La Vieja Europa |
Italia: volver a nacer
Massimo Modonesi
Después de una noche de incertidumbre, los votos de los italianos en el
extranjero resolvieron el empate electoral en favor del centro-izquierda
encabezado por Romano Prodi. La ley electoral que la derecha hizo a su medida se
revirtió en su contra y ahora Berlusconi, que ya había ventilado la hipótesis de
un fraude, pide la revisión de los votos anulados a pesar de que, según parece,
las pocas irregularidades fueron realizadas a favor de la derecha.
Más allá de la reducida victoria numérica del centro-izquierda, la reflexión
debe centrarse en el balance de la campaña electoral y los escenarios políticos
que se desprenden de la elección.
Un país dividido llegó al día de la votación después de una campaña áspera
caracterizada por una paradoja: a la seriedad moderada y responsable de las
propuestas de la oposición, la coalición gobernante contrapuso el extremismo y
el terrorismo verbal.
Una vez más Berlusconi atacó para defenderse. El hombre más rico de Italia no
dio importancia a las acusaciones y los juicios en su contra, esgrimiendo que el
poder judicial actuaba políticamente, ni reconoció los cuestionamientos sobre el
conflicto de intereses entre su calidad de gobernante y de propietario de la
casi totalidad de la televisión privada y de un gran número de periódicos. Por
otra parte, evadió las críticas sobre el desempeño económico del país que
evidenciaban la ausencia de crecimiento y el aumento del endeudamiento público,
a pesar de que fueron sus banderas cuando se presentaba como un empresario y no
un político, prometiendo que la concentración de la riqueza iba a fomentar el
espíritu empresarial de los italianos y el famoso "goteo". En relación con el
tema álgido de los impuestos, Berlusconi no dudó en reforzar su postura
"clasista" en defensa de los propietarios, inventando una amenaza comunista
hacia la clase media. Por lo demás, volvió a esparcir promesas demagógicas como
si no hubiese gobernado por cinco años y los resultados no estuvieran a la
vista.
Aunque parezca absurdo, el anticomunismo fue el centro de la estrategia
electoral del primer ministro y sus aliados para invertir la tendencia de los
sondeos que atribuían una ventaja al centro-izquierda. No sólo acusó a Prodi de
ser el "útil idiota" al servicio de los comunistas, sino que describió al país
como un país controlado por comunistas que realizaron exitosamente la
"estrategia planteada por Gramsci" y lograron infiltrarse en la sociedad civil,
controlando en particular la educación pública y todos los ganglios de la
producción cultural, incluidos los medios de comunicación y hasta los
periodistas de las televisoras de propiedad del mismo Berlusconi. Este aparente
delirio –en el cual aparecía como mártir y salvador- ideologizó y radicalizó la
campaña, evitando el debate sobre las políticas emprendidas por el gobierno,
marcando una raya de clase para espantar a las clases medias y ganar el voto de
los indecisos. Así que, el resultado electoral se transformó, dramáticamente, en
un examen de la inteligencia colectiva italiana en torno a la ficción armada por
Berlusconi. Esta radicalización verbal conducida en primera persona por el
primer ministro movió a grupos de temerosos y alcanzó un empate político sin
lograr que la mitad de los italianos votaran en su contra.
Más allá de las obvias críticas de contenido que evidenciaron los rasgos
neoliberales y neoconservadores de las derechas italianas, la oposición se
alimentó del antiberlusconismo, un odio hacia un personaje que gran parte de los
italianos perciben como hipócrita, ignorante, arrogante e inmoral. Nanni Moretti,
director de cine de fama mundial, expresó este sentimiento difuso en una
película sobre Berlusconi que fue estrenada en plena campaña electoral, "El
caimán", cuyo final es inquietante: Berlusconi cae por mano de los tribunales y
apela a la violencia neofascista contra el régimen comunista que lo derrocó.
Efectivamente, junto con el anticomunismo, el tema del fascismo ronda los
procesos políticos italianos. Por una parte, aparece en el populismo mediático
del primer ministro, su actitud mesiánica, el mito del hombre infalible,
obscenamente rico y exitoso que evoca un "italian dream" explícitamente
formulado al estílo de Guizot cuando el Rey Silvio invita a los italianos a
enriquecerse. Por la otra, se manifiesta por la presencia en la coalición de
derecha de un partido postfascista, Alleanza Nazionale, y de otros grupos
menores de clara y violenta orientación fascista, que reivindican a Mussolini y
se unen al frente anticomunista armado por Berlusconi y su partido-empresa,
Forza Italia. No escapa a estas reminiscencias históricas el estilo político que
caracteriza a otro aliado del Rey Silvio, la Liga Norte, una organización que
une el rechazo hacia el sur ("parasitario") de Italia, el racismo hacia a los
migrantes que llegan del mediterráneo y del este europeo y el odio hacia China y
los chinos por la competencia comercial "desleal" –paradoja de liberales que se
quejan de la liberalización de los mercados mundiales. Cierra el cuadro de la
Casa de la Libertades, un partido centrista que colora de catolicismo
conservador a la coalición cubriendo un flanco y garantizando los votos de un
electorado moderado menos dispuesto a votar por partidos que se proclaman de
derecha. Finalmente el fantasma fascista pasa, además que por la obsesiva
retórica anticomunista, por la actitud reaccionaria que el gobierno asumió
agregando al neoliberalismo económico (contrarreformas de las legislaciones
sociales y del trabajo), dosis de represión social (ley sobre drogas, sobre
migración, etc.) y criminalizando la protesta.
