Latinoamérica
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"No creo que haya revolución en Venezuela"
Entrevista a José Quintero Weir, activista del
movimiento indígena venezolano
Eduardo Pérez
La Haine
Cuando se trata de Venezuela, las críticas al "Gobierno bolivariano" suelen
venir desde posiciones de derecha. Sin embargo, dentro del país se oyen voces
críticas con el chavismo desde perspectivas revolucionarias. Es el caso de José
Quintero Weir, profesor en la Universidad de Zulia y miembro del movimiento
indígena venezolano. La Haine conversó con él en el marco de unas jornadas
organizadas por colectivos autónomos de la ciudad de México, donde Quintero
presentó su libro El camino de las comunidades (Red_eZ, 2005).
EDUARDO PÉREZ: ¿Cuál es la situación actual de los pueblos indígenas
venezolanos?
JOSÉ QUINTERO: La Constitución anterior decía que los pueblos indígenas de
Venezuela no podían ser afectados por la explotación de los recursos, y sus
territorios estaban sometidos a un régimen especial. Por ejemplo, si unos
extranjeros iban para allá y querían visitar una comunidad indígena, tenían que
pedir autorización al Ministerio de la Defensa. Eran como reservas, estábamos
aislados. Sin embargo, eso permitió que durante mucho tiempo ninguna compañía
pudiera entrar a explotar nada.
La Constitución de 1.999 elimina esa condición y dice que los indígenas tienen
derecho a un hábitat. Hábitat es un concepto de la biología. Lo que nosotros
decimos es que tenemos territorio, que es el concepto político. Todo pueblo es
pueblo en tanto que posee un territorio. Fue muy exacta la designación de
hábitat en esa Constitución, realizada por tipos que no son revolucionarios y
vienen de los gobiernos anteriores. La Constitución tiene los argumentos legales
y jurídicos que necesitaban las empresas, el Banco Mundial, el Banco
Interamericano de Desarrollo... Ha habido un cambio de constituciones en toda
América Latina, porque son las nuevas condiciones de la globalización y las
compañías transnacionales para penetrar en espacios donde no habían podido
penetrar: Amazonia, sierra de Perijá, parte de la cordillera andina, es decir,
zonas de alta biodiversidad, reservas de agua, uranio, minerales...
Por otro lado, el Estado es el dueño de todas las tierras. Nosotros decimos que
no, porque las poblaciones indígenas son previas al Estado. Las tierras del
delta del Orinoco eran de los waraos. Se las quitaron, porque aquí es donde está
la mayor cantidad de gas de Venezuela, y esto fue entregado a la Chevron-Texaco
para 100 años de explotación. No es explotación nacional, son empresas mixtas.
El único río que tienen los wayuu lo están perdiendo porque va a ser copado por
la producción de carbón. Las otras minas están del lado barí y del lado yubka,
todas esas ya están otorgadas en concesiones a empresas sudafricanas,
norteamericanas, japonesas, inglesas, brasileñas...
Aparte de eso, nunca se ha afectado ni se va a afectar el suministro petrolero
al principal cliente, los Estados Unidos. Venezuela produce dos millones de
barriles diarios, de los cuales 200.000 son nuestros, de consumo interno. El
resto de la producción es para Estados Unidos.
E.P.: ¿Cuáles son las consecuencias de la explotación de los recursos
naturales?
J.Q.: Las minas son lo que llaman "minas a cielo abierto", porque no hay
socavones, no se hacen catacumbas para sacar el mineral, sino que se mete
dinamita, se vuela toda la parte exterior y por supuesto se tumba todo el
bosque, y te queda al descubierto una gran hondonada. Ellos sacan la piedra de
carbón, la trituran y cargan los camiones. Esa piedra triturada se va al puerto,
no se procesa en Venezuela. Resulta que se mide la calidad del carbón por la
presencia de azufre. Mientras más azufre tenga, menor calidad del carbón. Menos
azufre, mayor calidad. Cuando hacen el hoyo, el carbón queda al descubierto, y
tienes que mojarlo, porque si no se prende fuego él solo. Resulta que esa agua,
con el azufre, genera ácido sulfúrico. Todas las fuentes freáticas se mueren y
esas tierras quedan inservibles, no hay proceso de recuperación sino por vía
natural. Para que eso se recupere, esa vía natural puede tardar mínimo cuatro
siglos. De tal manera que nosotros no sabemos qué carajo va a pasar con nuestras
tierras. El Gobierno está ofreciendo otras tierras en otro lugar y dinero, pero
resulta que ésas no son nuestras tierras.
