Argentina: La lucha contin�a
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Cuatro a�os de la �ltima rebeli�n del pueblo argentino.
Un presente de incertidumbre y recomposici�n del poder neocolonial en una nueva hora americana.
Alberto J. Lapolla
'Era el pueblo de Mayo que sufr�a
No el odio forastero
Sino la vergonzosa tiran�a
Del olvido, la incuria y el dinero.
El mismo pueblo que ganara
Un d�a su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir y en su agon�a
Le hablaban s�lo el R�o y el Pampero,
De pronto alz� la frente y se hizo rayo
(�Era Octubre y parec�a mayo!)
y conquist� sus nuevas primaveras,
El mismo pueblo fue y otra victoria
y como ayer enamor� a la gloria(..)
Leopoldo Marechal -El 17 de Octubre.
Se fue la gente, volvi� el Pueblo
Durante la noche del 19 de diciembre de 2001, aquellos que tuvimos la suerte de
marchar junto al pueblo retomando el camino de la historia popular de los
argentinos, no pudimos menos que recordar otras marchas y otras peleas en esas
mismas calles treinta a�os antes. Confirmando a Gramsci en el sentido de 'que
los pueblos marchan con toda su historia encima y suelen retomarla all� donde la
dejaron'1, el pueblo argentino recuperaba la calle, expulsaba mediante su
movilizaci�n contundente a un gobierno colonial y mentiroso, que hab�a intentado
abrir el camino de la represi�n masiva para tapar el hambre de los argentinos.
Hambre creado y propagado hasta el hartazgo por el gobierno del m�s infame
Traidor a la Patria que gobernara la naci�n en el siglo XX, entre los a�os 1989
y 1999. En dos jornadas maravillosas el Pueblo argentino recuperaba su categor�a
hist�rica -negando aquello que G. Fern�ndez Meijide, Chacho �lvarez y dem�s
te�ricos de la recolonizaci�n nacional, se�alaban en el sentido que ya no hab�a
Pueblo sino gente, que la categor�a Pueblo era del pasado. Porque claro, si
existe el Pueblo tambi�n debe existir la oligarqu�a y eso vulnerar�a los
acuerdos ideol�gicos y pol�ticos que dieron origen a esta democracia vigilada y
colonial. El Pueblo en la calle, volteaba al inepto -y harto corrupto- habitante
de la Rosada -el Opa Solemne lo llamaron acertadamente alguna vez- recuperando
la categor�a hist�rica de la movilizaci�n popular como eje central de la
construcci�n nacional de los argentinos. Desde que en 1780 el Padre T�pac Amaru
se levantara contra la barbarie espa�ola, y nos dejara el ejemplo invencible de
su ej�rcito de 100.000 indios y su atroz suplicio en nombre de la libertad y la
dignidad de los explotados de Am�rica, los pueblos americanos hicieron de la
resistencia su mayor identidad continental y de Am�rica el continente donde la
Revoluci�n siempre est� renaciendo . Continuando su lucha con otras formas, en
1806 el pueblo de Buenos Aires expulsar�a al virrey Sobremonte por cobarde,
eligiendo a uno propio. Primer acto de soberan�a triunfante del pueblo americano
por sobre el Imperialismo Espa�ol, luego de haber derrotado dos veces los
intentos anexionistas del otro Imperio de entonces, el Ingl�s. Se abr�a as� un
nuevo per�odo de la Revoluci�n Continental clausurada apenas treinta a�os antes
con el suplicio de T�pac, su familia y el exterminio de 100.000 indios por los
'civilizados' espa�oles. Revoluci�n que no casualmente eclosionar�a en 1809 en
las hoy redentas tierras del gran Condorcanqui, y su compadre Tom�s Catari, ya
que la nueva ola revolucionaria que nos dar�a la independencia comienza
precisamente en Chuquisaca y la Paz. De all� alumbrar�an las grandiosas jornadas
de 1810 y la revoluci�n indoamericana de Moreno, Castelli, Belgrano, G�emes,
Artigas, Ascencio Padilla y Juana Azurduy. Revoluci�n ef�mera pero que como
dijera Moreno 'no importa si nos derrotan con lo que hemos hecho la
independencia de Am�rica ya es irreversible'16.
