Argentina: La lucha continúa
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Siguen matando presos
Agencia Walsh
La coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) denunció
dos nuevos casos de jóvenes muertos en comisarías estando presos. Se trata de
Gabriel Alejandro Mura de22 años quién murió luego de un traslado y de escupir
sangre durante varios días, en la Unidad Penitenciaria nº 30 de General Alvear,
donde sólo sobrevivió un día y medio. Fabio Bautista Farías, de 30 años, fue
encontrado muerto el lunes 28 a las 7.30 en una celda de castigo de la Cárcel de
Bouwer en Córdoba
Buenos Aires, lunes 4 de setiembre de 2006 (Correpi) Gabriel Alejandro Mura
tenía 22 años. Estaba preso en la Comisaría 5ª de Moreno, y su madre hizo varias
denuncias en la UFI 3 de Mercedes por las condiciones de hacinamiento y la salud
de su hijo, sometido a permanentes golpizas. Una y otra vez informó al fiscal
que no le entregaban la comida que le llevaba y que recibía la ropa manchada con
sangre. Denunció haberlo visto con hematomas y con el brazo dislocado. El propio
Gabriel presentó un Habeas Corpus ante el Juez de Garantías nº 1, Marcelo
Romero. Ni las denuncias ni la información suministrada por la madre a un
funcionario de DDHH del municipio lograron evitar que Gabriel muriera, luego de
un traslado y de escupir sangre durante varios días, en la Unidad Penitenciaria
nº 30 de General Alvear, donde sólo sobrevivió un día y medio.
Sus compañeros de celda denunciaron que se ahogaba en sangre y nadie lo atendía,
y que ellos lo llevaron en una frazada a la unidad sanitaria donde murió el 21
de agosto. La fiscal adjunta Cecilia Alfano se reunió con la madre y le
reconoció que su hijo tenía golpes de 5 días de antigüedad.
Mientras tanto, Fabio Bautista Farías, de 30 años, fue encontrado muerto el
lunes 28 a las 7.30 en una celda de castigo de la Cárcel de Bouwer en Córdoba.
Estaba solo, tirado en el suelo, tenía sus pies y manos atados con cadenas y le
salía abundante sangre de la nariz. Un primer informe forense demostró que no
tenía ninguna lesión externa y que su muerte databa de 24 horas antes.
Los informes forenses descartaron el típico suicidio y se supo que, por
abstinencia a la adicción a drogas que Farías padecía, habría empezado a gritar
y a golpearse contra las paredes. Por ello, el médico del penal ordenó que fuera
engrillado y llevado a una celda de castigo. Ingresó a las 4:30, en compañía de
tres guardiacárceles. Se probó que a uno de ellos Farías le metió un cabezazo.
Está claro cuál fue la reacción de los "guardianes del orden". Lo molieron a
palos.
Por supuesto, los argumentos del Servicio Penitenciario cordobés fue que se
murió por una descompensación o por broncoaspiración de un vómito. Las pruebas,
en ambos casos, descartan cualquier tipo de verso defensista y demuestra una vez
más que la tortura es moneda corriente en cárceles y comisarías. Y como nunca en
el gobierno de los "derechos humanos".
Fuente: lafogata.org