Argentina: La lucha continúa
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Tan importante como recordar es pensar
Asamblea Popular villa Pueyrredón
Estamos aquí reunidos para recordar a los 30 mil compañeros detenidos –
desaparecidos y, como parte de ellos, a los detenidos – desaparecidos de nuestro
barrio. A tal efecto reinauguramos la placa recordatoria instalada en marzo del
2002, con la esperanza, esta vez sí, de que sea capaz de resistir tenazmente a
las inclemencias del tiempo, incluido el olvido.
Con todo, quisiéramos convertir este breve acto en ocasión de reflexión y no
sólo de recuerdo. Tan importante como recordar es pensar. El contexto
democrático en el que se desarrolla este acto nos permite el disenso. La
reflexión que queremos plantear es la síntesis del colectivo del cual formamos
parte, la Asamblea Popular de Villa Pueyrredón.
En primer lugar, entonces, recordemos a nuestros compañeros, pero recordemos
de tal manera que no se nos pierda el sentido que creemos tienen estos
acontecimientos históricos.
A partir del 24 de marzo de 1976 se despliega en Argentina una política de
exterminio de la oposición política con el objeto de reorganizar en profundidad
al país e introducir lo que después sabríamos que se llamaba neoliberalismo.
La máquina de producir pobreza, desocupación y mano de obra precarizada y
flexibilizada, de un lado, y concentración de la riqueza y del poder del otro,
debía eliminar a priori toda resistencia activa para garantizar su éxito.
Era necesario producir gobernabilidad, y desde entonces hasta el día de hoy,
incluyendo a todos los gobiernos democráticos y a todos los consensos
establecidos, toda gobernabilidad ha contado y cuenta con la ausencia de los
detenidos – desaparecidos como una condición necesaria de su existencia. Los
detenidos – desaparecidos fueron asesinados por lo que pensaban y hacían, porque
estaban organizados, porque vivían de acuerdo con el compromiso político
revolucionario. Fueron asesinados por eso y no por ninguna otra cosa. En
este sentido, la democracia emergía directamente de la dictadura, la continuó y
se dedicó a administrar sus efectos en el marco de un país gobernable.
El problema que desvelaba a la dictadura militar no era si debía matar o no,
sino el de cómo eliminar las huellas. La política de exterminio del Estado
argentino, como la nazi, tenía aspiraciones de crimen perfecto, crimen sin
criminal, ni cuerpo del delito. Esta es la singularidad de las políticas
criminales: planificar, a la vez, el crimen y su ausencia.
Decía Videla por entonces, "los desaparecidos no están ni vivos ni muertos".
Como si nunca hubieran existido, como si jamás hubieran nacido. Y ¿quién será el
culpable de eliminar una pura ausencia, una nada absoluta? ¿Acaso no es
imposible destruir una inexistencia?
En resumen, el método de desaparición de militantes políticos fue un proyecto
de despolitizar radicalmente a la sociedad argentina, y un aspecto fundamental
de la economía capitalista. Y fue un método exitoso cuando vemos la
descalificación gravosa en la que se encuentra hoy la palabra "política",
inversamente proporcional al prestigio de la palabra "economía".
Pura economía sin política: he allí la esencia del neoliberalismo. Su
consecuencia actual es la guerra infinita de Bush, la militarización de las
relaciones sociales, el retorno de los campos de concentración, de las capuchas
y los alambres de púas.
Sin embargo, recordar no es suficiente y la misma memoria se ha puesto en
cuestión, en Argentina y en el mundo, a partir de la proliferación de
monumentos, museos, homenajes y testimonios del horror. Parece que recordar es
demasiado fácil, incluso es prestigioso, pues es la afirmación de los derechos
del hombre, fundamento del Estado de Derecho.
Todo ocurre como si se pudiera recordar sin cambiar nada en la sociedad que
produjo esos crímenes, y para la cual se produjeron, como si recordar fuera un
acto ineficaz o impotente, neutral o neutralizado; un acto estéril. Todo ocurre,
entonces, como si la memoria fuera un acto que no hace nada. Un acto que no está
"ni vivo ni muerto", sin efectos ni resultados. Un acto desaparecido. ¿un acto
justo?
Se nos plantea un problema, y uno grave: el problema de las políticas de la
memoria.
No es nuestra intención destruir los monumentos, sino preguntarnos qué los
anima. Sabemos de la importancia que tienen para fijar en el espacio público
unos hechos que muchos quisieran ocultar o de su valor para transmitirlos a las
nuevas generaciones. Sabemos que la memoria puede perderse o extraviarse, el
problema es que no estamos tan advertidos de que también puede ser robada.
¿Hay ladrones de memoria? Y si así fuera ¿cómo es posible que eso ocurra? ¿cómo
es posible robar o expropiar la memoria, separar a un pueblo de su capacidad de
recordar? Y sobre todo ¿qué es una memoria justa, una memoria como un acto de
justicia que se realiza en el presente?.
Preguntamos por la memoria y la justicia, nada menos, pues nos resistimos a
pensar que Memoria, Verdad y Justicia es nada más que el nombre de la
comisión organizadora de los actos del 24 de marzo. Imaginamos que son algo,
que tienen un presente y un lugar. O, como decía un poeta español, "son gritos
en el cielo, y en la tierra son actos". No queremos que este monumento termine
siendo un acto congelado en la piedra y el plomo. Puesto que nada puede
levantarse por nosotros contra la injusticia.
