Latinoam�rica
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Sobre la Asamblea Constituyente, el discurso posmoderno de la derecha y su complicidad con el Neo-neoliberalismo
Maya Rivera Mazorco y Sergio Arispe Barrientos
Rebeli�n
Bolivia est� inmersa en un escenario pol�tico de conflicto expresado en la
Asamblea Constituyente y, tambi�n, en las calles. La atrincherada discusi�n
sobre la modalidad de votaci�n de los art�culos en grande, en detalle y en
revisi�n de la nueva Constituyente que se vaya a elaborar, se ha trancado en el
enfrentamiento entre la propuesta de los dos tercios (de la oposici�n) y la
proposici�n de votaci�n mixta del MAS, basada, sobre todo, en la mayor�a
absoluta, pero no �nicamente en esta. �ste panorama ha llevado a la gente a
salir a las calles. Por un lado, est�n las clases medias y altas que reclaman
los dos tercios y, por otro, est�n las clases populares, campesinos e ind�genas,
quienes defienden su derecho a la mayor�a absoluta. No obstante, evidentemente,
hay algunas salvedades en cada uno de los dos casos, las cu�les son varas en el
pajar, por lo tanto no cambian el flujo socio-pol�tico-cultural-jur�dico que
estamos viviendo. Estamos, ciertamente, ante el perpetuo proces o de
enfrentamiento ideol�gico que ha existido desde la colonia. La pugna entre
clases y entre culturas (la Occidental y la Originaria(1)) se evidencia, a pesar
de los incesantes esfuerzos por el discurso de la inter-culturalidad de ocultar
la colonialidad del poder, debajo de un disfraz de di�logo y pluralismo.
El mundo globalizado difunde, con creciente eficacia, los paradigmas
convenientes al prop�sito de conservar el sistema imperial, obviamente. As� como
los medios de comunicaci�n est�n en manos de clases sociales privilegiadas, el
conocimiento y los medios que los difunden (las universidades) est�n tambi�n en
manos de grupos hegem�nicos en todo el mundo. Por otro lado, las corrientes
ideol�gicas que emanan, en gran parte, de los nuevos marcos conceptuales y
metodol�gicos que se van difundiendo a gran escala, se adaptan constantemente a
los intereses del sistema capitalista, que ahora recrudece sus estrategias
re-colonizadoras en un contexto de guerra inter-imperialista entre Estados
Unidos, Europa, y algunos pa�ses asi�ticos que est�n cobrando fuerza.
Latinoam�rica, como un importante reservorio de tierras, territorios, recursos
naturales y recursos humanos, es un punto estrat�gico para solventar dicho
enfrentamiento.
Bolivia es parte de este panorama, los discursos que rigen la relaci�n
intercultural son producto de los paradigmas del posmodernismo y, en este marco,
el nuevo l�xico defiende el di�logo, como un medio para superar la dial�ctica de
la lucha de clases. El di�logo supone la complementaci�n de los opuestos, sin
recurrir a la lucha. Es lo que se ha venido a denominar "dial�gica"(2) como
contrapropuesta a la dial�ctica.
Si bien la modernidad y su discurso de la igualdad estaba asociada con el
proyecto econ�mico neoliberal, la posmodernidad y su nuevo glosario que supone
el respeto y tolerancia a la diferencia, la pluralidad y el di�logo (consenso),
entre otros, es compatible con el neo-neoliberalismo que corre a partir del 11
de septiembre del 2001(3). "Esta ideolog�a posmoderna es funcional a los
intereses imperialistas que se contextualizan hoy, en Am�rica Latina, en una
coyuntura de agudizaci�n de las luchas o guerras de clases, combinadamente con
una profundizaci�n de la contradicci�n entre naciones originarias y el modelo
re-colonizador neoliberal, en el que los niveles de poder locales e
internacionales temen la acumulaci�n de fuerzas de las bases populares y
originarias"(4).
