Argentina: La lucha continúa
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El 19 y 20 de diciembre de 2001 es un hito histórico
imborrable
Entre los paradigmas y el homenaje
Juan Carlos Sánchez
A 5 años de un cacerolazo, de un reclamo popular sostenido, provocado por un
Domingo Felipe Cavallo que, como Ministro de Economía, supo sentar las bases de
la profundización del neoliberalismo impuesto por la dictadura, la misma que lo
llevó al Banco Central en 1982, y por un mandatario pusilánime como Fernando de
la Rúa, que se limitó a seguir al gurú económico de su gabinete, nos encontramos
con la supervivencia de viejos paradigmas y con la necesidad imperiosa del
homenaje a las 37 personas que cayeron en las lúgubres jornadas de diciembre de
2001.
Al 'que se vayan todos', se impuso el 'que se quedan todos'... Y se quedaron
nomás, de la mano de un Eduardo Duhalde que supo ser el arquitecto del reciclado
de la clase política y del fin de una convertibilidad insostenible. Una vez más,
a pesar del estado asambleario de la época, las élites políticas resucitaron
pese a un conjunto de demandas populares encarnadas por un medio pelo asustado
por la pérdida de sus pertenencias, parafraseando a Serrat, y por los
trabajadores desocupados que construyeron la institución del piquete como método
para exigir soluciones a sus problemáticas.
Los viejos paradigmas neoliberales pudieron hacer pié gracias a un gobierno de
transición que, entre otras cosas, procuró destruir el paradigma asambleario
sostenido por las asambleas barriales, alentadas por vecinos con conciencia
ciudadana, pero cuyo mensaje no supo ser interpretado por la izquierda
vernácula. El 'que se vayan todos' fue perdiendo fuerza a medida que el medio
pelo comenzó a recuperar sus depósitos, lo cual permitió deshacer la alianza
entre sectores medios y sectores populares que hizo trizas el contrato social
durante el 19 y 20 de diciembre de 2001.
No cabe duda que los hechos, materializados en la movilización popular que
provocó la salida del poder de la Alianza, vistos a la distancia pueden ser
analizados en términos políticos y sociales, teniendo en cuenta la actual
coyuntura que sigue sosteniendo viejos paradigmas. El neoliberalismo no se ha
ido, permanece en los pliegues del gobierno de Néstor Kirchner para seguir
sobreviviendo de la mano de un doble discurso por el cual se sostiene la bandera
de los Derechos Humanos, por un lado y por otro, se reprime la protesta social
que aún continúa, en menor o mayor medida, debido a la gran exclusión social y
muy a pesar de los generosos índices oficiales.
Sin embargo, el paradigma asambleario no ha desaparecido totalmente. Sigue
vigente en algunas expresiones barriales y en muchas organizaciones de base que,
aún hoy, siguen construyendo opciones sociales destinadas a la memoria del
pasado reciente y al encuentro del camino hacia soluciones, tal vez temporarias,
para quienes todavía sufren las consecuencias del huracán neoliberal de los `90.
De lo que no cabe duda, es que el 19 y 20 de diciembre de 2001 marcó un hito
histórico imborrable en todos los argentinos y argentinas con conciencia
ciudadana, pero también para una clase política que, desde el 2002, trata de
sostenerse mediante el clientelismo y el amiguismo como una suerte de reaseguro
para su perpetuación en el poder. Fue el límite a la tolerancia de la impericia
en el manejo de la res pública, aunque ella sigue siendo alta frente a la
ausencia de soluciones para amplios sectores populares porque el medio pelo ha
decidido, de alguna manera, continuar con esa tesitura pues no afecta sus
intereses de clase.
Hoy no podemos olvidar a quienes, desde su propia trinchera, supieron hacer
frente a un gobierno inerme, azotado por un justicialismo ávido de poder que
fomentó los saqueos en la Provincia de Buenos Aires, al igual que en vastos
rincones del interior del país. Claudio 'Pocho' Lepratti, en Rosario; Gustavo
Benedetto, Diego Lamagna y Gastón Riva, en la Ciudad de Buenos Aires; Sergio
Miguel Ferreyra, en Córdoba; Luis Fernández, en Tucumán; Pablo Guías, en
Almirante Brown (Provincia de Buenos Aires) y Rosa Paniagua, en Paraná (Entre
Ríos), entre tantos, fueron los que dejaron su semilla para la construcción de
una nueva Argentina y ello no se debe, ni se puede olvidar...
Entre los viejos y nuevos paradigmas y el homenaje a aquellos militantes
populares que cayeron bajo los fuegos de la represión indiscriminada, cuyos
responsables aún no han sido juzgados y condenados, transcurre este nuevo
aniversario de la mayor pueblada que se ha conocido en estas tierras, pero que
todavía continúa ante la pertinaz vigencia de un neoliberalismo oculto tras el
telón de la demagogia clientelar y amiguista.
Si algo podemos concluir, sin dudas, es que el campo popular necesita recuperar
una unidad de acción con el objeto de proseguir la lucha en pos de la
satisfacción de las necesidades existentes en un pueblo que no merece continuar,
en su gran mayoría, entregado al hambre y a la permanencia en un ejército de
reserva.
La responsabilidad es de todos los dirigentes del campo popular que, aún hoy, no
han advertido la necesidad de la unión para la praxis, de un compartir con
quienes seguimos buscando ese camino que lleve a otra Argentina: la de ser un
país para todas y para todos, sin exclusiones y no, como ocurre actualmente,
para esos pocos que siguen añorando el pasado reciente o que permanecen en el
manto de la comodidad, del bienestar, olvidando que existen otros que también lo
merecen...
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Juan Carlos Sánchez es Profesor de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales
en I.S.P.'Dr. Joaquín V. González'.