Argentina: La lucha continúa
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Tras la huida de gobernador Sergio Acevedo
El pueblo de la Provincia sólo gobierna por medio de sus representantes y
autoridades, en la forma establecida por esta Constitución, pero conserva los
derechos de reunión pacífica y de petición individual o colectiva.
Art. 7 de la Constitución de la provincia de Santa Cruz
Hugo Alberto de Pedro
La renuncia del gobernador de la provincia de Santa Cruz, Sergio Edgardo
Acevedo, confirma que la democracia representativa en la República Argentina
está herida de muerte.
Ese hecho inédito que no está motivado en ir a ocupar otro cargo o función, me
obliga a preguntarme por ejemplo: ¿Qué importancia y significado adquiere la
decisión popular cuando somos obligados a votar a nuestros representantes? ¿Qué
intereses políticos, económicos y corruptivos están colocados por sobre un
gobierno provincial constitucionalmente elegido? ¿Qué trampas puede hacer y
colocar un gobierno nacional a las instituciones provinciales?
Más allá de las disidencias que uno pueda tener con el ex gobernador a partir de
su pertenencia política y las formas de conducir los destinos de Santa Cruz, su
inconcluso mandato había adquirido una nueva manera de gobernar el feudo que el
presidente Néstor Carlos Kirchner construyó durante doce años de mandato
gubernamental ininterrumpido merced a dos reformas constitucionales. Esos aires
nuevos, en la ventosa provincia patagónica, nos permitían pensar -y porqué no
soñar- que otra forma en el manejo de la cosa pública era posible por aquellos
lares.
Las relaciones políticas entre el renunciante y/o renunciado gobernador Acevedo
y el actual presidente Kirchner durante muchos años no fueron pocas, a saber:
dos veces legislador provincial y presidente de la Cámara de Diputados
provincial y por lo tanto vicegobernador de Kirchner, dos veces convencional
constituyente provincial, dos veces diputado nacional y dos veces intendente del
municipio de Pico Truncado, además de haber sido designado a cargo de la
Secretaría de Inteligencia de Estado al inicio de la gestión kirchnerista hasta
su postulación a gobernador de la austral provincia, y a la que accedió tras un
rotundo e incuestionable triunfo electoral.
Con este manantial de relaciones políticas, institucionales y representativas
-más allá de provenir de una agrupación interna del peronismo que conformó
alianzas con el kirchnerismo desde el año 1991- nadie en su sano juicio y en su
buen saber y entender puede sostener y suponer que Acevedo desconocía la forma
autoritaria con que el "mandamás provincial" manejaba y maneja la política
partidaria y las cuestiones atinentes a los poderes del Estado en aquella región
de la patagonia. Muchos ciudadanos, sin duda alguna, ya lo están comprobando a
nivel nacional, aunque sea harina de otro costal, pero permite inferir con
bastante acierto y aproximación -aún ser conocer sobre la realidad santacruceña-
como se desenvuelven los temas políticos e institucionales en Santa Cruz.
Ahora bien, sucede que un cuadro político con probada experiencia ejecutiva y
legislativa como Acevedo que siempre ha contado con el respeto político de
propios y extraños, una cuestión no menor dentro de la miserable política
argentina, debe retirarse y hacerse a un costado para dejar en su lugar a un
personaje advenedizo en la política, incapaz, prepotente y sin experiencia
ejecutiva, más allá del manejo compartido de los negocios inmobiliarios en Río
Gallegos -incluidos los de la familia feudal- como es Carlos Alberto Sancho.
Éste en su paso como concejal riogalleguense dio sobradas muestras de ineptitud,
incapacidad legislativa y ser titular de un servilismo verticalista kirchnerista
que permitieron un manejo comunal comprobadamente corrupto, y que como diputado
provincial dio un vergonzoso ejemplo trabajo y de acción legislativa.
La salida de Acevedo, de cuyos supuestos motivos dan cuenta las versiones de
fuentes opositoras y las anónimas del poder, tanto como las periodísticas, con
seguramente un grado satisfactorio de aciertos y verdades, es la palmaria
confirmación del hegemonismo que impone Kirchner y del modo perverso de actuar
de cada uno de sus "vasallos" tanto dentro de la provincia como desde el
gobierno nacional. Seguramente que determinadas acciones llevadas adelante con
independencia política por parte de Acevedo producían en el temeroso e inseguro
presidente Kirchner el fantasma de su posible mantenimiento en el poder
ejecutivo provincial más allá del año 2007, ergo el proyecto de la feudalidad
entraría en crisis y podría mutarse hacia rumbos no deseados y menos permitidos
por el "señor".
