Latinoamérica
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Siete horas de enfrentamiento de la PFP contra estudiantes,
paterfamilias y colonos
Férrea resistencia civil en la UABJO y calles aledañas
La zona de Cinco Señores, auténtico campo de batalla
Más de 70 lesionados, entre ellos tres periodistas
Se reportan 60 detenidos
Al filo de las 2 de la tarde los federales se replegaron
Enrique Méndez, Gustavo castillo; Octavio Vélez
La Jornada
Piedras, cohetones, gases lacrimógenos y múltiples mentadas enmarcaron el
zafarrancho Foto Fernando Castillo/Micphotopress
Oaxaca, Oax. Desde el amanecer de Día de Muertos y durante siete horas la
Policía Federal Preventiva (PFP) enfrentó la resistencia civil más contundente
desde su llegada el sábado, esta vez en Ciudad Universitaria y en el crucero de
Cinco Señores, donde miles de estudiantes, vecinos y padres de familia
repelieron a los uniformados con piedras, petardos y tanques de gas encendidos a
modo de lanzallamas. Esa zona se convirtió, así, en un auténtico campo de
batalla.
Por momentos, los artefactos explosivos prendieron fuego a las tanquetas, pero
éstas cuentan con un sistema de extinción automático por agua. Los policías y
los grupos de operaciones especiales tenían la orden estricta de no violar el
campus de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) y respondieron
con cientos de granadas de gas lacrimógeno -disparadas inclusive desde dos
helicópteros-, agua lanzada a presión desde las tanquetas y con las mismas
piedras que les eran arrojadas.
Provocadores del gobierno estatal
El Operativo Juárez 2006, como se sabe ahora que se denomina, tenía
como único objetivo liberar la circulación en Cinco Señores y la avenida
Universidad, entre el Periférico y la Avenida del Sol, pero grupos de supuestos
priístas y policías estatales, identificados inclusive por la Secretaría de
Gobernación, provocaron el avance policiaco. La intención de generar más
violencia tiene, además, el objetivo de que la PFP se mantenga el mayor tiempo
posible en Oaxaca, no para mantener el orden, sino sostener a Ulises Ruiz en el
cargo.
De hecho, casi al inicio de la operación para liberar las vialidades, la policía
federal había dado una muestra de distensión al liberar a dos personas, pero a
las ocho de la mañana los grupos ligados al PRI lanzaron cohetones a los agentes
y así comenzó el embate.
El choque se amplió por toda avenida Universidad y calles aledañas. Dentro de
las instalaciones, por granadas lacrimógenas, piedras y el agua de las tanquetas
combinadas con químicos resultaron heridas 40 personas, 22 más en las
inmediaciones, así como 10 policías, cuatro de ellos graves.
La policía detuvo a 30 personas -entre ellas Luis Antonio Félix Domínguez, de 14
años de edad- que fueron consignadas por la presunta comisión de los delitos de
ataques a las vías de comunicación, sedición, asociación delictuosa y lesiones.
El menor será entregado al Consejo Tutelar.
El vocero del gobierno estatal, Miguel Angel Concha, aseguró que quienes
participaron en estos hechos ''no son oaxaqueños y provienen de grupos violentos
de San Salvador Atenco y el Distrito Federal, conocidos como cegeacheros
y panchosvillas'', e inclusive cuando se le cuestionó sobre la
intervención de comandos de choque priístas, aseguró que la administración de
Ulises Ruiz ''respeta las expresiones partidistas''.
A causa de las bombas molotov con fragmentos de metal y clavos y piedras fueron
heridos los fotógrafos de Proceso, Miguel Dimayuga y Germán Canseco, y de
El Universal, Daniel Jaramillo, quien fue trasladado en helicóptero al
hospital de la 28 Zona Militar, porque un clavo de un petardo se le enterró
entre la tetilla y la axila derecha, mientras otro más le atravesó el codo
izquierdo. La onda expansiva del petardo le causó traumatismo auditivo, pero fue
dado de alta por la tarde.
Un cohetón le estalló cerca al camarógrafo del Canal 9 de la televisión estatal,
Jorge Brindis, quien solamente quedó aturdido, y el fotógrafo de Centro Medios
Libres, Mario Mosqueda Hernández, fue golpeado por varios policías, que lo
hirieron con toletes en la cabeza, la espalda y un brazo.
