Latinoamérica
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Haitianos en colores
José Mercader
Rebelión
En 1971 vi por primera vez la pintura haitiana, Alianza Francesa, calle Benito
Monción, Santiago. Garrigou, el director, llegaba de Haití con su cargamento
exquisito. Sin embargo durante la exposición me preocupé mas de ver a su mujer
que a los cuadros. Los cuadros pueden esperar, me dije. Al día siguiente me
inscribí para ver regularmente el esplendor de aquella mujer de roja cabellera.
Otro día más y me borré porque no me tocó con ella aprender a hablar como
Daumier. No desear la mujer de tu prójimo, me justifiqué. Entonces sí
volví para deleitarme de la magia del color de Haiti en aquella muestra. Poco
después inauguraba mi primera exposición en los mismos salones.
Mi próximo encuentro con el colorido haitiano se produjo en Puerto Príncipe.
Allí pude ver la obra y el escenario. Nunca he visto tanta cohesión en el arte
en ningún país. El arte es como un pedazo de tierra arrancado con sus árboles
sus habitantes, sus tap-taps, sus mercados, sus alegres hombres y sus
bellas mujeres, sus ciudades flotantes, mezclados con elefantes y jirafas
traídos en los sueños de los abuelos. Al parecer estos dejaron una herencia
inmensa porque casi todos los haitianos pintaban. Unos eran maestros , Albert
Desmangles, Alexandre Gregoire, Andre Pierre,Seymor Bottex, Bernard Sejourne,
Gesner Armand, Prefete Duffaut y sus increibles ciudades voladoras; otros
copiaban en serie para adornar los bulevares próximo al muelle. Estos mismos son
los que vinieron hasta Santo Domingo para darle vida al malecón. El resto vendía
sus miserias en los mercados.
-Marchán, ese vale 5 mil…..no gracias, Marchán, cógelo pol 3
mil….no sólo estoy viendo sus obras, Marchán, llévatelo por mil…..
Furiosos se pusieron los dueños de galerías porque estos le hacían la
competencia. Y surgieron de nuevo las declaraciones, empezaron de nuevo las
invasiones de Toussaint, de Dessalines, el Cibao en llamas, se nos subió de
nuevo la Suegra Patria, empezaron los literosos con su enanidad, que
no se meten en política (ja ja ja ja ja ja), a publicar documentos de cuando
Toussaint se paró en el parque Colón para decir que la isla era ciertamente una
sola y que no era artificial. Esos literosos que cuelgan en sus casas pinturas
haitianas y copias de Guillo adquiridas a 2 x chele en el mercado.
Los pintores haitianos son hermanos, padecen las mismas persecuciones y
penurias, y matan el tiempo pintando para poder sobrevivir. Con una filosofía
mas cercana de la bohemia y el ‘’buen vivir’’ que nuestros colegas, con la
excepción de Cestero y Goico.
Ellos con su voudu, nosotros con un cristianismo-inquisidor-esclavista, que nos
corre por las venas. Eso de amar al prójimo, se descarta si este prójimo
es haitiano; eso de hacer bien sin mirar a quien… acechamos por la rejita
para ver si es haitiano. Pero que nadie se crea que es porque son negro, es
porque son pobres. Y por eso nació el racismo, porque Africa era pobre cuando
llegaron los primeros visitantes. ¡Ay las clases de Carlitos! No les valió
recibirlos con mangú de yuca y ñame, bistec de Gnu, orejitas de hipopótamo,
ensaladas de limoncillos salpicados con maní, ni los jugos de molondrones con
huevos de grullas, ni las rueditas de culebras sazonadas al orégano de verdad y
con gusanitos tiernos en orines de camello. Los ingratos los cogieron y se los
llevaron engrillados. Y de esos grillos salieron los haitianos ( y muchos
dominicanos) que hoy día continuamos acosándolos cuando no aceptan quedarse en
las minas o sea en las construcciones, en los sembradíos, en la servidumbre, en
los cañaverales. De ese dolor sacan los colores con que pintan.