Siguiendo el camino de sus mayores el pueblo argentino y en particular el de
Buenos Aires, se ha sublevado una y otra vez torciendo el rumbo de la infamia
que nos gobernara tantas veces desde el aciago derrocamiento y posterior
asesinato de Moreno. Y esto no es una expresi�n de porte�ismo del que creemos
carecer, sino consecuencia del brutal centralismo de nuestra naci�n, que ha
producido que todo el poder se concentre alrededor de unas pocas manzanas que
rodean a la Plaza de Mayo. De all� que cada vez que ese lugar convoca la
rebeli�n popular, produce cambios casi inmediatos en la estructura del poder.
Baste recordar que el Cordobazo tuvo la misma magnitud o tal vez mayor aun, que
la rebeli�n del 19 y 20 de diciembre, sin embargo Ongan�a cay� un a�o despu�s,
ejecuci�n de Aramburu mediante. El sentido contrario puede observarse en el ya
citado agosto de 1806, el 25 de mayo de 1810, el 26 de julio de 1890, el 17 de
octubre de 1945 o en diciembre de 2001.
Ser pueblo, es ser memoria
La rebeli�n del 19 y 20 continu� entonces esta tradici�n de lucha de las masas
americanas, en el sentido se�alado por Alcira Argumedo, en cuanto a que desde la
conquista espa�ola y su brutal genocidio original, cada generaci�n de americanos
se ha sublevado contra el poder opresor europeo -espa�ol, portugu�s, holand�s,
franc�s o Brit�nico- y sus representantes vern�culos. Dicha marcha ascencional
es particularmente notable a partir de la ya citada Gran Revoluci�n india
americana del Inca T�pac Amaru y de su invicto predecesor Don Juan Santos
Atahualpa2. En particular podr�a decirse que sus herederos directos, el pueblo
boliviano ha vivido de rebeli�n en rebeli�n hasta el reciente triunfo del que
ser� el segundo Presidente Indio de Am�rica despu�s de Benito Ju�rez, el
compa�ero Evo Morales. Pero el primero que redime a los maravillosos y
cult�simos pueblos del Altiplano. Esos pueblos heroicos que durante diez a�os
impidieron con su sangre la derrota de la Revoluci�n de Mayo. Es indiscutible el
car�cter dignificador y revolucionario que resume el triunfo del MAS boliviano.
En este marco la rebeli�n del 19 y 20 tuvo el gran m�rito de sumar una nueva
generaci�n a dicho derrotero de lucha, enlazada con los sobrevivientes de las
luchas setentistas que en conjunto llenaron la oleada de movilizaciones y
asambleas populares posteriores a diciembre. Si los hijos de los Revolucionarios
de 1890, que combatiendo bajo el mando de Alem e Irigoyen enarbolaron una
consigna que har�a historia: 'Patria o muerte', hicieron posible el triunfo del
Peludo Yrigoyen en 1916. Desarrollando adem�s la Reforma Universitaria y el gran
movimiento huelgu�stico de resistencia social de los a�os veinte, inventando en
las calles de C�rdoba la consigna 'Obreros y estudiantes unidos adelante', que
recorrer�a el mundo. Consigna a todas luces anticipatoria por su contenido de
clase de la ya casi olvidada 'Piquete y cacerola la lucha es una sola' que
herir�a los o�dos del poder colonial durante el a�o 2002. As� de seguido la
generaci�n de sus hijos realiz� el 17 de octubre de1945, abriendo el cauce a la
Revoluci�n Nacional y Social del Pronismo. La generaci�n siguiente, enlazada con
la anterior que diera forma obrera y popular al peronismo, construyeron la
Resistencia a la restauraci�n olig�rquica posterior a 1955. Ellos dieron el
golpe de gracia al proyecto de la Libertadora a partir del heroico Cordobazo que
abriera la gran gesta revolucionaria de los a�os 70. Luego vendr�a la derrota de
1976; la mayor sufrida por las fuerzas populares desde la batalla de Pav�n en
1861, y similar en la magnitud del genocidio producido por la oligarqu�a. Tal
vez m�s grave a�n por el car�cter calificado del aniquilamiento de los cuadros
del movimiento popular, dirigentes sociales que empalmaban estrat�gicamente la
lucha popular desde 1945 hasta 1976. No en vano m�s del 55 % de los 30.000
desaparecidos fueron dirigentes sindicales de base.
