Argentina: La lucha contin�a
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El �ngel de la Bicicleta
Latitud Barrilete
El 19 de diciembre de 2001, la ciudad de Rosario se qued� sin el �ngel de la
Bicicleta. Claudio "Pocho" Lepratti, de 35 a�os de edad, quien supo hacer del
compromiso y la solidaridad una forma de vida, cay� asesinado por la polic�a,
fusilado de un tiro que le revent� la tr�quea, efectuado con un perdig�n de
plomo de una escopeta calibre 12,70, disparado por el polic�a Esteban Vel�squez
a siete metros de distancia.
Pocho, parado sobre el techo de la escuela donde preparaba la comida para los
alumnos, intent� frenar la represi�n desmedida contra la gente. Grit� a un
patrullero que se dirig�a a la multitud disparando tiros al aire, y el veh�culo
policial dio la vuelta. Los oficiales se bajaron apuntando sus armas a Pocho,
quien grit�:
-�Bajen las armas! Ac� s�lo hay pibes comiendo.
El disparo lo arroj� hacia atr�s y su cuerpo se desplom� sobre el techo de
chapa.
En ese entonces, el Gobierno de Fernando de la R�a y su fantasmal Alianza se
desmoronaban como una marioneta desarticulada. La continuidad del modelo
neoliberal menemista, la concentraci�n de la riqueza, la ciega obediencia al
FMI, la pol�tica de ajuste, el desmesurado aumento del desempleo y la
vertiginosa multiplicaci�n de la pobreza, provocaron una desesperante situaci�n
en todo el pa�s. Los postergados de siempre, desocupados e indigentes, ganaron
las calles y salieron a tomar de los supermercados los alimentos que la
proclamada democracia cotidianamente les negaba.
El Gobierno, arrinconado, no asimil� la gravedad de los hechos. Dispuesto a
proteger m�s sus mezquindades que a cubrir las necesidades de la gente,
pretendi� sostenerse en el poder a cualquier precio: no orden� combatir el
hambre sino a los hambrientos. Las fuerzas policiales salieron a cazar, no a los
denunciados sino a los denunciantes. Los pobres no deb�an ser asistidos, sino
replegados a fuerza de golpes y balas nuevamente hacia los barrios, detr�s de
los muros.
En esas jornadas, la ciudad de Rosario, con un alarmante �ndice de pobreza, se
articul� a la situaci�n nacional. Con m�s del 20% de desocupaci�n, y m�s del 10%
de la poblaci�n en villas miseria, la gente se hizo o�r.
Pocho Lepratti trabajaba como auxiliar de cocina en el comedor de la escuela
n�mero 756 "Jos� M. Serrano" de Las Flores, un barrio duramente azotado por la
desocupaci�n y la pobreza, cuyos vecinos se encontraban sumamente movilizados el
d�a 19 hasta que se desat� la represi�n. Pocho se mantuvo expectante durante
todo el d�a. Junto con sus compa�eros, sub�a al techo de la escuela, desde donde
se ve la avenida de Circunvalaci�n, una las principales arterias de circulaci�n
de la ciudad. El conflicto se desarrollaba a m�s de 300 metros de la escuela, y
cuando pas� el m�vil 2270 del comando radioel�ctrico, disparando hacia el aire,
a reprimir la movilizaci�n, Lepratti los increp� a detenerse, porque las balas
pod�an herir a alguno de los ni�os de la escuela. Fue entonces cuando el
patrullero dio la vuelta y se detuvo frente a Pocho. El agente Vel�squez, que
sali� de la parte posterior junto con el agente P�rez, hizo el resto.
La polic�a, que suele proclamarse una instituci�n al servicio de la comunidad,
en momentos de tensi�n muestra sin reparos su verdadera esencia de pandilla que
responde a intereses criminales. Los polic�as actuaron con la impunidad que les
otorg� el Estado para matar a los excluidos. Entre el 19 y 20 de diciembre,
mientras oscuros personajes eran protegidos en lujosas mansiones, los luchadores
sociales eran asesinados en las calles. La represi�n dej� un tendal de muertos
en todo el pa�s, una innumerable cantidad de heridos y miles de detenidos. El
mensaje fue claro: el que no se resigna a morir de hambre, muere de bala o
c�rcel. En este marco, el asesinato de Pocho no fue casual. �l fue elegido por
la fuerza p�blica, fue asesinado como un blanco estrat�gico.
