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Una demanda laboral originó la crisis política y social más importante del país Después de cinco meses el Presidente reconoció que tenía "el tiempo encima"
Alonso Urrutia
Llegada de la PFP al zócalo de la ciudad de Oaxaca, ayer Foto Notimex Una
revisión contractual de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación (SNTE) ha devenido en el conflicto político y social más importante
del país desde el levantamiento zapatista en Chipas.
La lentitud e incluso desdén del gobierno federal; la cerrazón de un gobernador
-Ulises Ruiz- aferrado al poder, amparado en la fuerza y el entramado de
intereses políticos de PAN y PRI, que han privilegiado sus acuerdos mutuos de
garantizar la toma de posesión del presidente electo Felipe Calderón a cambio de
mantener la inamovilidad de Ruiz, han sido el contexto de un conflicto social
que ha ocasionado ya 15 muertes.
La apuesta a que postergar la solución generaría el desgaste se ha revertido
para el gobierno federal, y se ha resumido claramente en la confesión
presidencial de Vicente Fox, quien tras cinco meses de tensión y conflicto en
Oaxaca por fin reconoció: "tenemos el tiempo encima". Y esa premura al parecer
precipitó la intervención de la PFP, para resolver la situación antes que
Calderón asuma el poder, aunque se encarezca el costo.
Inicio del conflicto El lunes 22 los 70 mil maestros que conforman la sección
22 del SNTE iniciaron lo que parecía una más de sus movilizaciones anuales en
demanda de mejoras contractuales. En esta ocasión, el comienzo de un paro de
labores se sustentaba en el reclamo de rezonificación de los mentores por vida
cara, dado el alto grado de carestía en esa entidad turística; la atención al
rezago educativo de más de 20 años en los 11 subsistemas ante la insuficiencia
de infraestructura básica, y plazas de docentes y personal de apoyo.
Originalmente el paro convocado era por 72 horas, que para el 29 de mayo se
convirtió en indefinido, ante la falta de respuesta. El día 25 las marchas de
los maestros se ampliaron a varios puntos del estado y del país, añadiendo otro
reclamo: el rechazo a la Reforma a la Educación Secundaria.
La insuficiencia en la respuesta inicial a las demandas del sindicato
rápidamente radicalizó la actitud de los maestros que, por conducto de un grupo,
lograron el cierre, por ese día, de la televisora estatal.
Eran apenas los albores del conflicto y Ruiz hacía declaraciones a la prensa
sugiriendo que la administración a su cargo ya estudiaba la posibilidad de usar
la fuerza pública, fijando desde entonces la orientación de lo que sería su
forma de manejar el conflicto. El ofrecimiento económico de 60 millones de pesos
-acotó- era definitivo "y no habría vuelta atrás". No voy a cometer, añadía, la
irresponsabilidad de ofrecer recursos que el gobierno no tiene.
La dirigencia magisterial acusó recibo de la amenaza y desde entones denunció el
comportamiento de Ruiz Ortiz: "el gobernador muestra su carácter represivo e
intolerante ante los reclamos sociales; ésa ha sido la tónica de su gobierno".
Intensificación La movilización magisterial convocada a finales de mayo comenzó
a intensificarse en los primeros días de junio: bloqueos de carreteras, plantón
en el zócalo de la capital oaxaqueña; manifestaciones a las puertas de la Casa
de Gobierno y una marcha de 80 mil personas, donde participaron ya el Frente
Sindical de Organizaciones Democráticas, la Promotora de la Unidad Nacional
contra el Neoliberalismo y la Red Internacional de Indígenas Oaxaqueños.
A las reivindicaciones magisteriales se añadieron peticiones de esclarecer el
asesinato de Moisés Cruz, dirigente de esas organizaciones, victimado, según
denunciaron, por pistoleros al servicio de caciques priístas. En respuesta, Ruiz
emplazó al magisterio a retornar a clases, amagando con retirar su ofrecimiento
económico para la rezonificación, lo que ocasionó la reacción inmediata del
magisterio: no al levantamiento del plantón ni retorno a clases; en cambio,
anunció movilización.
Dos días después, el 7 de junio, se celebró una megamarcha que convocó a 120 mil
personas que repudiaron al gobierno, acción complementada con tomas momentáneas
de edificios públicos, entre ellos el Congreso del estado. La respuesta oficial
estatal y federal: inicio de procesos penales contra dirigentes magisteriales,
mientras Ruiz revelaba a empresarios que habría "mano dura".
La madrugada del 14 de junio, el rumbo del conflicto adoptó su orientación
definitiva e inició un asecenso incesante: Ruiz ordenó el desalojo del plantón
que los mentores mantenían en el zócalo. En el operativo intervinieron fuerzas
policiacas especiales del gobierno estatal y del ayuntamiento de la ciudad,
apoyados en un helicóptero que lanzó gas lacrimógeno.
