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Brasil: Lo que está en juego en la segunda vuelta
Nadie puede ser neutro, nadie puede ser equidistante, nadie puede ser indiferente Emir Sader Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si Petrobras va a ser privatizada como afirmó el asesor de Alckmin, Mendoça de Barros a la revista Exame y, si con ella, también el Banco de Brasil, la Caja Económica Federal y Electrobras.
Emir Sader
CARTA MAIOR
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas que los movimientos
sociales vuelvan a ser criminalizados y reprimidos por el gobierno federal.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si Brasil seguirá
privilegiando su política exterior basada en alianzas con Argentina, Bolivia,
Venezuela, Uruguay y Cuba, así como con otros países del sur en el mundo, en vez
de una política de subordinación a Estados Unidos.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si se volverá a la
política de privatización de la educación.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si la política cultural
se centrará en el financiamiento privado.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si tendremos más o menos
empleos precarios, o más o menos empleos en blanco.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si habrá más o menos
inversiones públicas en áreas como energía, comunicaciones, rutas, saneamiento
básico, educación, salud y cultura.
Lo que está en juego en la segunda vuelta no es apenas si seguiremos
disminuyendo las desigualdades en Brasil mediante políticas sociales
redistributivas micro-crédito, aumento del poder adquisitivo real del salario
mínimo, disminución del precio de los productos de la canasta básica, la
bolsa-familia y electrificación rural, entre otros. O si volveremos a las
políticas tucano-pefelistas del gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
Lo que está en juego en la segunda vuelta es todo esto, lo que, por sí sólo, es
muy importante y marca una gran diferencia entre los dos candidatos. Lo que está
sobre todo en juego en la segunda vuelta es la inserción internacional de
Brasil, con las consecuencias directas que esto tendrá sobre el destino del
país.
Con Lula se mantendrá la política que privilegia la integración regional y las
alianzas sur-sur, que se oponen al ALCA en favor del Mercosur. Con Alckmin, se
privilegiarán las políticas de libre comercio: el ALCA, la firma de un Tratado
de Libre Comercio con Estados Unidos, el aislamiento del ALBA y el
debilitamiento del Mercosur, de la Comunidad Sudamericana, de las alianzas con
Africa del Sur e India, y con el Grupo de los 20.
Lo que está juego en la segunda vuelta es la definición sobre si Brasil va a
subordinar su futuro con políticas de libre comercio o si apostará a procesos de
integración regional. Esto marca una diferencia fundamental para el futuro de
Brasil y de América latina. Adoptar el libre comercio y abrir definitivamente la
economía del país a los grandes monopolios internacionales estadounidenses, en
particular y renunciar a cualquier forma de regulación interna de medio
ambiente, moneda, políticas de cuotas, etcétera. Y condenar a Brasil
definitivamente a la predominancia de las políticas de mercado, lo que
significaría perpetuar las desigualdades que hacen de nuestro país el más
injusto del mundo.
Lo que está en juego en la segunda vuelta, entonces, es si tendremos un país
injusto o más injusto, si tendremos un país más soberano o más subordinado, si
tendremos un país más democrático o menos democrático, si tendremos un país o si
nos convertiremos definitivamente en un mercado especulativo y nos
consolidaremos como un país conservador dirigido por las elites oligárquicas
(como una mezcla de Daslu y Opus Dei). Si seremos un país, una sociedad, una
nación democrática y soberana o si seremos reducidos a una bolsa de valores, a
un shopping rodeado de miseria por todos los costados.
Todo esto está en juego en la segunda vuelta. Ante esta situación nadie puede
ser neutro, nadie puede ser equidistante, nadie puede ser indiferente.