Argentina: La lucha continúa
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Violencia contra las mujeres : el caso Lebbos
Prof. Marta Ofelia Valoy
El asesinato de Paulina Lebbos, que hoy tiene vilo a la sociedad tucumana, no
es un caso aislado, es la expresión final de una violencia estructural donde las
víctimas son mujeres. Solo que cuando aparecen estos casos, por un momento, se
prenden luces rojas de alarma y surge la necesidad de luchar contra la impunidad
y reclamar justicia, pero sin que esto alcance para analizar las causas
profundas de estos crímenes que ya tienen una denominación específica:
femicidio..
El horror y la perplejidad momentánea ante hechos atroces como este o los
asesinatos de María Soledad, la joven Melman, Carolina Aló, el crimen de la
Dársena y tantos otros, todavía no han logrado remover los prejuicios de una
sociedad patriarcal, por lo tanto tampoco han conseguido colocar en la agenda
pública como prioridad esta violencia que es el perfil más dramático de la
asimetría de poder entre hombres y mujeres. Asimetría donde la mujer tiene el
lugar de la víctima, de la sumisión y los hombres el permiso para dominar y ser
violentos
Datos alarmantes provenientes de la realidad de casos reportados, nos dicen que:
en el mundo, el 25% de las mujeres son violadas en algún momento de su vida.
Dependiendo del país, de un 25 a un 75% de las mujeres son maltratadas
físicamente en sus hogares de forma habitual. Que la violencia de género es la
segunda causa de muerte de mujeres de menos de 40 y que cerca de 120 millones de
mujeres han padecido mutilaciones genitales.
En un nuestro país, las investigaciones llevadas a cabo por el CECyM (Centro de
Encuentros Cultura y Mujer) establecieron que de los asesinatos cometidos en el
período que va desde 1997 al 2003, en la provincia de Buenos Aires, el 83% son
femicidios, es decir homicidios vinculados con la condición de
mujer de la víctima, que el 77% de los homicidas son varones, parejas de las
víctimas o violadores que responden con el asesinato el intento de resistencia.
En el caso de niñas menores de cinco años , en el 75% por cierto de los casos el
o la homicida es un familiar directo, padre, madre, padrastro, tío..Si
contabilizamos los femicidios por año sólo en la provincia de Buenos
Aires las cifras dan 153, lo que representan más del doble de los 65 que ocurren
en España en una población censada de 40 millones
En nuestra provincia y en todo el país todavía no tenemos cifras exactas porque
no se hicieron estudios rigurosos al respecto, pero basta una rápida mirada a
las crónicas policiales y a los datos aportados por algunas ONG, para darnos de
frente con la enorme dimensión de este flagelo. Sin embargo, ni la gran cantidad
de muertes, ni la saña con que se llevan a cabo, ni su publicidad, alcanzan para
revertir la situación de violencia y discriminación que sufren las mujeres y que
se ha naturalizado en nuestra sociedad. Todavía no se ha logrado remover los
prejuicios machistas y estereotipos que refuerzan y hasta justifican la
violencia contra las mujeres. Todavía se elude llamar por su nombre a estos
asesinatos y se los sigue vinculando a móviles pasionales y lo más intolerables,
es que todavía las víctimas, vuelven a ser revictimizadas en los comentarios
vergonzosos sobre causas que puedan operar como atenuantes a la violencia
irracional.: "era una loca", "se la buscó", "era de esperar",. Comentarios que
reeditan el tenebrosos "por algo será" con el que se justificaron las
aberraciones de la dictadura militar.
La vida de las mujeres sigue navegando entre dos aguas: una explícita, contenida
en la legislación que contempla sus derechos junto a la creación de los
organismos oficiales que se ocupan de la problemática y otra, implícita y
operante que predomina sobre la primera y que tiene que ver con la falta de
prevención y recaudos para erradicar la violencia cotidiana que sufren las
mujeres. Al punto, que como decía al principio, no se establecieron registros de
la cifra y circunstancias de la muertes violenta de mujeres en el país, lo mismo
que la desidia policial frente a la denuncia de maltrato familiar o de amenazas
de muerte que sufren las mujeres, la levedad de las penas contra los autores de
los crímenes, pasando por la falta de voluntad política de incorporar a la
currícula de las instituciones educativas la educación para la igualdad de
género. Finalmente, se observa un gran vacío en cuanto a la implementación de
medidas concretas tendientes a proteger , a las mujeres maltratadas, como los
refugios o la urgente separación del golpeador del hogar y un plan que contemple
el tratamiento y rehabilitación de los hombres que practican sistemáticamente la
violencia en su relación con las mujeres.
. Tenemos que poder ver claro que la violencia contra la mujer va a continuar a
menos que tengamos por un lado, la capacidad crítica de poder entender los
fundamentos sociales, políticos, psicológicos, económicos y religiosos de la
discriminación, la desigualdad y la exclusión de género que sustentan estas
conductas y que pueden terminar de modo trágico y por otro lado, tener desde
todos los lugares; sociales y políticos y especialmente educativos, propuestas
apropiadas para construir una sociedad con justicia de género. .