En el balance de ganadores y perdedores del modelo Cardoso-Lula, los bancos
brasileños figuran sin duda en la primera categoría: debido a las elevadas tasas
de interés vigentes, que pagan el Estado y los particulares, las ganancias
bancarias transitan por las nubes.
El presidente Fernando Henrique Cardoso utilizó el endeudamiento público para
sostener la actividad económica que, por otra parte, tuvo un crecimiento muy
pobre: 1,5% promedio de aumento del PBI durante su presidencia. El presidente
brasileño hizo un ajuste, redujo la deuda pública y el fisco pasó del déficit de
la época Cardoso a un sólido superávit. No obstante el endeudamiento sigue
siendo elevado y costoso.
La mitad de la deuda pública es interna y se ajusta por la tasa de interés de
referencia SELIC, que está cerca del 20% anual (contra una inflación del 5%
anual en 2005). Es decir que los títulos de la deuda son una excelente fuente de
ganancias financieras.
Los bancos brasileños son grandes compradores de esos títulos, que ocupan una
importante porción de su cartera de inversiones por lo cual sus ganancias son
muy elevadas. Según una reciente publicación de KP&M Consultores, en 1997 los
bancos brasileños pasaron de tener pérdidas a tener fuertes ganancias, que se
mantuvieron estables hasta 2001. En 2001, último año de gobierno de Cardoso, las
ganancias bancarias dieron un nuevo salto y siguieron creciendo. En 2004 fueron
de 11.000 millones de dólares, el doble de las ganancias de 2001. El 36% de esos
beneficios proviene, según el citado estudio, de la compra de títulos públicos.
Los elevados intereses inciden en el pago de la deuda y, por lo tanto, en el
gasto público. El pago anual de intereses duplica el presupuesto brasileño en
salud y educación y obliga a mantener un superávit fiscal severo y de largo
plazo.
En la actualidad el Estado brasileño tiene un superávit prima rio del 4% del PBI
que no alcanza para pagar todos los vencimientos. Para cubrir toda la cuenta el
superávit debería ser superior al 7%.
Los bancos no sólo cobran elevados intereses reales sino que la diferencia con
los intereses que pagan está entre las más amplias del mundo. La prosperidad del
negocio financiero contrasta con los problemas del segmento productivo. Debido
en parte a los elevados costos financieros, en los cuatro años del gobierno de
Lula la economía creció a un modesto 2,8% promedio, por debajo del promedio
latinoamericano y a una tercera parte del crecimiento argentino.
Los elevados intereses atrajeron capitales financieros y provocaron la
apreciación del real, que desde el inicio de la gestión de Lula se valorizó un
35%. Esto afectó a las importantes industrias exportadoras brasileñas y a sus
empleados, pero benefició a los inversores financieros y a los endeudados en
dólares.
Todo esto presenta un cuadro más típico de una economía rentística que de la
economía de producción que sería necesaria para mejorar las condiciones de vida
de los brasileños.