Con el discurso de la otredad y el pluralismo, o tolerancia en la
heterogeneidad, se pretende reducir el tema de la inter-culturalidad al �mbito
cultural de las relaciones de convivencia entre diferentes. La colonialidad del
poder es sobrepasada con una delgada membrana de invitaciones a generar un
espacio de comunicaci�n inter-cultural que permita comprender-tolerando los
sistemas de valores que rigen el comportamiento del otro. Gracias a esto se
permite, por lo menos por un tiempo, distender el verdadero problema que est�
sumergido en la multidimensionalidad pol�tica, econ�mica, jur�dica, cient�fica,
tecnol�gica e ideol�gica, que pretende ser invisibilizada bajo el mando de una
�nica propuesta que es, obviamente, de corte occidental(5).
Pongamos atenci�n en la estricta correlaci�n entre el an�lisis que acabamos de
presentar y la realidad boliviana. Dentro de la Asamblea Constituyente,
especialmente, encontramos que los constituyentes de la derecha, especialmente
los de PODEMOS, quienes demuestran con mucha eficacia su habilidad de defender
su discursos en base a remachar constantemente sus ideas principales, han
construido un bloque ideol�gico con ayuda, adem�s, de los medios de
comunicaci�n, "cooperaci�n" con la que el MAS no cuenta en la misma medida.
Recordemos que el MAS surge del movimiento popular y, por ende, no detenta los
medios de comunicaci�n, as� como tampoco el gran capital nacional e
internacional.
El discurso de la derecha es asombrosamente posmoderno. Las constantes alusiones
al pluralismo, el di�logo consensuado, la democracia, etc., resuenan, una y otra
vez, en los ambientes del Teatro Mariscal de la ciudad de Sucre. Asimismo,
incursionando a�n m�s en el l�xico posmoderno, critican al discurso oficialista
por estar basado en la opresi�n y en los 500 a�os de colonialismo. Con esto,
siguen como buenos alumnos los legados del discurso inter-cultural, que intenta
ocultar la esencia pol�tica de las relaciones interculturales(6).
En este contexto, la derecha defiende tambi�n, la legalidad y la
institucionalidad. Es decir, intenta someter hasta el fondo toda tentativa de
transformaci�n real del estado. Mientras, por un lado, se despoja de la desidia
de tener que involucrarse con disertaciones que consideren la asimetr�a en las
relaciones interculturales; por otro, se desentiende de una verdadera
transformaci�n de las leyes(7). Este marco discursivo, muy bien defendido y
fundamentado, es extremadamente parad�jico con la verdadera raz�n por la que los
movimientos sociales demandaron la Asamblea Constituyente. Es la ilegitimidad de
la ley, entre otras cosas, lo que ha movilizado a la gente del campo, a la gente
popular, y hasta a las clases medias. No es una casualidad que las clases
privilegiadas no hayan luchado a la par con las movilizaciones sociales, pues
son ellas las que se encuentran reflejadas en la ley, es m�s, fueron ellas las
que edificaron las leyes de acuerdo a sus intereses; para las clases altas, la
ley s� es leg�tima. Esto es parad�jico debido a que no se puede defender con
tanto ah�nco una ley que se quiere transformar, precisamente por su
ilegitimidad, porque no refleja la realidad de las mayor�as. Una ley, a nuestro
juicio, solamente puede ser legal cuando es leg�tima. Aunque bien sabemos que
las leyes han sobrepasado, muy artificiosamente, la exigencia de legitimidad.
Pero, por otra parte, no es tan parad�jico que se ampare tan vehementemente el
marco legal e institucional, si consideramos que la derecha tiene intereses que
est�n reflejados por dicha ley. El hecho es que tal situaci�n es ocultada por un
discurso que no refleja la realidad.
El argumento de la oposici�n es que, si no se respeta la Constituci�n vigente,
entonces c�mo se espera que se respete la nueva Constituci�n Pol�tica del Estado
que se pretende redactar. Esta manifestaci�n no es v�lida. La Constituci�n que
defienden, por ahora, hasta redactar la nueva, es la expresi�n de la
colonialidad del poder. Es la red de conceptos que ha permitido al estado
mantener por varias v�as, incluso a pesar de las reformas que se han realizado
para lograr lo contrario, las relaciones asim�tricas, colonizadoras,
neo-colonizadoras y re-colonizadoras que se impulsan desde proyectos de
hegemon�a imperialista. Es, adem�s, una ley que no incluye, no es plural. Se
edifica �nicamente desde los preceptos occidentales, postrando otros paradigmas,
enfoques y modos de existencia en el olvido. Adem�s, es una ley que ha perdido
legitimidad, y eso significa que no se le puede pedir, a la mayor�a del pueblo,
que la respete, si no cree en ella.
