Argentina: La lucha continúa
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Torturaron y balearon a Fabián Sampietro en un penal donde
nunca debió estar
"Excesos"
Daniel Badenes
"Quienes estaban acompañando, en principio, habrían actuado conforme a las
reglamentaciones. Los excesos vendrían de parte de estas personas", declaró el
jueves por la tarde el titular del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB)
Fernando Díaz en alusión al subprefecto Martín Marcos y al oficial Diego Démola,
de la Unidad Penal Nº 45 de Melchor Romero, que fueron desplazados de sus cargos
luego del feroz ataque que comandaron contra un interno indefenso, Fabián
Sampietro, militante del colectivo de comunicación popular Radio La Cantora.
Ese retorno a un léxico propio de la dictadura resulta bastante coherente: las
cárceles bonaerenses siguen siendo, como entonces, un ámbito ajeno a la dignidad
humana, y allí son moneda corriente las vejaciones a los presos, en abrumadora
mayoría jóvenes pobres, recluidos por delitos menores y sin condena firme.
Pero no son excesos los de aquellos que no reconocen límites. Y lejos de
registrarlos están agentes penitenciarios que atacaron a Sampietro. "Lo han
destrozado. Lo balearon por la espalda. Le han pegado itakazos en la cabeza y en
todos lados. Tiene las manos dormidas. Para humillarlo le han metido los dedos
en el culo, es decir, hasta lo han violado", relata la coordinadora de La
Cantora, Azucena Racosta: "Y el jefe de la Unidad 45, Duarte, lo amenazó
diciendo `la pulseada te la vamos a ganar nosotros´", agrega, interpretando esa
expresión como una referencia al informe publicado en la última edición de la
revista La Pulseada, que se ocupó de la historia de Sampietro, la labor del
grupo que integra en defensa de los derechos de los presos, y la causa armada
por la que está privado de su libertad desde octubre del 2005, convertido en un
"rehén del Servicio Penitenciario".
En ese sentido, otro integrante de La Cantora, Fabián Viegas, remarca que su
compañero "ni siquiera tendría que estar preso en este momento. Fabián está con
una causa armada. Y aún en esa causa, está morigerado de la pena y tendría que
poder estar en libertad. Es una situación terriblemente injusta".
"Mucho discurso de los derechos humanos pero las cárceles siguen siendo campos
de concentración donde se hiere, se mata, se viola y se desaparece gente",
expresó Racosta en la mañana a la radio Estación Sur, mientras su compañero de
militancia estaba "todavía dentro de ese campo" y no había recibido atención
médica, salvo la de una psiquiatra, "porque parece que ser defensor de los
derechos humanos tiene mucho que ver con estar loco".
El miércoles, el colectivo La Cantora había difundido un alarmante comunicado
donde preguntaba por el paradero de Sampietro, luego de que fuera sacado de la
Unidad neuropsiquiátrica Nº 34 de Melchor Romero, donde estaba recluido hace
meses, pese a no ser un paciente psiquiátrico. El texto, titulado "¡Devuelvan a
Sampietro vivo y en libertad!", denunciaba que "a raíz de la lucha contra las
condiciones de detención de los internos que libró Sampietro en esa Unidad, en
la noche de ayer fue trasladado", en tanto "luego de retirar a Fabián de la
Unidad 34, los penitenciarios realizaron una violenta requisa en el
pabellón de buzones (de castigo), allí rompieron todo lo que tenían a su paso.
Les sacaron a los pacientes sus calentadores, sus radios, sus encendedores, bajo
la amenaza de que ya no estaba Sampietro para defenderlos". Y ahora se sabe, por
fuentes confiables, que varios de esos presos enfermos fueron "apretados" para
que "se cuiden" de lo que pudieran declarar.
Tras ser retirado de allí, Fabián Sampietro, conocido por sus denuncias de
violaciones a los derechos humanos y corrupción en el SPB, fue llevado a la
Unidad 45 de Melchor Romero. Precisamente de allí había sido salido antes de
llegar a la 34, pues las autoridades penitenciarias entendían que su vida corría
peligro. "A él lo habían sacado de la Unidad 45 por hacer una redistribución de
la comida que había dentro del penal. Sacó de la cocina y la distribuyó a los
internos...", recuerda Rodrigo Pomares, abogado del Centro de Atención a la
Víctima de la Provincia de Buenos Aires e integrante del Colectivo de
Investigación y Acción Jurídica (CIAJ): "no sé cual es el motivo para que vuelva
ahí. De hecho existían comunicaciones en las cuales el director del penal
manifestaba a gente del Ministerio de Justicia que no lo querían de vuelta".
