Argentina: La lucha continúa
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Hijos del hijo, por causas olvidadas
"A muchos argentinos se les achicó el mapa"
Cristian Vitale
Página 12
Dos matanzas olvidadas, ajenas a la memoria histórica que se transformó en
bandera de lucha de una banda under de rock llamada Hijos del Hijo. Son cuatro,
aunque el motor es Rudy Serrano, muchacho-ropero (alto, gordo y macizo, ver
foto) que si quisiera destrozaría a golpes a los autores, pero optó por hacerlo
con la pluma y la guitarra. "Mi sueño es decirle al Presidente: ‘¿No le parece
que los indios son los olvidados?’", dice al NO. "Veo al indio como al travesti:
siempre se lo mira despectivamente."
El compromiso no pasa sólo por el enunciado. Dos canciones, Sangre aborigen y
Napalpí, muerte y olvido ("Una orgía de sangre se desató / Mujeres, ancianos y
niños heridos / A machetazos (se) los degolló"), rebotaron en las víctimas de
tercera generación. Gente de la comunidad qom La Matanza las escuchó, se
contactaron y, de repente, todos estaban en la sede del Serpaj (Servicio de Paz
y Justicia) con Adolfo Pérez Esquivel, en busca de justicia (ambas causas están
en juicio). "Mi abuela tiene rasgos aborígenes, pero en mi familia siempre se
tapó su procedencia. Es un orgullo tener una abuela así. Ahí me enteré de
Napalpí. ¿Cómo puede ser que, estando siempre interesado, nunca lo supe? Alguien
lo tapó. ¿Puede ser tanta maldad, tanto salvajismo olvidados?", reniega el
rocker-ropero.
La banda fue nombrada representante artística por los qom y pilagá. Con la gente
del Serpaj acordaron una marcha multitudinaria para el 19 de julio –a 82 años de
Napalpí– en Buenos Aires y un festival destinado a recaudar fondos para las
comunidades donde tocarán León Gieco y Luis Salinas, entre otros, para octubre.
"Saber que al cacique lo empalaron con sus dos hijos es terrible. Si lo decís
muy rápido, pasa. Pero si hacés un segundo de silencio y te ponés a pensar qué
es empalar... Dios, el sufrimiento que vivió ese tipo. El ritmo de la ciudad no
te da tiempo para pensar; pero yo, como compositor y músico, tengo todo el
tiempo del mundo."
La banda empezó de entrecasa: "Yo era cantante de baño hasta que me agarró un
ataque de pánico y el psicólogo me intimó a dejar de hacerlo. Me vine de Las
Heras directo al rock", cuenta Rudy. Tres años le alcanzaron para armar una
banda y escribir ¡más de 200 temas!, que de a poco van encontrando interés fuera
de la ducha. "A veces, miro tele para recopilar info y escribir. Un día me
encontré con que Susana Rinaldi y Daniel Scioli estaban analizando en el
Congreso cómo reabrir ¡la Confitería El Molino!¿Qué? ¿Vivimos en una nube de
pedos? ¿Somos todos locos? En un país con niños desnutridos y matanzas horribles
desconocidas hay gente que está interesada en ¡abrir un bar! Increíble. Parece
que a muchos argentinos se les achicó el mapa", epiloga.
Matanza I. Napalpí. Chaco. 19 de julio de 1924. 130 policías y unos 10 civiles
bajo órdenes de Fernando Centeno descargan los Winchester y Mauser sobre tobas y
mocovíes, y exterminan a 450 indígenas. Ante la primera señal de vida, a los
sobrevivientes se les corta el pene si es hombre, o los pechos si es mujer. La
causa del etnicidio es una huelga –los recolectores de algodón pedían mejores
condiciones de trabajo y que los "blancos" no ocupen sus tierras– y su líder, el
cacique Pedro Maidana, la paga caro. Primero lo capan a machetazos, y luego lo
empalan (atraviesan sus esfínteres con estacas) junto a sus dos hijos. Es un
crimen de lesa humanidad, que sólo uno de cada 100 mil argentinos conoce.
Matanza II. Rincón Bomba. Formosa. 10 de octubre de 1947. Terratenientes del
Ingenio San Martín de El Tabacal (Salta) despiden braceros pilagás y wichís sin
indemnización. Les habían prometido una paga de 6 pesos por día y le dan dos con
cincuenta. Los 8 mil vuelven a Formosa ¡caminando! Sin trabajo, piden pan: Perón
manda tres vagones con medicina, ropa y alimentos, pero alguien los demora en la
estación y todo se vence, o se curra. El alimento provoca intoxicación masiva
entre los indígenas. Mueren más de 50 y los montes mutan en cementerios. Ritos
misteriosos, seres famélicos, gritos en la noche, y la típica paranoia blanca,
que teme venganza. Por las dudas, cien gendarmes rodean campamento aborigen.
Caen 300 pilagás y luego, otros 450 entre ancianos, y mujeres para evitar
testigos. Niños caminan, lloran y gatean sucios entre los cadáveres.