Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Hacia una revalorización de la acción colectiva
Degradación democrática, rebelión popular y reconstrucción de hegemonía (Parte
I)
Daniel Campione
La rebelión popular de diciembre de 2001 fue una demostración palmaria de que
la era de la lucha de calles, de la movilización social masiva, no pertenecía a
un pasado irrecuperable, sino a un presente candente, y seguía siendo un camino
para que las clases subalternas ingresaran en la disputa activa por su futuro.
La sociedad argentina tenía una vasta experiencia de movilización y lucha, con
un punto culminante en los últimos años sesenta y primeros setenta. Pero nunca
había generado la abierta expulsión de un presidente por obra de la acción del
pueblo movilizado. Tal acontecimiento trazaba una divisoria de aguas.
Un punto inicial para arribar a la comprensión de la rebelión es que fue
resultado de una gradual recomposición de la capacidad de lucha y organización
de las clases subalternas. La segunda mitad de la década de los 90’ había sido
un período signado por el aumento del sufrimiento popular ante el empeoramiento
de sus condiciones de vida y trabajo, de su capacidad de organización, de sus
posibilidades de incidencia en las decisiones fundamentales. Pero también, y en
medida creciente, entrañó la progresiva pérdida del miedo instaurado desde la
dictadura, la gradual reorganización de los espacios sociales más variados, una
revalorización de la acción colectiva.
Esa recomposición de las clases subalternas, junto con el progresivo hartazgo de
la situación de empobrecimiento permanente, más la gradual disipación del
opresivo clima ideológico que siguió al derrumbe del bloque del Este, y el
ejemplo de protestas multitudinarias y en ocasiones triunfantes en otros países
de la región, se condensaron para producir la marea humana que el 20 de
diciembre no retrocedió ni frente a las balas policiales, sancionó en los hechos
la deposición del presidente, y dio pie al final de todo un ciclo político del
país. La crisis puesta ostensiblemente de manifiesto en esos días de diciembre
de 2001, era el reflejo del curso de un régimen democrático que, tras casi dos
décadas de vigencia, se había degradado hasta el límite, al servir de tapadera
de la acumulación creciente de riquezas y poder por el gran capital, del
empobrecimiento masivo de las mayorías sociales en Argentina, y del permanente
retroceso de cualquier posibilidad de decisión popular sobre los destinos de la
sociedad. Vale la pena echar una mirada comprehensiva sobre ese proceso en el
cual, curiosamente, la democracia representativa se ‘estabiliza’ en Argentina
por primera vez en su historia reciente; pero a costa de alejarse de toda
expectativa de mejora de la calidad de vida de la población, y de la pérdida
constante de verosimilitud de su pretendido carácter de "gobierno del pueblo".
l. Hacia una caracterización de la democracia argentina
Durante los últimos años una porción muy amplia del pensamiento político se ha
aferrado a una concepción de la democracia que la reduce a un conjunto de reglas
(elecciones periódicas, sufragio universal, competencia entre partidos,
pluralismo social y cultural, etc.), negando toda relación entre democracia y un
tipo determinado de organización social. (1) Esta idea abreva en una noción
‘negativa’ de la libertad, en la que lo importante es garantizar que el estado
no interfiera en las actividades del individuo, y no que la participación de la
mayoría de los ciudadanos en las decisiones del estado se amplíe, a partir de
una concepción activa, ‘positiva’ de libertad.
En la práctica, el concepto ‘procedimental’ de la democracia tiende a
desvincular la legitimidad del gobierno del grado en que cumple con los deseos y
las necesidades de los ciudadanos. Pretende anular la consideración de todos los
núcleos problemáticos de la construcción democrática que vayan más allá de la
formalidad institucional. Lo único importante serían las reglas de juego, a lo
sumo un conjunto de valores abstractos, pero la distribución de la riqueza, las
facilidades para la movilidad social, la calidad de vida, poco tendrían que ver
con la democracia. Esta queda reducida a una técnica para establecer el orden
sucesorio de los gobiernos, en condiciones pacíficas y estables, dotadas con el
plus de legitimidad que aporta la designación de los gobernantes mediante
elecciones competitivas y con sufragio universal. (2)
Esta interpretación restringida se asocia en el fondo con toda una concepción de
la vida en sociedad: Aquélla que coloca a las relaciones mercantiles en el lugar
supremo entre las relaciones humanas, y en el fondo, las considera las únicas
dignas de ocupar la inteligencia y el esfuerzo de los seres humanos. Bajo ese
manto ideológico, la política es sólo un incómodo residuo, un ámbito en el que,
por desgracia, la compraventa no funciona (o al menos no hay forma de volver
legítima la mercantilización plena de las relaciones políticas) y no hay otro
remedio que introducir la votación popular para asignar las funciones de
dirección del aparato estatal. El avance de un nuevo modelo de acumulación
capitalista, doctrinariamente sustentado en el pleno imperio de las relaciones
de mercado, pero traducido en la práctica en un acelerado proceso de
concentración del capital e incremento de la subordinación del trabajo humano,
requiere de un ‘reduccionismo’ del componente democrático del tipo del que
acabamos de expresar.
