Argentina: La lucha continúa
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Papeleras: Estos son unos atorrantes
Hugo Alberto de Pedro
Cuando en otra oportunidad, hace dos meses largos, me refería al tema suscitado
por la instalación de las plantas de pasta de celulosa en la República Oriental
del Uruguay dejaba planteada la cuestión de los conflictos con otros pueblos
hermanos (Papeleras: El único responsable es el gobierno).
Ahora todo se presenta como un hecho concreto, triste y desmesurado.
La realidad nos pone en blanco sobre negro, aún a pesar de los celestes y
blancos de nuestras banderas, la indolencia de los gobiernos argentino y
uruguayo.
La terquedad de los presidentes Kirchner y Tabaré es una ilustración, una de las
tantas, de que las insensibilidades que la política y las relaciones exteriores
pueden producir hasta llegar al límite del enfrentamiento entre pueblos
hermanos. Advertimos que el conflicto se sustenta en la expansión depredadora
capitalista sobre el medio ambiente, a manos del Uruguay, por un lado. Y por el
otro tenemos a un Estado argentino que pretendió hacerse el desentendido sobre
su obligación constitucional de preservar el medio ambiente.
Argentina y Uruguay tienen centenares de parlamentarios que no han sido capaces
de hacer lo más mínimo por contribuir al dialogo inteligente y productivo, para
crear determinadas condiciones para hacer del entendimiento el camino propicio
para una solución sustentable, lógica, equitativa, institucional y democrática
del conflicto.
Los miembros de la Justicia de ambos países tampoco han querido comprometerse en
la cuestión, que sin dudas tiene aristas jurídicas insoslayables, a partir de
los Tratados Internacionales y del andamiaje legal de nuestros Estados, como
asimismo de los acuerdos del Mercado Común del Sur.
O sea, la cuestión del medio ambiente equilibrado, el comprometer a las
generaciones futuras y la preservación del ecosistema "ES UNA CUESTIÓN DE
ESTADO", y Estado son los tres poderes que afortunadamente, aunque se muestren
sólo en apariencia, están vigentes en nuestras patrias.
Cualquiera podría preguntarse en qué quedaron aquellos días de acercamiento
político y trato cordial, tanto como efusivo y oportunista, donde ambos
presidentes, funcionarios y legisladores cruzaban el Río de la Plata para
demostrarse "amistades progresistas" que hoy no pueden sostener ni en los sueños
más trasnochados.
El pretender querernos convencer que los asambleístas entrerrianos pueden
convertirse en "bonzos", "hombres bombas" o "kamikazes" es tan estúpido de
creer, como que los militares uruguayos tengan información de inteligencia que
permitan advertir riesgos por posibles ataques a la fábrica de Botnia en Fray
Bentos. La única justificación, mendaz por cierto, es una incoherente nota
periodística aparecida el 24 de noviembre pasado en un diario del imperio como
The Washington Post que comienza así: "Cuando una mujer de 88 años ofrece
convertirse en bomba suicida para acabar con una fábrica, parece evidente que se
ha permitido que una situación polémica se salga de control".
Pretender achacar a los vecinos ribereños del Río Uruguay, como de los que
apoyamos sus reclamos, de ser los culpables del actual estado de situación es
ofender a la inteligencia del ser humano, cuando simplemente hacen aquello que
los gobernantes no quisieron y no supieron hacer, para que se cumplan los
acuerdos bilaterales firmados en el Tratado de Límites del Río Uruguay que tiene
más de 45 años de vigencia.
Simplificar el tema a las decisiones que pueda tomar el Tribunal Internacional
de Justicia, con sede en la Haya, con sus comprobadas ineficientes actuaciones a
lo largo del tiempo, para dar cumplimiento al artículo 38 de su Estatuto para
dar soluciones a las controversias de las convenciones internacionales, sean
generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por los
Estados litigantes, es tan ridículo, como pretender que sea un organismo de
crédito internacional, el Banco Mundial, el encargado de establecer un límite
sobre cuestiones medioambientales, cuando no es resorte de su función. Además,
ha demostrado que siempre ha estado detrás de las decisiones más perversas sobre
el destino, implementación y cuestiones financieras de los países marginados del
bienestar imperante en el norte rico y expoliador.
La displicencia con que el presidente uruguayo trató al enviado "facilitador"
-Antonio Yánez Barnuevo- del rey de España, Juan Carlos de Borbón, es una
muestra más de lo que éste gobierno está dispuesto a dialogar en torno del
pingüe negocio, con negociado incluido, de la pastera finlandesa.
La cuestión no es de Dios, ni de los dolores, como tampoco de los golpes al
corazón como pretende hacernos creer Kirchner. Porque si alguien manifiesta
querer a los hermanos uruguayos tiene que actuar en consecuencia, y no
justamente desde los palcos de la politiquería. Debe hacerlo desde la política
activa que impone y obliga a una hermandad bien concebida y de la que los
conciudadanos argentinos y uruguayos hemos dados sobradas muestras desde
nuestros primeros días de la existencia como pueblos que pretendieron ser libres
y más aún desde que nos convertimos en pueblos independientes de cualquier
dominación extranjera.
Kirchner, un advenedizo del progresismo; y Tabaré, un olvidadizo socialista,
tienen un mandato de sus conciudadanos, de sus pueblos. En la actualidad están
colocados como los máximos responsables de la conducción de la vida
institucional de nuestras naciones hermanadas por un "pasado" de luchas por
nuestras independencias y en contra de los gobiernos dictatoriales y genocidas
como de pertenencias por demás de importantes y sólidas, por un "presente"
indeseable alimentado por cuestiones económicas que no tienen ningún miramiento
por el desarrollo sustentable de nuestros países; y un "futuro" que jamás podría
quedar manchado y dañado por posiciones políticas intolerantes de las que sea
muy difícil regresar.
Considero impostergable, por una necesidad humana y social, que ambos
presidentes hagan los esfuerzos necesarios para entablar un diálogo fructífero y
sano; directo, sereno y urgente que el tema requiere y obliga.
En definitiva, Kirchner y Tabaré, serán unas simples referencias que quedarán
anotadas en las páginas de la historia de la Argentina y del Uruguay por sus
aciertos y sus errores, pero lo que importa para el futuro de las patrias del
sur latinoamericano, las de José de San Martín y la de José Gervasio Artigas, es
la convivencia y el poder estrechar los lazos de amistad y hermandad que siglos
de historia les obligan a respetar y cumplir.
¿Quién puede asegurar que las cosas no pasarán a mayores?
¿Quién puede creer tantas mentiras?
¿Quién no advierte que unos cuantos dólares están infringiendo Tratados?
¿Quién puede estar tranquilo con la desidia de estos presidentes?
Bien decía Joan Manuel Serrat en la letra de "Las malas compañías", mis amigos
son unos atorrantes, mis amigos son unos sinvergüenzas y mis amigos son unos
malhechores.