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Pinochet: un antes y un después
Juan Andrés Lagos
Crónica Digital
En relación a Pinochet y su dictadura, el asombro al parecer no tiene límites.
Ni la amnesia, ni la impunidad, ni la política de "los consensos y los acuerdos"
que han imperado en Chile, han podido frenar e impedir que continúen brotando
una serie de antecedentes que conmueven a nuestro país y al mundo.
Sin embargo, este dificultoso y por momentos cerrado camino hacia la
transparencia ha costado muchos años, grandes sacrificios y no pocas
incomprensiones.
Hace ya bastantes años atrás, y cuando concluía una visita al Chile de
"comienzos de la transición", en la década de los noventa, el escritor Eduardo
Galeano me señaló su asombro respecto de Pinochet y su dictadura. Con ironía,
afirmó:"Cuando vine a Chile en la década de los ochenta, toda la gente del
amplio arco democrático que luchaba por la democracia y contra la dictadura me
hablaban del dictador, del tirano, del genocida, era lo menos que se decía y yo
les encontraba toda la razón.
Ahora, me encuentro que Pinochet es una especie de anciano casi intocable,
incluso para algunos es un tipo hasta simpático que ha sabido reubicarse en la
historia. No puedo decir que no entiendo nada, pero sí puedo decir que algo muy
profundo ha cambiado en Chile".
Con el Presidente Aylwin en La Moneda, Pinochet continuó siendo el Comandante en
Jefe del Ejército. En ese cargo fue determinante y ejerció su poder en muchos
aspectos. Las denuncias sobre los "pinocheques" y otros asuntos referidos a
violaciones a los Derechos Humanos, las paró con movimientos militares y ante un
gobierno que se apresuró a dialogar y a bajar el perfil de esas demandas
democráticas.
La "política de los consensos" funcionó a favor del dictador y de su dictadura.
Las fuerzas de izquierda, movimientos sociales y el incidente movimiento por
verdad y justicia continuaron, sin embargo, bregando por abrir camino a estos
procesos. Es cierto que, en el caso de la concertación, hubo personas y sectores
de ella, minoritarios, que también intentaron abrir paso a ese camino.
La derecha, toda la derecha, es decir, RN y UDI, cerraron filas en torno a la
figura de Pinochet y su dictadura.
En el gobierno del Presidente Frei Ruiz Tagle, ocurrió un hecho de gran
trascendencia. La Moneda presentó un proyecto de ley para reformar la
constitución política, en pleno acuerdo con RN, y que consideraba que Pinochet,
dejando la Comandancia en Jefe del Ejército, se transformaba en senador
vitalicio. Esto implicó reconocer y darle al dictador el estatuto de ex
Presidente de Chile. Esta reforma fue aprobada en el Parlamento, por consenso.
Por eso, cuando Gladys presentó la querella en contra de Pinochet en los
tribunales de justicia chilenos, en la concertación y en la derecha hubo
sonrisas de ironía: "Otra vez la Gladys y los comunistas, con sus acciones
testimoniales..."
A la UDI no la hizo cambiar ningún juicio ético o político que implicara revisar
en algo su absoluto apoyo y participación protagónica como eje político de la
dictadura de Pinochet. Lo que hizo cambiar su discurso y su estrategia electoral
(especialmente a Lavín) fue una consultora de campañas electorales
norteamericana, la cual le señaló que si quería de verdad disputar la
Presidencia de Chile debía "desvincularse de Pinochet y de su herencia, para
incidir en el votante del centro político e incluso en sectores populares". En
otros términos, dejar de ser esa derecha "guardia pretoriana" de la herencia
dictatorial.
Hasta hoy, eso sigue así, esto es, una derecha que no abandona esa herencia,
pero que ha sabido astutamente simular como una fuerza democrática.
Hay que recordar que, cuando Pinochet fue detenido en Londres, las gestiones
para liberarlo y traerlo de regreso a Chile las hizo La Moneda, mientras la
derecha salió a la calle exigiendo su regreso al país.