La población más afectada es la que está alrededor de los campos petroleros en
la costa oriental del lago de Maracaibo. Aquí viven poblaciones añú. Hay pueblos
que han desaparecido, que son desalojados. Cuando la compañía petrolera va a
iniciar un nuevo pozo, se desaloja a la población. El que no se va, sabe que se
va a morir enfermo. Por la tradición, los matrimonios son muy jóvenes. Esta
región está produciendo petróleo desde hace 100 años y en la actualidad toda
está contaminada. Las vacas no paren, y si paren, los hijos son deformes. La
producción agropecuaria se liquidó. Los pescadores tienen que viajar distancias
enormes para pescar. Han desaparecido muchas especies que antes eran de consumo
interno. Ahí es donde se produce la mayor cantidad de niños que nacen sin
cerebro. Cuando llega el momento de parir, ya está muerto. Por la contaminación
del aire, por todo lo que produce la industria petrolera y petroquímica en esta
región. Somos el país con más casos de niños sin cerebro. Además, toda esta
región nos la declararon teatro de operaciones militares. Ahí no hay libertad de
tránsito. Para poder andar en nuestra propia tierra, tenemos a cada rato que
enseñar nuestra credencial al Ejército.
Donde se está produciendo carbón, ahí la enfermedad es respiratoria:
neumoconiosis, los pulmones se le vuelven piel a la gente. Hay compañeros allá
que trabajaron en esas minas, hay un compañero que tiene 30 años y le calculan
80 por su aspecto.
E.P.: ¿Ha habido cambios en cuanto a la participación política de los
indígenas?
J.Q.: Al principio muchos compañeros creyeron que en verdad nos estaban dando
una participación. Hay 157 diputados en el país: tres son indígenas, designados
por el partido del Gobierno y no por las comunidades. Ninguna comunidad los
reconoce como sus dirigentes o representantes.
E.P.: Desde fuera, parece observarse una fuerte implicación de la izquierda
social venezolana con Chávez. ¿Cuál es la relación actual, incluyendo al
movimiento indígena?
J.Q.: El movimiento indígena en Venezuela nunca había tenido tanta fuerza como
ahora. Hay un movimiento social no sólo indígena, sino a nivel de los
desempleados, de gente de los barrios urbanos, que salieron a la calle en la
rebelión de 1989 y no han regresado a sus casas. Por eso se dio la victoria de
Chávez, capitalizó a su favor todo ese movimiento social. Hace dos años, si
criticabas al Gobierno te decían: "Estás favoreciendo a la derecha que quiere
derrocar a Chávez". Era muy difícil ser crítico en ese momento, sobre todo en el
contexto del referéndum revocatorio. Nosotros decíamos: "No vamos a votar ni a
favor ni en contra, nos vale madre ese referéndum, estamos defendiendo una cosa
que no está dentro de ese juego". Inmediatamente te identificaban con la derecha
golpista. Ahora que esa derecha tradicional ha perdido mucha fuerza, lo que está
sucediendo es que nuestro discurso ya no es solamente nuestro, también lo
utilizan los obreros: "Ya se chingaron los partidos tradicionales, ¿cuándo vamos
a asumir nosotros el control?". Ahí está el debate ahora.
Es cierto que el Gobierno cooptó mucho de ese movimiento social, pero hay muchos
grupos que dicen que siguen creyendo en Chávez, pero están exigiendo. Comienzan
a dar un salto político, a hacer la evaluación de qué están viviendo realmente.
Yo no creo que Chávez tenga posibilidad de cambiar: el modelo y los acuerdos con
las compañías transnacionales están muy claros y muy definidos.
E.P.: En su defensa, el Gobierno venezolano suele argumentar su labor en
educación, el aumento en la participación popular, etc.
