Argentina: La lucha continúa
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Campo de Mayo
"El mayor campo de exterminio argentino"
"No acepten lo habitual como cosa natural. Pues en tiempos de desorden
sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad
deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de
cambiar".
Bertolt Brecht
La Comisión de Homenaje Permanente invita a las organizaciones políticas y
sociales y a todos los compañeros y compañeras, a participar del rescate de la
memoria colectiva, un patrimonio popular de nuestro pueblo.
Sabemos que la historia política de los trabajadores y de los oprimidos en la
Argentina no se puede leer desde la visión parcial, deformada y falsa que
intentan instalar los sectores dominantes.
Precisamente los discursos demagógicos y lacrimógenos de los administradores de
turno del estado burgués, otorgan a los derechos humanos un lugar en la última
fila del espectáculo circense de la democracia liberal capitalista.
Mientras tanto, desde el escenario mayor, se silencia y oculta la parte más
sustancial de la historia popular: aquella que protag onizaron miles de
compañeros que llevaron sus palabras a la acción y desarrollaron las luchas
revolucionarias de la década del ´70, para construir una sociedad socialista
libre de explotadores.
Millares de compañeros fueron torturados y asesinados en Campo de Mayo, el
principal centro de exterminio que existió en nuestro país en aquellos años de
barbarie.
Contrariamente a lo que relata la historia oficial, los grupos de exterminadores
no nacieron con el golpe de Estado de 1976. Los desaparecidos del pueblo
tuvieron nombres y apellidos como Juan Pablo Maestre, Luís Pujals, Ángel
Brandazza, Segundo Gómez y muchos otros, mientras que la política de
aniquilamiento masivo se puso en práctica en hechos como los fusilamientos de
Trelew en 1972.
Ya por entonces, la doctrina militar impuesta por los Estados Unidos, había
creado, durante la dictadura del general Alejandro Lanusse, grupos de tareas
como el Comando SAR (Sub. Área Rosario) en la provincia de Santa Fé –bajo el
mando del general torturador Juan Carlos Sánchez, ejecutado por el ERP y las FAR
en una operación conjunta el 10 de abril de 1972- que fueron la antesala de lo
que vendría tras el golpe del ´76.
En el lapso entre una dictadura y otra, la Triple A, las patotas de la
burocracia sindical, los grupos de choque de la derecha fascistoide y militares
en actividad, continuaron la tarea, apoyados por gran parte de la clase política
que hoy alienta la deformación de la historia reciente.
Con esos antecedentes y en un contexto de enfrentamiento profundo entre el
capitalismo salvaje sin máscaras y las organizaciones revolucionarias que
defendían con su propia vida los intereses populares, Campo de Mayo concentró a
lo más brutal de la represión dictatorial.
Con la ESMA funcionando como campo de concentración y exterminio al tiempo que
como centro de desarrollo político del proyecto del almirante Emilio Massera, y
dedicada la Armada especialmente al aniquilamiento de los Montoneros, la fuerza
militar hegemónica, el Ejército, apuntó sus esfuerzos principales a la
destrucción del PRT y del ERP.
Varios meses antes del golpe de 1 976, esa fuerza masacró a Eliseo Ledesma, jefe
del Estado Mayor del ERP. A partir de entonces, más de cinco mil compañeros
perdieron la vida entre las torturas y sólo 42 lograron sobrevivir a la masacre.
Para darse una idea de las proporciones de esta política de exterminio, vale una
comparación: según cifras oficiales alemanas, el 20 % de los prisioneros de
Auschwitz sobrevivió al genocidio nazi en ese campo alemán en la Polonia
ocupada, mientras que sólo el 0, 84 % fue el porcentaje de sobrevivientes en
Campo de Mayo.
Nadie investigó a fondo esa barbarie, y lo que es muy grave, algunos de los que
alguna vez compartieron las luchas de los asesinados en la ESMA, en Campo de
Mayo y en tantos otros campos de exterminio, hoy pasean su historia reciente
vergonzosa por pasillos oficiales y hasta en marchas populares.
"Los romanos construyen un cementerio y lo llaman paz", decía el historiador
romano Cornelio Tácito.
Es hora de salir de aquella última fila del circo sin pan que impulsan los
mentores de la paz de los cementerios, acusar y castigar a los autores
intelectuales y materiales del genocidio de Campo de Mayo.
Allí están los restos de muchos de los luchadores populares que enfrentaron al
imperio y a sus verdugos a sueldo, allí en fosas comunes, diseminados entre la
tierra arrasada, están hombres y mujeres que tuvieron la capacidad de entender
el por qué y el valor de encarar el cómo; allí en Campo de Mayo siguen estando
los gritos de dolor y, lo que más importa , las consignas de lucha y de combate
de quienes nunca se rindieron.
Vayamos a buscarlos, retomemos sus consignas, sigamos con su lucha y démosle
vida a sus sueños, que nunca se perdieron.