Por ejemplo, tomemos el caso de la reforma a la Ley INRA que fue aprobada con
suplentes de la oposici�n, ya que los titulares, varios de los cuales son,
precisamente, terratenientes, optaron por ausentarse en el momento del debate
correspondiente para otorgar legalidad a tales reformas, planteadas por el MAS.
El hecho es que los suplentes actuaron en contra del mandato de sus partidos,
que era inviabilizar la aprobaci�n de la ley en cuesti�n. De no ser por esta
contracorriente interna, la promulgaci�n de la Ley INRA reformada, no hubiera
sido posible debido a que la oposici�n tiene la mayor�a de senadores. Este hecho
nos muestra que la concepci�n de legalidad que tiene la oposici�n se encierra
dentro de los limitados marcos legalistas vigentes con todas sus limitaciones
que los hacen ileg�timos por su verticalismo y falta de participaci�n directa de
la poblaci�n. Es decir, a la oposici�n no le interesa desestructurar el r�gimen
legal liberal que ha devenido en una situaci�n d e crisis, solo pretende
defender la ley, caduca, por que socapa sus intereses. No pretende generar
beneficio social, a trav�s de una mejor distribuci�n de las tierras, sino
mantener sus privilegios en este rubro(8). Su concepci�n de legalidad es
conservadora, no se remite al cambio, a pesar de que su discurso diga lo
contrario. Consideramos que esta concepci�n de legalidad es muy mezquina.
Defender la legalidad ileg�tima es una forma de imponerle, a la mayor�a de la
poblaci�n, de una ley en la que no se siente representada y, por ende, la
imposici�n de un r�gimen econ�mico, ideol�gico, educativo, pol�tico y social,
que sustentado en los discursos democr�ticos, ha generado mayor desigualdad. En
este sentido, se muerden la cola, ya que son tan excluyentes como dicen que es
el MAS con su propuesta de mayor�a absoluta (aunque en realidad 'olvidan' que es
mixta).
La derecha pide, casi ruega, que se la incluya como minor�a que es ahora;
demanda la pluralidad, la igualdad de derecho a la participaci�n en la
elaboraci�n de la ley; demanda los dos tercios. Entonces, por qu� no cuestiona
la ley que tanto defiende, en tanto la misma es totalmente excluyente. Cuando
realizan este tipo de demanda de respeto a la ley, est�n mostrando expresamente
su aferramiento a una filosof�a hegem�nica, que niega la existencia de otras
formas de concebir la ley y la norma, que no est�n precisamente escritas, y que
no est�n reflejadas, ni de lejos, en la Constituci�n. La derecha niega
rotundamente, en cada una de sus intervenciones, el derecho que tienen otras
visiones de ley que existen, pero que no est�n en la Constituci�n, a ser
respetadas tambi�n al momento de realizar el Reglamento General de la Asamblea
Constituyente. �Por qu� no luchan por usar algunos marcos normativos no
occidentales que puedan aportar al curso de la Asamblea? Si son tan defensores
de la inclusi�n, la democracia, el pluralismo, el consenso, deber�an hacerlo. Su
discurso es totalmente contradictorio.
En este sentido, no es adecuado que utilicen un discurso que aclama la inclusi�n
y la convivencia igualitaria de distintas visiones de mundo o pluralismo, ya que
el mismo contiene en s� mismo su contrario: el olvido y falta de respeto a la
sabidur�a originaria, que es parte muy importante de este pa�s. Podr�an defender
la ley porque se ven reflejados en ella, pero no deber�an aclamar el respeto al
otro, con su respectiva visi�n de norma y ley, como parte de su ideolog�a y sus
intereses.