Desde ahí pueden comprenderse muchas cuestiones que en los últimos tiempos han
sucedido en Santa Cruz como han sido los excesos policiales, las digitadas y
entregadas a medidas obras públicas en su territorio, la imposición de políticas
sociales, el manejo, ocultación y repatriación de los fondos provinciales
evadidos sospechosamente al exterior, las constantes presiones, las
indiferencias y faltas de consideración a su investidura; y muchas otras
acciones y cuestiones políticas verificadas en los últimos dos años y tres meses
pasados desde que asumió la gobernación. Obviamente sin hacer referencia a las
arbitrariedades perpetradas y llevadas a cabo desde el año 1991 por el "Amo del
feudo".
Para quienes conocemos la realidad santacruceña ninguna de las mentiras,
manifestaciones contrarias a lo que se cree, se piensa y se sabe, que se
propagan y se manejan desde hace mucho tiempo puede sorprendernos, pero sí el
hecho de haber llegado a un estado de situación tal que un gobernador deba
renunciar por el acorralamiento presidencial y por el accionar de sus secuaces
en ejercicio de cargos ejecutivos.
La vergüenza que han protagonizado los diputados provinciales del peronismo al
considerar la renuncia de Acevedo y no haber exigido explicaciones sobre los
motivos, que uno sabe muy bien que en absoluto han sido por "razones
estrictamente personales", dan una cabal y perfecta muestra de la falta de
respeto hacia la voluntad popular por parte de los "levantamanos" en esa muy
bien definida "Cueva de las Manos" en la que han convertido a la legislatura
provincial.
Tanto Acevedo al no informar a la ciudadanía los motivos verdaderos por los
cuales huyó del cargo con el que fuera honrado por el pueblo, como de los
legisladores que actuando como "siervos" se apresuraron a reemplazarlo sin ir
hasta el fondo de la cuestión y que han permitido violentar una decisión
soberana del pueblo, aunque las formalidades se hayan cumplido y respetado.
Aunque algunos piensen que con, y por, la huida del gobernador Acevedo se
produce un triunfo del kirchnerismo más puro o de "paladar negro", ésta no
debería ser la cuestión más importante a considerar aunque es significativamente
importante y preocupante. El único perdedor es el pueblo santacruceño que a
partir de estos momentos retomará, al extremo sin dudas, las prácticas del
autoritarismo, la nefasta hegemonía, el impuesto silencio, el miedo de hablar,
manifestarse y a disentir, junto con la falta de debate que ya se ha
experimentado en un pasado no lejano y que se potenciará con la omnipresencia y
omnipotencia que impone del presidente Kirchner.
El proyecto feudal santacruceño a partir de ahora tendrá un camino libre de
obstáculos, a nadie "nunca más" se le ocurrirá hacer o pensar aquello que no
agrade los oídos y bolsillos del poder kirchnerista. Porque las posibles,
comprobables por cierto, consecuencias han quedado al desnudo de la forma más
temeraria y repugnante.
El "ex intendente" Sergio Edgardo Acevedo tiene la obligación moral, cívica y
política de informarle a la población sobre los motivos reales de su dimisión,
de no hacerlo se convertirá en un funcional más del sistema de opresión y
sumisión que necesariamente debe ser desterrado en las prácticas políticas y de
la vida bajo el imperio de las constituciones y el estado de derecho, tanto en
las provincias como en los municipios.
Si el "ex convencional" constituyente Sergio Edgardo Acevedo no dice la verdad,
sus veintitrés años ininterrumpidos de actividad política en democracia lo
colocarán junto a quienes se han subido a ella para la satisfacción de los
deseos personales, esos que no hacen con sus actos más que minar y destruir el
futuro de la vida democrática por y mediante la cual han ejercido altos cargos
públicos electivos. Sin más a esa democracia, aunque solamente representativa,
que pregonan defender y representar la estaría traicionando.
Una verdadera explicación de los motivos por parte del "ex legislador" Sergio
Edgardo Acevedo lo exige el sano criterio cívico, porque el silencio y el no
afrontar las consecuencias de decir la verdad no hacen más que posibilitar y
facilitar los proyectos, que cómo el de Kirchner, desnaturalizan a la
republicana, representativa y federal Nación misma.
El silencio del "ex gobernador" Sergio Edgardo Acevedo contribuirá a
convertirnos en "presidiarios cívicos" en una Argentina que desde 1983 no puede
sacarse de encima a todos estos repugnantes "pastores políticos", como
repugnantes son sus prácticas políticas que han logrado un estado de apatía y
desidia ciudadana tal que permitió que la representación sea decidida,
mantenida, reelegida y terminada según proyectos personales de unos pocos.
A pesar de todo, y de todos, confío que el abogado Doctor Sergio Edgardo
Acevedo, a quién reitero respeto más allá de mis diferencias ideológicas y
políticas, más temprano que tarde haga ese aporte necesario e indispensable para
la vida democrática en libertad y con justicia, porque de lo contrario no tendrá
autoridad ética, moral ni profesional para impartir enseñanza en la instrucción
cívica a nuestros jóvenes santacruceños en los colegios, y más aún después de
haber perdido su autoridad política lograda justamente en uso de las
prerrogativas que debería suponer el voto popular.