La polarización obligó a una primera intervención de la Secretaría de
Gobernación, que convocó al magisterio oaxaqueño al diálogo para distender el
conflicto. En este marco, Ruiz accedió a liberar a 10 profesores detenidos en el
enfrentamiento; suspender órdenes de aprehensión y solicitar a la Secretaría de
Hacienda una partida extraordinaria para la rezonificación de profesores.
La condena de los profesores a la represión de corte "fascista" fue seguida de
una nueva megamarcha cuyo reclamo central dejó de ser la reivindicación
contractual para centrarse en la renuncia de Ruiz. Las primeras reuniones en
Gobernación dejaron claro a los maestros que el gobierno federal no negociará la
salida de Ruiz en una mesa.
El 17 de junio, el movimiento magisterial, que hasta entonces había recibido el
apoyo de otras organizaciones sociales, dio un vuelco radical al anunciarse la
creación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, que se fijó el
objetivo de iniciar una lucha prolongada para la destitución de Ruiz y la
desaparición de poderes, ante el carácter represivo de la administración
estatal.
Gobernación insistió en no negociar la caída de Ruiz y al mismo tiempo admitió
que las reivindicaciones magisteriales son justas. A finales de junio, la
dependencia señaló que las demandas económicas del magisterio estaban
satisfechas, pero el reclamo que se había vuelto central, la salida del
gobernador, no obtuvo respuesta.
Comicios, diálogo y violencia Julio comenzó aún con el amago del boicot a los
comicios federales, mismo que no se concretó. En cambio, el magisterio decretó
una tregua en sus movilizaciones hasta que se definiera la elección
presidencial. El 10 de julio, el magisterio anunció el regreso a clases, aunque
en asamblea extraordinaria anunció que intensificaría sus acciones de protesta
para evidenciar la ingobernabilidad en la entidad, lo que se complementó con la
petición a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión de un procedimiento
de desaparición de poderes.
La Guelaguetza se convirtió entonces en motivo de disputa. Las movilizaciones
magisteriales en torno a esta festividad ocasionaron la cancelación de la misma,
ante la irritación de Ruiz, quien negó que fuera un triunfo del magisterio: "fue
una derrota de Oaxaca".
En los albores de agosto, los maestros tomaron radiodifusoras y estaciones de
televisión, comenzando con las oficiales, al tiempo que secuestraron 20
vehículos oficiales. Ruiz rechazó renunciar y dijo que el asunto estaba en manos
del Congreso, que determinó heredar la decisión para la siguiente legislatura.
Las complicaciones electorales y la importancia del PRI como aval de la victoria
oficial de Felipe Calderón propiciaron que el conflicto en Oaxaca cobrara otra
dimensión: la permanencia de Ruiz a cambio de la garantía de que Calderón asuma
sin contratiempos. El Senado comenzó a enredarse entre los intereses partidistas
de PAN y PRI, con lo que el conflicto social oaxaqueño tomó un carácter
estratégico en la política nacional.
La APPO intensificó su actividad: obligó al Congreso del estado a sesionar en
hoteles y asfixió al gobierno estatal con la toma de palacio de gobierno, en
tanto ampliaba su protesta en la ciudad. Los signos de ingobernabilidad eran
evidentes, pero el Senado no encontró motivos para intervenir, en ese momento.
A partir de entonces, la operación de presuntos grupos paramilitares apoyados
por el gobierno del estado comenzó a cobrar víctimas en la APPO, mientras las
negociaciones entre Gobernación y la asamblea oaxaqueña se prolongó
indefinidamente sin resultado. Aparecieron presuntos grupos armados; explotaron
petardos en bancos, mientras la APPO radicalizaba sus posturas incrementando las
barricadas en la ciudad.
En este contexto, sobrevuelos militares y la llegada de efectivos al estado
prefiguraban ya la salida decidida, aunque entonces no se dio por cancelada la
negociación. La convocatoria de Gobernación a una negociación amplia de todos
los sectores fracasó cuando la APPO determinó no acudir a la convocatoria.
Así, mientras las gestiones de Gobernación se tornaban tan interminables como
inútiles, ante el atrincheramiento priísta, amparado en su carta de negociación
-la toma de protesta de Calderón-, llegó el turno del Senado, que se topó con la
misma vaina. El PRI no cedería a la remoción de Ruiz.
Y mientras las muertes en Oaxaca aumentaban, el Senado concluyó que no
decretaría la desaparición de poderes aunque existían "condiciones graves de
inestabilidad e ingobernabilidad en Oaxaca".
Tras la determinación del Senado, el PRI cerró filas en torno a Ruiz con un
encuentro entre legisladores y gobernadores para reivindicar al oaxaqueño.
El PAN reorientó su discurso y, pese al sentido de su voto, comenzó a
pronunciarse por la salida del gobernador.
Paradójicamente, cuando los maestros han decidido el retorno a clases, signo de
que el diferendo original ha sido totalmente desplazado, nuevas muertes en el
estado precipitan la decisión del centro: la intervención de la Policía Federal
Preventiva, para que Ruiz pueda gobernar.