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Noticias del Pachacuti
A la luz de la reciente experiencia histórica boliviana, esta profecía andina puede constituirse en un método de interpretación dialéctica de procesos sociales y culturales en un contexto integral, ecológico incluso. Es una herramienta para la posmodernidad.
"Esto fue un verdadero Sunami", exclamó azorado a los cuatro vientos Tito Hoz
de Vila, un ex ministro y hoy senador de la derecha residual boliviana,
refiriéndose al inclemente y devastador triunfo popular en las urnas del domingo
18 de diciembre. Ese día llovió a cántaros en algunas regiones del país y
sucedieron hechos más que emblemáticos, acaso proféticos. En la ciudad de El
Alto, un anciano aymara que agonizaba de vejez en su choza de adobe se dio modos
para asistir al acto comicial y murió después de votar, en pleno recinto
electoral, cumpliendo su última voluntad, el último acto de su vida: votar por
un indio para Presidente de Bolivia. La premonición se cumple. Lo que vendría
después de aquel domingo lluvioso no fue resultado de un mero cálculo de
correlación de fuerzas o una millonaria jugada de marketing; era un Designio.
Entonces la lluvia se hizo diluvio en los lugares más sagrados y abandonados de
este territorio, como en Chucaracito, en Saucarí u Orinoca, donde sacerdotisas
ancianas que llevan sangre de ñustas en sus venas —hermanas distantes de los
Q’ero del Cuzco— subsisten en medio de ruinas precolombinas y miserias
neoliberales, resguardando las profecías en el idioma arqueológico y desconocido
de los chipayas y los limachis. Y en algún lugar a orillas del Poopó o en las
laderas del Sabaya los rayos sacrificaron llamas y corderos. Pero, mi estimado
Tito, eso no fue un Sunami. Fue el Pachacuti.
La Vuelta al Mundo Según una definición que nos ofrece Victor Hugo Sepúlveda, el
Pachacuti "representa un cambio profundo en el ser humano. Una especie de
renacer de las personas que se produce a partir de un fenómeno climático o un
gran movimiento social que deriva en una transformación total de las
conciencias, y por ende afecta a toda la sociedad establecida". Pacha en aymara
significa Tierra, Mundo; Cuti es retorno. En la tradición oral que persiste aún
en nuestros días, este ancestral concepto pervive en ciertas zonas urbanas y
rurales de Bolivia en forma cotidiana. Entre los niños bolivianos es usual
aplicar el aymarismo "cuti-vuelta" para denotar revancha o nueva oportunidad en
los juegos de competencia. El Pachacuti tiene que ser universal o no será
Pachacuti. Por algo es una profecía. La CNN de Atlanta y la BBC de Londres ya
forman parte de este cambio mítico desde que se percataron que un indio
enchompado siendo recibido con honores por los reyes de España produce alto
raiting. La historia da cuenta de dos Pachacutis claramente reconocibles, aunque
algunos estudiosos sostienen que ya han habido once hasta nuestros días. Uno de
ellos se asocia con el gran terremoto del Cuzco Perú de 1949 que destruyó muchas
iglesias y gran parte de la hermosa ciudad colonial.
El Primer Pachacuti
Aunque su génesis es profundamente religiosa, el Pachacuti tiene una dimensión
histórica y política muy concreta. A la luz de la experiencia boliviana, puede
constituirse en un modelo de interpretación de procesos sociales y culturales en
un contexto integral, ecológico incluso. Es una herramienta para la
posmodernidad. Sepúlpeda habla de un Primer Pachacutec que se habría producido
en el periodo del Tiahuanaco temprano, cuando quechuas y aymaras conformaban una
sola nación. Se habría producido un gran diluvio que elevó el nivel de las aguas
del lago Titicaca y el dios Tunupa, navegando en su manta convertida en balsa,
fue abriendo la tierra hacia el sur, entre los cerros y la pampa en un
serpenteante camino que dio origen al río Desaguadero que es el rebalse natural
del lago. Con esta acción se salvaron todos los poblados costeros de morir
ahogados por las inundaciones. Este flujo constante de agua que hasta ahora se
mantiene, formó los lagos Uru-Uru y Poopó para luego seguir su curso hasta la
Pampa de Aullagas donde el agua es absorbida por la tierra. Allí termina su
navegación el dios Tunupa o Tawapaca y comienza su largo peregrinar por los
salares y regiones del altiplano. Su misión era salvar a los pueblos de la
barbarie en que se encontraban y para eso les enseñaba técnicas de cultivos y la
crianza de animales, además de predicarles la paz, la solidaridad y la amistad
entre todos. Ese largo recorrido que llega hasta las costas del Océano Pacífico
ha quedado inscrito en los innumerables petroglifos de antigua data que fueron
quedando a su paso, tallados en las rocas o dibujados con piedras de gran tamaño
en el faldeo de los cerros.