En diciembre del 2001 otra generaci�n tom� la posta de la historia, sum�ndose
con sus rasgos caracter�sticos y con las formas de lucha de que dispone, as�
como con sus c�digos y contenido espec�fico, tal cual pudo verse en la heroica
jornada del d�a 20 de diciembre y en la batalla del Puente Pueyrred�n de junio
de 2002. All� Dar�o Santill�n retom� los m�s sublime de nuestra historia, al dar
su joven y hermosa vida, para intentar salvar a su compa�ero Maximiliano
Kostecki, en el mejor estilo de Cabral, de Dorrego, de Juana Azurduy o de la
heroica generaci�n del setenta. El d�a 20 en la batalla de Plaza de Mayo -y en
otros lugares del pa�s ese d�a, los anteriores y los posteriores- la juventud
ocupada y desocupada, dio una pelea frontal y heroica a las fuerzas represivas.
Una nueva juventud fogueada en la lucha contra la polic�a del gatillo f�cil, la
corrupci�n y el asesinato de j�venes y de pobres, en las villas, en los barrios
carenciados, en los estadios de f�tbol y los recitales, puso a raya a las
fuerzas represivas. Pese a su barbarie, las fuerzas policiales -con un saldo de
35 ciudadanos muertos, 40 en todo el pa�s- debieron ceder el control de la
ciudad al pueblo, siendo derrotadas por la acci�n heroica de j�venes -y
cincuentones- que usando piedras y motos enfrentaron a un enemigo que dispon�a
de todo el arsenal de fuego. Dicha juventud retom� y reformul� la herencia de
sus antecesores de los a�os 70, abriendo un nuevo per�odo hist�rico que aun
transitamos, aun cuando todav�a no haya generado una nueva expresi�n pol�tica
que lo contenga. Tal vez debamos volver al pensador sardo y recordar su apotegma
respecto que 'hay crisis, ya que muere lo viejo, pero aun no nace lo nuevo'4 .
En una mirada panon�mica podr�a decirse que hasta all� los '70 eran asignatura
pendiente. A partir del 19 y 20 los '70 son ya historia. O empiezan a serlo.
La crisis est� all�.
Ya en la misma noche del 19 de diciembre la multitud que march� contra la
explosi�n del modelo neoliberal, mostr� se�ales de un tiempo nuevo. En realidad
la crisis del capitalismo colonial argentino era de tal magnitud que se hallaban
al descubierto los dos elementos principales del poder capitalista neoliberal
actual: la democracia burguesa colonial, con su representaci�n destrozada al
calor del 'que se vayan todos' y sus pol�ticos escondidos y disfrazados y el
capital financiero desnudando la esencia expropiadora del capitalismo, robando
desembozadamente sus ahorros a los dos tercios inferiores de la naci�n. Esta
realidad expropiadora objetiva, era la base del acuerdo en la calle entre los
trabajadores desocupados y las capas medias -expresadas casi de inmediato en el
enorme movimiento de las asambleas populares-, alianza que desvel� al poder
colonial durante casi un a�o y medio. Destruir esa alianza fue -y es- el
objetivo de todos los partidos coloniales existentes. Es el objetivo principal
del elenco gobernante, que ha obtenido �xitos importantes en la tarea de
desmontar y cooptar la enorme movilizaci�n popular emergente del estallido de
diciembre. Este �xito gubernamental se debe principalmente a la mendacidad, el
oportunismo y la estupidez existentes en algunos sectores del campo popular, que
se han sumado alegremente a un proceso de emprolijamiento del poder colonial que
nos gobierna desde 1989. S�lo la inexistencia de fuerzas de recambio pol�tico no
aparecidas hasta entonces, ni hasta hoy, as� como la supervivencia de una
izquierda ahist�rica, permitieron que el 19 y 20 no eclosionara en un nuevo
proyecto pol�tico nacional, superador de la crisis. Luis Zamora tendr� sus
razones para haberse negado a jugar el rol que la historia le puso frente a s�.
Sin embargo la crisis est� abierta y pese a los �xitos moment�neos del poder en
comprar, encuadrar y domesticar a algunos sectores del movimiento popular, el
mismo seguramente alumbrar� una nueva etapa de la marcha hist�rica de los
argentinos, una vez m�s, enmarcada en el resurgimiento de la Patria Grande
Americana. La fragilidad del sistema es tal que cada nuevo elemento de crisis
devuelve al poder colonial a la situaci�n del 19 y 20, tal como se comprueba con
la crisis desatada por la masacre de Croma��n o en la protesta popular contra la
privatizaci�n y depredaci�n ferroviaria de Haedo.
