Latinoamérica
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Las once restricciones
Antonio Peredo Leigue
Durante dos semanas, los grupos afectados por el programa de cambio que dirige
el presidente Evo Morales, enfilaron todas sus baterías contra la política de
gobierno. Para ello, desplegaron la pantalla de su reclamo por dos tercios en
las votaciones de la Asamblea Constituyente y remataron, como no podía ser de
otro modo, en su repetida exigencia de autonomía con poderes absolutos.
Lograron, ¡cuándo no!, convencer a algunas capas de la clase media, con la que
realizaron una huelga de hambre que se diluyó sin consecuencias y apostaron a
crear un clima de confrontación, en el que esperaban entrampar al gobierno. La
campaña mediática, que trascendió ampliamente las fronteras, mostraba un país en
vísperas de guerra civil. No encontraron apoyo, ni aún de quienes deseaban
hacerlo, porque comprendieron que la violencia iba a volverse contra ellos.
No por mucho madrugar…
Diez días atrás, mientras se realizaba la Cumbre Sudamericana, el prefecto de
Santa Cruz Rubén Costas, al incorporarse a la huelga de hambre, firmó un
pronunciamiento con los comiteístas, publicado en todos los diarios del país. En
esencia, tal pronunciamiento decía: si no acceden a otorgarnos la autonomía en
los términos que exigimos, nos declararemos independientes. Esperaban causar
espanto en el gobierno y obtener respaldo de algún gobierno. Inclusive
publicaron, al otro día, una carta de apoyo firmada por gobernadores de estados
y provincias del Brasil, la Argentina y Paraguay, quienes han mantenido un
avergonzado silencio posterior.
La reacción que, en realidad, se produjo fue contraria: una dura advertencia del
gobierno y el respaldo de los países de la región al gobierno democrático del
presidente Evo Morales. Dos días después, debieron publicar otro pronunciamiento
en que suprimían sus amenazas separatistas, aunque seguían demandando autonomía
plena, además de una junta autonomista con la que pretenden bloquear la
implementación del programa de gobierno.
Para salir airosos de su fracasado intento, cifraron toda su expectativa en la
realización de cabildos en los departamentos donde los grupos desplazados del
poder han sentado sus reales. Se dieron cuenta que mostraron sus cartas
demasiado temprano.
Globo de ensayo
Más cuidadosos después de sus intentos fracasados, los comiteístas lanzaron un
globo de ensayo. Un día antes de la fecha que fijaron para sus cabildos,
lanzaron uno en Cochabamba, encabezado por el prefecto Manfred Reyes Villa. Este
político, siempre dispuesto a subirse al tren que está en marcha, lanzó un
fogoso discurso reivindicando todas las exageraciones (inclusive la proclama de
independencia) a las que agregó su propuesta de referéndum departamental sobre
la autonomía.
Oportunamente, se dieron cuenta que no podían mantener su exigencia
fundamentalista, por la repulsa que sufrió su vocero. Rápidamente armaron una
nueva estrategia y su discurso debió cambiar de orientación. Por supuesto, todos
ellos se olvidaron del obsecuente prefecto que les había servido para medir sus
fuerzas.
Bajo estas condiciones prepararon los cabildos en cuatro capitales
departamentales: Tarija, Santa Cruz, Trinidad y Cobija. Aunque todos se
esforzaron por mostrar que podían reunir la mayor cantidad de personas, era
evidente que en Santa Cruz, donde los desplazados del poder son más poderosos,
se utilizarían todos los medios para garantizar una masiva concurrencia. Cientos
de miles de poleras, vehículos para traer gente de los lugares más lejanos,
despliegue de equipos electrónicos para ver y oír a la distancia, helicópteros
para la campaña mediática.
Nada faltaba. Incluso estaban preparados los grupos de choque con los cuales
provocar en el momento en que se diese la mínima posibilidad de enfrentamiento.
Los climas adversos
Dependiendo de la euforia usada en la convocatoria y de las condiciones
atmosféricas, los cabildos tuvieron diverso resultado. De todos modos, en Santa
Cruz, se anunciaron las pautas de la forma en que se enfrentará al gobierno, de
ahora en adelante. La estrategia está resumida en once puntos de una propuesta
que, abiertamente, reclama el control de todos los recursos, las riquezas y la
población.
Estos son:
1) Autonomía departamental sin modificar la actual delimitación.
2) Potestad para definir qué derechos tendrán los indígenas en sus territorios.
3) Marco de "Estado social democrático".
4) Elección de prefectos y asambleas departamentales por voto directo.
5) Competencias normativas, ejecutivas y administrativas.
6) Autonomía departamental en coordinación con los municipios.
7) Competencias compartidas con el Gobierno central y los municipios.
8) Competencias compartidas sobre tenencia y propiedad de la tierra.
9) Régimen de descentralización fiscal sobre tributación.
10) Capacidad para planificar desarrollo y crear instituciones.
11) Facultad de insertarse directamente en el mundo.
Intenciones desembozadas
Lo que resalta de estos once preceptos es el afán de tener control sobre la
tierra y capacidad de imponer tributos. Esto parece ser lo más notorio y tiene
que ver con los verdaderos intereses de los grupos que han levantado toda esta
serie de acciones que, en el exterior, se han visto como reclamos contra un
supuesto autoritarismo en el gobierno y defensa de la democracia.
En los pronunciamientos publicados anteriormente, fueron explícitos sobre este
tema. Desde las prefecturas se manejará la distribución de la tierra conforme a
disposiciones propias, específicamente entre los originarios del departamento.
Conocemos que, los hijos de los migrantes de occidente, son considerados como no
originarios. No ocurre lo mismo con los hijos de los inmigrantes europeos que,
en última instancia, manejan el discurso separatista. Es obvia la respuesta a
quien preguntase entre quiénes se repartirán la tierra. Además, tendrían
potestad sobre tierras forestales, lo mismo que en lo referente a recursos
hídricos que podrían manejar a su antojo, sin que pudiera implementarse planes
nacionales sobre los mismos.
Respecto a la tributación, en más de una oportunidad plantearon que las
prefecturas recaudarían impuestos departamentales y nacionales; de estos
últimos, se entregaría un tercio al gobierno central y 10% para un fondo de
ayuda a los departamentos más empobrecidos. Pero, además, quieren establecer
políticas propias de tributación. De esa forma, podrían jugar para atraer
capitales sin ningún reparo sobre la suerte del resto del país.
Las intenciones descaradas
El último precepto es simplemente escandaloso: "insertarse directamente en el
mundo". La explicación que hizo Carlos Dabdoud (vocero de los comiteístas) dice
así: Hacer negocios sin estar dependiendo de la Cancillería (del gobierno
central) y tener una relación directa de Estado a departamento.
Lo menos que supone esta propuesta es la creación de consulados en cuanto país
consideren necesario. No sólo quieren independencia, sino que el resto del país
se someta a sus intereses.
¡Ya basta!
Contra estas pretensiones, el pueblo votó, con mayoría absoluta, en las
elecciones de diciembre pasado y julio de este año.
Al instalarse la Asamblea Constituyente, la mayoría determinó que será esta
instancia la que establezca los principios en los que se asentará la nueva
sociedad que el pueblo quiere construir una nueva Bolivia. La autonomía que
quieren imponer los comiteístas es absolutamente contraria a ese propósito de
quienes ven que perderán sus privilegios.
En Bolivia se mantendrá la democracia; en realidad, se establecerá una verdadera
democracia para que todos, absolutamente todos, y no un grupo privilegiado,
vivamos bien.