El Segundo Pachacuti
El Segundo Pachacuti surgió en la última mitad del siglo XV, cuando las
diferencias religiosas y económicas entre quechuas y aymaras comenzaban a
acentuarse como resultado de un desarrollo diferenciado de las fuerzas
productivas. Eran tiempos en que los reyes incas, originariamente quechuas
asentados al norte del Lago Titicaca, enfrentaban serias dificultades políticas
para dominar a los pueblos sureños del collado aymara. Los rebeldes aymaras cuyo
territorio abarcaba todo el sur del Titicaca —desde el Tiahuanaco, pasando por
los actuales territorios de Cochabamba, Oruro, Potosí y Chuquisaca, incluyendo
los del norte argentino y chileno—, se resistían a someterse bajo el dominio del
Estado incaico por una sencilla razón religiosa: los quechuas del Cuzco habían
superado la etapa del comunismo primitivo avanzando hacia un modelo
civilizatorio estatal, clasista y monoteísta, pretendiendo destruir los lazos
comunitarios y de reciprocidad (ayllu y ayni) que aún pervivían en los pueblos
politeístas aymaras del sur. Tupac Pachacutec intentó convencer a los rebeldes
aymaras del sur que —como su nombre mismo denotaba— él era no sólo hijo del Sol,
único dios, sino la encarnación misma del mundo terrenal, y para imponer tal
hegemonía fundó Macchu Picchu como el centro de ese mundo. Los aymaras, que se
negaban a adorar exclusivamente al dios Sol, decían que Pacha era una deidad
entre muchas otras y entraron en guerra con los quechuas para defender su
comunidad de dioses, derrotando a Pachacutec. Pero el inca no se dio por vencido
y anunció que volvería "para poner las cosas en su lugar". Correspondió al hijo
de Pachacutec, su sucesor Tupac Yupanki, hacer cumplir la profecía del inca
derrotado. Y lo hizo pactando con el adversario rebelde.
El enigma del Estado Comunitario
Mi ensayo "En los umbrales del horizonte utópico" que incluí en el libro
"Historia del Milagro" (Ed. Los Tiempos, 2001), establece que si bien la
estructura política del Collasuyo se hallaba herida de muerte ante la expansión
quechua incaica, durante el Segundo Pachacuti, es indudable que el poderío
aymara estaba intacto en su compleja expresión religiosa. Esto dio lugar a un
"matrimonio de facto" entre las principales deidades aymaras, representadas por
la Pachamama, y el Inti o dios Sol de los Incas. El Estado Inca, al final, tuvo
que asimilarse oficial y formalmente a la religión aymara todavía hegemónica en
el ancestral mundo andino. Confirmando aquello, de Huarochiri emergió una
hermosa leyenda según la cual el inca quechua Tupac Yupanki, para hacer cumplir
la profecía de su padre Tupac Pachacutec, se vio obligado a rendir devoción a
uno de los "huacas" más influyentes del mundo aymara, Pariacaca, exigiendo en
recompensa que, con su mediación, los dioses colaboren con el Inca en su guerra
para conquistar a los ayllus rebeldes al sur del Titicaca. Ver al respecto: http://www.altercom.org/article123468.html
http://www.voltairenet.org/auteur120049.html?lang=es http://www.bolpress.com/temas.php?Cod=2005001463
http://www.adital.org.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=17363
Los dioses aymaras aceptaron ayudar al Inca bajo la condición de que los
gobernantes quechuas desistan de su plan monoteísta y ejerzan un sacerdocio
rindiendo culto a la Pachamama. El negociador aymara fue el dios Macahuisa, hijo
de Pariacaca. Dice el relato: "Mientras Macahuisa hablaba, de su boca salía un
aliento muy denso cual si fuese humo verde. Y se dice que también en esa sazón
comenzó a soplar su zampoña de oro. Su pinquillu también era de oro. En su
cabeza llevaba coronada la diadema. Su phusuca también era de oro, en tanto que
su camiseta era negra. Dieron a Macahuisa para su viaje una litera de las que se
llaman Chicsirampa, destinada a transportar al propio Inca. Y fueron escogidos
por el Inca, para acompañarlo, unos fornidos callahuaya. (...). Lo transportaron
hasta la cima de un cerrito; una vez allí, Macahuisa, el hijo de Pariacaca,
comenzó, poco a poco, a caer bajo la forma de lluvia. Los hombres de las
comunidades rebeldes empezaron a organizarse, preguntándose qué podría
significar este fenómeno. Atacándolos con sus rayos, Macahuisa aumentó la lluvia
y así abrió quebradas por todas partes, y arrastró a los miembros de todas estas
comunidades rebeldes con sus aguas torrenciales. Aniquiló a los kuracas
principales y a los hombres valientes con sus rayos. Sólo una parte de la gente
común se salvó. Si hubiera querido, habría aniquilado a todos. Así, después de
haber vencido a todos los demás rebeldes, los persiguió hasta el Cuzco. Desde
esa época, el Inca apreció todavía más a Pariacaca y le otorgó cincuenta Yanas".
