Europa |
Desde que los EEUU invadieron el país la producción ha
multiplicado
El problema de las drogas no se podrá resolver sin antes cambiar la situación
dentro de Afganistán
Piotr Goncharov*
Los narcóticos procedentes de Afganistán siguen siendo un serio problema para
Rusia. Así, por ejemplo, solamente en 2005 se retiraron de la venta cuatro
toneladas de heroína, toda de origen afgano. Cuatro toneladas de heroína
equivalen a 40 millones de dosis. Y eso que para lograr que surja
narcodependencia bastan 2-3 dosis.
Los narcóticos procedentes de Afganistán siguen siendo un serio problema para
Rusia. Así, por ejemplo, solamente en 2005 se retiraron de la venta cuatro
toneladas de heroína, toda de origen afgano. Cuatro toneladas de heroína
equivalen a 40 millones de dosis. Y eso que para lograr que surja
narcodependencia bastan 2-3 dosis.
Ya a comienzos de los años 90 en Rusia no existía problema de drogadicción como
tal. En aquella época el número de quienes consumían drogas apenas pasaba de 60
mil, que eran en su mayoría personas enfermas que las necesitaban. Hoy día, en
cambio, se menciona una cifra de seis millones.
Esta dinámica de crecimiento del número de consumidores de drogas en un país
como nuestro puede calificarse catastrófica. Analizando las causas y la
cronología de este «salto», volvemos a enfrentar el factor afgano.
Desde luego que la rápida narcotización de Rusia se debe ante todo al derrumbe
de un sistema social hermético como el soviético. Se trata más bien de un
colapso sufrido por los anteriores regímenes aduanero y fronterizo, así como la
destrucción del medio social anterior a que la gente estaba acostumbrada. Y,
como proceso paralelo, un rápido aumento de la producción de drogas en
Afganistán, país antaño vecino de la URSS con una frontera común que se extendía
a 2 mil 200 kilómetros, frontera que después de la desintegración de la
superpotencia socialista ya casi no existe.
Las drogas se producen en Afganistán tradicionalmente. Igual de tradicional era
su contrabando. Pero antes esto se hacía en forma limitada y prácticamente bajo
el control de los servicios policiales de los países a que iban destinadas
clandestinamente. Mas, después de la entrada del contingente militar soviético
«limitado» en Afganistán la producción de drogas, estimulada por la CIA, fue en
aumento.
Luego, después de la retirada de las tropas soviéticas, con la llegada al poder
de los mojaheddines, que acusaban a los anteriores dirigentes prosoviéticos de
connivencia con los narconegocios, la producción de opiáceos aumentó en flecha.
Mientras que en 1992 (año en que los mojaheddines llegaron al poder) la
producción global de opio se mantuvo a un nivel de 1,800 – 1,900 toneladas al
año, lo que equivale 180 – 190 toneladas de heroína, ya en 1994 la cosecha de
opio crudo excedió 3,400 toneladas.
Veamos cómo anda la situación ahora. Pues no es mejor que en 1994. Según datos
en poder de la ONU, el año pasado en Afganistán se produjo 4,200 toneladas de
opio crudo (cantidad equivalente a 420 toneladas de heroína) y este año
saliente, algo menos de 4,100 toneladas.
Para ser justos hemos de constatar que los propios afganos jamás han admitido
los datos presentados pro la ONU, considerándolos algo exagerados. Ello se nota
si se compara los datos de la ONU con los datos, facilitados por, digamos, la
Comisión Suprema Antidroga de Afganistán. Hemos de admitir que los datos
presentados por la comisión afgana están mejor argumentados que los de la ONU.
Pero eso son detalles. Lo más importante es otro, a saber: ¿existen mecanismos
capaces de frenar el flujo de narcóticos afganos, un tercio de los cuales (que,
según datos de la ONU, son 110 – 120 toneladas de heroína) todos los años siguen
la Ruta Norte (Afganistán – Asia Central – Rusia) hacia Europa?
Dentro de Afganistán estos mecanismos no existen. Hoy día Afganistán no es capaz
de resolver este problema ni económicamente ni por la fuerza. Los reproches que
a través de los medios de comunicación rusos los servicios secretos de Rusia
dirigen a las fuerzas de la coalición antiterrorista al mando de EE.UU. y hacia
las fuerzas ISAF que operan en Afganistán, acusándolas de que no destruyen
sembrados de adormidera opiácea, no parecen muy procedentes.
Para realizar operaciones de este tipo se necesita un mandato especial de la
ONU. Lo mismo se refiere a la misión ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a
la Seguridad de Afganistán) cuyas actividades se ven limitadas a las funciones
policíacas. De momento ni EE.UU., que encabeza la coalición antiterrorista, ni
los dirigentes de la OTAN que encabezan la ISAF, no han expresado mucho deseo de
obtener ese mandato y difícilmente lo expresarán. Y es lógico pues ¿para qué
complicar las ya de por sí difíciles relaciones con la población local, sin
disponer fuerzas suficientes para ello?
En Afganistán son de 3 a 4 millones de personas, incluidos los que trafican con
drogas y recogen opio, que se ganan la vida gracias a las drogas. Añádase a este
numeroso ejército las bandas de los señores de la guerra que no todos andan
desarmados y que protegiendo estos negocios cobran su 10% que les corresponde.
Por lo tanto, en Afganistán hay quienes podrán defender el negocio del opio,
siendo imposible resolver el problema de un hachazo.
Por otra parte, hay quienes piensan en Kabul que dentro de 10 ó, como máximo, 15
años Afganistán sí podrá resolverlo.
Hace poco, en una reunión del Gobierno de ese país se adoptó una nueva ley de
lucha contra el narcotráfico. La ley no sólo define claramente el papel y las
funciones de diversos organismos estatales encargados de combatir el
narcotráfico sino que establece penas por la actitud connivente con los
narcotraficantes en los órganos de Estado.
La ley le otorga a la policía el derecho de escuchar, con autorización judicial,
conferencias telefónicas y ver mensajes electrónicos de los sospechosos de
narcotráfico. Según otro artículo de la ley, los bienes adquiridos por el
narcotráfico se confiscarán a favor del Estado. La ley fue creada según el
modelo occidental, teniendo en cuenta las realidades locales, por expertos de
Afganistán, la ONU, EE.UU. y Gran Bretaña.
Pero la ley acaba de ser promulgada. Hoy día pueden considerarse como único
mecanismo activo destinado a poner coto al narcotráfico los «cinturones
antidroga» que se creen en torno a Afganistán a iniciativa de Rusia y mayormente
gracias a sus esfuerzos. Al decir de Víctor Cherkasov, director del Servicio
Federal de Control del Narcotráfico en Rusia, el «cinturón de seguridad» no
supone cavar trincheras o construir fortines o poner alambradas de púas
alrededor de Afganistán.
Es, ante todo, un sistema de intercambio de información a base de la cual
actuarán los guardafronteras y los servicios antidroga de los países que limitan
con Afganistán. Según él, estos últimos tiempos esta cooperación se desarrolla
con éxito. Así, por ejemplo, representantes de Irán y Pakistán participaron en
la operación especial «Canal’2005» que se ha realizado este año.
También se desarrollan activamente los contactos que los servicios antidroga de
estos países mantienen con Rusia, gracias a lo cual Rusia ha logrado disminuir
en cierta medida la penetración de narcóticos afganos en el mercado interno de
Rusia. Mas, en opinión de Cherkasov, ningún «cinturón de seguridad» alrededor de
Afganistán podrá resolver este problema sin antes cambiar la situación dentro de
ese país.
Fuente: lafogata.org