Europa |
La navidad afgana del ministro portugués José Sócrates
Miguel Urbano Rodrigues
Resumen Latinoamericano
Traducción: Pável Blanco Cabrera
Acompañe por la televisión la cena de nochebuena de José Sócrates en Kabul.
Su presencia ahí no me sorprendió.
La decisión se ajusta a la idea que tengo del político y del hombre.
Si hubiese tropas portuguesas en una isla de Micronesia eventualmente en lucha
contra la ocupación norteamericana, el primer ministro portugués habría dado un
salto hasta allí.
Sócrates es un admirador asumido de George Bush. Habrá sentido que durante la
estación festiva se imponía tomar una iniciativa con resonancia en un momento en
que el señor de la Casa Blanca anuncia al mundo que su ³estrategia nacional para
la victoria² esta obteniendo un éxito que excede lo imaginable.
Reflejando ese entusiasmo, el discurso bushiano se volvió, en el decir de
Immanuel Wallerstein, ³vociferante², tal es la alegría sentida por el rumbo de
una guerra en la cual mueren diariamente algunos soldados estadounidenses y,
obviamente, unas decenas, por lo menos, de iraquíes.
Extrañamente, en cuanto los aliados de la coalición fantasma que participa de la
agresión al pueblo iraquí discuten el calendario para la retirada de sus tropas,
Bush proclama que la paz en la tierra donde florece la Babilonia está a la vista
aunque sin fecha en el horizonte.
Siendo desaconsejable volar hasta Bagdad, antes de la llegada del V Contingente
de la Guardia Nacional Republicana, Sócrates concluyó que Kabul era la capital
indicada para manifestar solidaridad indirecta al ideólogo de las guerras
preventivas.
Alargó el viaje unos 3000 kilómetros y llegó allí, llevando en el sequito al
ministro de Defensa, al jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas y
al jefe operacional de las Fuerzas Terrestres. En el equipaje llev también
roscas de reyes y unas ´botellas de Porto. La visita fue rapidísima apenas
cuatro horas de permanencia, no fuese a acontecer algún azar - pero
Sócrates encontró tiempo para ir a abrazar a Karzai, el presidente de Bush,
ex-funcionario subalterno de empresa petrolífera norteamericana.
Ignoro si la TV transmitió íntegramente el discurso dirigido a los militares
portugueses por el primer ministro. Pero lo que escuché fue suficiente para
sentir vergüenza y tristeza.
Me hizo recordar el fascismo y la oratoria de los ministros y
generales de Salazar cuando transmutaban en epopeya patriótica las misiones de
los soldados enviados para África en el ámbito de una política imperial cuyo
objetivo era impedir por las armas la independencia de los pueblos de Angola,
Mozambique y Guinea Bissau.
Caminé en el tiempo para el pasado anterior al 25 de Abril al escuchar a
Sócrates, modulando la voz para imprimirle un tono épico, al enaltecer como
servicio a la Patria la presencia de las tropas portuguesas en Afganistán
ocupado y humillado después de una guerra de agresión genocida. Es un insulto a
la razón presentar como orientada para la defensa de la paz, de la democracia,
de la civilización una política repugnante, manchada por incontables crímenes
desde la tortura de los prisioneros al corte de sus lenguas, política concebida
e impuesta por un sistema de poder mounstroso que hace del terrorismo de Estado
el fundamento de una estrategia de dominación planetaria.
No creo que las tropas de elite del Ejército portugués integradas en las fuerza
de ocupación de la OTAN tengan conciencia de ser cómplices de un crimen cometido
contra la libertad de un pueblo. Con raras excepciones, la mayoría de los
soldados y oficiales para allá enviados ignoran, estoy cierto, que en el
territorio invadido y ocupado por los EEUU surgieron y desaparecieron a lo largo
de los siglos, desde los Aqueménides persas, culturas que influenciaron mucho el
progreso de la humanidad.
No es de paz en Afganistán la misión del Ejército portugués. Quien en los valles
de Hindu Kuch y en las planicies de Bactriana, cuna de Zoroastro, combate
hoy por la libertad son los patriotas afganos que se levantan contra la
dominación estdounidense.
¿Cuántos soldados del contingente portugués de Kabul saben que bajo la
gigantesca base de los EEUU en Begram se encuentran, bajo montones de
tierra, las ruinas de Kapisa, la ciudad kuchana que fue capital de una
civilización iraní brillantísima, que funcionó como puente comercial entre la
Roma de los Antoninos y la China de los Han? ¿Cuántos soldados tomaron
conocimiento de que la US Air Force sembró bombas sobre ciudades afganas como
Gahzni, Kandahar, Mazar, donde nacieron algunos de los grandes sabios del Islam
Medieval? ¿Cuántos oyeron siquiera recordar que Herat, destripada por bombas
norteamericanas, fue en el siglo XV durante el renacimiento timurida, definida
como la ³más bella y civilizada ciudad del mundo² por Babur, el príncipe
escritor que fundó en la India el Imperio del Gran Mogol? ¿O conocen la
existencia de las ruinas de Ai Kanum, la ciudad greco-bactriana construida en la
orilla del Amudaria, el Oxus de los Helenos, por los veteranos de
Alejandro, el genial macedonio? Poquisimos.
No dudo que Bush y Sócrates sean también totalmente ignorantes de la historia de
los pueblos que en los últimos 23 siglos sembraron en Afganistán cosas tan
bellas que hoy, sepultadas, hacen de aquel país uno de los más importantes
museos arqueológicos desconocidos de la humanidad.
Más el primitivismo de ambos no puede atenuar la condenación del crimen.
La misión que las tropas portuguesas cumplen en Afganistán no es de paz, sino
de sumisión a una estrategia de guerra. Es una misión incompatible con la
tradición patriótica del Ejército que se batió por la libertad de Portugal
contra el imperialismo castellano en Aljubarrota y Montes Claros.