Pero entonces ¿qué nos queda? Buscamos un acto de memoria que sea un acto de
Justicia, justicia verdadera más allá o más acá del Derecho, el Juicio y el
Castigo.
Ese acto existe y se llama fidelidad, ella es la fuerza de la Justicia y
la Memoria, y lo que le da vida a los monumentos. Fidelidad significa querer
lo que nuestros compañeros quisieron, en nuevas condiciones históricas y
criticando lo que haya que criticar; querer la revolución, querer que en el
futuro sea posible la civilización y no ya la barbarie. Nosotros queremos seguir
amando lo que ellos amaban.
La revolución es la justicia, no sólo algo justo, sino la Justicia.
O, parafraseando a nuestra Constitución, "es la fuente de toda razón y
justicia". Y no es una exageración. Todo sistema de derecho procede de la
Revolución, incluso los Derechos Humanos se originan en las revoluciones
norteamericana y francesa, donde por primera vez se inscribieron en una
Constitución. Ocurre que al derecho le gusta repudiar su origen. Y si no fuera
por las revoluciones seríamos hoy esclavos de los faraones egipcios.
Las revoluciones son procesos largos y sinuosos, son un conjunto de actos e
intervenciones que se realizan día a día, son invenciones de nuevas relaciones
sociales, y a todos esos actos los orienta la Justicia; sin la presencia de las
revoluciones en la historia, la brutalización de las relaciones humanas sería
absoluta.
La fidelidad a la revolución es lo que sostiene a la memoria y le da sentido a
los monumentos y a las obras. Es cuando estas dos cosas se separan que la
memoria nos es expropiada. Incluso su separación es ya un robo. En suma, es la
voluntad de emancipación la que sostiene las cosas, de tal modo que Juicios a
las Juntas Militares, y Monumentos, Derecho y Memoria, o bien, cárceles y
estatuas no son nada, o son otra cosa, una vez separadas de ella, de la
fidelidad, de la justicia.
La Justicia, finalmente, es un acto que se procesa en la práctica política, un
acto que produce derechos y libertades, un acto del cual el Estado y su modo de
producir leyes y obras nos quieren robar.
Los años 60 y 70 se caracterizaron porque la política estaba en las fábricas, en
las universidades, en las calles. Esta política avanzaba y arrancaba
reivindicaciones día a día. La revolución parecía estar más cerca, y con ella la
Justicia.
La dictadura, a pedido de los poderosos, vino a aniquilar esta forma particular
de hacer política. Ella fue expropiada de las calles y la vida cotidiana, y
junto con ella sus actores: nuestros compañeros desaparecidos. Creyeron que al
cortar las flores desaparecerían los jardines. Pero las semillas se tomaron
su tiempo y el 19/20 de diciembre la POLITICA volvió a emerger de la profundidad
de la tierra. Miles en las calles intentando tomar el cielo por asalto.
Nuestra asamblea, la cooperativa de cartoneros, la fábrica recuperada La
Mocita, somos parte de la continuidad de esas flores que ayer arrancaron, del
retorno de la política a manos del pueblo.
Hoy desde el Estado nos piden que recordemos a nuestros compañeros desaparecidos
desterrando la política de las fábricas, las plazas, las calles. Nos piden que
la política vuelva a los ministerios, los parlamentos, los tribunales. Pero
¿cómo mantener viva la memoria y la fidelidad a nuestros hermanos de lucha
renunciando a lo esencial? ¿Cómo reivindicar los derechos humanos obviando a los
presos políticos, a la ciudad de Las Heras militarizada, a millones de pobres
esperando que se redistribuya la riqueza?
¿por qué regalarle lo poco de autonomía política de las masas que queda al nuevo
gobierno? ¿Por ver a Videla preso? ¿cambiar la cárcel por la resignación
subjetiva de todos? ¿la venganza por sobre la justicia?
La política es la justicia, la fidelidad es la memoria, una nueva política
es el objetivo y el camino para alcanzarlo. Hacia la justicia, desde la
justicia, y a través de la justicia. Esa es la tarea.
Y recordemos: hasta el más mínimo derecho del que gozamos procede de la práctica
política, y es ella, y sólo ella, quien introduce en la sociedad los criterios
de igualdad y justicia con los que evaluamos nuestra vida social y por los que
lucharon nuestros compañeros.
En fidelidad a eso recordamos, reflexionamos, luchamos, transformamos.
Por eso te recordamos:
Adriana Ines Acosta de Bernardi
Juana María Armelín
Enrique Luis Basile
Jorge Hector Bonpadre
Raúl Roque Cabral
Alberto Evaristo Comas
Carlos Amadeo Fernández
Norma Cristina González
María Eugenia Lopez Calvo
Griselda Susana López
Benedicto Víctor Maizano
Américo Jorge Marchetti
Eduardo Raúl Merbilha
Susana Carmen Moras
Alicia Norma Meroño
Rodolfo Ignacio Minsburg
Víctor Nicolás Minsburg
Rubén Osvaldo Morresi
Juan Domingo Nadal
Inés Olleros
Patricia Alacín de Toranzo
Jorge Luis Perón
Enrique Rafael Ramírez
Alberto Luis Reisman
Rubén Oscar Scardavilla
Roberto Toranzo
Silvia Valeri
Juan Veira
Ponce
Cirilo Alcaraz
Víctor "el negro" Ballestero
Rito "Tatu" Bustamante
Antonio Romero
José Valentich
Rito Godoy
José Cortes
¡30.000 compañeros detenidos – desaparecidos! ¡PRESENTES! Ahora y siempre