Argentina: La lucha continúa
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Gorriarán Merlo cuenta su versión
Reportaje un mes antes de su muerte
En una larga charla realizada el 16 de agosto con un periodista marplatense,
el dirigente del ERP y del MTP contó su vida política, desde la campaña por
Frondizi y las luchas por "laica o libre", hasta el copamiento de La Tablada.
Cómo planeó el atentado contra Somoza. La fuga de Rawson. El debate sobre el
foquismo y la coordinación con Montoneros.
Juan Carrá
Enrique
Haroldo Gorriarán Merlo vive en un amplio departamento en un edificio antiguo y
muy bien cuidado. Su estudio atiborrado de libros tiene una mesa con una
computadora y muchos papeles. A los 64 años, cuenta su carrera política en sus
términos.
–¿Cómo empezó su vida política?
–La primera actividad política que hice, sin tener un grado de conciencia sino
más que nada por cuestiones familiares, fue cuando tenía 16 años, al apoyar la
candidatura de Frondizi en 1958. La segunda fue contra Frondizi el mismo año,
cuando mandó al Congreso un proyecto para reglamentar la enseñanza libre. La
enseñanza libre consistía en que las universidades privadas podían otorgar
títulos habilitantes, entonces nosotros que estábamos con la enseñanza laica
tomamos varios colegios, hubo meses de huelgas y conflictos que terminaron con
una solución intermedia, a partir de una propuesta de un diputado radical. Para
nosotros en el momento lo tomamos como una victoria, sin embargo, visto a la
distancia, esto es lo que empezó la privatización de la enseñanza, porque se
promulgó una ley que permitía que las universidades privadas otorgaran títulos
habilitantes siempre y cuando lo aprobaran las universidades de Estado. A partir
de este conflicto me tuve que cambiar de escuela, a una de Pergamino, y ahí
conocía Luis Pujals, que ya era militante revolucionario, de izquierda, y fue el
primero que empezó a hablar conmigo de un proyecto revolucionario, del
socialismo. Al año siguiente terminamos la secundaria en lugares diferentes pero
volvimos a encontrarnos en Rosario. El estudiaba Derecho y yo Ciencias
Económicas, y al año siguiente volvimos a coincidir en el servicio militar. Ahí
justo se produjo el enfrentamiento entre Azules y Colorados, del que
participamos sin saber para qué era. Cuando salimos de ahí, yo ya lo acompañaba,
él estaba en una organización que se llamaba Palabra Obrera pero estaba con
divergencias con la cuestión del trotskismo y participamos en la campaña
electoral de 1962 en la provincia de Buenos Aires, apoyando la candidatura de
Andrés Framini, candidato peronista. Bueno, ganó y se anularon las elecciones.
Después viene el golpe contra Frondizi, el reemplazo por Guido y después el
gobierno de Illia. Esas elecciones de 1963 fueron las primeras en que yo voté y
también las últimas hasta el año pasado. Más de cuarenta años hasta que voté por
segunda vez. Asume Illia y empieza toda esa conspiración que termina en el golpe
de Onganía. Yo, ya en el ’65 estaba incorporado al Partido Revolucionario de los
Trabajadores.
–¿Cómo recordás los primeros pasos del PRT?
–Yo me incorporo cercano al sector de Roby (Mario Roberto Santucho), que venía
del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), el otro afluente en la
formación del PRT. En la fusión con Palabra Obrera se buscaba, desde la óptica
nuestra, fundamentalmente de Roby, no una adhesión al trotskismo, sino extender
la organización a nivel nacional y llegar a los sectores del movimiento obrero
industrial. El PRT se funda el 25 de mayo de 1965 y su primer acto político es
ir a las legislativas en Tucumán en alianza con el peronismo que encabezaba un
tal Riera, un sector disidente. Esas elecciones fueron en marzo, unos meses
antes de la fundación del PRT, pero ya era el PRT, nada más que todavía no tenía
el nombre. Esas elecciones se ganaron, tuvimos dos diputados nacionales y un
senador provincial, del lado nuestro. Ahí impusimos un método novedoso, y que
creo que no se ha vuelto a repetir en la política argentina, que fue la elección
de los candidatos por las bases y eso lo aplicamos fundamentalmente en los
ingenios, donde las asambleas populares elegían los candidatos que nosotros
llevábamos a la alianza que habíamos formado. Uno de los diputados era Benito
Romano, del peronismo revolucionario, que siempre trabajaba con nosotros. El
otro fue Simón Campos, secretario general del ingenio Santa Rosa, miembro de la
dirección del PRT. El senador provincial era Leandro Fote, del ingenio San José,
también del PRT.