A pesar de que en el operativo de liberación del cruce de Cinco Señores
participaron unos 2 mil agentes federales, la resistencia popular finalmente los
replegó y regresaron, literalmente arrastrando los pies, a su base del Parque
del Amor, y la PFP determinó no regresar este día a Cinco Señores ni a la UABJO,
aunque por la noche Radio Universidad difundió la especie de que intentarían una
incursión de madrugada.
''Soy borrachito de la calle''
A las 7:45, un contingente de la policía federal llegó al crucero de Cinco
Señores, seguido de maquinaria pesada y camiones de volteo para levantar la
basura. En el frío amanecer, los grupos de operaciones especiales detuvieron a
Manuel Castellanos López y a René Barrios, que se quedaron rezagados en la
barricada, y los subieron a una Van blanca. Al ser detenido, Castellanos negó
ser parte de las barricadas. ''¿Yo? Soy borrachito de la calle. Sólo salí por un
mezcal'', explicó.
Un trascavo destruyó la ofrenda de muertos a los maestros y brigadistas
asesinados, y hasta ese momento la incursión no generó mayor conflicto. Sin
embargo, 25 minutos después aparecieron varios embozados en la esquina de
Universidad y Reforma Agraria, que dispararon cohetones y los federales
recibieron respaldo de una compañía de Policía Militar que avanzó y lanzó
granadas de gas hacia el campus. Este hecho generó que desde Radio Universidad
se hiciera un constante llamado a que la ciudadanía rodeara las instalaciones.
''¡Vamos a bloquear! A todos los compañeros les invitamos a que vengan a Radio
Universidad, a las bocacalles, pero no nos confrontemos con las fuerzas
federales'', delimitaron los locutores.
En plena avenida, decenas de estudiantes y mujeres reclamaron la liberación de
Castellanos y Barrios, y personalmente el jefe del Estado Mayor de la PFP y ex
delegado del Cisen en Oaxaca, Ardelio Vargas Fosado, los entregó a condición de
calmar los ánimos.
Iniciado el enfrentamiento, el comandante declaró: ''Yo cumplí, ellos no''.
Los disparos de artefactos hacia los agentes, las fuerzas especiales y la
Policía Militar obligó a un nuevo avance, esta vez por la parte posterior de la
universidad, sobre la Avenida del Sol, para retirar camiones que se incendiaban
justo frente a un centro bautista, que es utilizado como el centro de mando del
Operativo Juárez 2006.
Fuentes gubernamentales de alto nivel confirmaron que desde hace por lo menos un
mes, el gobierno federal conocía desde esa iglesia los movimientos en el área, y
hoy fue parte importante para conducir el desplazamiento de fuerzas y para
advertir de los movimientos que realizaban los seguidores de la Asamblea Popular
de los Pueblos de Oaxaca y estudiantes.
Justo ahí, cientos de estudiantes hicieron retroceder a una columna de 50
policías preventivos armados con toletes y lanzagranadas, que se replegaron
hasta un circo. Los agentes de operaciones especiales recogían las piedras que
se les lanzaban desde la unidad deportiva de la universidad, para utilizarlas
como proyectiles contra sus oponentes. Un petardo atravesó la bota de un federal
y le abrió la espinilla derecha.
Durante 15 minutos, jóvenes y policías -incluidos los estatales de civil- se
disputaron palmo a palmo el terreno frente a la iglesia bautista y la Plaza del
Valle.
Pero en ese momento los federales recibieron refuerzos de dos compañías más,
tanquetas, dos helicópteros que realizaron vuelos a baja altura sobre el campus
y lanzaron granadas de gas lacrimógeno. Uno de ellos aterrizó frente a la
rectoría para abastecer a las tanquetas con latas de químicos.
La intervención de grupos de provocadores del gobierno hizo que dos de ellos
fueran detenidos como presuntos integrantes del movimiento. ''¡Estamos de su
lado, trabajamos para lo mismo!'', clamaba uno para reclamar su liberación, que
se logró finalmente con una llamada desde una oficina gubernamental a la PFP y
la intervención de otro policía: ''¡Ese es de nosotros!''
Desde la entrada de la unidad deportiva dos policías traían en andas a Trinidad
Michel López, indígena de Santo Domingo Teojomulco. ''¿Tú qué?'', le espetó a
pocos centímetros un policía. Con todo el miedo que le imponía ser esposado con
un cordón de plástico por policías armados, Trinidad respondió: ''Yo vengo de mi
rancho''. Maniatado por la espalda, los uniformados lo tomaron de los pies y el
pecho y lo arrojaron, boca abajo, a una camioneta pick up de la PFP.
