Argentina: La lucha continúa
|
Los usos políticos del 25 de Mayo
Oscar Amado y Federico Corbière
Argenpress
La masiva concurrencia, que culminó ayer con la celebración ritual de la semana de Mayo, entrelazó el estrabismo programático y compulsivo del kirchnerismo todopoderoso con un tamiz de ciudadanía y alegorías patrias
El presidente Néstor Kirchner saluda desde la terraza de la Casa Rosada.
La Plaza de Mayo fue una vez más el punto de encuentro de miles de
argentinos. Pero a diferencia de etapas políticas anteriores, el "operativo
reelección" clausuró ese rabelesiano espacio de apoteosis popular espontánea por
el de un paternalismo programático, organizado con tres meses de antelación y,
al menos, 7 millones de pesos en gastos de transporte, televisación y viandas,
entre otros pagos obligados en concepto de representación partidaria.
He ahí el motivo de la fiesta y farsa alegórica de una supuesta recuperación
de la participación popular como mero espacio propagandístico, a modo de memoria
y balance de tres años de gestión.
Blancas palomitas
"La patria somos todos", decía el cartel que sirvió de telón de fondo para los
shows de Teresa Parodi, Alejandro Lerner, Soledad Pastorutti, Víctor Heredia y
Mercedes Sosa, siempre asistidos por el ceremonial del team cómico oficial
compuesto por "Coco" Sili y Daniel Araoz, quienes supieron entretener a los
manifestantes mientras aguardaban las palabras del presidente Kirchner.
Según cálculos del gobierno, casi 500.000 personas asistieron al llamado,
arribados en caravanas de micros fletados por los intendentes bonaerenses y
gobernadores provinciales (que no desean podas en la asignación del presupuesto
nacional), y encolumnados tras banderas sindicales, piqueteras blandas y
partidarias, entre otras de diversas organizaciones sociales de signo converso.
No obstante, la única información que avaló esa cifra fue la difundida por un
cable de la agencia de medios estatal TELAM ("Una multitud desbordó la Plaza de
Mayo", 25-05-06, 18:23), que a diferencia de otras ocasiones no pudo
corroborar esos datos con la División Operaciones de la Policía Federal, debido
a que esta fuera excluida del conteo por orden expresa del ministro del
Interior, Aníbal Fernández.
El
presidente Néstor Kirchner junto a gobernadores e integrantes de su gabinete.
De hacerse una estimación generosa, sin restar el monumento, el escenario,
las fuentes y los puestos de pastelitos y choripanes, sumando 100 metros de las
calles adyacentes a la Casa Rosada, el número arroja un máximo de 200.000
personas, de calcularse a 4 por metro cuadrado.
Una cifra un tanto más cercana, ya que en lugar de masas desarropadas,
entrelazadas y exultantes por la celebración del 196º aniversario de la gesta
revolucionaria, hubo chalecos y grupos estandarizados que marcharon
ordenadamente para ocupar los espacios asignados en la ágora pública, por el
secretario privado de la presidencia, Oscar Parrilli.
Movimientismo mediático
La inteligencia oficial encontró en la conmemoración más representativa de la
simbología patria, el punto culmine y de exacerbación por el personalismo
presidencial. Una figura emergente de algunos de los nuevos gobiernos
latinoamericanos con signo progresista, que mientras afloran de una retórica
democrática, afianzan un modelo segmentado en lo económico y social, injusto y
poco distributivo, inaugurado en Argentina por José Alfredo Martínez de Hoz,
durante los años los setenta.
Así, el breve discurso de Néstor Kirchner intentó desactivar el contenido
ideológico de las vanguardias populares e intelectuales perseguidas, torturadas
y desaparecidas por la última dictadura militar, curiosamente, glorificando esa
lucha.
Nada dijo el mandatario sobre las prácticas corporativas y de concentración de poder de las que se sirvió para ganarse el apoyo de los aparatos provinciales. Ni de los juegos de simulación con pasos en falso hacia el federalismo, anudados en el garrote vil de la coparticipación federal, en manos de quienes tienen el timón de mando del Poder Ejecutivo.
Intersección de las Avenidas San Juan y 9 de Julio ayer a las 15:06 hs.
Todos por la patria
Sin el delirio mesiánico de unos pocos iluminados, el acto de ayer también
cumplió con los ritos de la Santísima Trinidad, aunque con algunos pequeños
cambios propios al nuevo milenio.
El Te Deum del cardenal Jorge Bergoglio SJ en la Catedral de Buenos Aires
careció de centralidad, a pesar de quedar a la izquierda de Kirchner. La
liturgia católica de tradición apostólica y romana se levantó de entre los
muertos gracias a la nueva comunión entre Política, Medios y Poder. El Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo donde se congrega el llamado realismo político de la
feligresía kirchnerista.
Banderitas obsequiadas por la ultramontana Radio 10, el apoyo del piqueterismo
prostibular prendido en la función pública, la histórica confluencia de las
titulares de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, junto al silencio de quienes
consideran ésta su última hora y, por ello, consienten el asistencialismo
clientelar para atenuar la brecha entre ricos y pobres (31 veces).
Una Mercedes Sosa que ya no apoya a la familia Macri y un Víctor Heredia
condenado a cantar baladas de amor o canciones perimidas del relieve social que
lo caracterizaba, para evitar ofender a la autoridad convocante.
Como en los conservadores tiempos de la generación del ochenta, un 25 de Mayo,
apropiado, cancelado, modelado tal cual lo hicieran los nacionalismos de matriz
autoritaria y con desprecio por la ciudadanía, a excepción de épocas de campaña.