Argentina: La lucha continúa
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La política agropecuaria del gobierno de kirchner
Suelos...¿para cuántos años?
Guillermo Cieza
Prensa De Frente.
En la edición de Clarín del 25/5 se reproducen estas declaraciones de Hugo
Fontaneto, especialista del INTA: "Lo que está aconteciendo con los suelos es
dramático. Estamos hipotecando el futuro". El título de la nota es tendencioso,
como corresponde a un medio alineado con el gobierno: "Afirman que los altos
alquileres amenazan el futuro del agro". Lo que en realidad está afectando el
futuro del recurso suelo y del agro es la política del gobierno. Los altos
alquileres son apenas una variable de un problema más profundo. Pero empecemos
por el principio. En el imaginario popular sobrevive la idea de una oligarquía
ganadera rentista que vive en Barrio Norte, enfrentada a una agricultura
impulsada por pequeños productores, que viven en la tierra, crean cooperativas,
etc. Esta es una buena postal del pasado, y a esa postal aludió el gobierno de
Kirchner cuando denunció a la oligarquía ganadera. Pero hoy la foto es
diferente.
Los números de la soja
En la pampa húmeda, en las tierras más fértiles (norte de Buenos Aires, sur de
Córdoba y Santa Fe), la soja promedia 4000 kg. En las tierras menos fértiles,
entre 2000 y 3000 Kg. El costo de una hectárea de soja, utilizando semilla
propia, es de alrededor de $300 y mil Kg de soja valen (descontado gastos) $400.
O sea, con 800 Kg de soja se pagan los gastos. Quien obtiene 2000 Kg de soja
gana $500, y quien obtiene 4000 Kg gana $1300. La comparación de estos
rendimientos con la producción de la ganadería es interesante. En tierras muy
fértiles se pueden obtener entre 300 y 400 Kg de novillos, los que (descontado
los gastos) generan entre $500 y $ 700. En tierras menos fértiles se puede
producir 120 Kg de ternero los que (descontados los gastos) generan $ 240.
La soja es mucho mejor negocio, pero hay además una ventaja adicional. Es mucho
más fácil vender en negro, soja, que ganado vacuno. Y esto es así porque los
puertos son privados, las balanzas son privadas y el único control sobre lo que
se exporta es lo que declaran las empresas. Con estos números sobre la mesa, la
pregunta es: ¿quién se está perdiendo este negocio? Se pierden el negocio
aquellos productores que tienen tierras muy malas, o de monte, o aquellos
productores que tienen una conciencia ecológica muy fuerte (muy pocos). Con
estos datos, la idea de asociar la oligarquía a las vacas, se cae a pedazos.
Sin negar que la oligarquía sigue teniendo vacas, el gran negocio agropecuario
de la oligarquía es, desde hace años, la soja. La ganadería es una producción
marginal que no ha crecido en los últimos 50 años. La oligarquía no sólo siembra
sus propios campos, sino que además alquila.
El artículo de Clarín señala que el 70% de las tierras destinadas a la soja son
alquiladas. Mucha de esa tierra alquilada estaba destinada anteriormente a
animales de pequeños productores, y buena parte de esa tierra alquilada también
es propiedad de pequeños y medianos productores arruinados.
La soja y los pequeños y medianos productores
Los diez años de convertibilidad llevaron a la ruina a los pequeños y medianos
productores. Muchos perdieron sus tierras, el 80% se endeudó hasta las orejas.
En esa situación apareció el boom de la soja y el pequeño y mediano productor
tenía dos posibilidades: alquilar el campo (le pagan entre 300 y 800 pesos la
hectárea según la zona) o arriesgarse él mismo a hacer soja. En los dos casos
aumenta sus ingresos a costa del recurso suelo. En pocos años el campo sólo va a
producir malezas y le ofrecerán como solución una inversión en fertilizantes que
está fuera de su alcance, y que además por un período de tiempo convierten en
no-rentable cualquier explotación.
La cuestión de la carne
La Argentina, país libre de la vaca loca y donde está controlada la aftosa, vive
un momento excepcional para realizar exportaciones de carne vacuna ocupando
mercados a los que le vendía Estados Unidos, o que supo ganar Brasil. Pero no
tiene vacas para exportar y la política del gobierno es frenar las
exportaciones, para bajar el precio de la carne vacuna. A primera vista parece
una medida de gran contenido popular que afecta a la "oligarquía ganadera".