–En 1966 se produce el golpe de Onganía. ¿Cómo lo viven en el partido?
–Lo primero que hacen es proscribir los partidos políticos, cerrar el Congreso,
intervenir los sindicatos. Empezamos a promover movilizaciones con el objetivo
de recuperar las libertades perdidas, sin plantear todavía la lucha armada, a
pesar de que en América latina ya se discutía mucho este tema. La respuesta de
la dictadura fue la represión arbitraria, la persecución indiscriminada y la
muerte. Cayó primero Santiago Pampillón en Córdoba. Así hasta el ’69, hasta la
muerte del estudiante Cabral, ahí se hacen marchas de repudio en todos lados. En
estas marchas en Rosario matan a otros estudiantes. Ahí se viene el Cordobazo,
los Rosariazos; comienzan las desapariciones con Alejandro Baldú en marzo del
‘70. Recién en junio de ese año se funda el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP).
–Usted estaba en Rosario, donde ya venían funcionando comandos.
–En enero de 1969 habíamos hecho una acción para recaudar fondos en el Banco de
Escobar, la dirigió Roby, estaban Batalles y Negrín. En septiembre hacemos una
acción en Rosario que recuperamos dos fusiles FAL y unas pistolas 45 que se las
sacamos a los gendarmes. Estas fueron las primeras armas de guerra que tuvimos.
Después, ya formado el ERP, se hacen las acciones explicando y firmando, también
en Rosario.
–¿Qué los lleva a tomar el camino de la lucha armada?
–Nos decidimos abiertamente por la lucha armada cuando vimos que no había
ninguna otra posibilidad de enfrentar a la dictadura, que tenía una
particularidad respecto de las anteriores: se planteaba dentro del concepto de
la Doctrina de Seguridad Nacional, impulsada por los Estados Unidos, sin "plazos
sino objetivos", pensando en veinte años. Este panorama ayudó a que surgieran
diferentes organizaciones armadas.
–¿Tenían algún tipo de preparación militar? Se dice en varios libros que
Santucho había tenido entrenamiento en Cuba.
–Roby viaja a Cuba en 1961. Mientras está ahí sucede lo de Girón y la
declaración por parte de la revolución de su rumbo al socialismo. Este viaje lo
define tajantemente por el socialismo. Ahí se dice que él hizo entrenamiento,
pero eso no es así. Recién a fin de julio, principios de agosto del ’71,
viajamos él y yo a Cuba y establecemos relaciones formales con el Partido
Comunista de Cuba y con Cuba. En ese viaje arreglamos por primera vez para unos
treinta y pico de compañeros que fueran a entrenar por algunos meses en táctica
guerrillera, urbana, rural. Hasta ahí no teníamos demasiado entrenamiento, era
todo imaginación.
–¿Y desde el punto de vista teórico?
