicción de
que la soberanía y la conservación del patrimonio nacional no pueden ser puestas
en entredicho por ninguna empresa o institución, menos aún si se da el caso de
que se trate de empresas transnacionales».
Junto a los bloques 31 (Petrobras) y 14 (Encana), en el informe se recoge la
situación en el bloque 16, controlado por Repsol-YPF. La empresa Maxus comprada
por YPF en los 90 construyó una carretera de 180 kilómetros de longitud y una
anchura de nueve metros otros seis metros de anchura en cada margen acogen el
paso del oleoducto y líneas de alta tensión para los campos petrolíferos que
atraviesa el Parque Nacional Yasuní.
La carretera «es uno de los principales factores de aculturación para el pueblo
huaorani». Argumenta el informe, entre otras cuestiones, el reciente
reasentamiento alrededor de la vía de miembros de comunidades huaorani e
indígeneas kichwas, provenientes de otras regiones, «en situación de riesgo
incalculable», que supondría «incumplimiento de las promesas de Repsol de evitar
en estas zonas el asentamiento».
Algunas casas hechas por la popia empresa, supuestamente para frenar la
oposición de algunos líderes; elevado grado de deforestación alrededor de la
vía; tráfico denso de camiones y máquinas; polución, ruido y emisión de gases
son habituales. En los campos de Repsol trabajan unos 100 trabajadores (antes
eran 300) en condiciones salariales de 100 a 600 entre huaoranis y trabajadores
externos y sin cobertura de seguridad social para los indígenas. Las jornadas
pueden extenderse 11 horas y no hay organización sindical.
Por lo observado en el campamento de Repsol y los testimonios recogidos al
respecto, se asegura que «cuando llueve se descargan las piscinas de desechos a
los ríos, lo que provoca la contaminación del agua y afectación al ecosistema y
a toda la cadena trófica».
En cuanto al oleoducto, está enterrado, tanto en la tierra, como en el río. «El
crudo fluye a temperaturas muy altas y, cuando llueve, del tubo del oleoducto
sale vapor. Existen letreros que invitan a llamar, en caso de emergencia, a un
teléfono en Quito, pero los huaorani no tienen móviles y en el entorno no hay
señal y, menos aún, teléfonos», se indica.
Profunda tristeza
«Durante la misión observamos una situación terrible desde el punto de vista
social; violencia a los niños, hambre, una profunda tristeza en la gente y una
permanente queja con respecto a lo que la empresa promete y no da» recoge el
informe, en contraste con que «los huaorani han sido tradicionalmente un pueblo
muy igualitario, la sociedad indígena con menos división del trabajo dentro de
las familias».
Los huaorani sienten que Repsol les impide cualquier tipo de contacto con otras
entidades u organizaciones. Con dinero, «los hombres, en general, beben mucho
compran bebida en Pompeya, comunidad kichwa sita en el puerto de entrada a la
vía Maxus hay versiones que afirman la existencia de un prostíbulo en el
kilómetro 36, lo que potenciaría enfermedades de transmisión sexual comunes en
el parque. Los huaorani eran vistos como grandes guerreros y ahora son relegados
al último puesto de la sociedad».
Con la irrupción de Repsol, «nadie asume la responsabilidad por la educación de
las comunidades huaorani». En el centro médico de Coca, el médico aseguró que
las principales enfermedades observadas, cuyo padecimiento aumentó tres años
después de la llegada de Repsol, son gastrointestinales, dermatitis y
respiratorias; estarían relacionadas con la contaminación del río Tiputini. En
el Parque se constata, además, extracción ilegal de madera, fundamentalmente
cedro. Se han dado cambios profundos en la alimentación los huaorani han firmado
un convenio que les impide cazar hay frecuentes casos de abortos y cabe la
posibilidad de algún caso aislado de sida. -
«Los militares obedecen órdenes de representantes de las compañías
petroleras; la represión es brutal»
Diocles Zambrano repasa en esta entrevista la situación en las provincias del
Amazonas.
¿Qué zonas abarca la zona petrolera?
Además de las zonas visitadas en el Toxi Tour, la vía Oca y la vía Taracoa, toda
la provincia de Orellana y toda la provincia de Maco están totalmente cruzadas
por carreteras y tuberías. También está afectada la provincia de Pastaza. Las
tres provincias son las que generan el 90% del petróleo que sale a nivel
nacional, pero la parte más crítica está en Orellana.
En verano de 2005 los informativos del Estado español dieron cuenta de cargas
militares contra la población, ¿fue en estas provincias? ¿Qué ocurrió?
Desde hace algunos años la población ha empezado a protestar por la industria
hidrocarburífera y sus efectos negativos en la salud, el medio ambiente y las
pertenencias de los habitantes de la Amazonía. La única forma que ha tenido un
pequeño resultado es la medida de hecho, pero cada vez que las comunidades
afrontan medidas de hecho, lo primero que hacen es enviar a los militares a
reprimir porque las petroleras y los militares tienen convenio para que éstos
cuiden a las primeras. Los militares obedecen órdenes de los representantes de
las compañías petroleras. En julio de 2005, empezó una medida de hecho
biprovincial. Orellana y Sucumbíos, contra el Estado y las petroleras porque ni
uno, ni las otras querían comprometerse a reparar daños ambientales y a
compensar e indemnizar a las personas afectadas. Fue un paro auspiciado por las
comunidades, por la gente de base que vive en las instalaciones petroleras y que
obligó a los funcionarios políticos de estas provincias a sumarse. La respuesta
fue una represión brutal; asaltaron parroquias y ciudades enteras, lanzaron
bombas y ráfagas de fusiles ametralladoras. El acontecimiento no fue cubierto
por la prensa nacional, buena parte de ellas financiadas, por las petroleras.