Pocho estaba comprometido activamente con la fe cristiana. En 1986, a los
20 a�os, ingres� como seminarista en el instituto salesiano "Ceferino Namuncur�"
de la localidad de Funes, provincia de Santa Fe, donde se preparaba para ejercer
como hermano coadjutor.
�l y sus compa�eros seminaristas visitaban distintos barrios durante los fines
de semana y hac�an trabajos con los j�venes y los m�s chicos. De esta manera, y
durante cinco a�os, estuvo en contacto con la gente humilde, y le entusiasmaba
la idea de dar mayor continuidad y profundizar esa tarea, pero la Iglesia
intentaba convencerlo de que deb�a posponer ese objetivo para m�s adelante.
Pocho no quer�a esperar, quer�a actuar de inmediato, y planteaba estar m�s
tiempo en la villa, cerca de la gente, m�s comprometido con el barrio. �l
pensaba que la fe y la acci�n no deb�an marchar separadamente, �l quer�a creer
haciendo, y fue ese modo de pensar lo que despert� una contradicci�n en su
misi�n religiosa. La instituci�n salesiana le neg� la propuesta, argumentando
que a�n le faltaba preparaci�n y que ya habr�a tiempo para dedicarse a esas
actividades m�s intensamente. Pocho se encontraba en la �ltima etapa del
seminario y ya hab�a tomado los votos de castidad y pobreza, pero cuando
debi� tomar los votos de obediencia decidi� abandonar la instituci�n y
renunciar a la carrera religiosa. Decidi� instalarse directamente en una villa
de Rosario ubicada en el barrio Ludue�a Norte, donde continu� con sus votos de
pobreza y castidad.
En el barrio comenz� a trabajar en comedores populares y docencia solidaria
junto con Edgardo Montaldo, un sacerdote emblem�tico del lugar, con m�s de 30
a�os realizando actividades junto a los vecinos. A partir de entonces Pocho
abri� y coordin� talleres participativos de formaci�n y aprendizaje, a favor de
la educaci�n popular y en contra de la exclusi�n social. Cre� alrededor de diez
grupos juveniles, a partir de los cuales abord� y difundi� tem�ticas vinculadas
al VIH, salud mental, trabajo infantil y derechos humanos. Tambi�n impuls� la
apertura de cursos de guitarra y organiz� campamentos.
De este modo, muchos j�venes que andaban desocupados y desorientados,
alimentando el negocio de la droga y la delincuencia, se vieron contenidos en
los talleres y las inquietudes
de Pocho.
Junto a otros j�venes, Lepratti fund� en 1993 la agrupaci�n conocida como "La
Vagancia", que aglutin� una gran cantidad de j�venes del barrio orientados a
desarrollar diversas actividades. La Vagancia surgi� en la Comunidad Sagrada
Familia, como un espacio de organizaci�n juvenil dispuesto a reivindicar y
defender los derechos de los mismos j�venes. El grupo sol�a organizar
actividades de cultura popular y m�sica en los espacios p�blicos, y junto a sus
integrantes Pocho se acerc� al Centro de la Juventud de la Municipalidad, donde
coordin� talleres y organiz� cine debate, entre muchas otras actividades, con el
objetivo de rescatar la propia historia y la dignidad de estos j�venes.
Tiempo despu�s "La Vagancia" impuls�, junto con otros grupos, el surgimiento de
la revista �ngel de Lata, editada y distribuida por los mismos chicos en
situaci�n de riesgo.
Claudio Lepratti adem�s trabaj� en la Cocina Centralizada y milit� activamente
en su condici�n de empleado estatal. Mediante un acuerdo entre la Municipalidad
de Rosario y la Vicar�a del Sagrado Coraz�n del padre Montaldo, trabaj� desde el
Centro Crecer n�mero 19. All� repart�a semillas a los vecinos del barrio, y el
salario que percib�a por realizar esta actividad lo destinaba completamente a
las actividades del grupo "La Vagancia".