–En esa época había diferentes modelos, estaba lo que se llamaba el foquismo
cuyo teórico era Regis Debray, a partir de una tergiversación de la experiencia
cubana. Nosotros no compartíamos esa teoría. Después está la guerra popular y
prolongada que había descripto Mao. Había teorías insurreccionales. Nosotros
intentamos, siempre influidos de alguna manera por las teorías predominantes de
la época –al no tener experiencia uno se guiaba por lo que leía o podía
conocer–, tratamos de elaborar una doctrina propia para el enfrentamiento
militar a la dictadura, que constaba en la combinación de la lucha en el campo y
la ciudad. Lo que pensábamos era que en la ciudad había que organizarse en
estructuras pequeñas precisamente porque el enemigo ahí tenía más posibilidades
de represión. Y pensábamos que, si bien socialmente en la Argentina la mayoría
de la población se concentra en las ciudades, el campo albergaba una población
favorable, más en Tucumán, donde paralelo a la montaña existían la mayoría de
los ingenios de la provincia, donde había una tradición de lucha. Estos lugares
ofrecían condiciones para formar grandes unidades militares, poder dar combate
de igual a igual con el ejército enemigo. Los Montoneros, por ejemplo, a partir
de la predominancia de la ciudad, de la composición urbana de la población y del
movimiento obrero industrial, cosas que nosotros también considerábamos mucho
también, pensaban que la guerrilla debía darse sólo en las ciudades. Esta
posición de Montoneros se modificó a finales del ’75 y tres compañeros de ellos
hicieron una experiencia con nosotros en Tucumán y después intentaron la
instalación de una unidad guerrillera en el monte. Pero son sorprendidos antes
de entrar y es donde, en una zona cerca de El Cadillal, al norte de la ciudad,
muere el hijo del general Alsogaray, en febrero del ’76. Esto se da en el marco
de retomar las relaciones de unidad que pretendíamos que terminaran en la
creación de la Organización para la Liberación de Argentina (OLA)
–¿Cómo fue la fuga del penal de Rawson?
–Llego a Rawson con Humberto Toschi, Alejandro Ulla y Roby en abril del ’72,
después de haber elaborado un plan de fuga en Devoto que se frustró porque nos
trasladaron. En esa época, como no había una instancia legal, como ahora, que
estuve preso por La Tablada, lo primero que planificábamos era la fuga. En lo de
La Tablada apostamos a una defensa jurídica para lograr un pronunciamiento de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos y a partir de ahí presionar por la
libertad. Cuando llegamos a Rawson había un plan para seis compañeros basado en
el apoyo de un guardiacárcel de apellido Fazio, de quien el "Gringo" Domingo
Mena se había hecho amigo. Era para hacer un túnel que cruzara el muro, de ahí
tomar un auto para ir hasta Bahía Blanca aprovechando el tiempo que va entre el
último recuento de la noche y el primero de la mañana, lo que daba unas nueve o
diez horas. Comenzamos analizar la situación vimos que Fazio podía entrar
armamento, que es lo que hizo, y un uniforme militar. Eso nos permitía copar el
penal desde adentro hacia afuera, que era fundamental porque el ejército tenía
todo el sistema de seguridad previendo una incursión desde afuera y no desde
adentro. Esto requería un apoyo externo muy limitado, tres vehículos para
trasladarnos del penal al aeropuerto y ocupar el avión para lo cual iban a estar
dos compañeros en el aeropuerto y otros dos en el avión que venía de Comodoro
Rivadavia. Ahí se habló con las FAR y con Montoneros, todavía no estaban unidos,
de las FAR estaban los dos máximos dirigentes: Roberto Quieto y Marcos Osatinsky,
y Fernando Vaca Narvaja por Montoneros. Montoneros no apoyó el plan de fuga pero
permitieron que participaran los que estaban adentro. O sea que el apoyo externo
estaba a cargo de las FAR y del ERP. El responsable externo fue Jorge Marcos,
del ERP. A este compañero se suman dos más del ERP que venían en el avión, Ana
Weis de las FAR, que estaba con Jorge en el aeropuerto, y tres compañeros
también de las FAR que son los que estaban encargados de los vehículos. Esta es
la parte que falla del plan: cuando tomamos el penal se produce un pequeño
enfrentamiento armado, entonces uno solo de los compañeros de los vehículos,
Carlos Goldemberg, ingresa con el auto con el que nos íbamos nosotros a ver cómo
podía ayudar. Mientras que los otros dos se retiraron, creyendo que se había
abortado la operación.
–En la película Trelew el responsable de los vehículos dice que ve la señal
de que la operación estaba abortada.
–Eso es falso. Había una sola señal, para entrar. Lo que pasa es que ellos
tenían la concepción de que la operación podía fallar, así que cuando escucharon
los disparos es como que se les confirmó la suposición.