Por otra parte, el oficialismo tampoco defiende, por lo menos claramente y
arremetidamente, la urgencia de generar un marco ideol�gico basado en nuevos
paradigmas que posibiliten la complementaci�n de la filosof�a originaria de
unidad con la realidad, y la filosof�a occidental de no unidad con la
realidad(9). Es decir, el discurso posmoderno de respeto y tolerancia a la
diferencia y la convivencia de los diferentes antag�nicos en complementaci�n,
est� corriendo en Bolivia. Evidentemente, tambi�n est� dando resultados, en
tanto se est� permitiendo que se olvide la importancia de desenvolver la
filosof�a, los paradigmas, enfoques y modos de existencia de lo originario, los
cu�les deben ser constitutivos de la ley misma, desde su conformaci�n misma, y
no como una parte incluida dentro de los par�metros fundamentales de la ley que
son, por cierto, de corte occidental. Si esta visi�n es incluida como un
ap�ndice, �nicamente, y no as� plasmada en equilibrio con la occidental, ento
nces le ley seguir� siendo ileg�tima para una mayor�a de la poblaci�n.
El oficialismo recurre constantemente a discursos que defiendan el derecho de
los oprimidos y desplazados a ser, por una vez primera, los edificadores de la
Constituci�n. Es una petici�n totalmente leg�tima y se materializar�a,
solamente, si la oposici�n logra dar el lugar que le toca a la mayor�a,
anteriormente desconocida, el rol de guiar la Asamblea Constituyente. De todos
modos, aunque esto se diera, lo cu�l es pr�cticamente imposible, la mayor�a
quedar�a enmudecida una vez m�s, por que no se est� planteando una re-evoluci�n
filos�fica que se proponga, frente a occidente y todos sus paradigmas, como algo
verdaderamente nuevo. A pesar de que las leyes sean constituidas �nicamente por
la mayor�a, no cambiar�n la esencia de exclusi�n y dominaci�n, debido a que las
leyes son la expresi�n de estas dos realidades. La nueva Constituci�n,
necesitar�a un cambio de esquemas en general para superar el antagonismo. Puede
que cambien de lugar algunos privilegios, pero siempre habr�n m ayor�as en
desventaja, ya que el modelo de acumulaci�n de capital se desenvuelve con un
norte: la ampliaci�n de la brecha entre ricos y pobres. Y cambiar la ley,
"incluyendo" otras visiones, pero manteniendo su esencia ideol�gica capitalista,
no es un cambio verdadero, es la propuesta de una nueva forma, nada m�s.
En s�ntesis, el posmodernismo con su discurso de pluralismo y respeto a la
otredad, y con la intenci�n de dejar anquilosado el verdadero problema de
asimetr�a de las relaciones interculturales, expresada en la Ley Fundamental,
est� siguiendo su curso satisfactoriamente. Primero, la exacerbaci�n de la lucha
de clases se est� desenvolviendo con �xito en nuestro pa�s. Segundo, se est�
dando la profundizaci�n de la contradicci�n entre las naciones originarias y el
modelo neo-neo liberal. Y, tercero, se est�n dando las posibilidades para que
este conflicto concluya en lo que el modelo neo-neo liberal requiere: que las
diferencias y conflictos culturales que ponen en peligro al capitalismo y a las
multinacionales en su b�squeda de instalarse en todas partes, se diluyan
mediante la integraci�n de las identidades conflictivas al mundo
globalizado(10). Mientras no se apunte a proponer una Constituci�n que
desestructure, previamente, el estado y sus tres poderes, que son los cuales est
ablecen la posibilidad del centralismo y la asimetr�a intercultural, entonces
los cambios ser�n integradores, al modo como el proyecto re-colonizador lo
necesita.
Cont�ctenos a thunhupha@yahoo.com.ar
(1)Ver "Algunas reflexiones en torno a los nombres 'ind�gena' y 'originario'.
Aporte a la Visi�n de Pa�s",
www.rebeli�n.org. fecha: 05/12/2006, para profundizar
en nuestro planteamiento de dos civilizaciones: la Occidental y la Originaria, y
no as� la concepci�n de lo originario como un conjunto de varias civilizaciones.
(2)"El pensamiento complejo propone la dial�gica como complementaci�n de
opuestos cuya contradicci�n no ha de resolverse en una s�ntesis dial�ctica.
