¿Por qué ahora?
Sobre la muerte del espía británico infiltrado en el Sinn Fein
Txente Rekondo Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La muerte de Denis Donaldson ha convulsionado nuevamente la escena política
irlandesa. Nada más conocerse la muerte violenta del que fuera espía británico
se han sucedido los análisis e interpretaciones sobre los acontecimientos que
han podido rodear ese hecho.
Mientras que algunos medios, los que siempre se han mostrado contrarios al
proceso de paz irlandés y al movimiento republicano, han comenzado a especular
sobre al autoría del IRA, presentándolo como "una ejecución anunciada", otros se
muestran más cautos a la hora de señalar con tanta rotundidad a los posibles
autores.
El abanico de posibilidades en torno a la autoría y a las motivaciones es
bastante amplio. Por un lado podría estar la mano de los servicios secretos
británicos y de lo segurócratas, que acallando definitivamente la voz de
Donaldson pondrían a salvo los secretos que éste conocía, al tiempo que pondría
en una delicada situación al Sinn Féin hacia quien pretender dirigir las
sospechas.
Tampoco sería descartable que algún grupo disidente republicano hubiera cometido
esa acción para presentar una imagen de fuerza a la hora de lograr reclutar
nuevos miembros para su organización, mostrando al mismo tiempo una imagen de
firmeza, ligada al militarismo del pasado.
Hay que apunta hacia algún miembro del IRA que "actuando por libre" buscase
vengar el daño inflingido por las delaciones de Donaldson en el pasado. Sin
embargo, conocida la disciplina militante que observa el movimiento republicano
este tipo de acciones no tendrían mucha credibilidad. Más aún si tenemos en
cuenta el rechazo público que han mostrado los principales dirigentes del Sinn
Féin y el propio IRA.
Frente a quienes mantienen que la "tradición del IRA" es acabar con la vida de
los espías, hay que recordar el caso de Robert Lean, un miembro del IRA que en
la década de los ochenta se volvió informante de los servicios británicos y
delató a muchos compañeros. Sin embargo, tras fugarse de manos británicas,
confesó ante sus antiguos compañeros su traición y se le ordenó abandonar la
ciudad sin tomar medidas punitivas contra él.
Finalmente algunas fuentes señalan el suicidio como la causa de la muerte,
aunque las declaraciones del periodista que "descubrió" dónde estaba Donaldson
ha manifestado que tras reunirse con él no observó a un hombre dispuesto a
suicidarse y que tampoco temía por su vida. Las garantías que el IRA le habría
dado reforzarían estas suposiciones.
La mayoría de análisis coinciden en preguntarse "¿quién ha sido?", conscientes
que tras obtener esa respuesta los móviles están preescritos. Sin embargo tal
vez la clave en estos momentos sea preguntarse ¿por qué ahora?, y señalar
claramente quién es la parte más perjudicada tras esa muerte.
Es más que evidente, sobre todo tras el chaparrón mediático que se avecina, que
el proceso de paz y el movimiento republicano son los más afectados. Ahora se
volverá a impulsar un intento para desgastar mediáticamente al movimiento
republicano y frenar las buenas perspectivas electorales que se le auguran al
Sinn Féin.
No es la primera vez que los escándalos que sacuden el proceso de paz se
produzcan en momentos delicados del mismo. La mayoría de ellos han acabado
disolviéndose con el paso del tiempo y las acusaciones contra los republicanos
nunca se han probado. Por eso no sería descartable una vez más que las manos que
mueven los hilos contra el proceso, la red tejida por lo segurócratas, haya
vuelto a actuar. Cuando parecía que desde Londres y Dublín se estaba impulsando
un nuevo plan para reconducir la crisis del proceso, y en vísperas de que se
haga público un informe oficial donde se vincula una vez más a los servicios
secretos británicos con las organizaciones paramilitares lealistas, los medios
se ven sacudidos con la muerte violenta de Donaldson. Demasiadas coincidencias.
Las reacciones unionistas no tienen ningún soporte moral, más allá de su
discurso caduco y reaccionario. El doble rasero que caracteriza la actividad
política del UUP y DUP les inhabilita para acusar sin pruebas a nadie de esa
acción. Sus rechazos a reunirse o sentarse con el Sinn Féin pierden toda su
legitimidad cuando se acaba de hacer público que no han tenido ningún reparo
para reunirse con los dirigentes paramilitares lealistas, autores de más de una
docena de muertes en los últimos años.
Los gobiernos de Londres y Dublín deben actuar cuanto antes si no quieren que el
proceso de paz acabe pudriéndose. Tienen la obligación de acabar con el veto de
Paisley y poner en marcha todos los resortes para que el Acuerdo de Viernes
Santo, aprobado en referéndum por la mayoría de la población irlandesa, se
cumpla en su integridad y sin más dilaciones.
El vacío de poder y la demora hacen que aumente la desilusión entre la
población, al mismo tiempo que sirve para que los oscuros intereses de algunos
se refuercen con el debilitamiento del proceso de paz. Esos mismo que no dudan
en jugar con las vidas de familias enteras en defensa de su propio status quo,
porque no hay que olvidar que las presiones que vivió Donaldson provenían en
primera instancia y durantes más de veinte años de los servicios de espionaje
británicos.