Argentina: La lucha continúa
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La economía crece pero empeora la distribución del ingreso
Paola Visca
Tercer Mundo Económico
A pesar de las recientes altas tasas de crecimiento económico, la desigualdad no
se ha reducido en Argentina. Por el contrario, el gasto social estatal no se ha
recuperado y los ingresos del 10 por ciento más rico son ahora 30 veces
superiores al del 10 por ciento más pobre.
La economía argentina no ha dejado de crecer desde el año 2003. Si bien a fines
de 2001 el país sufrió una gravísima crisis económica y financiera, que se
extendió a 2002, el país registró en los años siguientes tasas de crecimiento
del producto interno bruto (PIB) que sobrepasan el ocho por ciento anual. Pero a
pesar de esta rápida recuperación de muchos indicadores económicos esa mejora no
se ha extendido al plano social, donde la situación todavía se mantiene
rezagada.
Una primera constatación indica que el gasto social asignado por el gobierno de
Néstor Kirchner es incluso menor al promovido por los gobiernos anteriores,
incluso el de Carlos Menem. En efecto, según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INDEC) de Argentina, en 2004 el gobierno destinó al gasto
social poco más de 45.500 millones de pesos (15 millones de dólares), frente a
los 56.000 millones que destinara el de Menem en 1994 y a los casi 60.000
millones el de Fernando de la Rua en 2001 (en valores constantes). Las
estimaciones no oficiales para 2005 sostienen que el gasto social total habría
aumentado en este último año hasta alcanzar los 51.000 millones de pesos.
Una segunda conclusión es que bajo ese crecimiento espectacular de la economía,
la ausencia de un mayor gasto social, junto a otros factores, terminó
desembocando en un empeoramiento en la distribución del ingreso. Argentina se ha
convertido en uno de los países más inequitativos del continente. La diferencia
entre el 10 por ciento de las personas ubicadas en la franja socio-económica más
elevada y el 10 por ciento más pobre se ha ampliado a más de 30 veces. Esta
cifra resulta realmente alarmante, sobretodo comparándola con los valores que
este indicador tenía en la década del 70, cuando esa diferencia era de sólo ocho
veces. Esta brecha no ha dejado de crecer, y en entre 2004 y 2005 pasó de 28 a
las 30 veces actuales.
Los valores del índice de Gini -un indicador utilizado para medir el grado de
concentración del ingreso en una sociedad- han estado empeorando en las últimas
décadas no sólo en el caso argentino sino en el de toda América Latina. (Los
valores del índice de Gini van de cero a uno, donde los resultados más altos
indican una mayor concentración, es decir una distribución menos igualitaria.)
En América Latina y el Caribe el índice pasó de poco más de 0,48 en la década
del 70 a 0,52 a principios de la década actual. En lo que respecta a Argentina,
los valores para las zonas urbanas han pasado de 0,42 a principios de la década
del 90 a 0,47 en 1995 y a 0,53 a fines de 2002 (según la Encuesta Permanente de
Hogares del Instituto de Estadística). Es decir que en Argentina se observa un
retroceso particularmente rápido en la equidad, especialmente en los últimos
años, a pesar de un escenario ventajoso desde el punto de vista económico.
Las recesiones se han caracterizado no sólo por el aumento de la pobreza, sino
también por el mayor deterioro relativo de los ingresos de los pobres. Tanto la
pérdida de ingresos como el aumento de la desigualdad del ingreso llevan a una
distribución menos equitativa.
A fines de 2004, un economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA)
sostenía que a pesar de la reactivación, los obreros y empleados no recibían los
frutos de ese crecimiento económico. Recordó que la suma de los ingresos del
conjunto de empleados, formales e informales, desocupados que perciben subsidios
y jubilados representaba el 34 por ciento del PIB en 2001, momentos antes de la
crisis. Pero en 2002 la participación bajó a 29 por ciento, en 2003 a 27 por
ciento y en 2004 volvió a caer al 25 por ciento. Se podría argumentar que en
épocas de crisis este cociente disminuya, pero una vez superada y en momentos de
bonanza económica, esos números no sólo no mejoraron sino que ni siquiera se
acercaron a los niveles anteriores.