Piqueteros, asambleas populares y empresas recuperadas
El 19 y 20 alumbr� tres elementos que podr�an ser la punta para un nuevo
movimiento popular: un potente movimiento de trabajadores desocupados,
encuadrado en el Movimiento Piquetero; una expresi�n natural de organizaci�n
pol�tica popular a trav�s de Asambleas Populares y una profundizaci�n del
mecanismo de ocupaci�n y puesta en marcha por sus trabajadores de las empresas
abandonadas por la burgues�a: las Empresas Recuperadas. La enorme potencialidad
de dicho movimiento sumado a la posibilidad entonces, de un frente con las
izquierdas -juntos en la calle piqueteros, asambleas populares y partidos de
izquierda realizaron las movilizaciones m�s numerosas y continuadas desde la
traici�n menemista- y los sectores antimodelo, llen� el per�odo de movilizaci�n
de masas m�s alto de estos tiempos; el comprendido entre diciembre de 2001 y
mayo de 2003. La enorme potencia de esta confluencia en junio-julio de 2002
-luego de la masacre del Puente Pueyrred�n-, oblig� a Duhalde a irse seis meses
antes y a abandonar de hecho la pol�tica activa, aunque necesit� que las urnas
se lo confirmaran en el octubre reciente. Pero el poder colonial es sabio: en el
llamado a elecciones hecho por Duhalde estaba el Tal�n de Aquiles del movimiento
popular. Ese enorme potencial de movilizaci�n y de acci�n que se expresaba en la
calle, no tendr�a expresi�n pol�tica alguna. Y as� fue. El PJ -expresado ahora
en su ala 'izquierda'- volvi� al gobierno y pudo por ahora regenerar el poder
colonial post Anillaco. Claro est� que con nueva forma y contenido algo difrente.
Ya no gobierna el parasitismo financiero aunque se cumpla a rajatabla con el FMI
-eso s� gritando mucho-, ahora mandan Repsol, Techint y los amigos del
Presidente.
El poderoso movimiento piquetero -�nico movimiento de tal magnitud en el mundo
de trabajadores desocupados- y el de las Empresas Recuperadas, recoge la
herencia directa del mayor movimiento sindical que alumbrara Am�rica Latina
durante el siglo XX: el existente en la Argentina entre 1890 y 1989. En el
sentido que estamos analizando es imposible no ubicar la existencia de dicho
movimiento sin considerarlo como heredero del potente y revolucionario
movimiento sindical clasista y combativo de los a�os 70, que hab�a jaqueado como
nunca antes al poder burgu�s existente. La estrategia del mando capitalista
argentino de desindustrializar a la naci�n de manera brutal, destruyendo
f�sicamente a la clase obrera, no se entiende sin esa comprensi�n. Fue el propio
presidente de la UIA Elvio Coelho, ya en 1971 -es decir a dos a�os del Cordobazo
y con el Viborazo aun palpitando- quien expresara blanco sobre negro a James
Petras los planes que la gran burgues�a aplicar�a inexorablemente a partir de la
dictadura genocida. "A pesar de todo, no creo que ellos (los guerrilleros A.J.
Lapolla) fueran el motivo central del golpe militar que se planeaba en la
Argentina (el de 1976. AJL). Ya en 1971 me hab�a impresionado un di�logo que
mantuve, si mal no recuerdo, con Elvio Coelho, entonces Presidente de la Uni�n
Industrial Argentina (UIA). Yo le preguntaba porque no se lanzaban a la
industrializaci�n como en Brasil" "- Porque los sindicatos son demasiado fuertes
y eso nos llevar�a a una guerra civil- contest�. - Pero, �porqu� no lo intentan?
-Porque podemos perder - dijo."5 Coelho no hac�a m�s que refirmar las palabras
del hirsuto almirante Isaac Rojas quien en 1955 hab�a expresado toda la visi�n
estrat�gica de la oligarqu�a nacida en la Argentina: 'Para que desaparezca el
peronismo, deber�n desaparecer las chimeneas.'6 Realizada la matanza otro
empresario 'argentino', Don Juan Alemann rese�� en 1980 la labor realizada por
los genocidas: "Con esta pol�tica (la represi�n y los 30.000 desaparecidos. AJL)
buscamos debilitar el enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas
del pa�s. La Argentina ten�a un poder sindical demasiado fuerte, frente al cual
era imposible el florecimiento de cualquier partido pol�tico, porque todo el
poder lo ten�an ellos. (...) Hemos debilitado el poder sindical y esta es la
base para cualquier salida pol�tica en la Argentina."7 Es imposible pensar a la
Argentina de hoy despu�s de la destrucci�n de la naci�n industrial, tecnol�gica,
militar y cient�fica sin considerar estos planes del estado mayor capitalista.