Entonces se retiran y se van. Cuando los encuentra Jorge Marcos en el
aeropuerto, Jorge les dice que fue un error y vuelve con ellos al penal. Peor:
ya estaba todo rodeado. Después se da lo más conocido, llegamos nosotros al
aeropuerto y el avión ya estaba carreteando. Vaca Narvaja y yo fuimos a la torre
y les dijimos que éramos del ejército y que pararan el avión porque había una
denuncia de atentado. Cuando los compañeros arriba del avión se enteran de que
supuestamente el ejército lo había frenado lo ocupan. Nosotros vamos para la
pista, copamos el avión, vamos para la cabecera de la pista y cuando nos
enteramos que la represión estaba al tanto de todo decidimos salir para Chile.
Ahí el gobierno de Chile nos dio las garantías de no devolvernos a Argentina,
pero nos pedían los tiempos políticos para que la cosa no generara un
resquebrajamiento brutal de las relaciones entre Chile y Argentina. Es lo que
hizo Allende y cumplió estrictamente.
–¿El los recibió personalmente?
–No, a Allende nunca lo vimos, eso que se dice que se reunió con Roby es mentira
y mucho menos que le regaló un arma. Allende te podía regalar un libro pero
nunca un arma, era pacifista y murió creyendo en eso. Lo digo respetuosamente
porque él creía en esa forma de actuar. El que hacía los contactos entre él y
nosotros era Juan Bustos, secretario general del Partido Socialista de la zona
centro, que ahora es diputado.
–Saltando un poco en el tiempo, ¿por qué siguen adelante con la acción de
Monte Chingolo si, se supone, estaba cantada?
–Fue un error. No sabíamos que estábamos infiltrados, sino que había indicios de
eso. Ahora eso se hizo público en seguida, y el que se hizo responsable fue Roby,
que fue quien tomo la decisión. Eso sucede inmediatamente después, cuando se
hace el balance de la acción, que fue dramático. La muerte de muchos compañeros.
Algunos mueren arrojando granadas que, como el infiltrado estaba en la parte de
logística, las había fabricado sin el retardo.
–¿Y cuál es la decisión política que hay detrás de La Tablada?
–Creíamos que no iba a haber repetición de intentos de golpes militares en esa
época, fundamentalmente por el efecto psicológico que había provocado sobre las
Fuerzas Armadas la derrota de Malvinas y porque calculábamos que la brutal
represión que habían hecho sobre el pueblo los años anteriores iba a crear un
repudio cada vez más grande, y no hay golpe que se pueda dar sin apoyo de los
civiles. Entonces nos sorprendió Semana Santa en abril del ‘87, y lógicamente
nos opusimos a la actitud del gobierno. La bandera que se ve en la plaza ese día
que dice "Entre todos paramos el golpe", era del Movimiento Todos por la Patria
(MTP). Nos opusimos a la política de Alfonsín, la considerábamos una política
equivocada, pero una política. Alfonsín consideraba que iba a evitar el golpe
haciendo concesiones a los militares. Nosotros lo que considerábamos era que eso
iba a generar nuevas sublevaciones, cosa que ocurrió. Pero creíamos que según
cómo evolucionaba la situación con el tiempo se podría revertir. Lo que
políticamente nos alertó mucho fue cuando nos enteramos de las reuniones del
menemismo con Seineldín. Eso lo averigüé por un informe de un agente de la
Guardia Nacional panameña, que había estado conmigo en Nicaragua en la guerra
contra Somoza. Corroboramos esa información, se la pasamos al gobierno. Ellos
estaban seguros que podía ser, pero no sabían qué hacer, estaban impotentes. Y
corroboramos las relaciones del menemismo con ese sector del ejército. Con todos
los dirigentes menemistas con los que hablamos, lo que nos decían, más
precisamente lo que nos dijo Jorge Busti, el actual gobernador de Entre Ríos,
era que entre un ejército liberal y uno nacional preferían el nacional, con lo
que nos daba a entender que apoyaban a Seineldín. Cuando nos enteramos de la
primera reunión directa entre Menem y Seineldín, que se hizo en las primeras
semanas de enero del ’89, hicimos la denuncia pública primero y la judicial
después, presentamos dos testigos que tenían vínculos con los golpistas. A pesar
de eso seguían con el plan y es por eso que decidimos tomar La Tablada. La causa
política es que la alianza entre Menem y Seineldín tendía a repetir la sociedad
cívico militar que fue el sustento de todos los golpes del ’30 en adelante y
todos teníamos familiares, compañeros o amigos desaparecidos y los más grandes
habíamos vivido en carne propia la persecución, la tortura, la prisión. No
queríamos que de ninguna manera se volviera a repetir.
