Argentina: La lucha continúa
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Los treinta años
Osvaldo Bayer
Todo empezó en Cipolletti. Hablar de los Treinta Años, es decir, de la muerte
y de la vida, ante alumnos primarios y secundarios. Un tema difícil para los
niños. A la inocencia, a la alegría, es casi un pecado hablarles de lo macabro.
De aquello de la "desaparición". Pero los docentes ya habían llevado a cabo
talleres para que los alumnos elaboraran preguntas. Estaba frente a ellos. Y un
pibito me hizo la primera pregunta: "Cuando usted se fue al exilio, ¿qué pasó
con su perro?". Me enterneció. Sí, una pregunta que conllevaba preocupación por
los que no podían defenderse, por los que quedaban solos, y para siempre en la
soledad.
Y después de cuatro clases, el acto en la plaza, con la figura en madera con los
nombres de los trece desaparecidos de Cipolletti. Sí, también allí.
Trece vidas jóvenes. Uno por uno sus nombres. Y allí sus madres presentes.
Las lágrimas, el recuerdo. Aparece en todas las mentes el rostro cruel del
dictador uniformado que repite por televisión: "No están muertos, ni vivos,
están desaparecidos". El principio ético de nuestros militares. No de todos, hay
cinco, seis, siete, que pusieron el cuerpo contra la deshonra del crimen
cobarde. El jueves, en el Salón Blanco de la Casa Rosada. El coronel Cesio.
El que acompañó a las Madres en pleno tiempo de la ignominia. Verlo allí,
reivindicado. Lo habíamos escrito en esta contratapa el 3 de diciembre del 2005.
Resumen: el dictador Bignone, aquel que cometió la traición más cobarde de la
historia, entregar a sus propios soldados para que desaparezcan, había firmado
su último decreto dando de baja al valiente Cesio por acompañar a las Madres de
Plaza de Mayo y calificar de asesinato al proceder militar. Y después nuestras
democracias posteriores se callaron la boca: Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde
y consortes. No vieron, no miraron. No les consta. Mientras los asesinos Bussi,
Patti y otros podían presentarse como candidatos a la democracia. Bochorno. Una
democracia del bochorno. Pero ahora sí, la reivindicación. Veintitrés años
después.
Tendremos pronto a Cesio como general. El sí que jugó su vida por la vida y la
ética. En el acto se nombró a otro héroe: al capitán D'Andrea Mohr, el
consecuente, el que defendió con uniforme la palabra y la honestidad. Habría que
reivindicarlo con todos los honores y todas las palabras del buen recuerdo. Y
ahí, en ese Salón Blanco de la Rosada, lugar donde pisaron tanto dictadores
uniformados y lamentables civiles, también se pidió el ascenso del coronel Rico,
asesinado en 1975 por investigar las Tres A de López Rega, el personaje de la
infamia, de ese gobierno del cual ha llegado ya el momento en que el Partido
Justicialista convoque a un congreso para la autocrítica y la denuncia de todas
esas infamias. López Rega, Isabel, Lastiri, Ruckauf, Ottalagano, Ivanisevich,
Cafiero, Luder, y la lista es interminable. En ese tiempo no leyeron los
diarios, miraron para otro lado, no sé, no me acuerdo. No me consta. Y comenzó
la desaparición de sindicalistas, intelectuales, estudiantes. El oprobio. Pero
quien pregunta sobre eso es sospechado de "gorila".
Después de Cipolletti, Rosario. En la Legislatura, ante los representantes de
todos los bloques políticos, en forma generosa y abierta, pude hablar de los
años de la infamia uniformada y su prólogo lopezreguista. Un cuerpo elegido por
el pueblo escuchando atentamente y un documento final del presidente del cuerpo
que habla del repudio a todos esos años del uniforme, picana, robo de niños, la
muerte infame y el Martínez de Hoz.
Y de Rosario a Córdoba, en el aula magna de Arquitectura, con los estudiantes.