Desde all� debe verse al movimiento piquetero -y a las empresas recuperadas por
sus trabajadores- como el heredero de dicha clase obrera destruida en su esencia
principal, el trabajo y la solidaridad natural del empleo com�n. No otro es el
significado de la despedida del Ingeniero A. Alsogaray, quien se�al� antes de
morir: 'He cumplido mi misi�n. Hemos logrado que el pa�s retornara al 3 de junio
de 1943.' 8 El Capit�n Ingeniero estaba en lo cierto: en 1976 la naci�n pose�a
seis millones de trabajadores industriales sindicalizados con pleno empleo; en
el 2001 la cifra de trabajadores industriales se hab�a reducido a menos de un
mill�n.
El hambre como disciplinador social
Debe se�alarse sin embargo, la enorme dificultad que entra�a para los
trabajadores desocupados -y tambi�n de las empresas recuperadas-, el que su
lucha se de hoy por fuera de los marcos del empleo, el sindicato, la f�brica, la
empresa. Carente del n�cleo de cohesi�n que brinda el empleo y el trabajo, el
camino es mucho m�s arduo y espinoso, debiendo no pocas veces recomenzar su
construcci�n. El poder colonial juega a ello combinando el clientelismo, la
cooptaci�n, la d�diva y la represi�n, ejercidos sobre la base objetiva del
hambre del pueblo. Hay ya sectores del conurbano bonaerense -el coraz�n del
proyecto de destrucci�n de la clase obrera y de la pol�tica de devastaci�n
social de la naci�n- con dos generaciones crecidas fuera del empleo, la
educaci�n regular, el servicio militar y la comida en el hogar. El hecho de que
la conducci�n sindical se encuentre en gran parte en manos de c�mplices de la
destrucci�n de la naci�n y de su propia clase, y no asuma la representaci�n de
los trabajadores desocupados, disminuye la potencialidad pol�tica del movimiento
y le impide cohesionar a otros sectores sociales como ocurriera en los '70 con
la CGTA y el movimiento sindical combativo. El nuevo capitalismo post URSS, basa
su poder en el hambre y el desempleo masivo. Es esta la base de dominaci�n del
poder colonial actual. Sin embargo es al mismo tiempo su punto de mayor
debilidad, dada la brutal contradicci�n que derrama sobre la sociedad, tal como
lo demostrara la gran rebeli�n popular de diciembre y las r�plicas de Croma��n y
Haedo. La base real del capitalismo colonial argentino impide la consolidaci�n
del modelo vigente desde 1989, por el contrario tiende a coagular a los dos
tercios de la sociedad contra la c�pula social. C�pula excluida por s� misma en
countries, barrios privados, cerrados, plazas enrejadas y restaurantes que
cierran el ingreso a los pobres. Ya en el 2001 la transferencia del 80% m�s
pobre de la sociedad al 20% m�s rico, era de 27.4 mil millones de d�lares
anuales entre 1989 y 2001. Es decir de 274 mil millones de d�lares en diez a�os.
9 Hoy las cifras son aun mayores, pese a los desesperados intentos del gobierno
por ocultarlos: el INDEC se�al� en julio de 2005 que la grieta entre el 20% m�s
pobre y el 20% m�s rico de la sociedad se profundiz� aun m�s durante el segundo
semestre de 2004, ya que la brecha pas� de 13,3 a 14,3 veces. Al mismo tiempo el
10% m�s pobre pas� de recibir el 1.4% del PBI al 1.3% del mismo.10 Hoy la
diferencia en mayor aun: 'esta deuda social es a�n acuciante: luego de haber
logrado el mayor crecimiento del PIB de los �ltimos cien a�os, la poblaci�n en
situaci�n de pobreza e indigencia se mantiene en los mismos niveles de fines de
2001 (38.5% y 13.6% respectivamente). Ello se debe en gran medida a que la
distribuci�n de los ingresos no se ha modificado desde el punto m�s cr�tico de
la crisis del a�o 2002, pues el 20% m�s pobre de la poblaci�n contin�a
recibiendo s�lo el 4.4% de los ingresos totales, mientras que el 20% m�s rico
mantiene una participaci�n superior al 50%.'15 Esta tarea que se neg� a realizar
Lavagna estar� en el centro de los reclamos que afrontar� Felisa Miceli, pero
luego del pago de casi 10.000 millones de USS al FMI, y los otros prometidos es
muy dif�cil que el 2006 sea un a�o de distribuci�n. Por lo menos si no cambia la
matriz estructural de la econom�a. El problema para el gobierno es que, dado el
