Latinoamérica
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Segundo período para Lula: una apuesta con implicancias globales
Juan Francisco Coloane
Argenpress
El resultado de esta segunda ronda de votación en Brasil, al parecer, se
anticipa con más certeza que en la anterior, y por eso mismo es paradigmática.
Un aspecto de fondo es el impacto de los esfuerzos de la mercadotecnia en
política para gravitar en las preferencias por Lula. También se producirán
buenos indicadores de cómo la contraposición a las posturas consideradas como de
populistas, o lugares tradicionalmente menos dependientes del gran capital, se
reubica en el espacio político. Aunque a muchos les cueste reconocerlo, los ejes
y espacios de poder político, se están reconfigurando en la región.
Los fenómenos políticos representados por Lula, Morales, Chávez, Kirchner,
Vázquez, Correa, el mismo Humala, son más complejos que expresiones de
populismo, o de manifestaciones discordantes de las formas tradicionales de
hacer política. El caso de Chile aparenta ser diferente pero no lo es. También
hay una aspiración profunda de cambio político en la sociedad, que se manifiesta
en las tensiones de la Concertación, y en la derecha por frenar lo obvio: el
poder político debe redistribuirse; el espacio donde se practica la política,
debe ser un espacio donde se ejercite más la opinión ciudadana. Que no sea un
lugar donde las elites tradicionales del poder se auto reproducen para su
perpetuidad.
Lula comienza a ubicarse en una posición privilegiada para estimular ese cambio
de dirección. De no ocurrir algo insospechado, su nueva presidencia será el test
donde se probará si la política y la economía pueden ser buenas aliadas en pos
del bien común. ¿Mucho para Lula y su coalición? Sí. Pero es lo suficiente para
un país como Brasil. Aquí se puede formar esa gran alianza que la globalización
está esperando: entre capitales transnacionales y ciudadanía. Brasil tiene
experiencia en ambos sectores.
En estas páginas hemos insistido en que el tablero político de las piezas se ha
empezado a desarmar gradualmente porque al sistema económico se le debilitó la
base de sustentación política. Es un fenómeno mundial. Los estrategas del
capital internacional lo han reconocido, a juzgar por los informes recientes del
Banco Mundial y la OECD. Los únicos que no lo han reconocido abiertamente a
cabalidad son los que precisamente ven amenazadas sus bases tradicionales de
poder.
El gran capital que desfallece políticamente por donde se le mire, incluyendo la
invasión a Irak, necesita establecer diálogos con los nuevos actores políticos
de reclamos antiguos.
En los últimos informes del Banco Mundial y el FMI, se traslucen inquietudes
similares. El blindaje de los sistemas políticos arcaicos con olor a guerra
fría, y con redes oligárquicas de poder tradicional maquilladas con un nuevo
lenguaje detrás del astuto uso de las comunicaciones y la tecnología, no se
empalma con formas más eficientes de transmitir en un sentido más amplio y
pleno, los impulsos políticos que necesita el sistema. Dicho de otra forma. El
sistema no será eficiente, si no tiene una base política, y los políticos
tradicionales que han asumido la modernidad exclusivamente desde el punto de
vista de la acumulación, serán cuestionados o desplazados por ineficiencia.
Sin embargo no todo es tan simple. De vencer Lula - por el margen que sea- los
grandes derrotados serán los medios asociados al gran capital, que aún no han
rearmado su tinglado del poder político. Lula ha sorprendido, porque abrió
espacios políticos diferentes, y pasó el mensaje de que hay una clientela
política -los cuatro quintiles de la pobreza y la pobreza media- que ya no
aspira solamente a una mejoría en la distribución del ingreso, sino que persigue
también una mayor distribución del poder político.
Informes económicos del Banco Mundial estarían demostrando que Brasil ya entró
en un período de cambio político más allá del cambio económico. Brasil es uno de
los pocos países de la región y del mundo, que exhibe una moderada
redistribución del ingreso. Si bien existen informes indicando una disminución
del tamaño de la clase media, -de un 42.5 % en 1981, a un 35.9 % en 2002, (Waldir
Quadros)-, los datos del Banco Mundial (BM) muestran la tendencia de un no
despreciable aumento del ingreso, en los tres quintiles intermedios. (BM;
Poverty Net). Aún considerando la concepción errada que genera este tipo de
cifras, es innegable que Brasil exhibe un quiebre en la "petrificación" del
problema distributivo.
