Latinoamérica
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Lula y las presidenciales brasileras
Victoria clara ... Pero con la camiseta mojada
Sergio Ferrari y Beat Wehrle *
Con 58 millones - el 60.83 %- de votos a favor y más de 20 % de
diferencia en relación a su adversario, Luiz Inácio Lula da Silva ganó el
segundo turno de las elecciones presidenciales en Brasil este domingo 29 de
octubre. Muy por detrás, el candidato "socialdemócrata" Geraldo Alckmin no
obtuvo ni el 40 % de las simpatías de los votantes. Paradójicamente, dos
millones y medio de votos menos que en la primera vuelta.
Cuatro años después, Lula moviliza casi la misma cantidad de
los votantes que lo apoyaron en el 2002 en la segunda vuelta contra José Serra.
A pesar de los escándalos políticos que afectaron su mandato, no deja de
impresionar el índice de aprobación popular hacia Lula que oscila en el 53 %. En
tanto un 31 % lo considera regular y sólo un 15 %, lo define como pésimo.
De esta manera Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) conducirán las riendas
del más grande país sudamericano por cuatro años más a partir del primero de
enero del 2007, sobre la base de un renovado apoyo político aunque con una
frágil relación de fuerzas parlamentarias.
Para ganar esta segunda vuelta, sin embargo, el actual
presidente brasilero tuvo que "transpirar la camiseta". Había fracasado cuatro
semanas cuando pagó el precio de un voto - sanción a los
errores de su primer mandato. La no victoria en la primera vuelta fue una clara
advertencia crítica contra un Gobierno que no logró concretar las grandes
reformas de fondo que los movimientos sociales más dinámicos esperan con
ansiedad.
Es evidente que los movimientos sociales, aunque críticos
ante algunas de las políticas gubernamentales del PT -entre ellas la muy
lenta aplicación de la Reforma Agraria en marcha- se movilizaron este último
domingo de octubre para reforzar un frente "anti-derecha" y darle un nuevo voto
de confianza "condicionado" al primer mandatario.
Durante este mes, no sólo mejoró la técnica de la campaña electoral
del PT, aceptando por ejemplo los choques televisivos que Lula había negado en
septiembre pasado. Sino también, se pusieron sobre la mesa del debate político
brasilero nuevas condiciones de gobernabilidad. Los movimientos sociales
aprovecharon esta coyuntura para recordarle a Lula que es "uno de ellos" y que
debe rectificar el tiro con una política más social, escuchando y
reestableciendo las alianzas con los movimientos populares.
No sorprende entonces que las primeras declaraciones de Lula este
29 de octubre, luego de conocer su aplastante victoria, fue su promesa "que a
partir de enero próximo los pobres tendrán la preferencia de nuestro gobierno.
Queremos un Brasil más justo".
La misma mañana del domingo un importante miembro del Gobierno,
Tarso Genro, su Ministro de Relaciones Institucionales, había insistido en que
se avecina una nueva etapa política. Sus críticas a la actual gestión económica
del PT en el Gobierno fueron directas. "Debemos abandonar la visión conservadora
que marcó el primer mandato", enfatizó.
Lula, por su parte, también anticipó su compromiso de dialogar con
todos los sectores políticos del país -una necesidad ya que continúa sin mayoría
absoluta en el parlamento- y de combatir la corrupción que tanto desgastó su
imagen en los últimos tiempos.
Y subrayó que la consolidación del Mercosur (Mercado Común
del Sur) será una prioridad. Ratificando así con un guiño, su visión de política
internacional. Que busca - aun sin provocar la ira de Washington-
distanciarse de la receta estadounidense de los tratados de libre
comercio.
Para el PT, reforzar los acuerdos regionales de intercambio
es esencial y la meta sigue siendo la rediagramación del espacio
latinoamericano. "Para nosotros el Mercosur es una pasión especial. Ya incluimos
a Venezuela y tenemos el sueño que represente a toda América Latina", enfatizó
Lula en su primera intervención pública luego de su victoria.
No está dicha la última palabra en el futuro brasilero. Y la
"suerte" futura de Lula dependerá fundamentalmente de él y de la
rectificación del modelo económico-financiero aplicado hasta ahora.
Y, además, dependerá también de la presión de abajo de los movimientos sociales.
Que permitieron la victoria de Lula en esta segunda vuelta a pesar de las
limitaciones de los cuatro años pasados. Pero que no aceptan seguir
firmando cheques en blanco. El éxito estratégico de Lula y el PT depende,
más que nunca, de la recomposición de una nueva alianza con los
movimientos sociales.
*Colaboración E-CHANGER ONG de cooperación solidaria