El trujillismo, que también se nos metió en las venas, nos impide ser verdaderos
cristianos para con ellos; preferimos el maltrato, preferimos humillarlos,
preferimos burlarnos con la camiona y miles de chistes racistas y de mal
gusto, preferimos insultarlos con lo del grajo como si a nosotros no nos
ocurriera en las mismas condiciones, preferimos ser pretensiosos y dárnolas de
blanquitos para querer aparearnos con los amos norteños. El rachazo no es por
patriotismo, porque si así fuese, no hubiesen gringos diciéndonos qué hacer
desde 1916, incluyendo la era, hasta Hertell.
Las leyes de migración son una mierda en cualquier país. ¿Con qué visa
entró Colón ? ¿Qué papeles legales tenían los 20 mil soldados de Napoleón cuando
llegaron a Saint Domingue ? ¿Con qué legalidad estan los gringos en Irak ? ¿Con
qué legalidad, otra que no sea la fuerza de la sinrazón, están en Puerto Rico?
El más pobre e insolvente ciudadano americano, puede entrar cuando guste aquí y
dondequiera, haciendo alarde de esa raza que tanto defendió Hitler como la pura.
En EU, dejan entrar cuando necesitan lava-platos, recogedores de uva,
desenterradores de papas, lava-inodoros; cuando necesitan pasajeros para que se
les llenen sus aviones; o nosotros para que nos corten la caña; para que nos
fabriquen torres ¿con el dinero lavado; pero sucio ?
No he leído, ni oído la primera frase desde el clero, que sea verdaderamente
cristiana, de hermandad, de amor, para con los haitianos, sólo sacan a relucir
leyes ridículas, duras y rígidas aplicadas a capricho lento. Sólo las proclamas
en el desierto de Regino el hermano de mi hermano David Martínez. No he oído, ni
leído una sola línea de algún crítico de arte defendiendo el arte haitiano.
En Montreal hay toda una comunidad haitiana, desde los primeros escapados al
régimen de Duvalier. Integrados, trabajan como todo el mundo, no se comen a los
niños en sus ritos voudules y cuando uno comete un error o un delito, no he
visto que hayan motines para arrasar y quemar a todo el que pronuncie PELEJí .
Los pintores pintan , los choferes manejan taxis y la gobernadora general de
Canadá se llama Michaelle Jean, una haitiana.
No fue sólamente Balaguer que impidió que Peña fuese presidente por ser de
origen haitiano. ¿Cómo se explica que siendo el líder de más arrastre en el PRD
le impidieron ser el candidato ? ¿Porque las FFAA no iban a dejar que gobernara
un haitiano ?
Si nos abrimos un poco, podríamos comprender a este pueblo en ruina, saqueado,
podríamos disfrutar de su música, de su arte pictórico que va más allá de las
telas expuestas a la lluvia, sol y sereno. Podríamos también disfrutar de su
mano de obra, reconociendo sus derechos y pagándoles salarios decentes. ¿ Por
qué hacer como hicieron los gringos con los negros del sur, que los explotaron y
los linchaban si se rebelaban? Podríamos reconocer que son seres humanos. Peña
Gómez es el mejor ejemplo de que podemos convivir juntos manteniendo nuestra
cultura propia. Si a Peña le hubiésemos negado su derecho a la educación no
hubiese tenido la formación que tuvo. ¿ Por qué negarle la escuela a los niños
haitianos que viven aquí? Eso no es cristianismo, es además una vergüenza. ¿ O
es que queremos que esos niños crezcan para unirse al batallón de constructores
de torres, o de explotados sembradores de arroz o de delincuentes ? Y a las
mujeres que van a parir, ¿le vamos a negar el hospital ? Eso es tener un alma
muy negra, o quizás muy blanca. Podemos sonreir al turista, si trae dólares pero
no al haitiano que está mas cerca de nosotros culturalmente, aparte de que
padecemos juntos las pisadas de ese turista arrogante e ignorante que no nos
visita con respeto, sino con aire de supremacía, que nos ve como atrasados
sirvientes. Los haitianos, querrámolo o no, son nuestros hermanos de sangre,
hermanos de historia, hermanos geográficamente, hermanos de suerte.
Por todo eso, de la gama de colores prefiero el amarillo de los luases, el rojo
de los tambores, y el negro de Haití.