Si lo analizamos más a fondo, contemplando las reglas con que se maneja la
economía capitalista, las consecuencias son previsibles: se fortalecerá el
monocultivo sojero y las próximas generaciones populares no van a comer carne
vacuna. La explotación ganadera es un negocio largo y lo que se descalabra,
tarda en reponerse. Pero no sólo afecta a la carne vacuna, también al lechón y
al cabrito. Porque si el asado está muy barato cae el precio de estos
sustitutos. El lechón, una producción de poco capital y mucha mano de obra,
siempre ha defendido a los pequeños productores de la provincia de Buenos Aires,
pero ahora la producción deja de ser rentable. El chacarero deja de hacer maíz
para sus lechones y hace soja.
Pensado en términos capitalistas -el gobierno no propone otra cosa- había
medidas más progresistas para bajar el precio de la carne. En el corto plazo,
aumentar las retenciones achicando el negocio fabuloso de los frigoríficos
exportadores, que con el cuarto trasero y el cuero pagan el valor total del
novillo. Y para modificar la tendencia, con resultados a mediano plazo, aumentar
fuertemente las retenciones a la soja, al punto que sea más rentable producir
alimentos (maíz, trigo y carne) que soja. Si tanta preocupación había por el
consumo popular de la carne, se podía bajar otro 10,5% eliminando el IVA (y de
paso se mejoraba un poco el regresivo sistema impositivo).
La cuestión de la tierra
En Argentina, desde 1976 se está haciendo una reforma agraria, pero una reforma
agraria al revés. La concentración de la tierra ha recuperado los índices de la
Argentina oligárquica de principios del siglo XX.
Por eso, la consigna de la reforma agraria reivindicada por las organizaciones
campesinas y de izquierda, tiene un valor más ideológico que político. Hoy la
correlación de fuerzas impone resistir el avance concentrador del gran capital
mucho más que pensar en que estamos a la ofensiva y podemos salir a expropiar
tierras al capital.
Lo que está sucediendo en provincias del interior es que más de diez millones de
hectareas, que durante años estuvieron en manos de familias campesinas, hoy son
disputadas por empresas de agronegocios, que pretenden esas tierras para
producir soja. Producción de soja que en algunas zonas van a realizar previo
desmonte, con daños ecológicos irreparables.
En la pampa húmeda, como ya explicamos, el monocultivo de soja también tiene
como consecuencia inevitable la concentración de la propiedad. Se puede discutir
el papel que pueden jugar en un proceso de liberación los pequeños y medianos
productores, que representan los últimos restos de la burguesía nacional. Lo que
sí es indiscutible es que la política oficial agropecuaria asentada en el
monocultivo de soja los va a aniquilar. Y esto no lo compensan los créditos
blandos, que algunos productores (calificados por los bancos) tomarán para
sembrar soja.
La protesta de los pequeños y medianos productores ya ha empezado a expresarse y
como era de esperar es confusa y hay intereses mezclados. No es lo mismo la
resistencia organizada que desarrollan desde hace años movimientos como el
Mocase o el Movimiento Campesino de Córdoba, que las asambleas de las sociedades
rurales del interior de la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo aún en
asambleas desarrolladas en lugares tradicionalmente conservadoras, se advierte
una decisión de resistencia, que en este caso trata de ser atenuada por los
dirigentes ruralistas que actúan como bomberos del oficialismo. La ecuación es
muy simple: en la medida que las asociaciones representan a propietarios más
grandes, aumenta la posibilidad que sus dirigentes sean grandes productores de
soja y están muchos menos afectados por la baja del precio de la carne.
Kirchner y Perón
La comparación del gobierno de Kirchner con el primer gobierno peronista es
inevitable. Intentemos una comparación: el primer gobierno peronista le quitó a
la oligarquía el control de las exportaciones con el IAPI, promovió las
cooperativas agropecuarias y a través de proyectos de colonización, permitió el
acceso a la tierra de miles de familias campesinas. Y en términos globales
redistribuyó la riqueza a favor de las mayorías. Lo que también es cierto es que
su plantel de funcionarios dejaba bastante que desear. Era una rara mezcolanza
de arribistas, obsecuentes, fachos y patriotas con sentido popular.
El gobierno de Kirchner ha corregido ese detalle: los funcionarios son todos
progresistas. Pero el proyecto redistribuye la riqueza y la tierra a favor de
las minorías y es más parecido al de la vieja oligarquía de principios del siglo
XX, sin ninguna pretensión de autonomía, ni siquiera en términos capitalistas.