Los analistas de la CTA consideran que la reactivación económica beneficiaba
apenas a un puñado de empresas. Frente a un incremento de ocho por ciento en la
actividad, las ganancias de las cien empresas más importantes de Argentina
crecieron 47 por ciento. Además, la población sigue sosteniendo buena parte de
la recaudación: en Argentina más del 60 por ciento de la recaudación proviene de
impuestos al consumo mientras es relativamente baja la presión sobre las
ganancias.
En este contexto de desigualdad se observaron avances al lograrse una
disminución en la pobreza y la indigencia en el último año. Se estima que esto
se debe a aquellas personas de los sectores populares que cayeron en la pobreza
durante la crisis y que lograron revertir su situación gracias al reciente
dinamismo económico, mientras que otros tantos indigentes pasaran a la categoría
de pobres.
La evidencia empírica parece chocar con la idea de equidad y bienestar que
Kirchner pregona en su discurso. Efectivamente, aunque el actual gobierno
congela precios, subsidia servicios y mantiene planes asistenciales, en los
hechos la distribución del ingreso sigue siendo cada vez más regresiva. Los
analistas sostienen que parte de este resultado se debe a que jubilaciones,
salarios de docentes y personal de la salud han perdido poder adquisitivo,
afectando así a un amplio sector de la población.
Otra de las causas que estaría afectando la mala distribución en los últimos
años se derivaría de la baja en el porcentaje del gasto en los rubros de
educación, cultura, ciencia y técnica. Las cifras muestran que en estos ámbitos,
el gobierno destinó 28 por ciento menos en 2004 que en 2001. Es cierto que
rubros como empleo y seguro de desempleo evidenciaron un fuerte aumento en el
último año, pero también es verdad que si no se refuerza la educación y la
preparación de los trabajadores para la reinserción en el mercado laboral, ese
aumento en el empleo no se va a ver reflejada en mejores condiciones de
ingresos, y esto es lo que conduce a mayores niveles de inequidad.
La informalidad constituye otra barrera a la mejora en la equidad, que a la vez
está relacionada con las características educativas de la población laboral. Las
diferencias entre salarios formales e informales es cada vez más grande,
alcanzando en la actualidad un 40 por ciento. Las cifras son una vez más
alarmantes: en el sector privado el 50 por ciento de los trabajadores están "en
negro", es decir fuera del sistema legal.
Lo que en un principio puede parecer una contradicción, que el aumento en el
número de ocupados no debería empeorar las condiciones de equidad, se explica
entonces por la calidad del empleo. Muchos de los empleos que se generan son en
condiciones de informalidad, es decir sin cobertura de seguridad social y con
remuneraciones muy por debajo de las del sector formal.
Las cifras anteriores no dejan de ser llamativas. Se esperaría que con un
gobierno que se define como de izquierda la tendencia al aumento de la
desigualdad se revirtiera. Sin embargo esto no sucede. Los estudios demuestran
que la distribución del ingreso no está mejorando en Argentina, y por lo tanto
tampoco mejoran las condiciones de vida de una gran parte de la población. Las
razones pueden ser muchas, y entre ellas están las que se han comentado
previamente donde ha fallado el papel del Estado en redistribuir activamente
parte del ingreso generado en el país.
Esto demuestra una vez más que el crecimiento económico no es sinónimo de
desarrollo ni tampoco es suficiente para lograrlo. Para que el crecimiento se
refleje en mejoras para la sociedad se requieren de medidas específicas que no
pueden reducirse a planes asistenciales puntuales. Es necesario crear
oportunidades diversificadas que permitan lograr una vida digna asegurando
educación, trabajo y salud. Si se espera que el mercado por sí mismo genere esas
oportunidades, sin intervenciones ni incentivos, se seguirá perdiendo un valioso
tiempo para lograr una mejora verdadera en la equidad.
* Paola Visca es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología,
Equidad – América Latina):