En el gobierno del Presidente Lagos, los "consensos" siguieron funcionando con
la derecha, pero ahora el asunto cambió en un matiz no menor: Ante las denuncias
sobre el Mop-Gate y otros cuentos, La Moneda decidió recibir con bombos y
platillos a Longueira, en ese entonces jefe político de la UDI, y a partir de
entonces el eje del acuerdo fue con la UDI, partido que había crecido
electoralmente por sobre RN. Casi a fines de su mandato, el Presidente Lagos
instauró la "nueva constitución", que en rigor es la heredada de la dictadura de
Pinochet.
Pero el Presidente Lagos impuso otro hecho político, también de enormes
consecuencias. Bajo su mandato se instaló la "mesa de diálogo" y se trató de
imponer una lectura del golpe militar que, ciertamente tergiversaba el rol
jugado por el propio Pinochet, y todos los demás actores políticos y militares
de ese episodio. Lagos habló del "desvarío", y no del derrocamiento de un
gobierno democrático constitucional y de una conspiración imperialista que tuvo
fuerzas internas que actuaron en la desestabilización y el golpe mismo.
Si se observa entonces, hay un significado profundo en el cambio que detectó
Galeano a comienzos de los noventa, y desde esa mirada se puede comprender que
el Pinochet de la dictadura era un antes, y el Pinochet de la "transición" era
un después. Solo que, sobre esa base, se ha construido la llamada
"gobernabilidad" y "estabilidad" del neoliberalismo en Chile, pos dictadura del
propio Pinochet.
El saqueo al estado chileno por parte de la dictadura es un dato de la realidad,
y es parte sustantiva de la misma política que aplicó el terrorismo de estado
para exterminar toda disidencia y rebeldía.
Sobre lo segundo se ha podido avanzar, pero sobre lo primero recién empiezan a
abrirse puertas, producto de los tremendos golpes de denuncia como el de ahora
que, no casualmente, provienen desde el extranjero.
En la elección presidencial y parlamentaria pasada, la develación de las cuentas
del tirano afectó muy negativamente a Lavín, y menos a Piñera. Pero los afectó a
ambos.
Sin embargo, con ese hecho, el Chile contemporáneo empezó a darse cuenta,
recién, de que Pinochet no solo era un terrorista de estado, sino también un
tirano corrupto a límites impensados. En buena medida, el asombro de los
chilenos es producto de esa amnesia e impunidad que se ha tratado de imponer
bajo un prisma seudo democrático. Y es ese mismo mecanismo, el que ha otorgado
título de legitimidad a quien no la tiene.
Los chilenos no hemos tenido la posibilidad de conocer lo que no se ha querido
investigar; lo que se ha ocultado; lo que se ha cambiado a ropajes seudo
democráticos.
Los lingotes de oro; el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, General
Carlos Prats; el crimen del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, entre otros,
son hechos contemporáneo que golpean y que dan la posibilidad de un antes y un
después.
El saqueo al patrimonio económico nacional y su traspaso a privados locales y a
transnacionales, bajo la dictadura, es algo que no se ha querido investigar. En
buena medida, eso es así porque sobre esa base se sustenta el modelo de
acumulación de capitalismo salvaje que prima hasta hoy mismo.
Sin embargo, y a pesar de su fuerza, el actual orden político de la transición
ha podido temporalmente frenar todo ese proceso, por ahora, pero no impedirlo.
Hay que tener presente que, por ejemplo, los comportamientos políticos respecto
de anular o mantener la ley de amnistía tienen la misma lógica.
En Chile, mientras hay quienes tratan de impedir la transparencia y el encuentro
real con la historia reciente, hay quienes buscan caminos y pelean por abrirle
paso a la verdad plena y total. Esto ha cruzado y cruza totalmente los
comportamientos políticos y éticos de todas las fuerzas políticas chilenas, en
el presente y en el período histórico reciente. Y los cruza en todos los
aspectos de la vida social, económica, cultural, política
y ética.
Los miles de millones descubiertos hasta ahora, en cuentas y en lingotes, no
hacen más que abrir puertas respecto de algo mucho más profundo: el saqueo al
estado nacional y a su patrimonio, bajo dictadura, y su proyección económica
hasta hoy mismo, y el rol de Pinochet en dictadura y durante todo el proceso de
la llamada "transición pactada", cuyos lineamientos políticos rigen actualmente.
Juan Andrés Lagos es académico chileno. Periodista. Subdirector de Crónica
Digital