Europa |
Texto integral de sus palabras, en el teatro de la Main d’Or,
París, a 24 de enero de 2006
He tomado la decisión de ser candidato a la presidencia de Francia en las
próximas elecciones.
Se trata de una decisión muy pensada, de largo aliento, pues me propongo crear
también una estructura política y presentar mi programa en las elecciones
legislativas siguientes, con candidatos en cada circunscripción electoral.
Mi objetivo es antes que nada combatir el neoliberalismo, también llamado
neoconservadurismo, cuyos estragos se perciben tanto en el ámbito nacional como
internacional. Este bando constituye la extrema derecha del siglo XXI.
Entre todas las experiencias y todas las alternativas que se están dando para
contrarrestar el neoconservadurismo avasallante, una me llama mucho la atención:
la República Bolivariana de Venezuela y su presidente Hugo Chávez.
El proyecto de república social, universalista y basada en la democracia
participativa del presidente Hugo Chávez representa una inmensa esperanza para
todos los pueblos y sitúo mi candidatura al amparo de su ejemplo. En francés,
mis amigos me llaman Dieudo, lo cual rima con Hugo (pronunciados
diedó y hugó, Nota de la traductora); en esta campaña,
podríamos entonar el lema: ¡Hugo-Dieudo son uno solo!
La amenaza neoconservadora es una ideología neoliberal y belicista, antisocial y
reaccionaria. No nos engañemos, en Francia esta corriente está aflorando y
aspira a tomar paulatinamente el poder.
Ya estamos viendo hasta qué punto los medios convencionales son receptivos.
Nicolas Sarkozy, el principal representante del neoconservadurismo, perrito
faldero de Bush, ya encuentra en los medios un espacio abierto para una
increíble y permanente campaña de promoción, incluso si no oculta el objetivo
último que persigue: importar en Francia el modelo usamericano y desmantelar lo
que queda de nuestra república.
Sarkozy, nuestro Bushy o Bushito, recomienda el desmantelamiento del Estado, el
reino absoluto del liberalismo, el comunitarismo, la revisión del Código del
Trabajo, la marcha atrás en cuanto a protección social, la modificación de la
ley de 1905 que garantiza la neutralidad religiosa del Estado: Bushito es en
Francia el representante de intereses que no son los nuestros, es el hombre del
"Eje del Bien".
El Partido Socialista Francés se está amoldando a la misma línea. Hoy en día, su
principal preocupación es que no se le note o, en todo caso, que no se le note
demasiado.
¿En qué se distinguen de Sarkozy los Strauss Kahn, Kouchner, Hollande, Ségolène
Royal [esposa de este último]?
En el fondo, el Partido Socialista ya se ha conformado con el neoliberalismo y
el comunitarismo. He aquí el verdadero contenido de la palabra "reformismo" que
viene cacareando. Es un partido de mentirosos y traidores, son ni más ni menos
sarkozistas vergonzosos y me odian porque soy el que los desenmascara como
tales.
Hoy en día, entre los que aspiran a ser candidatos a presidente presenciamos una
danza del vientre ante los lobbies del Eje del Bien. Cada uno se contonea
y menea la cintura para caerle en gracia al amo, para aparecer como el más
neoconservador entre todos.
Así vemos cómo a Bushy-Sarko se le ocurrió nombrar a un ciudadano israelí, el
abogado Arno Karlsfeld, para encabezar una comisión sobre la relación entre ley,
historia y memoria [a raíz de la protesta oficial argelina por una ley reciente
que celebra los "efectos positivos" de la colonización francesa en África]. ¡Tal
parecería que nuestro Bushito quiere premiar al tal Karsfeld por haber realizado
su servicio militar entre los guardafronteras israelíes, denunciados por su
ferocidad hasta en el diario israelí Ha’Aretz!
Como para no quedar rezagado, el cabecilla del Partido Socialista, François
Hollande, abogaba hace poco por una desarabización del ministerio de Asuntos
Exteriores [para complacer a quienes encuentran la política internacional
francesa excesivamente tercermundista].
Es posible que no me inviten este año a la cena que organiza el CRIF (Conseil
représentatif des Institutions juives de France), órgano que suele convocar
a principios de año a nuestros dirigentes para comunicarles algo así como la
hoja de ruta; lo lamento, pues va a ser un espectáculo bastante divertido.
Toda esta gente, señoras y señores, ha renunciado a la República y le ha dado la
espalda al pueblo para ponerse al servicio de los poderosos. En cuanto a mí, lo
que pretendo es hacer lo contrario: darle la espalda a los poderosos y a sus
prebendas para restaurar o tal vez instaurar la República y ponerla al servicio
de los ciudadanos franceses, de cualquier origen y de cualquier religión.
Quiero volver a poner el Estado al servicio de los ciudadanos y luchar contra la
pauperización de la sociedad francesa, saqueada por el neoliberalismo. Quiero
programar un verdadero plan Marshall para las clases populares, en materia de
educación en primer lugar, pero también en cuanto a empleo, salarios, salud,
cultura y concienciación política.