La Argentina de las últimas décadas es un ejemplo acabado de tal tipo de
‘minimización’ del componente de ‘gobierno del pueblo’ de un sistema de
representación política liberal, basado en el sufragio universal.
Hoy se puede hablar en Argentina de una "estabilización" de la democracia, a la
luz de que vivimos, por primera vez en la trayectoria del país, el quinto
período consecutivo de presidentes elegidos por sufragio popular. La continuidad
del último fue interrumpida poco después de cumplir sus primeros dos años, por
la renuncia del presidente en medio de una virtual insurrección popular, el 20
de diciembre de 2001 Ello dio lugar a su reemplazo por mecanismos
constitucionales, si bien con aspectos discutibles en su legalidad, y sobre todo
en el reconocimiento por la ciudadanía de su legitimidad ‘de origen’. Y tras un
período de transición, se eligió al presidente en elecciones que, si bien
tuvieron un tránsito tortuoso y las rigió una normativa más que discutible,
dieron lugar a que la cúspide del ejecutivo recuperara legitimidad. (3)
Queda pendiente el interrogante sobre qué tipo de democracia es la que se está
consolidando. Una respuesta tentativa es que está signada por una correlación de
fuerzas ampliamente favorable a la clase dominante, manifiesta en una
acumulación de poder por parte de ésta, tanto en el plano económico como en el
político y cultural; que no tiene precedentes en la historia nacional. El
gigantesco proceso de privatizaciones emprendido, de una amplitud inusitada
incluso en otros países que pasaron por ‘reformas estructurales’ de signo
neoliberal en el continente, como México y Brasil, fue base fundamental, pero no
única, de un nuevo ‘posicionamiento’ de los grandes conglomerados empresarios,
que recibieron el control de empresas de comunicaciones, transporte y servicios
públicos, bancos antes públicos, algunas grandes plantas industriales hasta ese
momento de propiedad estatal, medios de comunicación; y la empresa de mayor
envergadura del país, la petrolera estatal YPF. La 'desregulación' de los
mercados de bienes y capitales, la 'flexibilización' de las relaciones laborales
en sentido siempre favorable al incremento del poder patronal y la disminución
de los derechos y conquistas de los trabajadores, la 'apertura' a las
importaciones de bienes y al ingreso de capitales externos, acompañaron a las
'privatizaciones', consolidando la orientación económica y social de aquéllas.
(4)
La creciente concentración del capital, el descenso del salario real, la
desocupación en niveles inéditos en la historia nacional, han sido no ya el
telón de fondo, sino el rasgo saliente del proceso en lo social. (5) La promesa
simbólica que formulaba el primer presidente de la restauración democrática:
"con la democracia se come, se cura, se educa..." se ha visto drásticamente
desmentida en los hechos. La 'democracia de la derrota' tal como a veces se la
llamó, al filiar su origen en la dictadura militar y la destrucción de las
organizaciones radicalizadas de los 70’, es también la "democracia de la
pobreza" y del deterioro de los servicios sociales fundamentales. (6)
Un problema es que, en estas condiciones, no sólo entra en tela de juicio la
representación política y el régimen democrático, sino también la idea misma del
estado colocado por encima de la sociedad, y al servicio del bien común, que es
constitutiva de todo estado asentado en los principios del liberalismo. (7)
La recuperación del régimen constitucional en Argentina, se produce enmarcada en
un proceso de restauración de regímenes constitucionales que ha abarcado a toda
Latinoamérica, a partir de los primeros años 80’, y a instancias de los propios
EEUU, que renunciaban así al mantenimiento de dictaduras que se habían revelado,
paradójicamente, peligrosas e ineficaces en orden a garantizar los intereses
norteamericanos y en algunos casos, los de las burguesías de sus propios países.