Siempre con la curiosidad de los dignos. Qué pasó, cómo fue posible. Empezar por
Roca, el que mató a los habitantes seculares para quedarse con la tierra (dos
millones y medio de hectáreas para el bisabuelo Martínez de Hoz). Qué casualidad
histórica, a veces Marx tenía razón. Los que ejercen el verdadero poder. Seguir
luego la disertación con Franco, el fusilador de poetas, con Pinochet, el más
cerdo de los dictadores aprovechados, y Videla, el Papa del crimen. El fervor
estudiantil, como en 1974, '75, '76. ¡Qué juventud! Sus nombres están hoy en
todos los patios de las fucultades, de los colegios secundarios. Después, la
figura de Camps. El asesino de adolescentes. La vilezas cobardes del poder.
De Córdoba de regreso a Rosario. Las organizaciones de derechos humanos. Un
capítulo de la Dignidad. De la Lealtad a todo lo humano. Recuerdo a Don Naranjo,
a toda su infinita trayectoria en defensa de los presos políticos.
Ojalá se remplace el nombre de la calle Roca, el genocida, por el de él, el
digno. Rememoro cuando denuncié el caso de la "Casita de los Ciegos".
Galtieri ordenó requisar esa vivienda y detener al matrimonio de ciegos que
tenían un hijito. Los dos cieguitos -como los llamaba el barrio- desaparecieron.
La casa fue requisada y dada en dominio a la Gendarmería Nacional, que
estableció allí un "club" para que los suboficiales bailaran tango y festejaran
sus cumpleaños. Realidades de la indignidad más absoluta.
Durante los años de Alfonsín y de Menem continuaron las fiestas cínicas del
gendarmerío que llevaba siempre a sus niños. Hasta que debido a la denuncia
tuvieron que actuar los que se hicieron los no videntes. Y se devolvió
finalmente la casa a ese joven que, en aquellos tiempos de Galtieri, había sido
el bebé de los cieguitos. Así, el general borracho perdió la única batalla que
había creído ganar.
De allí, al aula magna de la Facultad de Derecho de Buenos Aires. El tema:
"Recuperación de los centros clandestinos de represión como factores de la
memoria". Aprender, en esto, de la Alemania que convirtió a todos los campos de
concentración, a todos, repetimos, en museos de la verdad, con los retratos de
los verdugos y de las víctimas y las cámaras de gases y las cuchas de los
prisioneros. Y no convertirlos en supermercados como ha ocurrido en Córdoba.
De allí a la biblioteca de la calle Talcahuano: "La quema y censura de libros".
El recuerdo de la quema infame de los que no podían defenderse: los libros. El
teniente coronel Gorleri, que quemó libros por "Dios, Patria y Hogar", fue
ascendido a general por Alfonsín. Los argentinos tenemos el privilegio de tener
un general quemador de libros. Zonceras argentinas, diría Jauretche. El espanto.
Cuando supe que habían quemado mis libros me puse a llorar como un adolescente.
Después, siempre en la semana, ir a la radio de las Madres. ¿Cómo dice? ¿Las
Madres tienen radio? Sí, respondo, y Universidad. Y librería y café literario.
Construidos por ellas para continuar o, mejor, realizar lo que no pudieron hacer
sus hijos.
Y después los actos del jueves con jóvenes pobres que gritan sonrientes y
pletóricos: "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza". Y tienen razón, esos
hijos del color de la tierra, ellos son el pueblo. Y los cantores hijos del
pueblo en el escenario. La fiesta verdadera. El recuerdo de sus hijos. Y a sus
hijas, ellas a quienes les quitaron sus semillas que acababan de dar a luz. El
sufrimiento infinito. Jamás habrá una flor para los Camps, los Astiz, ni para el
muñeco maldito, el monje uniformado de la nueva Inquisición.
Han sido vencidos para siempre. Siempre que nos preparemos para defender a la
democracia pero al mismo tiempo que democraticemos verdaderamente a esta
democracia argentina que terminó siempre en golpes militares.
La ética había triunfado en esta semana. De los Treinta Años. Las Madres habían
triunfado, sin armas, con su ejemplo. Se cierra este capítulo de mi vida con
tantas derrotas pero con este triunfo inigualable en la historia.
Las Madres, y su nobleza.