proyecto estrat�gico burgu�s 'argentino' a que hacemos referencia m�s arriba,
empe�ado en mantener un nivel salarial que apenas cubre el 60% del costo de la
canasta familiar, cada empleo que se crea, crea un nuevo pobre. Si a esto se
suma que la propagaci�n del monocultivo de soja transg�nica forrajera destruye
cuatro de cada cinco empleos en el campo11 , y el 49.6% de toda la tierra del
pa�s (es decir la mitad de la tierra cultivable) est� en manos de 6900
empresas-familias14, la situaci�n del empleo y la distribuci�n es
estructuralmente insoluble dentro de este modelo. El mismo no permite la
pol�tica plesbicitaria que el gobierno pretende, de all� la necesidad de cerrar
los espacios cr�ticos de cualquier especie -cualquier camino puede devolver al
'que se vayan todos' al centro de la escena, como descubri� Ibarra. De all� la
necesidad de avanzar en los acuerdos medi�ticos con Haddad, Blumberg, Monetta,
Tinelli, �vila, Manzano y dem�s envenenadores de la conciencia colectiva. Esa es
la raz�n que pese a ser nuestro pa�s unos de sus fundadores Telesur s�lo puede
verse 4 horas por d�a en un canal de cable de escasa difusi�n. Por el desarrollo
natural de las cosas el modelo regenerar�a otro 19 y 20, aun mayor
probablemente. De all� que el poder trate de aislar lo m�s posible a los pobres
excluidos, de los pobres medios. La rejas de Ibarra -dentro de las cuales qued�
prisionero- son un intento desesperado por echar a los pobres de Buenos Aires y
enemistarlos definitivamente con la clase media, bastante nazificada por la
campa�a medi�tica de criminalizaci�n de la pobreza. En esta l�nea se dan los
intentos del gobierno por destruir al MNER17, a los movimientos piqueteros que
no se subordinan y disolver la CTA, para subsumirla en la CGT ya castrada de
toda representaci�n obrera, por v�a de Del�a. Pero la realidad y el pueblo dir�n
lo suyo. No hay que olvidar que una de las ense�anzas de diciembre fue que la
realidad social pudo m�s que el sojuzgamiento de la mentira medi�tica a
repetici�n. Pese a su retroceso y dispersi�n actual el movimiento piquetero
mostr� tambi�n una madurez superadora respecto de los a�os 70. Si la brutal
provocaci�n del duhaldo-felipismo en el Puente Pueyrred�n se hubiera realizado
antes de 1976, es muy probable que la cifra de muertos hubiese sido mucho mayor.
Es evidente que el movimiento popular ha aprendido sobre el uso desmedido, de la
violencia en la epopeya de los '70.
'En busca de los obreros de san Petersburgo' 12
El otro gran elemento surgido de la rebeli�n lo conformaron las asambleas
populares que afloraron naturalmente en los 18 meses que siguieron a la crisis
de diciembre y aun continuan su marcha. Para desgracia de nuestro pueblo, que
hab�a hecho le esencial, es decir, salir a la calle, enfrentar a la represi�n y
voltear al gobierno infame, la otra parte, la conducci�n pol�tica necesaria para
crear un nuevo proceso pol�tico, no exist�a. Era un conjuto vac�o. Fue all�
donde se mostr� el car�cter verdaderamente infantil de la 'izquierda' existente
en nuestro pa�s. Su papel en la crisis consisti� en 'aparetaear' y destruir los
elementos de poder popular que hab�an brotado espont�neamente en las masas. No
eran formas del 'poder sovi�tico' lo que se discut�a en las asambleas de
ciudadanos que se propagaron como hongos por la Ciudad y el conurbano. No era el
tr�nsito de 1905 a 1917 en la Rusia revolucionaria, como los militantes de
algunos partidos de izquierda expresaban ante at�nitos ciudadanos. Era una vez
m�s el viejo democratismo popular criollo caracter�stico y fundante de Nuestra
Am�rica. As� fue despu�s de las invasiones inglesas, as� fue en Mayo de 1810,
esas eran las pr�cticas de los Querand�es, de Artigas, de Castelli, de
Monteagudo, de Moreno, de Dorrego, de Belgrano, de Guemes, de San Martin, de
Zapata, de Villa, de Sandino. Eso es el zapatismo. Lo que ocurr�a en las calles
era la herencia de Artigas cuando exclamaba a los delegados 'mi poder emana de
ustedes y cesa ante vuestra presencia' o cuando enunciara el viejo apotegma