J.Q.: Es parte del proceso populista del asunto, pero eso no se constituye en
una estrategia real, sino en salidas tácticas y momentáneas. Se fundaron 10 de
lo que llamaron los fundos zamoranos, cooperativas parecidas a los kibbutz
israelíes. Quedan tres. Eso no funciona si no va acompañado de una política
agraria. También se han entregado empresas en quiebra. Por cierto, buen negocio
para el capitalismo. Yo soy el dueño de la fábrica, la quebré y tengo mi capital
en Estados Unidos, pero tengo una infraestructura abandonada, vieja y
prácticamente inservible. Viene el Estado y me la compra, y además sigo siendo
socio junto al Estado y los trabajadores. Es lo que llaman la cogestión, que
apenas ha empezado en Venezuela por lo que no se puede hablar de resultados.
Pero eso tampoco está respondiendo a una política de industrialización interna.
La gente no está aspirando a que le lleven una bolsita de comida. Porque bueno,
sí, es verdad, el plan Bolívar 2000 te lleva bolsas de comida. Son paños
calientes que incluso fueron necesarios, pero no formaron parte de un proyecto
estratégico. La gente está exigiendo trabajo, poder decidir sobre el
presupuesto, etc.
Otro problema es que todo poder genera corrupción. Los funcionarios no son como
los pueblos, que tienen paciencia. Chávez nos está diciendo: "Compañeros,
paciencia". Ya lleva siete años en ese plan. Y el pueblo ha tenido paciencia,
pero sus funcionarios no. Cuando se produjo la eclosión de los precios
petroleros, eso generó una movilización de divisas incalculable y un mayor
enriquecimiento ilícito.
E.P.: ¿Hay una revolución en Venezuela?
J.Q.: No creo que haya ninguna revolución. Ha habido un gobierno progresista
tras ganar unas elecciones. Los cambios que se han producido incluso venían de
antes. Para hablar de revolución tiene que haber una transformación del modelo
económico, y eso nunca se ha dado. De hecho, el primer gabinete económico de
Chávez, de 1998 a 2002, fue el que dejó Rafael Caldera, que era el que había
negociado con el Fondo Monetario Internacional. Todos esos funcionarios habían
sido impuestos por el FMI a Caldera. En 2002 Chávez cambió de personas, pero no
de política. Venezuela es en la actualidad el mejor pagador de la deuda externa.
Sí podemos hablar de que ha habido una apertura de compuertas. El pueblo se
sintió realmente identificado con Chávez y su propuesta, salió a la calle y lo
ha defendido. Esto ha permitido que ahora se esté exigiendo mucho más. En este
momento, el gran problema de Chávez son las exigencias populares desde sus
propios sectores, desde su base social. La disyuntiva es que o lo controlan
ellos, o los controla él, una de dos.
E.P.: Mucha gente apoya a Chávez como ‘mal menor’ ante los gobiernos
tradicionales.
J.Q.: Yo no pongo en duda que Chávez tenga las mejores intenciones, pero ése no
es el problema. No podemos decir que la pobreza o el desempleo son culpa de
Chávez. Son culpa de un modelo económico capitalista y dependiente que se
mantiene a pesar de que hablamos de que está sucediendo una revolución. Hubo
mucha esperanza de que se cambiara el modelo, y muchos compañeros creyeron y
creen todavía que es posible que el Gobierno dé un golpe de timón. Pero no.
Uno de los grandes conflictos que tenemos todos los que estamos en el proceso de
transformar el mundo es qué hacemos en lo inmediato. Todos pensamos en lo
estratégico. Sí, se trata de un proceso, pero resulta que nunca arrancamos el
proceso. Mientras vamos arrancándolo, siempre hacemos concesiones, que no son
nada banales. Si nosotros no arrancamos con otro modelo, cuando quieras arrancar
estás listo, porque estás atado por las concesiones que has dado.
No podemos seguir sosteniendo la filosofía del mal menor, no podemos seguir
sosteniendo que falta mucho para llegar. Es ver la historia lineal: "Algún día
vamos a llegar allá". No, para nosotros la historia son ciclos y nosotros
pensamos que es necesario cerrar este ciclo e iniciar el nuevo tiempo.
Fuente: lafogata.org