El militante no sólo regresó sino que fue recibido de la peor forma: el
miércoles cerca de las 20 horas le propinaron golpes, vejámenes y hasta balazos
para intentar, una vez más, amedrentar su militancia contra la corrupción y las
lesiones a la dignidad humana cometidas diariamente por agentes del Servicio.
Según un comunicado de La Cantora, además, "luego de tales violaciones, nuestro
compañero fue atado con cadenas a una cama y no recibió atención médica, así
paso la noche".
La difusión pública que tuvo la situación generó conmoción y finalmente el
jueves por la tarde el agredido fue llevado al Hospital San Martín. Luego habría
sido trasladado a la unidad-hospital Nº 22, "en teoría con un compromiso de
estar bajo cuidados extremos", sostiene Pomares y se sobreentiende que siempre
queda un margen de dudas.
Un hecho inédito fue que los tres jueces que integran la Sala Primera del
Tribunal de Casación Penal de la Provincia –Horacio Daniel Piombo, Benjamín
Ramón Sal Llargués y Carlos Ángel Natiello– fueron a ver a Sampietro al penal.
Ellos son quienes tienen en sus manos resolver el agotamiento de la pena que le
cabe al militante de La Cantora.
Por otra parte, la denuncia por lo ocurrido quedó a cargo del fiscal Marcelo
Romero, cuya presencia en el penal habría sido ordenada por la propia
Procuradora General, aunque no actuó con el rigor esperado. "A mi modo de ver
hay diligencias que se tendrían que haber hecho y no se hicieron", evalúa
Pomares y ejemplifica: "Había que tomarle declaraciones a todas las personas. No
tanto a él, que puede pasar a resguardo a otra unidad: a la gente que estuvo al
lado de él y que vio todo esto. Esas personas van a quedar en la 45, y no es muy
propicio que pasen estos días antes de declarar en la misma unidad donde pasó
todo". Además, agrega el abogado del CIAJ, el fiscal "tampoco tomó otras
medidas. No sé si lo habrá hecho con posterioridad, pero no nos consta que haya
una medida que es de rigor: secuestrar los libros de registros del Servicio, y
las escopetas para ver de cuál salió el disparo...".
Aún así, el Gobierno provincial se vio obligado a encontrar al menos algunos
chivos expiatorios: por la tarde, el ministro Eduardo Di Rocco puso en
disponibilidad preventiva a dos de los responsables; y Díaz se presentó como
querellante en una causa penal. Sin embargo, no se habrían tomado medidas contra
el jefe máximo de la Unidad, Raúl Duarte, a quien Sampietro identifica como el
agresor que vociferó "la pulseada te la vamos a ganar nosotros". En su último
comunicado, el colectivo La Cantora señala que "el Prefecto Duarte (alias
Chino), tiene antecedentes de asesinato bajo su investidura. Años atrás asesinó
a un interno de apellido Ferreira en la Unidad 29 de un balazo con una pistola
22".
Por otro lado, la responsabilidad de los jefes de ese penal se limita a los
hechos sucedidos allí. No son ellos los responsables de su traslado a ese lugar,
que nunca debió haber ocurrido. Nada parece avanzar en ese plano.
En los últimos tiempos, distintas organizaciones de derechos humanos han
denunciado y la Justicia ha probado aberraciones sucedidas en el Servicio
Penitenciario Bonaerense, desde la aplicación de torturas con picana eléctrica
hasta operaciones de inteligencia extra-muros de carácter ilegal, pasando por el
atroz hacinamiento de miles de jóvenes sin condena. Simples excesos, dirían el
titular del SPB Fernando Díaz y el ministro Eduardo Di Rocco, que no parecen
tener en mente la posibilidad de renunciar.
"Desde la cantora decimos que los internos e internas de las unidades
penitenciarias no pueden continuar en manos de torturadores. El tratamiento de
estas personas debe estar a cargo de civiles, profesionales y gente de bien que
aporten a los privados/das de la libertad las herramientas que estos necesitan
para optar por la vida", insisten desde el grupo donde Sampietro milita
defendiendo sus derechos, algo que el Servicio Penitenciario, herencia de la
dictadura, no acepta ni perdona.-