Como alguien comentara recientemente: un proyecto basado en petróleo, soja y
minerales puede estar bien para Angola, pero no para la Argentina. En realidad,
tampoco para Angola, porque el petróleo, los minerales, el suelo, no son
recursos renovables.
La burbuja
En zonas donde el peso del empleo de las grandes empresas de servicio público
era importante y estas fueron privatizadas, se produjo un gran aumento del
dinero circulante. Esto sucedió por ejemplo en Berisso y Ensenada, donde vivían
muchos obreros de YPF y Petroquímica Mosconi. La mayoría de estos trabajadores
fueron indemnizados y cobraron de golpe 20 o 30 sueldos juntos. No sólo mejoró
la situación coyuntural de estos trabajadores, también se incrementó el
comercio, la construcción, las ventas de electrodomésticos y automotores. La
burbuja duró pocos años. Después de eso se esfumó el dinero de los cesanteados,
pero además el valor de sus sueldos dejó de ingresar en la economía zonal, y
emigró a otros países donde tienen sus sedes Repsol y los dueños de las empresas
privatizadas. La miseria se abatió también sobre el comercio, la construcción y
el conjunto de la población de esas localidades convertidas ahora en
ciudades-dormitorio.
En las ciudades del interior, la sobreexplotación del recurso suelo por el
monocultivo de la soja provoca aumentos evidentes en la circulación del dinero.
No solo ganan los del pool de siembra y los productores, también mejora la
situación del comercio, la construcción y crece el empleo. El problema va a
plantearse cuando se agote el recurso suelo, esquilmado por la combinación soja-glifosato.
La soja es un gran consumidor de nutrientes y el glifosato mata microorganismos
útiles de la tierra.
La cuestión del suelo es bastante más compleja, pero analizándolo en términos
groseros, productivistas, podemos decir que el suelo funciona como una cuenta
bancaria. Si tenemos un recurso y sacamos en un año lo que podemos sacar en tres
-y la reposición de nutrientes y microorganismos sigue siendo la misma- es
cuestión de tiempo, pero inexorablemente esa cuenta queda agotada, no operable.
Muchas veces se ha hecho referencia al desastre ecológico provocado por La
Forestal y a la irresponsabilidad de los gobiernos de turno más preocupados por
hacer caja con las exportaciones que por el desastre ecológico provocado. El
desastre que provocará el monocultivo de soja va a ser el mismo, pero a escala
nacional.
El crecimiento económico y el crecimiento del empleo experimentado en los 3
primeros años de gobierno de Kirchner está acompañado por una coyuntura
favorable de aumento del valor de las materias primas que exporta, pero además
asentado en la burbuja que provoca la intensificación del saqueo de los recursos
naturales. Tenemos petróleo y gas sólo para 8 años. Y suelos... ¿para cuántos
años?
En ese sentido puede trazarse una continuidad entre la política de los militares
que endeudaron el país, Menem, que privatizó las empresas publicas, y Kirchner,
que profundizó la política de saqueo de los recursos naturales.
Autorreferencialidad y cooptación
Resulta por lo menos curioso que la Federación Agraria aparezca en las
discusiones con el gobierno, como el sector más oficialista, y muy triste
advertir que Lovey, un viejo dirigente de las Ligas Agrarias del Chaco, aparezca
como firmante de una solicitada de apoyo al kirchnerismo. Hay una explicación
posible: seguramente la Federación Agraria y Lovey contarán con más recursos
para llevar adelante su prédica, seguramente se le habilitarán proyectos que les
permitirán concretar sueños de emprendimientos productivos y cooperativas
largamente anhelados. Lo que es seguro es que esos logros no podrán compensar
las consecuencias de políticas de gobierno que amenazan destruir a los sujetos
sociales que pretenden representar.
La situación de esos dirigentes resulta parecida a la de aquel enviado de la
Cruz Roja que recibió el siguiente telegrama: "Buenas noticias, hemos podido
aumentar la provisión de medicamentos. Vamos a seguir adelante con el bombardeo
y seguramente se intensificará en los próximos días. Pero Ud. estará en mejores
condiciones para desarrollar su trabajo."
Seguramente hay otro proyecto de país posible al que nos ofrece Kirchner. Un
proyecto de país donde haya lugar para las utopías, pero también políticamente
más sensato y responsable. Habrá que pensarlo desde muchos lugares que hoy
resisten. Encerrarnos en nuestra propia lucha también es una forma de
resignarnos.