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Condenan a reclusión perpetua a Etchecolatz por genocida
Un tribunal de La Plata utilizó por primera vez esa figura al hallarlo
culpable de seis homicidios y dos casos de secuestro y torturas. El ex policía
besó un crucifijo y hubo disturbios con militantes de derechos humanos.
Rodolfo Lara
Clarín
En un fallo considerado histórico después de la anulación de las leyes del
perdón, el Tribunal Federal Nº 1 de La Plata incorporó la figura jurídica de
genocidio para condenar a reclusión perpetua al ex Director General de
Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz por crímenes de la
última dictadura.
La lectura de la sentencia fue interrumpida por disturbios en la sala, cuando el
ex policía se incorporó para besar un crucifijo y levantar la mirada al cielo.
Tenía puesto un chaleco antibalas.
Fue desalojado ante las corridas de un pequeño grupo de militantes de
organismos de derechos humanos que arrojó bombas de pintura. Los jueces acaban
de comprobar su responsabilidad en seis homicidios, y dos hechos de secuestro y
torturas. Por primera vez, una jurado establece que estos crímenes fueron "en el
marco del genocidio cometido en la Argentina entre los años 1976 y 1983". Es
decir, que estos delitos fueron parte de un plan de exterminio sistemático. "Soy
un prisionero de guerra y un detenido político", alegó Etchecolatz antes de
escuchar el veredicto.
En el primer juicio iniciado contra un represor tras la anulación de las leyes
del perdón, el Tribunal -integrado por Carlos Rozanski, Horacio Insaurralde y
Norberto Lorenzo- juzgó a Etchecolatz por los homicidios calificados de Diana
Teruggi de Mariani, Ambrosio De Marco, Patricia Graciela Dell Orto, Elena Arce
Sahores, Nora Livia Formiga y Margarita Delgado. También por los secuestros y
tormentos a Nilda Eloy y Jorge Luis López.
El ex policía estuvo sereno, con un repaso continuo de las cuentas del rosario
que llevó entre sus manos y sin gestos de contrariedad. Una vez se levantó para
el rutinario chequeo médico. A los 77 años se advierte un deterioro físico que
no altera su alíneo y cierta postura distante de la ancianidad. Según el fiscal
Carlos Dulau Dumm, fue responsable de episodios de "altísima criminalidad" con
agravantes de "ensañamiento y alevosía" cometidos desde la función pública.
Adjudicó "autoría funcional" a Etchecolatz por un plan sistemático de
eliminación de personas.
La defensa no pudo instalar el criterio de "estado de guerra en el país" y la
"convocatoria" del gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón a las
Fuerzas Armadas ("para aniquilar a la subversión") como justificación histórica
de los hechos posteriores al 24 de marzo de 1976.
En la etapa de los alegatos, el abogado Eduardo Boffi Carri Pérez refirió que
"la subversión quiso imponer un régimen totalitario en el país apoyado por otros
estados como el castrista". "El accionar subversivo -agregó Carri Pérez- fue
contra el artículo 29 de la Constitución y cometieron delito de traición a la
patria en grado de tentativa".
La estrategia fue evasiva de los cargos.
No hubo mención a las imputaciones sobre los secuestros, las desapariciones y
los episodios de tortura. "El Estado argentino no tenía campos clandestinos,
tenía campos de prisioneros ocultos, como en todo conflicto bélico", explicó la
defensa.
Etchecolatz tuvo competencia directa, en su carácter de segundo jefe de la
Policía, de esos lugares que incluyeron comisarías. Por uno de ellos pasó Nilda
Eloy, presente en la audiencia y testigo desde la sobrevivencia de aquel
infierno. Julio López también aportó un testimonio valioso. Ayer, la Policía
buscaba a este hombre que hace dos días tomó el micro para ir al municipio
platense -donde se realizó el juicio- y todavía no aparece. Ambos declararon
haber sido torturados por Etchecolatz. Y después de 30 años pudieron confrontar
la mirada del antiguo carcelero.
Nada conmovió al comisario retirado: "Se que me van a condenar y que no tendrán
vergüenza de hacerlo con un anciano enfermo, sin dinero y sin poder", se
anticipó. "Este juicio fue instrumentado como un rompecabezas para niños bobos o
bien grandes avivados porque participé de una guerra que ganamos con las armas
pero que políticamente vamos perdiendo", dijo. Absolución, fue el pedido de la
defensa.
Antes de abandonar la silla de acusado, Etchecolatz dirigió un mensaje al
jurado: "No es este tribunal el que me condena, son ustedes los que se
condenan".
La mano derecha de Camps
Mano derecha del General Ramón Camps, el 24 de marzo de 1976 prescindió de su
escuela policial para convertirse en soldado de una guerra inventada. Miguel
Etchecolatz había sido ascendido a comisario mayor el primer día de ese año,
cuando aún manejaba la Caja de Servicios Sociales de la Policía bonaerense. En
mayo tenía mando sobre 20 centros clandestinos de detención en la provincia de
Buenos Aires.
En su momento, la jueza Ana María Bulacio estableció que "nunca manifestó
complejo o culpa por haber matado" y destacó, "su fanatismo" al sostener que
había sido convocado "por la patria" para la represión ilegal. Tanto apego a la
solemnidad patriótica, no le impidió en 1997 debatir en público con el profesor
Alfredo Bravo, sobre las ventajas de su detención. Bravo había denunciado que
fue torturado por el comisario. Y después de recibir como respuesta "mentiroso",
aguantó con dificultad otro agravio: "El tratamiento que nosotros le hicimos
podía haberle curado de los callos y del pie plano", comentó Etchecolatz.
Acompañó el tramo más duro de la represión, hasta 1977, cuando Camps estuvo como
jefe de Policía. Antes del alejamiento, Camps firmó su ascenso a comisario
general, la máxima jerarquía en la fuerza. En 1999 solicitó el retiro activo.