Pocho se entreg� incondicionalmente a luchar contra la exclusi�n social y ten�a
la enorme capacidad de ver al otro como un hermano. En su vida cotidiana, supo
acompa�ar con los hechos sus palabras y sus pensamientos. Quienes lo conocieron,
aseguran que no impon�a sus ideas como pensamiento �nico sino que se preocupaba
por hacer circular la palabra y despertar el pensamiento cr�tico. Los j�venes
que estuvieron junto a �l recibieron un valioso legado para enfrentar la
adversidad con creatividad y propuestas, sin bajar nunca los brazos y continuar
con los estudios a pesar de los obst�culos.
Pocho y su bicicleta eran compa�eros inseparables. Cada d�a, atravesaba
pedaleando la ciudad, cubriendo un recorrido de entre ocho y diez kil�metros.
Con fr�o o calor, con lluvia o viento, llegaba a todas partes sobre su rodado.
�sta fue la causa por la que es recordado como un �ngel con alas montado en su
bicicleta.
Cuando recibi� el disparo, Pocho cay� hacia atr�s y comenz� a desangrarse
desplomado sobre el techo de la escuela. Despu�s de haberlo ejecutado, los
polic�as se retiraron sin atender los gritos de auxilio de las dem�s personas
que se encontraban con Claudio. La intenci�n de los agentes era dejarlo morir
desangrado ah� mismo.
Pocho fue velado en el patio de la escuelita del padre Edgardo, con el marco de
una impresionante muestra de dolor popular. Cientos de personas quisieron darle
un �ltimo abrazo, antes de que su cuerpo fuera trasladado a Concepci�n del
Uruguay, la tierra que lo viera nacer y en donde ahora descansa.
Luego de su muerte, la Biblioteca Popular Pocho Lepratti fue abierta en su
homenaje. Ofrece distintos talleres y se propone recuperar mediante la educaci�n
popular, el trabajo que Pocho ven�a realizando en contra de la exclusi�n social
y por una sociedad igualitaria participativa. En lugar se realizan talleres
reflexi�n, arte, teatro, guitarra, murga y serigraf�a. Los j�venes aprenden
oficios que les permiten conseguir empleo, y de all� salen las banderas, las
remeras vinculadas a la identidad de este espacio. que tambi�n trabaja en
coordinaci�n con otros movimientos sociales.
Hoy a Pocho lo llaman Pochormiga. La uni�n de las dos palabras apareci� despu�s
de su asesinato, a modo de memoria colectiva y como una reivindicaci�n del
trabajo. �l dec�a que su trabajo era lento como el de una hormiga, y que muchas
veces parec�a imperceptible. Pero afirmaba que aunque el trabajo pareciera no
tener efecto, era el esfuerzo sostenido lo que dejar�a una simiente.
Hoy Pocho es un s�mbolo de lucha y solidaridad, dignidad y trabajo. Su nombre se
encuentra en las pancartas, en los afiches, en los volantes, en las canciones.
Su nombre es recordado en diversos murales y en numerosos festivales, encuentros
y manifestaciones. Cientos de paredes rosarinas rezan leyendas de "Pocho vive",
"Pocho: tu lucha seguir�", "Pocho vive en el coraz�n y en los rostros de los que
exigen justicia", o "Pocho nos muestra el camino".
Le�n Gieco le dedic� un tema, y una gran cantidad de comedores popular lo
recuerdan como un emblema.
Pocho tambi�n es representado por una de las tantas bicicletas pintadas en las
paredes de Rosario, las cuales evocan a los luchadores que el Estado se llev� y
que jam�s volvieron.
En Argentina, mientras los bufones y padrinos se multiplican en los cargos
p�blicos y siguen definiendo nuestro destino, los referentes sociales siguen
siendo asesinados, siguen siendo desaparecidos.
Fuente: lafogata.org