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Olof Palme: a veinte años del crimen
Cándido
Hoy se cumplen 20 años del asesinato de Olof Palme en una calle céntrica de
Estocolmo. Un crimen nunca aclarado, con increíbles "errores" y "omisiones" en
las actuaciones policiales y judiciales, que motivó la fundada sospecha de que
se trató de un asesinato político cuidadosamente planeado.
Y con una larga preparación mediática previa. Se dijo entonces, y el tiempo
transcurrido lo ha confirmado, que su muerte marcaba un hito en la historia de
Suecia. Más allá de los profundos cambios operados en el mundo desde entonces,
que plantean desafíos que la sola voluntad de un hombre no puede afrontar, no es
menos cierto que la ausencia de estadistas del nivel de Palme ha contribuido a
la decadencia producida en estos años tanto en Suecia como en Europa.
Una decadencia que se proyecta mucho más allá del desmantelamiento de las
denominadas sociedades de bienestar y el surgimiento de amplias manchas de
marginación que hasta entonces había sido un "privilegio" exclusivo de los
países del Tercer Mundo. Lo peor ha sido el desmantelamiento moral, la
claudicación abierta ante la dictadura del "mercado", la imparable destrucción
del medio ambiente, el socavamiento de los valores de la democracia a pretexto
de la lucha contra el "terrorismo", la íncapacidad para ejercer la funciones
elementalesdel Estado, de protección de la vida y la seguridad de los
ciudadanos.
En el caso de Suecia nadie puede afirmar que el proceso o al menos algunas de
sus características, no hubieran tenido lugar igualmente. Sobre todo teniendo en
cuenta que fueron y siguen siendo hombres del mismo partido que Palme, en muchos
casos integrantes de su gobierno, los que abandonaros los ideales y la práctica
de los principios de solidaridad, honradez pública, soberanía nacional, que
conformaron el llamado "Modelo sueco" tan famoso y alabado en el mundo entero.
Olof Palme, que pertenecía a una familia de la burguesía sueca fue, por
convicción intelectual y por un profundo sentido ético, un defensor apasionado
de esos valores de justicia social. Su formación política fue madurando a través
de la confrontación permanente de sus estudios teóricos con la realidad. A
diferencia de la mayoría de los políticos suecos, desde muy joven decidió
trascender su mundo familiar y provinciano, se interesó en los problemas de su
tiempo y quiso conocerlos de primera mano a través del contacto directo.
Estudió en Estados Unidos, recorrió el país en los años inmediatos a la Segunda
Guerra Mundial cuando, sin haberla sufrido en su propio territorio, emergía como
la gran superpotencia de Occidente y ya entonces conoció sus virtudes y sus
miserias, la miseria de millones de seres coexistiendo con la opulencia, rasgo
inequívoco de las sociedades capitalistas.
El resto es historia más conocida. Crítico sin ambigüedades la agresión de
Estados Unidos a Vietnam, desfiló siendo ministro junto al embajador del país
asiático en una demostración contra la guerra. Fue un amigo consecuente de los
procesos liberadores en el Tercer Mundo. Visitó la Cuba revolucionaria y
Nicaragua liberada de la dictadura de Somoza. Pacifista convencido propició una
politica de distensión hacia la ex Unión Soviética, durante la Guerra Fría.
Demasiado para la derecha de su país y muy molesto para el imperio. Tal vez ahí
se encuentren las claves de su muerte.