federal, democr�tico y republicano retomado luego por Felipe Varela: 'naides es
m�s que naides'. Era la herencia de San Mart�n cuando fue designado jefe del
ejercito continental por una asamblea de oficiales americanos en Rancagua y
convoc� a luchar para 'ser libres' porque 'lo dem�s no importa nada' a sus
'compa�eros del Ejercito de los Andes'13 . Fue Rodolfo Terragno quien entendi�
la magnitud de la crisis: 'el pueblo ha abolido de hecho el art�culo 22 de la
Constituci�n Nacional', se�al�, advirtiendo a sus compa�eros el tama�o de la
rebeli�n. Pero claro, como se�alara Rodolfo Walsh 'nuestra izquierda conoce muy
bien como Lenin y Trotzky tomaron el Palacio de Invierno, pero desconoce como
Mart�n Rodr�guez y Rosas se hicieron del poder en 1820'. Teniendo en cuenta que
la Nueva Izquierda surgida en los setenta en sus dos vertientes, el Peronismo
Revolucionario y la Izquierda Revolucionaria Guevarista, fuera destruida por la
dictadura, la izquierda remanente que sobrevivi� es la que ya ten�a fuertes
limitaciones de comprensi�n pol�tica entonces. Esa izquierda f�sil es la que
debi� salir al encuentro de la crisis de diciembre y ayudar a alumbrar un nuevo
momento hist�rico. Por supuesto, no estaba en condiciones siquiera de llamar a
la partera. La realidad mostr� que la izquierda existente estaba tan muerta como
el resto del sistema pol�tico colonial existente, solo que no lo sab�a. En lugar
de buscar los caminos de unidad propia para generar una fuerza pol�tica nueva
capaz de profundizar lo espont�neo, se dedic� a destruir lo espont�neo y mirarse
el ombligo. Frente a lo espont�neo radica la mayor debilidad de la izquierda,
tal cual nos estallara en las manos en los '70. Cuando ocurriera el Cordobazo
sin 'ninguna organizaci�n revolucionaria detr�s' -como si semejante movimiento
sindical de la clase obrera no fuese una formidable construcci�n social de los
trabajadores- muchos dirigentes revolucionarios de entonces se dijeron que eso
no pod�a ser, que hab�a que organizar y controlar lo espont�neo. All� se
profundizar�a la leninizaci�n colectiva y coercitiva del proceso pol�tico de los
'70. Tal vez su m�xima expresi�n lo constituir� la leninizaci�n de prepo de las
FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) -que no eran leninistas- conocido como Proceso
de Homogenizaci�n Pol�tica Compulsiva. Puede pensarse que en los tiempos de la
expansi�n de la Revoluci�n Cubana, de Viet Nam, de la China socialista y de la
existencia de la URSS pod�a darse aun cr�dito al leninismo como teor�a
revolucionaria. Hacer lo mismo en el hoy, es ignorar nada menos que el colapso
de la URSS, la transformaci�n capitalista de China y la desaparici�n del
socialismo polic�aco europeo por la movilizaci�n de sus pueblos. La realidad de
la Argentina de diciembre deb�a ser metida de prepo en las p�ginas del �Qu�
hacer? o del Estado y la Revoluci�n, y no en el pensamiento de Artigas, de
Castelli, de Moreno, de Alem, de Per�n, de Evita. Era mejor seguir buscando 'a
los obreros de San Petersburgo', en la Argentina que aceptar al pueblo tal cual
es. La izquierda argentina sigue siendo hija de Mitre y Sarmiento, cree que hay
que 'educar al soberano', 'concientizarlo' y no interpretarlo, acompa�arlo, ser
parte de �l.
Otra hora de la Patria Grande
El 19 y 20 fue tambi�n la expresi�n argentina de la ola de rebeli�n antiliberal
que viene recorriendo Am�rica Latina desde el alzamiento zapatista. A partir de
all� Am�rica Latina ha retomado su l�nea de confrontaci�n con el imperialismo y
vuelve a transformarse en el centro de resistencia revolucionaria del mundo como
lo fuera en los setenta. En particular desde el afianzamiento de la gran
Revoluci�n Bolivariana de Venezuela comandada por el compa�ero Hugo Ch�vez. El
hecho de la reivindicaci�n Bolivariana de Ch�vez y su revoluci�n, posee el
aditamento de que desde el vamos retoma la revoluci�n continental de la Patria
Grande como proyecto estrat�gico continental, el camino fundante de la
Revoluci�n Latinoamericana desde los tiempos de la Guerra de la Independencia.