Pequeños flashes informativos traspasaron las fronteras del país.
¿Cómo incide en la salud de los habitantes de la Amazonía la industria
petrolera?
En la Amazonía la mayor parte de sus habitantes son indígenas que viven de la
caza y la pesca. Con esta actividad se ahuyenta la cacería, se mueren los peces,
desaparecen las fuentes de agua y se agrieta la selva y el bosque. El agua dulce
se contamina, no sólo a nivel superficial, sino que el movimiento de tierra, los
temblores provocados por la explosión de grandes cantidades de dinamita o de
tempolita, provoca la contaminación de aguas subterráneas. En cuanto a las vías
de acceso, no se toman precauciones, no se marcan, no se tiene en cuenta que
puedan pasar por sitios sagrados o por zonas de apareamiento o entornos ricos en
biodiversidad. Se producen, además, represas, provocando grandes inundaciones y
proliferación de mosquitos que provocan un sinfín de enfermedades.
¿Y en cuanto a la actividad en los pozos?
En la perforación del pozo hay una cantidad ingente de químicos peligrosos,
cancerígenos, que adjuntan al petróleo para que pueda fluir. Por lo general, el
petróleo siempre se encuentra ligado a agua y gas. Tras salir a la superficie
llega a las estaciones de separación, el petróleo es evacuado a la refinería del
puerto de Esmeraldas para ser comercializado, pero el agua de formación y el gas
quedan aquí. El gas se quema al aire libre, creando otras reacciones químicas
porque la combustión es incompleta y el agua se tira a grandes balsas que casi
siempre son fuentes de abastecimiento de los campesinos.
El problema de la falta de potabilidad del agua de consumo es de gran
gravedad...
El 90% de la población no dispone de agua potable. Todas las fuentes de agua se
contaminan provocando un daño en la salud. Además, la combustión del gas provoca
otras reacciones químicas y un nuevo contaminante que retorna de nuevo al agua,
a nivel superficial. En muchas comunidades la gente consume el agua de lluvia
recogida de los techos, provocando una contaminación mucho más peligrosa, ya que
la gente va enfermando, día a día, sin darse cuenta. La incidencia del cáncer se
multiplica en la medida que las personas cumplen años; de 20 años de edad en
adelante se triplica y, las mujeres, en algunas zonas tienen un 160% más de
probabilidades de contraer cáncer y de tener abortos espontáneos. Aquí no se
salva nadie.
¿Qué postura adopta la Administración?
Un estudio en San Carlos, sobre una población de 1.000 habitantes, encontró que
el 10% de la población tenían ya cáncer. Un posterior estudio en la misma zona
confirmó los datos o, incluso, ofreció un panorama peor. Las autoridades
nacionales lo saben perfectamente, se les ha entregado copia de los estudios,
pero no se ha hecho nada por remediar los problemas, ni por limpiar lo
contaminado.
Los vertidos de crudo son habituales en un entorno rico en biodiversidad y
con una población humana desasistida...
Los vertidos se producen porque la mayor parte de la tubería que se está
utilizando en este momento tiene alrededor de 20-30 años, cuando, normalmente,
la vida útil del oleoducto es de 10 años. Por ello se producen vertidos a diario
en las comunidades. En la provincia de Orellana hay un promedio de dos derrames
por semana y pasan los años y no son remediados.
¿No se remedian en ningún caso?
Cuando la comunidad trata de protestar, muchas veces se le da pequeñas dádivas,
alguna casa comunal o útiles escolares y se firma un convenio entre la compañía
y el afectado, por el cual el dueño de la finca o la comunidad se compromete a
no denunciar. Pese a que es el Estado el reponsable de velar por la seguridad de
los habitantes, se deja que sean la compañía y el afectado quienes hagan un
convenio por el que, el afectado se compromete a retirar la demanda interpuesta,
a no volver a demandar nunca más y a no protestar por ningún concepto. Muchas
veces, además, como los demandantes son campesinos humildes, algunos de los
cuales no saben leer o son gente ya mayor, les hacen firmar documentos en blanco
que luego son rellenados por la empresa.
¿Se puede hablar de situación de excepción en la zona?
En menos de dos meses se declararon cinco estados de emergencia. Tuvimos un
estado de emergencia que duró cuatro meses y justamente había una protesta
fuerte por la contaminación. La gente siguió en la lucha y hubo compañeros,
entre ellos mi persona, demandados ante una corte militar por terrorismo,
sabotaje y secuestro, cuando no hubo nada de ello. Simplemente, en la comunidad
donde yo vivo se levantaron tres comunidades contra la compañía Perenco,
francesa, reclamando que presentaran el estudio de impacto ambiental por una
tubería que alcanzaba los 100º y estaba afectando a mucha gente que se quemó,
niños, animales y pedíamos que se enterrara y que la comunidad fuera compensada.
La compañía nos envió al Ejército y el propio gobernador se trasladó a la zona
en helicóptero militar, supuestamente para invitarnos a dialogar, ya que, según
decía, él no podía decir nada como autoridad civil que era. Mientras hablábamos
con él, los soldados nos emboscaron y sacaron de las instalaciones; lanzaron
balas y bombas y el gobernador comenzó a señalar con el dedo a los dirigentes
que debían apresar. Capturaron a dos observadores, yo me escabullí, y nos
quisieron juzgar a todos en una corte militar. -