Latinoamérica
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La ocupación militar
Gilberto López y Rivas
La Jornada
Finalmente, las presiones de Felipe Calderón, el embajador de Estados Unidos,
las corporaciones empresariales y mediáticas, sus intelectuales, la jerarquía
eclesiástica y los grupos de la ultraderecha mexicana hacia quien se ostenta
todavía titular del Ejecutivo Federal, Vicente Fox, llevaron a tomar por asalto
la ciudad capital del estado sureño de Oaxaca en un operativo que estuvo
lejos de ser incruento. Con un saldo de al menos tres muertos, numerosos
heridos, intoxicados, detenidos, desaparecidos y violentados en sus derechos
humanos, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) resistió el ataque
en forma heroica, convirtiendo en victoria pírrica la incursión de los miembros
del ejército con uniforme de policías encaminada a la protección, en los hechos,
del todavía gobernador Ulises Ruiz y de los paramilitares a su servicio.
En la toma de Oaxaca y en la ocupación de otras regiones del estado
participaron y siguen participando en el apoyo logístico, transporte aéreo y
terrestre, información de inteligencia, personal de tropas y mandos, tanto la
Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como la Secretaría de Marina, en
coordinación con la Secretaría de Seguridad Pública, el Centro de Inteligencia y
Seguridad Nacional (Cisen) y la Procuraduría General de la República.
En violación a la Constitución, nuevamente y en forma vergonzante, las fuerzas
armadas han sido utilizadas para reprimir al pueblo y para proteger los
intereses de los grupos oligárquicos del país. Incluso, los más de 40 detenidos
del movimiento popular fueron trasladados ilegalmente a la base militar cercana
a la ciudad capital, lo que también demuestra el involucramiento directo de la
Sedena en esta acción violenta.
En la batalla de Oaxaca, el sujeto protagónico de la resistencia no fue un
pequeño grupo de vanguardia, sino el conjunto del pueblo organizado que siguió
la estrategia de "resistencia pacífica de masas" acordada por la APPO, misma que
se negó rotundamente a "entregar" la ciudad a los militares.
Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales improvisaron
barricadas con sus propios cuerpos para enfrentar el poderoso aparato represivo
que con helicópteros, tanquetas que arrojaban agua a presión mezclada con
sustancias tóxicas para la piel, trascabos, toletes, gases lacrimógenos y
pimienta se fue abriendo paso con lentitud hasta llegar al corazón de la ciudad.
Rabia, indignación y el valor que da una causa justa transformó a ciudadanos
comunes en denodados ejemplos de decoro y dignidad.
Por su parte, las fuerzas vivas del priísmo local clamaban desde una radio
clandestina consignas homicidas y exigencias de represión generalizada, llegando
incluso a aplaudir al paso de los militares vestidos de policías. Por la propia
Radio Universidad, bastión de la resistencia mediática alternativa, lograron
colar su odio de clase en llamadas telefónicas en las que expresaban su alegría
por que "¡ahora sí les van a partir la madre!" Allegados a Ulises Ruiz
declararon a la periodista Carmen Aristegui su satisfacción por el ingreso de la
fuerza pública y su demanda de que el gobierno federal "fuera a fondo" en el
operativo para "restablecer el estado de derecho", lo que para ellos
significa el cumplimiento inmediato de más de 250 órdenes de aprehensión contra
los principales dirigentes de la APPO. Son los mismos que el martes 31,
acompañados de burócratas, sicarios y policías ministeriales vestidos de civil,
salieron a las calles para manifestar su respaldo a Ulises Ruiz.
Políticamente la ocupación militar de Oaxaca es un fracaso evidente. La APPO
logró reagruparse de inmediato, el regreso a clases en muchas regiones del
estado se pospuso indefinidamente, las fisuras entre magisterio y otros sectores
lograron repararse sin afectar la unidad interna del movimiento. Los pueblos que
antes habían dudado en participar más activamente en torno a la APPO, ahora han
resuelto luchar contra la militarización en sus territorios y se muestran
indignados por la ocupación de su capital. El PRI, el PAN, Vicente Fox y Felipe
Calderón fueron exhibidos nacional e internacionalmente como cómplices y
protectores de un cacique estatal.
En numerosas ciudades de Europa, Estados Unidos y América Latina, las embajadas
y oficinas consulares de México se han visto asediadas por acciones de protesta
e, incluso, organismos internacionales como Naciones Unidas, Amnistía
Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han incluido el
caso oaxaqueño en sus agendas de violación de derechos humanos.
Oaxaca, la APPO y, paradójicamente la ocupación militar en particular, lograron
unificar en acciones concretas a las izquierdas mexicanas frente al gobierno
saliente y el entrante impuesto. La convención nacional democrática (CND), los
partidos de la izquierda institucionalizada y el propio Andrés Manuel López
Obrador se vieron obligados a definirse claramente en contra de la represión y
en apoyo de la APPO, movimiento que puede influir positivamente en la próxima
definición política de la CND hacia formas de participación horizontales de
democracia directa e instancias de decisión colectivas.
La APPO demostró en la toma de Oaxaca una extraordinaria capacidad de
dirección política tanto en la táctica como en la estrategia, combinando todas
las formas de lucha pacífica con una política de alianzas flexible e incluyente.
En suma, en la batalla de Oaxaca y en la ocupación militar, el movimiento de la
APPO triunfó sobre la fuerza y el atropello, dando ejemplo de organización y
resistencia pacíficas a todos los pueblos del mundo.