Antes de irse, un federal lo golpeó en el rostro.
Otros federales intentaron romper con palas las cadenas que sujetan las puertas
del campus, frente al Instituto de Ciencias de la Educación, pero se confirmó la
orden de no entrar. Al otro lado de la avenida, a unos metros de Cinco Señores,
la violencia dio paso a un respiro: un estudiante encaramado sobre los restos
todavía humeantes de un automóvil les recitó a Benedetti. Nadie se movió ante la
voz que enfrentó a la policía con el poema titulado ¿De qué se ríe?
El chavo estaba inspirado y reclamó: ''Sé que están de policías no por que hayan
querido o porque sean burros, sino porque las condiciones del país los hicieron
elegir entre irse de su patria o enrolarse en esa corporación ante la falta de
oportunidades. No les critico su decisión, pero deberían estar de este lado
porque son igual que nosotros. Véanse la tez, las manos, son del mismo color que
nosotros, también son huicholes, mixes, tarahumaras. El color de la tez los
evidencia''.
El silencio duró hasta que bajó de la chatarra y fue despedido con aplausos. El
padre de un estudiante ''que lucha por mejores condiciones'' dijo estar ahí, en
la defensa de la universidad a pesar de los cohetones, los cocteles molotov y
los gases lacrimógenos, por convicción, y pidió a los federales irse de Oaxaca.
Al final de la avenida, en la Plaza del Valle, comenzaba el otro episodio de la
batalla, y en la esquina de Reforma Agraria los jóvenes prendieron pacas de
forraje en las chatarras y se formó una barrera de fuego. Ya eran las 11:30 y el
enfrentamiento se reinició, ahora con dos tanquetas antimotines, sólo que uno de
los Cobra -como se les conoce en la PFP- tuvo un desperfecto que causó la
hilaridad de los universitarios protegidos en la autonomía de su alma máter.
Adentro, en Radio Universidad, los locutores insistían: ''No tenemos armas.
Tenemos piedras, cohetones para enfrentarlos y vamos a resistir''.
Por casi una hora, cientos de jóvenes fueron repelidos hasta el Periférico y la
iglesia de Cinco Señores, y otros más por Reforma Agraria hasta 20 de Noviembre,
y al final de esa calle hasta las puertas de la universidad. Diego Hernández,
joven de 20 años que defendía su identidad de panadero y que sólo pasaba por el
lugar, fue detenido. Empero, un uniformado le mostró una fotografía en la que
aparecía motivando a sus compañeros a lanzar piedras contra los policías.
Ahí también fue aprehendido el catedrático de la facultad de derecho de la UABJO
Armando Jiménez Vázquez. Cuando lo subieron a una camioneta de la PFP para
trasladarlo a la Base Aérea Militar 22, de El Tequio -en calidad de detenido-,
le quitaron una mochila terciada en la espalda en la que portaba decenas de
clavos insertados en fragmentos de tubos de plástico.
Poco a poco, los lances de los jóvenes, sus padres y vecinos hicieron retroceder
a las tanquetas que habían llegado hasta las puertas de Radio Universidad.
Durante una hora más continuaron lanzando cohetones y petardos, y la transmisión
radial convocó a unas cinco mil personas que confluyeron por la prolongación de
La Noria, avenida Ferrocarril y el Periférico, y repentinamente habían cercado a
la Federal Preventiva, que comenzó a replegarse a las dos de la tarde hacia el
supermercado Chedraui.
A las tres de la tarde, cansados, los policías regresaron a su base del Parque
del Amor. Sin embargo, para los mandos de las fuerzas federales, el retiro de
Cinco Señores no se trató de una derrota, sino de un repliegue estratégico para
regresar en las próximas horas.
''No fue un fracaso, se evitó un baño de sangre, porque no teníamos por qué
cambiar los toletes por metralla'', explicó un comandante policiaco.
Finalmente la vialidad no fue despejada, porque más tarde la barricada volvió a
levantarse. Miles de personas se congregaron ahí para recuperar su posición, y
de cuando en cuando los dos helicópteros arrojaban granadas, y el humo se
esparció por el aire de una tarde de otoño en un Día de Muertos oaxaqueño.