Latinoamérica
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México: El cuarto tabú
Mario A. Campos
Etcétera
Luego del derrumbe de los tres temas tabúes que durante décadas marcaron a la
prensa mexicana -el Presidente, el Ejército y la Iglesia- sólo parece quedar una
regla: en los medios se puede hablar de cualquier tema... menos de la actuación
de los mismos medios.
La excepción suele presentarse cuando el debate se enfoca en la libertad de
expresión -ante la censura gubernamental y la violencia contra el gremio- y el
acceso a la información, banderas favoritas del mundo de los periodistas. No
obstante, cualquier otro eje que se coloque sobre la mesa -ética, autocrítica y
calidad informativa en general- se reserva para espacios académicos, mesas de
desahogo entre periodistas, y raras publicaciones como la que en este momento
tiene entre sus manos.
Por eso resultó tan refrescante la discusión de diciembre pasado en torno a la
reforma a la ley de radio y televisión. Más allá de su contenido específico -y
de las razones que lo detonaron- fue alentador leer y escuchar a tantos
conductores, columnistas y académicos, opinar sobre lo que es y debe ser el
manejo de esa importante actividad. No obstante, como suele ocurrir cuando se
prueba algo bueno, queda la sensación de que ese breve espacio fue a todas luces
insuficiente para reflexionar sobre los muchos temas que 2005 dejó en el archivo
de pendientes.
Faltó, por ejemplo, avanzar en la construcción de consensos que marquen pautas
colectivas en la cobertura de temas tan complejos como los secuestros. ¿O
seguiremos dejando en la conciencia de cada periodista la decisión de dar o no
información sobre estos casos, como vimos en el caso de Rubén Omar Romano y el
Diario Monitor, aun con el riesgo de acelerar la ejecución de la víctima?
Si se tratara de cualquiera de nosotros me parece que la respuesta es muy
simple: no, no podemos. Como tampoco podemos permitir que la publicación de
exclusivas pase por la difusión de los próximos operativos planeados por la
autoridad, como ocurrió con el diario Reforma y el célebre
Mataviejitas.
No cabe duda, la lista de las tareas pendientes de los medios es amplia. Ahí
está, sin ir más lejos, la revisión de las coberturas en materia de seguridad
pública. O cuántos Nahum Acosta o Artemisas Aguilar harán falta antes de que
entendamos que es necesario subordinar los juicios mediáticos al sistema
judicial. Sin duda, la transparencia en el manejo de los espacios pagados e
informativos es otra de las asignaturas pospuestas, como evidenció la propia
resistencia de diversos medios a transparentar sus ingresos, obtenidos por obra
y gracia del gobierno de Arturo Montiel.
Pero quizá, en medio de esta precaria agenda, ningún punto es tan importante
como la creación de verdaderos colegios de profesionales de la comunicación, que
sean capaces de generar un debate sobre las condiciones laborales de los
periodistas, impulsar la profesionalización y especialización del gremio, y
convertirse en verdaderos contrapesos, frente al -en ocasiones- antidemocrático
e ilegal comportamiento de las empresas periodísticas.
Con este breve recuento resulta evidente lo generoso que fue 2005 con quienes
nos dedicamos al análisis de los medios; lo lamentable es que al hacer este
balance resulta obvio que es más lo faltante que lo alcanzado. La mala noticia
es que difícilmente serán los medios los que impulsen esta discusión; la buena
es que quizá como nunca, hay un número muy importante de periodistas,
académicos, fundaciones y empresarios, que no están dispuestos a que pase más
tiempo antes de que le entremos en serio a la revisión de estos temas. Habrá
entonces que aprovechar el momento, y decidirse a escribir una nueva historia
durante el año que inicia, para que en el próximo corte de caja tengamos mejores
cuentas que entregar.