Argentina: La lucha continúa
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Asamblea de Gualeguaychú
No todo se compra, ni todo se vende
Nora Ciapponi
Con mucha bronca, los asambleístas de Gualeguaychú se enteraron en pleno
corte de la ruta 136 de la decisión judicial de iniciar una investigación para
identificar a los principales "cabecillas" de la protesta. La estrecha relación
que la resolución judicial tuvo con la postura de los gobiernos nacional y
provincial respecto a la decisión de la asamblea de reanudar la medida de
fuerza, no pasó inadvertida para sus experimentados integrantes. "Está claro que
el gobierno ha puesto en marcha una nueva modalidad, la modalidad de la
intimidación". "Esta es una maniobra para quebrarnos, pero no vamos a parar
hasta que frenen las obras". "Los funcionarios o no hacen nada o nos agreden.
Pero no nos van a torcer el brazo"... fueron algunas de las muchas
expresiones que demuestran que no fueron ni ingenuamente sorprendidos ni se
atemorizaron frente a la clara evidencia de un cambio en la política
gubernamental.
¿Cómo aceptar una supuesta responsabilidad de los asambleístas que con todo
derecho y dignidad vienen defendiendo desde hace largo tiempo a su medio
ambiente y al país amenazados por la voracidad de los intereses de las
multinacionales? ¿Cómo asumir responsabilidad por los supuestos daños que
podrían ocasionarse con los cortes de ruta, cuando los gobiernos (nacional y
provincial) no asumieron nunca la responsabilidad que les cabe de garantizar el
bien común? O acaso los asambleístas de Gualeguaychú no están ejerciendo
el derecho constitucional de gozar de "un medio ambiente sano, equilibrado, apto
para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las
necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen
el deber de preservarlo" (Art. 41 Constitución de la Nación Argentina y elevado
a derecho en la última reforma).
¿Será que el gobernador de Entre Ríos de larga data como funcionario nunca se
enteró de que en Uruguay se estaba desarrollando un plan de monocultivo forestal
desde el año 1987 con 750.000 hectáreas de superficie plantada? ¿Que tampoco se
inmutó cuando desde el año 2000 fueron creciendo los rumores que hacían saber de
la segura instalación de las fábricas de celulosa por parte de Ence y Metsa-Bonia?
Por el contrario, tanto el gobierno nacional como el provincial dejaron que las
papeleras llegaran al río, no asumiendo responsabilidad alguna para evitarlo,
tampoco escuchando a los habitantes de Gualeguaychú que previeron y
estudiaron mejor que nadie los peligros que ello acarrearía para el medio
ambiente. Luego, y avanzada ya la cosa, y cuando la asamblea demostró que no
sólo se mantenía en el tiempo sino que se arraigaba profundamente en la
población, construyéndose desde abajo y al calor de la lucha, el gobierno
nacional comenzó a darse distintas políticas orientadas a terminar con la
experiencia y el conflicto. "Peligrosamente" para preocupación de muchos
(gobierno y oposición), se había ido construyendo una nueva institución, de
carácter popular y territorial, separada de las instituciones del Estado
nacional y provincial, que se fortalecía día a día practicando una democracia de
nuevo tipo, experiencia que no sólo recuperaba las enseñanzas del proceso
asambleario surgido de la rebelión del 2001/2002, como la desarrollaba y
superaba al poder dotarse de un claro objetivo de lucha, de metodologías que
daban confianza a la hora de debatir y resolver, todo lo que iba permitiendo
unificar esfuerzos con la población del lugar.
Finalmente, frente al peligroso ejemplo que Gualeguaychú irradiaba hacia todo el
país, combinado con las presiones internacionales provenientes del gobierno
uruguayo y de las multinacionales mismas, el gobierno Kirchner adoptó una
ofensiva política de cooptación, aquella que tan buenos resultados le venía
dando, capaz no sólo de desnaturalizar movimientos o de convertir a dirigentes
en funcionarios (en derechos humanos y desocupados) para el objetivo de aislar,
debilitar y enfrentar a quienes insistían en la práctica de ganar las calles
para reclamar por sus derechos. De esta manera, el gobierno K logró ir
desmontando las movilizaciones de reclamo, y lo que es más grave, ello tuvo como
contrapartida la pérdida de independencia de algunos movimientos que terminaron
siendo funcionales a su política.
Luego de esperar un desgaste de la asamblea que nunca se produjo, el gobierno
nacional comenzó a artìcular su política de cooptación/disolución para
Gualeguaychú. Primero dio mensajes de apoyo a las demandas y medidas; luego
impulsó el desfile del Presidente K por el corsódromo junto a los máximos
funcionarios y representantes legislativos del pueblo, movida que sumó a muchos
gobernadores e intendentes de todo el país. Por último y para pasar claramente a
la ofensiva, el gobierno nacional se jugó a designar a Romina Picolotti como
Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable en los primeros días de Julio de
este año, a raíz de su acalorada y persistente defensa en la lucha de los
asambleístas de Gualeguaychú contra las papeleras. Hoy, esa política de
cooptación enfrenta los primeros escollos en el gobierno, cuando los
asambleístas volvieron a producir nuevos cortes de ruta y la nueva funcionaria
se negó a considerar ilegal la medida. Más claramente, el esposo de Romina,
Jorge Daniel Taillant, al frente de la Fundación Centro de Derechos Humanos y
Ambiente que sigue asesorando a los ambientalistas de Gualeguaychú, considera
que "el corte es una manera efectiva de hacer saber la opinión de la gente.
Ojalá que la asamblea aguante todo lo que pueda".
No será fácil para los asambleístas soportar ahora el aislamiento y las
presiones que desde distintos sectores se ejercen, especialmente por el hecho de
que la Argentina concurrió a los tribunales de La Haya y la resolución fue
adversa, lo que implicaría automáticamente (dicen) levantar las medidas de
fuerza. Ambos, (gobierno y oposición) se han unido contra los asambleístas que
volvieron a cortar las rutas. Pero en últimas, creemos, no es el corte de ruta
lo que más les preocupa a todos. En realidad, la cobardía interesada de
funcionarios, gobernantes y políticos para enfrentar a las grandes
multinacionales (también a los organismos de derecho internacional afines a las
mismas), dejó un inmenso espacio vacío que ocupó el pueblo de Gualeguaychú, el
único claramente interesado en que el medio ambiente, como fuente misma de vida,
sea preservado para las futuras generaciones. Los asambleístas fueron tomando en
sus manos la tarea, y todo indica que a pesar de las dificultades que
están enfrentando, no están dispuestos a abrir la mano para perderla fácilmente
con quienes -ya conocen- la negociarían por muy bajo precio.