Latinoamérica
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Bolivia: El gol del pastor de llamas
Emir Sader
Él estaba muy contento y bastante descansado después de la maratón que había
hecho, con su camisa azul de manga corta. Nadie diría que fue electo
presidente de un país de América Latina, con la mayor votación que un presidente
jamás recibió. Cuando yo le dije que tiene "cara de pueblo", se mostró
medio sorprendido.hasta que comparé sus facciones con las de los candidatos
derrotados por él en la elección, así como con las de los anteriores presidentes
del país, un país en el que los dos tercios de sus habitantes se identifican
como indígenas, pero que siempre fue dirigido por los blancos, por regla común,
ricos.
Había hecho un viaje impresionante: fue a Cuba - el primer país que visitó tras
ser electo-, a Venezuela, a España, a Francia, a Bélgica, a Holanda, a China, a
Sudáfrica y finalmente a Brasil.
Nueve países de cuatro continentes, en menos de dos semanas.
Sólo no pasó por Irán, para tener tiempo para ir a Argentina antes de la
posesión. En España, los conservadores lo criticaron por reunirse con el
primer ministro José Luis Zapatero - que perdonó la deuda boliviana a cambio de
inversiones en educación - con un traje de lana boliviana de vivos colores
-llamado "chompa"- en vez de terno y corbata. Saramago salió a defenderlo,
explicando que se trata de una indumentaria típicamente boliviana. Él me
dijo que tiene algunas de ellas, porque es un regalo típico entre los indígenas,
pero que no sabía que podría provocar reacciones de ese tipo, consciente que el
protocolo va a exigirle comportamientos a los que no está acostumbrado.
De hecho, el domingo de la extraordinaria victoria electoral, él se resistió a
viajar hasta la capital, para participar en una rueda de prensa. Un medio
de información - que lo menosprecia en nueve de cada diez informaciones que
difunde- insiste en reducirlo a "líder cocalero", expresión natural para él, que
la asume como una de sus múltiples dimensiones, y se resiste a tratarlo como
presidente. Argumentamos que él debería, a partir de aquel momento,
llamarse "presidente de todos los bolivianos" y que la capital, La Paz, es el
lugar donde debe estar en aquel momento.
Él aceptó a disgusto, se fue para La Paz, participó alegremente en la
conferencia de prensa de la victoria, con el cabello negro lleno de papel
picado. Pero volvió enseguida a Cochabamba, su departamento, "para
festejar con mi gente".
Ahora, en Brasilia, en la sala de conferencias del Itamarati, él se muestra
seguro, contento, confiado, habla como presidente de una nación indígena que
reivindica su soberanía nacional y su democracia multicultural y multiétnica.
De camisa azul de manga corta, al lado de Álvaro García Linera, el
vicepresidente, uno de los más importantes intelectuales de América Latina, que
le da apoyo y confianza.
Salimos, y en la conversación en el hotel, de donde se ve por la ventana la
catedral de Niemayer, después de contar las circunstancias del viaje y revelar
que quedó muy satisfecho con la disposición del gobierno brasileño de ayudarlo,
quiere saber sobre Brasil, sobre las posibilidades de reelección de Lula - que
apoya fervorosamente - y la posición de los movimientos sociales.
Sin embargo, inmediatamente pasa a hablar de su otra pasión: el fútbol. Lo
practicó mucho desde niño, en su ciudad natal.
Cuidaba llamas, pero confesó que lo que ganaba era para comprar camisetas para
su club de fútbol. Jugaba de centro delantero, con el número 9 en la
espalda. Era pastor de llamas y centro delantero. Pero sufría mucho
con la dura marcación en los rudos campos de tierra, hasta que resolvió entonces
desplazarse a la punta-derecha. Hasta que se fracturó más o menos
gravemente la rodilla, fruto de la dura marcación. Tuvo que operarse en
Cuba, permaneciendo un año sin jugar. Volvió a jugar y espera continuar
jugando con sus amigos - a Álvaro también le gusta jugar -, aún siendo
presidente.
Quedamos a ir la próxima vez al Maracaná. Pero antes voy a aceptar su
invitación y asistir, primero a las ceremonias indígenas - en una comunidad
aymara - y después a los actos oficiales - éstos en La Paz - de posesión como el
primer presidente indígena de Bolivia. Él, Evo Morales Ayma (de aymara,
aclara él, cuando posamos para tomarnos una foto juntos). (Traducción
ALAI)