Argentina: La lucha continúa
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La "enfermedad argentina"y las gallinas brasileñas
Profesor José Luis Fiori*
Existe un enigma que sigue sin respuesta, en la historia de Argentina:
porqué el país más rico de América Latina no consiguió realizar en el siglo XX,
su "destino manifiesto" de gran potencia?. En el último cuarto de siglo
XIX, después del fin de la Guerra de Paraguay, entre 1870 y 1914 – como en el
caso de los Estados Unidos, Alemania y Japón – la economía y la sociedad
argentinas vivieron una "Edad de Oro": en este período de 34 años, el PBI
argentino creció de forma continua, a una tasa media de cerca de 7% al año – la
mayor del mundo, en el período – al mismo tiempo en que crecía la renta per
cápita de los argentinos, a una tasa del 3,8%, igualmente, la mayor del mundo.
Como consecuencia, a comienzos del siglo XX, la renta per cápita de los
argentinos era cuatro veces mayor de que la renta de los brasileños, y el doble
de la renta de los norteamericanos. El crecimiento de la economía
argentina, después de la Guerra del Paraguay, fue liderado, durante la mayor
parte del tiempo, por la exportación agropecuaria, pero se dio también en la
industria, y en la mayor parte del tiempo, fue también inducido por las
inversiones en la construcción de la extensa red ferroviaria que integró el
mercado nacional argentino, antes del final del siglo XIX.
Su pauta de exportaciones agrícolas era diversificada, y su población ya vivía
predominantemente en las regiones urbanas, donde el 64% trabajaban en la
industria, comercio o sector de servicios. Por fin, a comienzos del siglo
XX, 1/3 de los argentinos vivían en Buenos Aires, una ciudad sofisticada, con
alto nivel educacional y cultural, y que fue durante mucho tiempo, una especie
de capital europea de América Latina. En síntesis, en la víspera de la 1ª
Guerra Mundial, Argentina era el país más rico del continente
latinoamericano, era uno de los diez países más ricos del mundo, y tenía
todas las condiciones para transformarse en la potencia hegemónica de América
Latina, y en una potencia económica mundial. Pero no fue esto lo que
sucedió. Sobretodo después de 1930, cuando Argentina comienza a perder el
impulso económico de su Edad de Oro, y sufre un proceso social de fragmentación
política, cada vez más profunda y radical.
Pero recientemente, entre los economistas, y en particular entre los
neoliberales, se transformó en un lugar común atribuir la responsabilidad de
este "fracaso argentino" al "populismo económico" del gobierno de Perón. A
pesar de que Juan Domingo Perón solo haya gobernado la Argentina entre 1945 y
1955, y después, muy rápidamente, entre 1973 y 1974. Y a pesar de que
todas las evidencias indiquen que fue en las décadas de 1930 y 1970 que la
economía argentina perdió de hecho, su aliento expansivo, atrasándose en
relación al ritmo de sus competidores más próximos. Exactamente en las dos
décadas en que la Argentina enfrentó dos grandes crisis internacionales,
y respondió a la turbulencia global reforzando su opción del siglo XIX, por una
"economía abierta", y por una política económica ultra-liberal. Primero,
en los años 30, con la "restauración conservadora" del Gral. Justo, y después,
en los años 70, con el "fascismo de mercado" del Gral. Videla y del ministro de
economía, Martínez de Hoz, que implantaron en la Argentina, el modelo
político-económico que ya había sido introducido en Chile, en 1973, y en
Uruguay, en 1974.
Según una estimación del economista argentino, Ernesto Lavagna, entre 1930 y
1945, Brasil creció a una tasa media que duplicaba su PBI cada 28 años, mientras
que Argentina, precisaría de 42 años para hacer lo mismo.
Y de nuevo, en la década de 1970, Brasil creció a una tasa que duplicaba su PBI
cada 9 años, mientras que Argentina precisaría de 29 años. Pero atención,
porque aún después de la 1ª Guerra Mundial, y de la crisis de 1930, la economía
argentina siguió creciendo e industrializándose, y su sociedad siguió
enriqueciendo y sofisticándose. De tal forma que el PBI argentino solo
fue superado por Brasil y por Méjico, en la primera mitad de la década del
50, a pesar de esto, la renta per cápita y el nivel educacional de la población
argentina siguió siendo, casi el doble de la brasileña y de la mejicana hasta el
fin del siglo XX. El problema es que después de 1930, el crecimiento de la
economía argentina se dio de forma cada vez más inestable, con una sucesión de
ciclos económicos cada vez más cortos e intensos ("bi-polares"), con grandes
tasas de crecimiento seguidas de profundas crisis y depresiones económicas.
Y, a pesar de esto, la política económica se mantuvo casi igual: una
combinación de inversiones y créditos extranjeros con políticas monetarias y
fiscales ortodoxas, y un limitado papel del estado en la dinamización de la
economía, en nombre del equilibrio fiscal.
Una especie de "recurrencia inercial" que no resultó de una política
consistente, por el contrario, fue una consecuencia "no buscada" de la
diversidad contradictoria de los intereses exportadores, y de la heterogeneidad
de los intereses industriales y de los trabajadores, que pudieron convivir de
forma relativamente pacífica durante el período de alto crecimiento continuo, de
la Edad de Oro, pero que después no consiguieron más encontrar entre sí,
algún denominador común que pudiese ser políticamente eficiente. Por esto,
una de las lecciones más importantes de esta historia argentina, es que del
punto de vista estrictamente coyuntural, este "padrón de desarrollo" posterior a
1930, tuvo un desempeño medio extremadamente razonable. La economía
argentina creció a una tasa media de 2,95% al año, entre 1913 y 1950; de 3,75%
al año, entre 1950 y 1973; y de 2,06% al año, entre 1973 y 1998. (Maddison,
2001, p:197). Un desempeño mejor que el de Brasil entre 1980 y 2006.
El problema es que la reproducción de estos mini-ciclos de crecimiento, junto
con la preservación de la política reactiva y liberal, al lado de un conflicto
distributivo cada vez más intenso, acabó erosionando el horizonte de expansión
de largo plazo de la riqueza y del poder de Argentina. Después de 1930,
fue cada vez más difícil formar una coalición de poder consistente, y con
la fuerza suficiente para arbitrar intereses e imponer un proyecto nacional de
largo plazo, por encima y contra la imposición mecánica de los mini-ciclos del
mercado, similares a los "vuelos de la gallina" del nuevo "padrón de
desarrollo brasileño", implantado en 1994.
* José Luis Fiori – Profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Traducido para LA ONDA DIGITAL por Cristina Iriarte