Latinoamérica
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La "Operación Cóndor" y lo insólito de una construcción
ideológica
Carlos Santiago
Bitácora
El terrorismo de Estado en el Cono Sur es responsable de por lo menos
cincuenta mil asesinatos, 35.000 desaparecidos y 400.000 encarcelamientos
durante la década de los setenta. A ello hay que añadir cuatro millones de
exiliados y refugiados políticos. Una cifra que muestra el nivel que tuvo la
masacre ocurrida hace 30 años de la que fueron víctimas los pueblos de esta
parte del continente, a lo que habría que agregarle los ciudadanos torturados y
flagelados, que elevan las cifras de las violaciones de lesa humanidad a niveles
insoportables
Estos datos no son nuevos y muchos los deben conocer, porque fueron el resultado
de la etapa, quizás la más oprobiosa de nuestra historia, en la cual las Fuerzas
Armadas, metidas en una cruzada mesiánica – apuntalando los dictados del
Departamento de Estado – fueron artífices de la enorme felonía de conculcar las
libertades, asesinar, secuestrar, torturar y robar, para defender –decía su
discurso falso y apátrida – al occidente cristiano de la agresión comunista,
subversiva y terrorista.
Entonces aparece como necesario que este proceso que está encabezando el
gobierno progresista de esclarecimiento de lo ocurrido, termine con un avance de
la justicia sobre el oscurantismo y la impunidad. La pretensión que culmine "sin
vencidos ni vencedores", como sostuvo el vicepresidente de la República, Rodolfo
Nin Novoa, está algo fuera de contexto en un proceso histórico donde tal como
está probado, no hubo enfrentamiento entre contenientes, porque la acción de los
criminales amparados por el Estado se produjo cuando la organización armada, el
MLN (Tupamaros) estaba objetivamente derrotada y sus máximos dirigentes purgaban
en aljibes y otros lugares de detención de parecido nivel de inhumanidad, sus
acciones.
Porque aquí todo está claro ¿Quiénes fueron los contendientes? No se trató de
dos ejércitos que se enfrentaron en el campo de batalla. Nada de eso. Fueron
Fuerzas Armadas represivas, que utilizaron la Doctrina de la Seguridad Nacional
como estructura metodológica para sus brutalidades y su intento de
encubrimiento.
¿Cuáles fueron los otros contendientes? ¿Esos rehenes que pasaron años metidos
en mazmorras infamantes o en esos aljibes, a los que solo los pudieron lanzar
mentes enfermas? ¿Los políticos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz,
asesinados por el Plan Cóndor en Buenos Aires? ¿La nuera de Juan Gelman?, ¿La
maestra Elena Quinteros?, ¿Los militares sociales asesinados en las unidades
militares cuyos cadáveres fueron enterrados en cementarios clandestinos? ¿Cuáles
fueron los contendientes de las Fuerzas Armadas para que se diga que no debe
haber ni vencidos ni vencedores?
El sociólogo francés Franck Gaudichaud (1) define en un libro de reciente
aparición a la Operación Cóndor como "un terrorismo de estado transnacional
dirigido hacia el aniquilamiento de los movimientos revolucionarios y como una
herramienta para imponer nuevas formas de acumulación de capital o sea imponer y
reforzar el sistema capitalista neoliberal en América Latina".
Lo que ya supone – como sostiene el periodista Pascual Serrano (2), "incorporar
un elemento muchas veces ignorado, que es la estrecha e indivisible relación
entre aquel genocidio y el sistema económico dominante"
Gaudichaud, doctor en Ciencias Políticas, insiste en otra tesis fundamental: "El
terrorismo de Estado no se resume en una lucha contra las organizaciones
revolucionarias. Más bien, las luchas contra militantes sirve también de
pretexto para ejercer una acción coercitiva sobre el conjunto de la sociedad y
así instaurar o mantener un orden social autoritario y desigual"
La obra "Operación Cóndor. Notas sobre el terrorismo de Estado en el Cono Sur"
tiene muchos valores añadidos, dice Serrano. Para empezar, un prólogo de Martín
Almada, el abogado y víctima de la represión en Paraguay que descubrió, en 1992,
los mayores archivos secretos sobre las masacres. También una entrevista en la
que revela algunos datos fundamentales y no se consideran habitualmente. El
primero, que "el pacto criminal del Cóndor no surge de América Latina, sino
de los Estados Unidos. Para mí, Kissinger es el primer terrorista y no Ben Laden,
ése es el número 2", afirma Almada. Pero esto no lo dice sólo una víctima de
la Operación Cóndor. El pasado 20 de noviembre, en el diario madrileño El País,
al juez chileno Juan Guzmán Tapia, que procesó al dictador le preguntaron: "¿Hubiera
habido que procesar a Henry Kissinger?". Su respuesta fue: "Hubiera sido
muy importante. Kissinger merece el mismo juicio que Pinochet".
Pero la otra gran afirmación de Martín Almada es que "el Cóndor sigue volando"
y revela documentos que muestran cómo en 1997 los militares del Cono Sur seguían
compartiendo información sobre activistas de izquierda. Militares que continúan
reuniéndose en la Conferencia de Ejércitos Americanos con la complicidad de los
actuales presidentes. He aquí dos razones más para seguir recordando la
Operación Cóndor.
En el libro de Gaudichaud se explica el origen de la operación de genocidio en
América Latina. Una de las justificaciones -afirma el autor- fue lo que los
militares llamarían "la necesaria lucha contra la subversión". Y explica
textualmente el autor: "la figura terrorista es poco a poco asimilada y
confundida por las diferentes dictaduras con cualquier persona que haya sido
vinculada con organizaciones sociales y políticas, algunas veces trabajando
únicamente en barrios populares o simplemente teniendo posturas de oposición...".
Entonces, como se ve, todo estaba justificado. Eran terroristas Michelini y
Gutiérrez Ruiz, Elena Quinteros, la nuera de Juan Gelman, secuestrada en la
Argentina y asesinada en Uruguay luego de que diera a luz una niña, eran
terroristas los tupamaros, pero también los comunistas, los socialistas, los
militantes sociales, del PVP, anarquistas, de las GAU, blancos – que también
conocieron las capuchas en las mazmorras militares y policiales – y, por
supuesto, los dirigentes sociales, pasando por los sindicales, etc.
Todos eran (lo fuimos por nuestra condición de civiles y uruguayos) terroristas.
Los que fueron perseguidos y vivieron el oprobio de la cárcel o el exilio, los
que fueron detenidos y torturados – como método excluyente de interrogatorio - ,
quienes fueron asesinados y sus cuerpos continúan desaparecidos, pulverizados en
el marco de una "operación zanahoria", mecanismo final de encubrimiento,
intentando a que no se supiera nunca más lo ocurrido.
Sin embargo las pruebas han comenzado a aparecer, por más que han existido
informaciones torcidas, destinadas a oscurecer la verdad.
Allí están los esqueletos de ciudadanos que seguramente, luego de las pericias
técnicas, serán identificados. Huesos aislados de otros que quizás también
sirvan con la utilización de las tecnologías del ADN, para avanzar en un camino
hacia la verdad por el cual ya no se podrá volver atrás.
(*) Periodista, secretario de redacción de Bitácora.
"Operación Cóndor. Notas sobre el terrorismo de Estado en el Cono Sur". Franck
Gaudichaud. Editorial Sepha. 2005. http://www.editorialsepha.com
2) Periodista. Página alternativa Rebelión
Fuente:www.lafogata.org