Algunos de estos regímenes, como es el caso particular de Argentina, habían
destruido previamente movimientos políticos que postulaban una transformación
social radical. Al tiempo produjeron procesos de fragmentación de la clase
obrera y otros sectores populares, signados por el "re-disciplinamiento" de unas
clases subalternas que habían cultivado pretensiones "excesivas", a juicio de
las clases dominantes. (8) Esa ‘tarea cumplida" constituía una base cierta para
un retorno a la institucionalidad democrática que brindara seguridad a las
clases dominantes.
La salida de las dictaduras se aceleró por la crisis de la deuda externa y la
manifiesta incapacidad política de la mayoría de ellas para generar un consenso
en la sectores amplios de la población (con la excepción parcial de Chile (9)) y
no por imperio de movimientos de resistencia que forzaran su salida, por lo cual
las transiciones se producen en circunstancias de debilitamiento de las
organizaciones populares que podrían haber influido en una profundización del
proceso democratizador.
Una de las primeras cuestiones a tener en cuenta al analizar el período de
restauración de la democracia en Argentina, es establecer correlaciones
temporales entre el cambio de régimen político y la configuración social,
económica y cultural de nuestro país, o más específicamente vincular esas
transformaciones con el desarrollo de la confrontación de clases. De lo
contrario se corre el riesgo de seguir un análisis centrado en la
institucionalidad política, que deja afuera determinaciones sustanciales del
desarrollo de la democracia argentina en estos años. En las últimas dos décadas
el conjunto de las relaciones entre clases, grupos y actores sociales se ha
modificado, en un sentido que otorga una preeminencia fuerte al núcleo más
concentrado de la clase dominante, y modifica toda la relación entre el Estado y
la sociedad. (10) La crisis económica, social y política en torno a diciembre de
2001 produjo cierta reanimación de las posibilidades de acción de las clases
subalternas, e impulsó reacomodamientos no desdeñables en las políticas
impulsadas del Estado, pero no modificó sustantivamente el panorama general.
Durante todo el siglo XX, Argentina fue una sociedad que, de diferentes maneras,
avanzó en ‘integrar’ a sectores crecientemente amplios de su población,
generando la ilusión de una ‘sociedad abierta’, que generaba amplias
oportunidades de progreso, tanto para los individuos como para el conjunto
social.
En cambio, a lo largo de las últimas décadas, inauguró una tendencia contraria,
a la ‘des-ciudadanización’ cada vez más profunda, de grupos sociales
progresivamente más amplios. Ello no puede dejar de tener consecuencias de gran
impacto sobre el modo de articularse las relaciones entre estado y sociedad, y
la manera de construir legitimidad desde el Estado, que ya no puede apelar ni a
la promesa de movilidad social ascendente, ni a los beneficios de una versión
‘pobre’, pero eficaz, del Estado de Bienestar.
La restauración democrática en Argentina ha resultado contemporánea de la
superación, a escala mundial, del estadio de la acumulación capitalista que
permitía una autonomía relativa de las economías nacionales respecto del mercado
mundial, con base en compromisos de clase y arreglos neocorporativos que
sustentaban las trabas puestas al movimiento internacional de bienes y
capitales, a favor del desarrollo y protección del mercado interno nacional.
(11)
Se ha producido un proceso de estabilización institucional orientado a partir de
la determinación cada vez más directa por el gran capital de las políticas que
adoptan los gobiernos elegidos por sufragio popular. (12) No sólo en nuestro
país, sino en toda Latinoamérica, los capitalistas han logrado hacer de las
democracias representativas sus subordinados más eficaces. Estas agregan, en
comparación con las pasadas dictaduras militares, el plus de legitimidad
provisto por la existencia del sufragio universal, sin el ‘costo’ de ninguna
amenaza más o menos seria, hasta el momento, a la configuración clasista de la
sociedad.