–¿Llegan a tener alguna reunión con Alfonsín?
–Todas las reuniones son con Nosiglia y con Gil Lavedra, ministro del Interior,
con Alfonsín no. Le hicimos llegar a través de Nosiglia una grabación donde
Seineldín explicaba el plan del golpe. Como no respondió, hicimos pública esa
grabación, salió en muchas radios. Empezaron a decir que no era la voz, que
podía ser un imitador.
–¿Cuál es el saldo de La Tablada?
–Hubo 43 muertos, 32 compañeros nuestros y 11 militares. De éstos, eran 5
militares, 2 oficiales de policía y 4 soldados. De los soldados tres cayeron por
balas militares. Los otros son bajas hechas por nosotros, no con la intención de
matar a los soldados sino por la ubicación en el combate. De los compañeros
nuestros 13 fueron fusilados después de detenidos, 10 producto de las bombas de
fósforo, o la quema de cuerpos que estaban muertos, cinco de ellos están todavía
sin reconocer por este tema. A Pancho Provenzano lo reconoció su hermano por una
operación que tenía de columna, no había quedado casi nada. Y tenemos todavía
tres desaparecidos. Otros estuvieron presos 14 años, yo ocho y nueve Ana María
Sívori.
–¿Cómo fue el atentado contra el dictador nicaragüense Anastasio Somoza?
–Esa, a diferencia de lo que se dice, no fue una acción por venganza, fue una
emboscada al jefe de la contrarrevolución. El se escapa a los Estados Unidos,
posterior al triunfo de la revolución sandinista, estaba Jimmy Carter como
presidente, que fue una especie de pausa en la Doctrina de Seguridad Nacional,
por lo tanto no recibió apoyo. Por eso Somoza se va a Paraguay, por el apoyo que
le da Stroessner y los vínculos del paraguayo con la dictadura argentina. Desde
ahí buscó el apoyo a través de un grupo de asesores, previo acuerdo con la
dictadura que en ese momento gobernaba en Honduras, para que se establecieran
ahí. La Argentina le dio ese apoyo y ahí se quedaron. Digamos que cuando
actuamos contra Somoza ya estaba el grupo de asesores argentinos en Honduras,
encabezado por el mayor Silveira, hoy acusado de la desaparición de 164 persona
en Honduras. Anda por acá en la calle. Así se estaba conformando la
contrarrevolución y ya hacían las primeras acciones para recuperar el poder en
Nicaragua. A partir de eso surgió la idea de atentar contra él, lo único que
sabíamos era que estaba en Paraguay. Fuimos unos cuarenta días, para poder
ubicarlo la primera vez. Después, ya de acuerdo a los movimientos que íbamos
observando, fuimos buscando las distintas formas posibles de actuar, hasta que
nos dimos cuenta que mantenía movimientos muy irregulares. Por esto decidimos
ubicarnos en un punto fijo en un paso obligado, sin llamar la atención, a la
espera de que se den las condiciones para actuar.
–¿En el equipo estaba Hugo Irurzún?
–Claro, es el que maneja la bazuka. Eramos tres los que actuábamos directamente
contra Somoza. Dos compañeros y yo. Mi tarea era contener a la guardia que venía
en un auto detrás. Irurzún tenía que dispararle un cohete al auto y el tercer
compañero servía de apoyo y cortaba el tráfico. Como se trabó el cohete, yo me
encontré con Somoza a menos de tres metros, el auto estaba frente a mí.
Entonces, desde la vereda disparé contra él. Para esto, los guardias que yo
tenía que controlar, se parapetaron detrás de una casa y empezaron a disparar.
Entonces el compañero que estaba cortando la calle dispara sobre ellos y tienen
que esconderse. Eso me permite meterme adentro de la camioneta, cubrirme y
cambiar el cargador. Lo mismo hace Irurzún, con el segundo cohete cargado. Lo
tira y ahí culmina la acción.