Mientras la dial�ctica supone la superaci�n de la contradicci�n a trav�s de la
lucha de opuestos, la dial�gica insiste en que la contradicci�n es insuperable y
los opuestos deben convivir complement�ndose" (Graciela Mazorco, Filosof�a,
Ciencia y Saber Andino. Bases ontol�gicas, gnoseol�gicas y epistemol�gicas de la
inter e intra-culturalidad, p�gina 5, a ser editado en los pr�ximos meses).
(3)Tenemos cuatro etapas de colonizaci�n hasta ahora: la colonizaci�n que se dio
con el descubrimiento de Am�rica, el neocolonialismo ingl�s y la evangelizaci�n
(desde 1826 hasta la segunda Guerra Mundial), la neocolonizaci�n norteamericana
y la evangelizaci�n (desde 1945 hasta la d�cada de 1970-80), y la actual
re-colonizaci�n por norteamericanos, europeos y asi�ticos unidos a la
re-evangelizaci�n (Rivera/Arispe. La democracia. Art�culo publicado en
www.constituyente.bo,
en fecha: 13/10/2006.
(4)Graciela Mazorco Irureta. Filosof�a, Ciencia y Saber Andino. Bases
ontol�gicas, gnoseol�gicas y epistemol�gicas de la inter e intra-culturalidad, a
ser editado en los pr�ximos meses).
(5)Ibid.
(6)Evidentemente, el MAS tambi�n comparte varios de los marcos discursivos que
usa la derecha; defiende, por ejemplo, el di�logo, el respeto a la pluralidad y
la democracia. Pero a diferencia de la oposici�n, el partido oficialista no
olvida que en las relaciones interculturales subyace la colonialidad del poder,
hecho que hace imprescindible hablar de descolonizaci�n del aparato estatal. Por
el contrario, la derecha olvida la importancia de esta realidad, lo que la
convierte en mejor seguidora del discurso posmoderno, como iremos viendo.
(7)Ninguna declaraci�n sustantiva del bloque opositor ha podido justificar y
demostrar las v�as legales de la adquisici�n de las masivas extensiones de
tierra detentada por muchos miembros del conjunto opositor. Es evidente,
entonces que la verdadera intenci�n no es defender la legalidad, sino m�s bien
mantener la posici�n pol�tica, medi�tica-ideol�gica, econ�mica.
(8)Varios pol�ticos han argumentado que una redistribuci�n de tierras, al estilo
del 52, es una trampa que ahondar�a el proceso de crisis, as� como sucedi�
anteriormente. El hecho es que a parte de estos argumentos, no se han molestado
por realizar propuestas de viabilizaci�n de pol�ticas de estado coherentes con
la pluralidad econ�mica y cultural que caracteriza a Bolivia. No se han
realizado propuestas complementarias a la de reforma de la Ley INRA del MAS, que
posibiliten la pluralidad y la democracia que tanto defiende la oposici�n. Es
evidente que la situaci�n de tierra, en la actualidad, no va a permitir que se
generen pol�ticas coherentes con la exigencia de construcci�n de una econom�a
plural que refleje la realidad nacional y la realidad Latinoamericana. Tampoco
la oposici�n ha lanzado sugerencias que complementen la propuesta del TCP o del
ALBA, o inclusive la del TLC. Es obvio que no hay una actitud de propuestas de
cambio, sino de estrategias conservadoras, aunq ue su discurso diga lo
contrario.
(9)Ver: Gonz�les/Illescas. Acerca de la Ontolog�a, Gnoseolog�a y Epistemolog�a
de lo Humano Integral. Santa Cruz-Bolivia; Ediciones Tukuy Riqch�arina, 2002.
Ver tambi�n: Mazorco Graciela. Educaci�n y Saber Andino: Una mirada a la
educaci�n superior desde el sentimiento de la Unidad; Cochabamba-Bolivia; PROMEC-UMSS,
2003.
(10)Graciela Mazorco Irureta. Filosof�a, Ciencia y Saber Andino. Bases
ontol�gicas, gnoseol�gicas y epistemol�gicas de la inter e intra-culturalidad, a
ser editado en los pr�ximos meses.
Fuente: lafogata.org