Donde algunos procuran tener consumidores dóciles yo quiero ciudadanos rebeldes.
Por primera vez, en la oportunidad del referéndum sobre la constitución "para
una Europa liberal y estadounidense", los ciudadanos, y más que otros los
ciudadanos de izquierda, se rebelaron contra los celadores del
neoconservadurismo. Al votar "no" por mayoría proclamaron de forma inequívoca su
voluntad de rehabilitar el poder político frente al poder mercantil.
Con la reciente revuelta de las banlieues [en este contexto, barriadas
pobres, Nota de la traductora], lo que se expresó es un idéntico rechazo
al neoliberalismo. Me van a objetar que los muchachos levantiscos son
nihilistas, carecen de conciencia política y aspiran al consumo desenfrenado. ¿Y
qué? Esto no quita que su brote de ira es revelador de la incapacidad del
neoliberalismo para garantizar su dignidad y proponerles un marco que permita
salir adelante en su formación escolar, empleos y salarios decentes.
La sociedad mercantil no se interesa en las aspiraciones ciudadanas de estos
jóvenes, sino que les tiene miedo.
Éste es el sentido de la surrealista ley que prohíbe el uso del velo a las
chicas musulmanas en nombre de la lucha contra el atraso y el oscurantismo, pero
con el resultado de que esas chicas ya no pueden ir a la escuela.
Ahí radica también la función ambigua de esas asociaciones falsamente
antirracistas, fomentadas por el Partido Socialista desde hace unos veinte años:
tal parecería que lo único que han logrado es mantener a estos jóvenes en una
actitud de hostilidad a la República, para encajarles el neoliberalismo y
favorecer las tensiones comunitarias, de las cuales son hoy en día las víctimas
sociales.
Estos hombres, estas mujeres, la fuerza de las banlieues, aspiran
consciente o inconscientemente a una verdadera ciudadanía; éste es el sentido
verdadero de su rebeldía, cualquiera que sea la forma que tome.
A ellos va dirigida mi candidatura. A ellos les propongo que edifiquemos juntos
una República nueva, que le dé sentido y credibilidad a la trinidad: Libertad,
Igualdad, Fraternidad.
En el resto del mundo, también, el neoconservadurismo prosigue y ensancha su
empresa de destrucción y alienación.
Por la guerra, obviamente, la que está devastando Iraq y Palestina, amenazando a
Irán, a Siria y, tal vez, luego a Venezuela.
Cabe observar, por cierto, que el neoconservadurismo esgrime en todas partes la
misma herramienta para intentar desacreditar a sus adversarios y justificar sus
estragos: la acusación de antisemitismo.
En fechas recientes el presidente Chávez se vio acosado con semejante pretexto:
todo empezó con un artículo del diario Libération, propiedad de
Rothschild, artículo en el cual se tergiversaron deliberadamente las palabras
del presidente venezolano.
Digámoslo sin rodeos: esa acusación es más que una calumnia, es una estafa
redonda, concebida e instrumentada con un objetivo único: encubrir y tapar los
proyectos hegemónicos del supuesto Eje del Bien.
La propaganda que cunde actualmente en torno a Irán se inscribe dentro de esta
lógica y debo decir que me entristece ver que nuestros medios transmiten sin
reserva alguna esta propaganda de guerra.
Es cierto que las autoridades iraníes están, lo mismo que todo el mundo árabe,
muy resentidas contra el Estado de Israel, así como contra su política colonial
y racista. Esto no significa en absoluto que sean antisemitas; además el Estado
israelí es el que menos puede aleccionar a nadie en materia de racismo o
derechos humanos.
Irán ha firmado el tratado de no proliferación nuclear, el cual le otorga
expresamente el derecho a producir uranio enriquecido con fines civiles. Pero la
propaganda mediática da a entender que Irán no respeta dicho tratado. En
realidad, son los Estados Unidos y el triunvirato europeo, por desgracia,
quienes no respetan este tratado, ya que le niegan a Irán un derecho que el
propio tratado le reconoce.
Además, ¿cómo es posible que se parlotee sobre no proliferación nuclear en el
Oriente Próximo sin evocar jamás el arsenal nuclear y biológico israelí?
Esta adopción sistemática de dos medidas diferentes para valorar a Israel y a
sus vecinos es insoportable y explica en gran medida las graves tensiones de
dicha región.
Para salir definitivamente de la crisis, preconizo la creación de un Estado
palestino único, multiconfesional, con iguales derechos para todos, que vivirá
en paz con sus vecinos.
El mantenimiento de la situación actual y la colonización israelí sólo pueden
llevar a la prolongación de la guerra y al final, a la propagación del incendio
a la región entera.
Palestinos, árabes y musulmanes no tienen por qué pagar con sus vidas el
iluminismo delirante de los neoconservadores.