Así fue cómo se impuso el Segundo Pachacuti: el imperio Inca se constituyó en
una unidad quechua-aymara, base de la nueva nación y de un emergente Estado
Comunitario, que permitió a Huayna Cápac "quechuañizar" pacíficamente a los
aymaras del Collasuyo desplazando a sus mitimaes, pero el paradigma de ese
Estado Comunitario quedó como un enigma hasta nuestros días, al haber sido
interrumpido por la sangrienta conquista española cuya brutalidad, cuando
descuartizaron al caudillo Tupac Katari, hizo renacer la esperanza de que algún
día llegaría el Tercer Pachacuti, con el "Jacha Uru" de un melodioso nuevo
amanecer. (WGM).
***
Los ceremoniales andinos son solemnes El persistente atraso económico y la
secular exclusión racial que prevalece en gran parte de los territorios
indígenas de Bolivia, es soportada casi estoicamente por estas poblaciones
injustamente marginadas de la modernidad, gracias a la fe con que tales pueblos
mantienen sus ritos ancestrales, ligados a la profecía del Pachacuti. Mientras
más excluidas y empobrecidas son estas comunidades, más fuertes son sus ritos y
creencias politeístas, sincretizadas con el cristianismo en una estrategia
fervorosa de subsistencia étnica y social. Existen incluso en las orillas del
Lago Poopo, vecinas a poblaciones Urus y Chipayas, pueblos aymarófonos a donde
no llegaron ni los mitimaes quechuas de Huayna Cápac y donde se habla una
purísima lengua aymara distinta a la paceña —que tiene clara influencia quechua
en su fonética— hoy en vías de extinción. Estos lugares, de donde proviene el
flamante Presidente Indígena de Bolivia, son verdaderos yacimientos
arqueológicos habitados por seres que parecen extranjeros cuando emigran a las
ciudades expulsados por tanta miseria. Sin embargo de este abandono, por la
fuerza del Pachacuti, estas poblaciones conservan intactos sus ritos y
ceremoniales que mantienen viva la profecía. Son pueblos, además, activamente
festivos. El cristianismo no ha podido extirpar muchas idolatrías que hoy se
encubren bajo el santoral católico; todavía existen dioses mayores y menores,
"huacas" y "willcas", que son objetos de fiestas de la fecundidad y de la tierra
bajo la dirección de sus jilakatas y mallkus que son, además de líderes
comunitario, sacerdotes ("huacas") de estos cultos ocultos. Los ritos de la
Estrella o Mosoq Karpay, los ritos del "Tiempo que ha de Venir" —plenas del
incienso de las k’hoas que constituyen evocaciones a los espíritus antepasados—
son cruciales para el cumplimiento histórico de las profecías. Los karpay
(ritos) plantan la semilla del conocimiento, la semilla del Pachacuti, en el
cuerpo luminoso del recipiente que la contiene. Depende de cada persona regarla
y cuidar de la semilla para que ésta crezca y florezca. Los ritos son una
transmisión del potencial; uno debe luego abrirse al destino. Esta cosmogonía
quechua-aymara ha permitido que en Bolivia se produzca una revolución pacífica,
con votos y no con balas, y es deber de todos, indios o no, celebrar y preservar
este triunfo de la Profecía. (WGM).
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La Profecía de los Q’ero Brad Berg atribuye a los Q'ero —una tribu cuzqueña de
600 personas que buscaron refugio en alturas superiores a los 4.200 metros con
el fin de escapar de los conquistadores— el mérito de haber resguardado esa
profecía sagrada que habla del gran cambio: el mundo saldrá del revés en que se
encuentra y quedará al derecho mirando hacia arriba otra vez. El orden social
justo y la armonía con la naturaleza serán restituidos por fin, terminando con
el caos y el mal generalizados. Esta profecía alienta la esperanza del renacer a
una realidad más favorable y digna para los indígenas, los pobres y las clases
oprimidas. Similares a la de los Q’ero, al otro extremo del Ande, de donde
surgió Evo Morales, existen comunidades aymaras que no llegaron a ser siquiera
sometidas por el inca quechua, donde se conservan intactas aquellas relaciones
míticas entre pueblos que además son los más empobrecidos de Bolivia. (WGM).
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