La Vieja Europa |
España - Monarquía frente a República
La 2ª República Española y el Valor de las Mujeres
María José Castellano Fuentes
archipielagonoticias.com
El siglo XX es el fiel reflejo de la inestabilidad y complejidad del sistema
político español de la época, durante el cual se sucedieron diversas e incluso
contradictorias etapas histórico-políticas: dos repúblicas, una larguísima
dictadura, la reconquista de una democracia esperada y hasta una siempre cruenta
y triste Guerra Civil. Pero, de entre todas estas formas políticas, me quedo,
sin dudarlo ni un momento, con la corta, pero intensa 2ª República de 1931, uno
de los momentos clave de la historia contemporánea española, la cual dio a
nuestro país la oportunidad de convertir en realidad lo que en su propia esencia
implicaba: democracia, futuro, progreso y libertad. La 2ª República supuso para
España un soplo de aire fresco absorbido, sin embargo, demasiado pronto por el
huracán de la guerra civil.
De todos los logros conseguidos a comienzos de la década de los años 30, destaco
con especial admiración y nostalgia los aportados al proceso de liberalización
de la mujer que acababa, en parte, con el pasivo y discriminado papel del que
era víctima hasta ese momento y que estaba sólidamente instaurado por la
monarquía y la Iglesia, al considerar a la mujer sólo como esposa obediente y
madre ejemplar. La española que, hasta ese momento, dependía de su marido hasta
para poder hacer valer sus más básicos derechos, vivía por entonces anulada y
relegada a la más profunda ignorancia impregnada en la educación que recibía ya
en la escuela desde temprana edad, lo que conllevaba al hecho de ser incapaz de
valerse por sí misma. Era la forma de evitar cualquier mínima idea de rebelación
contra el sistema arcaico y patriarcal del momento. En 1930 había unos 6
millones de familias de las cuales el 85% eran familias obreras y campesinas. En
cinco millones de éstas, las mujeres realizaban las tareas del hogar única y
exclusivamente. La incorporación de la mujer al mundo laboral estaba jalonada de
dificultades debido tanto a su alta tasa de analfabetismo y a la falta de medios
estructurales que facilitase la incorporación al trabajo a las mujeres con
hijos, así como a la existencia de leyes que lo dificultaban. La burguesía
fomentaba, además, esta situación, en la medida que le interesaba mantener a la
mujer en el hogar con el fin de que cumpliera su misión natural de reproducción
de la especie. La población activa femenina a comienzos de los años 30 era del
24%, del cual, el 80% eran mujeres solteras y viudas. Al no haber ningún tipo de
pensión de viudedad, las mujeres se veían obligadas a trabajar tras la muerte
del marido para sacar a sus familias adelante. Las casadas, para poder trabajar,
necesitaban el permiso del marido, no podían disponer libremente de su salario
pudiendo el marido optar a él, incluso en los casos de separación judicial entre
ambos cónyuges. Con la aparición de la 2ª República, y debido a su carácter
claramente anticlerical, esta situación cambió en gran parte al iniciarse
entonces importantes reformas sociales y jurídicas reflejadas en la Constitución
republicana de 1931 y en otras leyes aprobadas posteriormente.
Así, no sólo se eliminaron privilegios reconocidos hasta ese momento
exclusivamente a los varones, sino que se reguló el acceso de las mujeres a
cargos públicos, se concedió el derecho de voto a las españolas y a ser
elegibles como Diputadas, se mejoraron los derechos de la mujer en la familia y
en el matrimonio (se reconoció el matrimonio civil, se suprimió el delito de
adulterio aplicado sólo a la mujer y se permitió legalmente el divorcio por
mutuo acuerdo), se obligó al Estado a regular el trabajo femenino y a proteger
la maternidad (se prohibieron las cláusulas de despido por contraer matrimonio o
por maternidad, se estableció el Seguro Obligatorio de Maternidad y se aprobó la
equiparación salarial par ambos sexos), y se reconoció el divorcio por mutuo
acuerdo así como el derecho de las mujeres a tener la patria potestad de los
hijos (se permitió la investigación de la paternidad y el reconocimiento de los
hijos naturales). En el ámbito de la educación, se permitieron las escuelas
mixtas y la coeducación, se abolieron las asignaturas domésticas y religiosas y
se crearon escuelas nocturnas para trabajadoras. En Cataluña, incluso, se llegó
más lejos, en donde se permitió la dispensación de anticonceptivos, se
despenalizó y legalizó el aborto, se decretó la abolición de la prostitución
reglamentada y se prohibió contratar a mujeres en trabajos considerados como
peligrosos o duros.
Claves en este proceso de liberalización de la mujer española fueron mujeres
activas en el escenario político del momento y diputadas en el Congreso, como
Margarita Nelken, Victoria Kent o Clara Campoamor, miembro, ésta última, de la
comisión encargada de redactar el proyecto de Constitución del 31, quien hizo
del sufragio femenino y de su inclusión en el mencionado texto legal su labor
más destacada, defendiéndola ardientemente y en solitario con auténtica
maestría. En 1933 se celebraron las primeras elecciones en las que participaron
las españolas aunque, paradójicamente, ese año tanto Clara Campoamor como
Victoria Kent perdieron su escaño.
A ellas se sumaría en el Parlamento, en 1936, como diputada del Partido
Comunista, "La Pasionaria", Dolores Ibárruri, siempre entrañable y acérrima
defensora de los derechos de la mujer, incluso desde el exilio al que fue
castigada por sus ideas políticas. En el ámbito político y ocupando cargos
públicos de importancia destacaron Francisca Bohigas, María Lejárraga, Matilde
de la Torre, Federica Montseny, primera ministra de nuestra historia en el
ámbito de la sanidad y la asistencia social, o Mercedes Maestre como
Subsecretaria de Sanidad, quienes reivindicaron también su papel en la historia.
La 2ª República se perfila ahora, y en la nostálgica lejanía, como un conjunto
de valores imprescindibles, un modelo de dignificación del papel de la mujer, un
desafío original al orden histórico establecido, así como un compromiso de
futuro y un ejemplo de libertad y legitimidad democráticas.
Y es que han pasado ya 75 años, pero el espíritu del 31 está ahora más presente
y vivo que nunca, ya que la II República se perfila como un ejemplo moral de la
política entendida como el compromiso de guiar a un pueblo hacia su futuro. En
una época de ferviente globalización y de carencia de valores y principios,
deberíamos basarnos todos en el ejemplo de este breve periodo republicano de los
años 30 para conseguir hacer de España un país mejor.
Fuente: lafogata.org