En esta campaña me opondré con todas mis fuerzas a cualquier nueva guerra en la
región y, de manera más general, a cualquier guerra o amenaza de guerra
originada en el Eje del Bien.
Para empezar, exijo la retirada inmediata e incondicional de las fuerzas de
ocupación en Iraq y el fin de las sanciones económicas contra cualquier país que
las padezca.
Las sanciones económicas, que afectan en primer lugar a los pueblos, como sucede
con el bloqueo usamericano de Cuba, nacen de la barbarie y deben desaparecer del
arsenal del Consejo de seguridad de la ONU.
Deseo que Francia se desolidarice, tal como lo hizo cuando la agresión contra
Iraq, de las ambiciones belicistas y criminales del Eje del Bien y las denuncie
claramente.
La República Francesa debe sumarse al campo de las naciones resistentes al nuevo
orden mundial neoconservador y trabajar para el advenimiento de relaciones
internacionales bien pensadas, fundadas sobre el respeto mutuo, el diálogo y la
cooperación.
Francia debe ser la Venezuela de Europa y promover un verdadero diálogo, una
verdadera cooperación con el sur, con África.
La mención de África me ofrece la transición óptima para evocar un último punto,
lo que algunos, siguiendo a Marx [cuando escribió su libro La cuestión judía],
llaman la "cuestión negra".
La voluntad cada día más afirmada de la población negra de acceder a la plena
ciudadanía, de liquidar los prejuicios negrofóbicos y conseguir al fin que los
historiadores y los medios informen cabalmente sobre los crímenes contra la
humanidad que fueron la esclavitud y la trata trasatlántica, esta sana voluntad
parece ser un problema para alguna gente.
¿Será eso una señal de que haría falta una ley "antitrust" contra la
monopolización de la memoria?
En serio, observo que la llamada "ley Taubira" [ley de 2001 que declara la trata
trasatlántica de negros y la esclavitud colonial crímenes contra la humanidad]
en vez de favorecer un verdadero trabajo de cuestionamiento sobre el asunto, ha
servido como las baratijas espejeantes que se ofrecían a los caciques indígenas
para desviar su atención del peligro real: ha conseguido el efecto opuesto al
que se buscaba, ha distraído la atención.
Si tenemos ahora en Francia una "cuestión negra" planteada a plena luz, los
negros saben perfectamente a qué se debe: a cierto humorista [el propio
Dieudonné, Nota de la traductora] que se negó a dejar que se siga
tratando la historia de los negros con desprecio y que decidió denunciar el
monopolio de la memoria que algunos reivindican.
Hace poco, la ley acerca de la "colonización positiva" ha creado una legítima
inquietud. Ha puesto en evidencia el hecho de que no le corresponde al
parlamento dictaminar sobre cuestiones históricas; y lo que vale para un período
vale para todas las épocas históricas.
Por este motivo, he propuesto la abrogación de todas las leyes francesas que
intentan fijar la historia de modo dogmático y prohibir el debate sobre
determinadas cuestiones; la primera de las cuatro leyes de este tipo, la ley
Gayssot de 1990 [que impide la discusión sobre la magnitud del holocausto judío
durante la segunda guerra mundial, Nota de la traductora] es un modelo de
totalitarismo.
Los negros no tienen por qué tenerle miedo al debate, muy al contrario.
El debate es libertad y la libertad sirve a la verdad.
Permitir el debate, exigir el debate, es a corto plazo darles a los crímenes de
la esclavitud y la trata de negros el lugar que les corresponde, es decir, en mi
opinión, el primero, junto con los genocidios amerindios.
Por eso preconizo la adopción en la Asamblea de una "Ley Mbala" que denuncie la
deportación, la esclavitud, la trata de seres humanos y la limpieza étnica como
crímenes contra la humanidad, sin referencia a acontecimientos históricos
precisos.
A los historiadores les corresponderá, en plena libertad, establecer cuáles son
los hechos que merecen tales calificativos.
Para eso, en lo que se refiere a la trata de negros, deseo que Francia tome una
iniciativa decisiva.
Pido la creación de una comisión francoafricana, que incluya a historiadores
antillanos, que se encargue de establecer el coste humano, económico y cultural
de la trata atlántica, pero también de aclarar las raíces filosóficas,
religiosas o políticas de esos crímenes.
Deseo que Francia, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, presente
este informe a la ONU y lo tome como base para pedir que se tomen medidas de
acuerdo con el daño padecido, en el marco de un plan mundial para África, que
deberá apoyarse en los pueblos africanos.
No me cabe la menor duda de que semejante proceder, al inscribirse en un
espíritu de reconciliación, formará parte de la grandeza de Francia, no ya en el
pasado, sino en el presente.
Gracias por vuestra atención.
Dieudonné Mbala Mbala.
(Traducido del francés por Maria Poumier y revisado por Manuel Talens;
ilustración de Juan Kalvellido; todos ellos son miembros de Tlaxcala, la red de
traductores por la diversidad lingüística (