Argentina: La lucha continúa
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La omnipresencia de los gendarmes
Martín Piqué
Página 12
La
base de Repsol en Los Perales es un complejo de edificios con un estilo que hace
pensar en el Mediterráneo. Son construcciones blancas con techos a dos aguas
–ideales para que la nieve se deslice– pintados de azul. Los Perales, a 60
kilómetros de Las Heras, es el yacimiento de crudo más importante de la zona. En
sus tierras hay balancines que extraen petróleo mezclado con agua y gas; hay
torres de perforación de quince metros de altura; hay tanques de agua y crudo;
hay baterías que separan el agua del petróleo; hay caños y tuberías que
transportan el gas y el combustible. Pero detrás de la reja perimetral y la
entrada de vehículos también hay gendarmes. Son dos, un oficial algo entrado en
kilos y un novato recién salido de la adolescencia. Su presencia es toda una
novedad para los petroleros que trabajan en el yacimiento. Es otra de las
consecuencias del corte de ruta, la refriega ante la comisaría y el crimen del
policía Jorge Sayago.
La relación entre la Gendarmería y las operadoras que poseen yacimientos
–Repsol, Pan American Energy y Vintage Oil– comenzó a cambiar desde la protesta
de los petroleros. La semana pasada, diecisiete gerentes se reunieron con el
secretario de Seguridad Interior, Luis Tibiletti, en un hotel de Repsol en Las
Heras. Se discutió cómo quitarle poder al cuerpo de delegados. Los
representantes de las empresas reclamaron presencia de Gendarmería en toda la
zona. El funcionario dijo que los gendarmes se irían emplazando en forma
gradual. En ese momento quedó planteado un interrogante: ¿los gendarmes se
establecerían en los accesos y las rutas o también se instalarían adentro de las
instalaciones de las compañías? La respuesta llegó en una recorrida por la zona,
a cargo de cronista y fotógrafo de Página/12.
Detrás de la entrada principal de la base de Los Perales hay unos arbustos que
cortan la vista. Hace unos minutos pasó por allí un vehículo que llevaba a
cuatro efectivos de la Gendarmería. Dos de ellos están caminando hacia la
puerta. Preguntan qué se está haciendo, se quejan por las fotografías, piden
documentos. La charla no dura más de cinco minutos, entregan los papeles y se
van. Cruzan el portón y vuelven adentro. No hay testigos de la escena. El camino
de ripio que viene de Las Heras está silencioso. Falta poco para el mediodía y
la hora no coincide con ninguno de los turnos, 8 de la mañana o cinco de la
tarde. No hay colectivos que lleven y traigan petroleros. Sólo camionetas que de
tanto en tanto llevan personal jerárquico o proveedores.
El camino hasta Los Perales también está tranquilo. En los últimos dos días, la
Gendarmería y la policía provincial hicieron requisas a la altura del paraje El
Guadal, en la mitad del trayecto hasta Las Heras. Según los petroleros, los
hicieron descender del colectivo, presentar documentos, levantarse la remera y
bajar un poco los pantalones para cachearlos de armas. Un periodista observó una
escena parecida a principio de semana, con el Grupo de Operaciones Especiales de
la policía en el rol activo y los gendarmes observando a unos metros. Pero ahora
no están. Los petroleros vinculan la ausencia con el petitorio que están
haciendo firmar en las empresas. Piden el retiro de la Gendarmería para evitar
accidentes –en los yacimientos está prohibido llevar armas de fuego– y porque,
dicen, los afecta en su dignidad.
Pero la Gendarmería no afecta las bromas típicas entre los compañeros de
trabajo. "Su mujer está vinculada con la Gendarmería", se burla Franco López
mientras señala con un gesto a Mario Fuentes. López tiene 25 años y es nuevo en
el petróleo. Fuentes es recorredor: va de pozo en pozo para comprobar que todo
esté bien. Ambos trabajan para Bolland, una de las compañías a las que Repsol
les terceriza tareas en los yacimientos. "Hay tantos milicos que el viento se
asustó", dice Fuentes. Su lugar de trabajo está 500 metros más alto que la
ciudad. Suele haber más viento y más frío que en Las Heras. Pero esta vez hay
sólo frío.
Los petroleros siguen hablando de su obsesión de estos días: los gendarmes. "El
año pasado, en Pico Truncado todo el pueblo los echó", recuerda Rubén, barba de
músico de heavy metal, Chivo para sus compañeros. Lo escucha Carlos Asmut,
empleado de tareas generales. Todavía no se puso el mameluco de verano. Tiene
una remera de La Renga, nunca los pudo ver en vivo. "Qué suerte tienen estos
milicos. Justo levantan las requisas cuando vienen los periodistas de Buenos
Aires", se lamenta Luis Guineo, delegado. No sabe que los funcionarios están muy
atentos a las reacciones que provoca la presencia de Gendarmería. Si hasta
algunos efectivos recibieron duras reprimendas por circular en una camioneta de
Repsol por las calles de Las Heras. "Van a pensar que esto es como el Ingenio
Ledesma", fue la explicación oficial. Allí la Gendarmería está dentro de las
propiedades privadas.