Según el BM, en 1987, los tres quintiles intermedios del inferior al superior,
eran de un 5.63%, 10.21%, y 16.09%. En 2004, los mismos quintiles presentaban
valores razonablemente superiores, tratándose de un país con las características
de Brasil: 6.33%; 11.23% y 19.36%, desde el quintil inferior al superior. La
tabla desagregada del segundo al octavo decil, muestra la misma tendencia hacia
la redistribución.
Estas cifras confirman las informaciones, de que en el gobierno de Lula, la
línea de la pobreza habría bajado. De hecho, el penúltimo decil, muestra que
varió de un 1.59% en 1987, a un 1.72% en 2004. No obstante, el último decil de
menos ingreso muestra un descenso de 0.92% en 1987, a 0.90% en 2004. Es en estos
sectores, donde Lula apuntó los esfuerzos, no solo en el combate a la pobreza,
sino en la forma de interpretar y hacer la política. Se está demostrando que el
capital transnacional no puede funcionar con estados en desintegración. O, en
sistemas políticos cerrados, o con bases de gobernabilidad desacreditadas con el
tradicional verticalismo y autoritarismo, y si en la base la sociedad se
descompone.
El ejemplo político de la India
En Brasil se puede presentar una situación similar a la que sucedió hace más de
dos décadas en la India, en otra escala por cierto y con otras realidades. Bajo
los gobiernos de Indira Gandhi - 1966-1977 y 1980-1984- antes del asesinato,
India comenzó a mejorar los indicadores socioeconómicos en forma considerable.
Una de las claves fue la sustentación de políticas sociales y económicas en el
tiempo y la duración de los programas y proyectos. Hubo por cierto un grado de
autoritarismo, y los gobiernos de la legendaria Indira, estuvieron bajo una
intensa crítica. Su partido el Congreso se partió en varios pedazos. Ella estuvo
dos años y medio fuera del poder, en una asonada donde no se descarta que se
intentó desestabilizar la India bajo los mismos parámetros desestabilizadores
que hacían funcionar la guerra fría.
Sin embargo, India durante todo ese período, con dudas y cuestionamientos y bajo
el acecho, sentó las bases de lo que sería más adelante y de lo que es hoy. Cual
fue la clave: experimentar, sostener las buenas ideas en el tiempo, pero por
sobre todo, abrir el espacio político. Todo se eso se pudo hacer a través de un
nuevo diálogo con las transnacionales y las potencias extranjeras. En la época,
eso no se entendía. Cuando se aplican las medidas del ajuste de los 80, el
Gobierno Indio mantuvo las políticas sociales casi inalteradas, por casi una
década, e inclusive hasta hoy día, la función maciza del estado en esas
políticas, se sostiene, aún con los cambios en el gobierno. Pero había una
estructura de base y esa es la que se generó con un Gobierno como el de Indira
Gandhi, que también se le acusó en su tiempo de corrupto, autoritario y
populista. El gran capital, de entonces ciego, políticamente marcado por el
discurso de la confrontación, no podía absorber la idea de que políticamente no
lo podía controlar todo, en sus términos.
Opiniones de analistas recogidas en medios masivos, señalan que Lula debe
reordenar sus prioridades de liderazgo regional. Sugieren un supuesto
avasallamiento de una izquierda que emerge en la región. Los dardos apuntan a
Hugo Chávez, el nuevo lobo en una región donde abundan las Caperucitas Rojas. La
agenda de Brasil que está pendiente en lo internacional, no está necesariamente,
ni en su rol de poder regional, ni en su relación con Chávez, ni siquiera con
los EEUU. Brasil tiene el talante para abordar una agenda de cambio global en el
objetivo de la política, para hacerla más orientada al servicio de la gente, no
de la rentabilidad del capital. Para eso ha iniciado esa ruta partiendo de su
circuito interno: rectificar su deuda social. En esta misión debería tener
muchos socios.
Brasil es un caso de estudio. El mensaje es claro: con medidas tecnócratas en la
economía no basta. Con mejoras en el ingreso, en la educación y en la salud
tampoco basta. Hay una necesidad de que las estructuras de poder se transformen,
y que al menos exista una opción para formar flujos y bases de participación
ciudadana en la confección de políticas.