Como afirma Nun, el aumento de la pobreza y de la desigualdad están ‘conduciendo
a la perduración de democracias representativas excluyentes, con una minoría de
ciudadanos plenos, lo cual equivale a decir que se trata de regímenes políticos
poco democráticos y poco representativos’. (13)
Lo que Przeworski (14) llamó en su momento la construcción de 'bases materiales
de la hegemonía', denotando aquellas ‘concesiones’ económicas hechas con el fin
de ampliar y estabilizar el consenso hacia el orden vigente, ha sido dejado de
lado en gran medida en los objetivos de las políticas públicas de nuestro país
durante la década de los 90’.
Desde el poder público se ha preferido apostar al aislamiento, desorganización y
desmovilización de las clases subalternas, en lugar que a la generación de
mecanismos de mejoramiento de su ingreso y calidad de vida que compensen la
aceptación de las 'reglas de juego', como ocurrió en el pasado.
Se ha vinculado el proceso de deterioro que sufre la institucionalidad en
Argentina con la crisis de las representaciones políticas. Esto puede ser
válido, a condición de que se tenga en claro que, en el caso de nuestro país, la
crisis de representación es sólo un capítulo de una declinación más vasta. Ella
abarca el estancamiento económico, la desarticulación del aparato estatal, la
pérdida de eficacia de las apelaciones ideológicas tradicionales, y sobre todo,
el brutal aumento de la desigualdad social y el deterioro de las condiciones de
vida de la mayoría de la población. (15)
Lo que empieza a aparecer claro, es que la idea de consumar un proceso de
ampliación de la desigualdad y concentración del poder en todas sus dimensiones
manteniendo las formas de la democracia parlamentaria se torna progresivamente
más dificultoso. (16) De hecho, la actual experiencia de gobierno, inaugurada en
mayo de 2003, apunta a una modificación de rumbo, tal que permita recuperar la
idea de un aparato estatal ‘imparcial’ y orientado por consideraciones de
‘interés general’. Al mismo tiempo, se propone recrear una dirigencia política
con capacidad para aparecer puesta al servicio de ‘la nación’, en lugar de
obedecer de modo lineal a los dictados del gran capital o a propósitos de
enriquecimiento personal o de grupo. (17)
Notas: 1) También se relacionan a esta visión procedimental las
concepciones de la democracia que la consideran como una suerte de proyección al
plano político de los mecanismos de 'libre mercado', en la línea marcada por
Joseph Schumpeter en su Capitalismo, socialismo y democracia, Barcelona, Orbis,
1983, caps. XXII y XXIII. 2) Una fundamentada crítica, desde el punto de vista
de su concepción filosófica, a la democracia como procedimiento, se encuentra en
Castoriadis cf. "La democracia como procedimiento y como régimen" en Castoriadis,
C. El avance de la insignificancia, Eudeba, 1997. A partir de la imposibilidad
de disociar igualdad y libertad, llega allí a afirmar "no es posible realizar
una ‘democracia procedimental’ que no sea un fraude." 3) Nos referimos a las
elecciones de abril-mayo de 2003, que consagraron al actual presidente Néstor
Kirchner. El tránsito que llamamos tortuoso responde a reiterados cambios de
fechas y reglas para esos comicios. Pero sobre todo a la instauración de un
sistema que permitió a los partidos (en la práctica sólo al ya gobernante
Partido Justicialista) presentar más de un candidatos por agrupación, sin un
sistema de ‘lemas’ que impusiera la suma de los votos. Perdía así sentido la
estructura partidaria, y resultaba así un extraño híbrido de un sistema de
‘lemas’ con una elección a doble vuelta. Lo anómalo del panorama se completó al
ser dos candidatos con origen en el mismo partido, Menem y Kirchner, los
destinados por el sufragio para disputar el ballotage. El ex presidente Menem no
se presentó a la segunda vuelta electoral. 4) Un buen tratamiento de este
proceso, con puntos discutibles, se encuentra en Basualdo, Eduardo: Sistema
político y modelo de acumulación en la Argentina. Buenos Aires, FLACSO-UNQ-IDEP,
2001. 5) La evolución del desempleo en las últimas dos décadas marca el tránsito
desde una situación de virtual pleno empleo a los porcentajes de trabajadores
desempleados más elevadas de la historia del país, o al menos desde que se
llevan registros confiables. La desocupación era de 2.6 % en 1981 y 4.8% en
1982. En mayo de 2002 llegó a situarse por encima del veintiuno por ciento, para
luego descender a cifras por debajo del 15%, pero que si se contabiliza como
desocupación a quienes reciben subsidios sigue bordeando el 20%. En el trimestre
Enero-Marzo 2005, el porcentaje de desempleo abierto fue del 13%, incrementando
el porcentual del trimestre anterior, que fue del 12,1%. (Datos Indec.