La Revoluci�n Bolivariana ha consolidado la posibilidad de transitar otro camino
en Am�rica Latina, como herencia inconclusa de la derrota de la lucha
continental de los '70, sacando ense�anzas de las derrotas de las revoluciones
chilena y sandinista, reformulando la propia Revoluci�n Cubana en la propuesta
de un nuevo Socialismo, plural, democr�tico y participativo. El triunfo del
compa�ero Evo Morales sin duda profundiza y radicaliza esta perspectiva
continental. La �ltima vez que los pueblos indios de Am�rica se sumaron
masivamente al proceso revolucionario fue durante la Guerra de la Independencia,
de all� la magnitud �pica del tiempo que estamos atravesando. No casualmente la
Iglesia cat�lica espa�ola -la heredera de la Inquisici�n, del franquismo y del
genocidio americano- se burl� descaradamente de Evo Morales. La derecha
franquista espa�ola entendi� exactamente de que se trataba el triunfo del Aymara
Morales y respondi� con los reflejos del repugnante racismo de los
conquistadores. Poseedor de una sabidur�a pol�tica ancestral Don Evo contest�
como corresponde: viaj� a Cuba, a Venezuela y a Espa�a a negociar con Rodr�guez
Zapatero para acordar el precio que pagar� Repsol por el gas boliviano. Despu�s
vendr� a Buenos Aires ya habiendo arreglado con el due�o del circo, perd�n de
Repsol. El triunfo de Morales repercutir� de forma inmediata en Ecuador y Per�
donde el militar nacionalista y americanista Ollantay Humala pas� a ser el nuevo
enemigo de los medios de comunicaci�n del Imperio y tal vez el pr�ximo
presidente del Per�. Presidentes mestizos e indios, pueblos en movimiento y
sublevados a lo largo de todo el continente muestran la dimensi�n hist�rica y
�pica de la etapa que transitamos. Per�odo que contin�a pero profundiza la lucha
continental de los a�os 70, abierta por la Revoluci�n Peronista y profundizada
por la Cubana. Junto a su pol�tica de derechos humanos -del pasado- en su
alianza con Ch�vez -mediatizada a trav�s de Repsol y Techint- y en darle un
golpe mortal al ALCA en Mar del Plata se encuentra tal vez lo mejor del
Presidente Kirchner, aun cuando dicho apoyo se realiza sobre la base de mantener
el modelo de dominaci�n colonial en nuestro pa�s, marcando sus l�mites. Una vez
m�s se trata para el campo popular de poder reformular un nuevo proyecto de
Liberaci�n Nacional y no de disputar migajas de un gobierno que viene a
impedirlo. La herencia del 19 y 20 de diciembre puede constituir un punto de
partida de un nuevo movimiento popular argentino, que se enmarque en la nueva
hora continental, ayudando a concluir la tarea de la emancipaci�n nacional y
social del pueblo argentino y americano. Tal vez debamos hacer caso una vez m�s
a Marechal: 'Trabajemos desde abajo en el humus aut�ntico de la raza, con la
ra�z hundida en sus puras esencias tradicionales, porque el humus de abajo
siempre conserva la simiente de lo que se intenta negar en la superficie.'
1 Gramsci Antonio. Gramsci dans le texte. Par�s 1985
16 Carta de Moreno a Belgrano, citado por Casco Marcos, La Argentina un Tigre en
Acecho. Corregidor 1996
2 Argumedo Alcira, Los Silencios y las voces en Am�rica Latina. Colihue.1999
4 Gramsci Antonio, opus cit.
5 Seoane Mar�a. Todo o Nada. Planeta, 1991.
6 La Naci�n, Octubre, 1955.
7 Andersen Martin, Dossier Secrteto. Planeta. 2001
8 Clar�n abril-2004
9 L�pez Artemio, Clar�n 30-01-02
10 Argenpress 05-07-05
15 Declaraci�n del IMFC. 1-1-06
11 Botta G., y Selis D. UNLP. 2003
14 Censo Nacional Agropecuario 2002.
17 Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas
12 Duhalde Eduardo Luis, Revista Crisis segunda �poca
13 San Mart�n Jos�, Orden General del 27 de julio de 1819
Fuente: lafogata.org