Frente al extremismo de las derechas italianas y de cinco años de gobierno de
Berlusconi, el centro-izquierda se convirtió en el lugar de la razón y de la
resistencia. La coalición encabezada por Prodi, sin representar ninguna novedad
política ni proponer cambios radicales, se presentó como una alternativa. Una
alternativa civilizada, de restauración y de recuperación de principios morales
y valores constitucionales que Prodi sintetizó en la propuesta de un gobierno de
reconstrucción nacional, para recomponer los daños del régimen berlusconiano,
anunciando inclusive la abrogación de una serie de reformas.
Berluconi dijo textualmente que los que votan por Prodi son unos "pendejos"
porque no cuidan sus intereses, suscitando una irónica respuesta en carteles,
mensajes y playeras que dicen: "arriba los pendejos".
En este clima exacerbado, toda la izquierda social -altermundistas,
desobedientes, movimientos sociales y organizaciones civiles- decidió votar por
el centro-izquierda. Y, según indican las cifras, el voto de los jóvenes fue
decisivo.
En el último debate en televisión, al mismo tiempo que acusaba a Prodi de querer
aumentar los impuestos y prometía la eliminación del impuesto sobre la vivienda,
Berlusconi –para demostrar su carácter comunista- dijo que el centro-izquierda
quería igualar el hijo del obrero al hijo del profesionista. Prodi, un católico
moderado, reinvindicó esta intención aclarando que se trata de igualdad de
oportunidades frente a la "carrera de la vida". Es decir que nadie pretende
garantizar un punto de llegada igualitario. El supuesto comunismo de Prodi no es
otra cosa que la recuperación de un precepto constitucional formulado en el
articulo 3 que recita: "es tarea de la Republica remover los obstáculos de orden
económico y social que, limitando de hecho la igualdad entre los ciudadanos,
impiden el pleno desarrollo de la persona humana". En tiempos de extremismo
neoliberal y neoconservador, la restauración de los valores constitucionales se
convierte en algo subversivo.
El carácter moderado de la coalición que sostiene Prodi es incuestionable cuando
se revisa su composición: Democráticos de Izquierda (socialdemócratas), la
Margherita (liberaldemocráticos y católicos), el Ulivo (católicos progresistas),
los Verdes, los Comunistas Italianos y la Rosa nel Pugno (liberales que
rompieron con Berlusconi), además de otras formaciones menores.
El único componente claramente ubicado a la izquierda es el Partido de la
Refundación Comunista que fue responsable de la caída de Prodi en 1998 y siempre
crítico hacia la moderación de los planteamientos de la alianza de
centro-izquierda. Siendo que los votos de Refundación eran indispensables para
ganar las elecciones, Prodi logró acordar un programa de gobierno que incluyera
varias propuestas de claro corte progresista. Entre ellas destacan las
siguientes: una decidida intervención publica en la economía, una política de
desarrollo para el sur, el aumento del gasto social en particular a favor de
desempleados, aumentos salariales conforme a la inflación real, extensión de la
escuela obligatoria, reforma de la ley del trabajo para eliminar la precariedad
de los contratos, progresividad de la imposición fiscal, lucha contra la evasión
fiscal, impuestos sobre rentas y patrimonios, rechazo a la política bélica de
Estados Unidos, flexibilización de las políticas migratorias, reconocimiento de
la uniones homosexuales.
A pesar del fin del régimen berlusconiano, será difícil realizar este programa
desde el gobierno. El centro derecha obtuvo una ligera mayoría de votos aunque
éstos resultaron en un número menor de escaños. Esto confirma la fuerza política
de la derecha italiana y, en particular, la popularidad de Berlusconi cuya
estrategia logró mover, a último momento, un número importante de votos. Además,
este dato cuantitativo enturbia la legitimidad del futuro gobierno encabezado
por Prodi y ofrece a la derecha un argumento para pedir elecciones inmediatas,
un desempate. Además Prodi deberá mantener el acuerdo sobre el programa
electoral, cuyos contenidos generales deberán precisarse, entre partidos muy
diversos entre sí. El fin de la era Berlusconi está simplemente empezando con un
pequeño paso institucional, el proceso deberá pasar por la movilización y la
presión social, por el fortalecimiento de los tejidos y las redes que en Italia
se generaron a pesar del entorno político y que hoy tienen la posibilidad de
moverse con mayor libertad y al mismo tiempo tienen una responsabilidad más
grande: reconstruir un sentido común de izquierda después de años de hegemonía
derechista.
Come diría Brecht: beato un paese che non ha bisogno di Prodi, afortunado un
país que no necesita valientes….