www.indec.gov.ar) En el segundo trimestre de 2006, último con datos disponibles,
la tasa de desempleo se ubicó en 10,4%. 6) "En 1995 la proporción de hogares
pobres registró un aumento de un 24%, revirtiendo la tendencia al descenso desde
1989 (año que marcaba un punto altísimo, en medio de la crisis
hiperinflacionaria). En 1995 se estimaba en un 21% el porcentaje de hogares del
G.B.A que se encontraba por debajo de la línea de pobreza, en tanto que un 15,3%
tenía sus necesidades básicas insatisfechas. Esto se potencia con el abandono de
las políticas sociales universales y su reemplazo por el gasto social
focalizado. Cf. Svampa, Maristella y Martuccelli, Danilo, La plaza vacía. Las
transformaciones del peronismo, Losada, 1997: 43) Las cifras que parecían
terribles hace unos años, tuvieron algún retroceso en 1996-1997 y volvieron a
remontar hasta la actualidad, cuando se calcula que más de la mitad de los
menores del país se hallan viviendo bajo la línea de pobreza. Los datos
oficiales para el segundo semestre de 2004 en el plano nacional indican un 40,2%
de la población bajo la línea de pobreza, con más de 15% en situación de
indigencia. Si se toman los hogares, los situados bajo la línea de pobreza son
el 29,8%. (www.indec.gov.ar) 7) Vale la pena citar aquí a Gramsci, en sus
tempranos escritos de La Cittá Futura, acerca de la fuerza conservadora de la
idea-fuerza que anima al estado liberal: "Como idea-limite el programa liberal
crea el estado ético, un estado que idealmente está por encima de la
confrontación de clases, del entrelazamiento y choque de los agrupamientos, de
la realidad económica y tradicional. Es una aspiración política de este estado,
más que una realidad política; existe sólo como modelo utópico, pero es
precisamente su carácter de espejismo el que lo robustece y lo convierte en una
fuerza de conservación. En la esperanza de que esto se realiza finalmente en su
completa perfección, muchos encuentran el motivo para no rechazarlo, y no tratar
de sustituirlo por otro." (Come idea-limite il programma liberale crea lo stato
etico, uno stato cioé che idealmente sta al disopra delle competizioni di
classse, del vario intrecciarsi ed urtarsi degli aggruppamenti che ne sono la
realtá economia e tradizionale. E’ un’ aspirazione politica questo stato, piú
che una realtá politica; esiste solo come modello utopistico, ma é appunto
questo suo essere un miraggio che lo irrobustisce e ne fa una forza di
conservaziones. Nella speranza che finalmente esso si realizzi nella sua
compiuta perfezione, molti trovano la forza per non rinnegarlo, e non cercare
quindi di sostituirlo) Gramsci A. "Tre principii, tre ordini" en La Cittá
futura, numero unico publicado por la Federación juvenil socialista piamontesa,
11 febrero de 1917, compilado en Scritti Giovanili, Einaudi, 1958, pp. 73-78.
(Párrafo traducido por el autor) 8) Uno de los análisis más penetrantes de este
operativo de 're-disciplinamiento' de las clases subalternas sigue siendo, a
pesar del tiempo transcurrido, el de: Adolfo Gilly 'La anomalía argentina
(Estado, corporaciones y trabajadores)" en Pablo González Casanova (coordinador)
El Estado en América Latina. Teoría y Práctica. UNU-Siglo XXI, México, 1990. 9)
´Nos referimos a que, en Chile, la derecha ‘pinochetista’, dio origen a dos
partidos, Renovación Nacional y Unión Democrática Independiente. Y ha llegado a
disputar la Presidencia con posibilidades de éxito, desde el comienzo de la
restauración democrática hasta la actualidad. 10) Mabel Thwaites Rey se refiere
a lo vivido en los últimos años como "... una verdadera estrategia
político-económica que resitúa las bases de la dominación social, define nuevas
formas de legitimación-deslegitimación estatal, implica un cambio profundo de
las fronteras entre el estado y la sociedad y de los vínculos entre los
distintos grupos, clases y actores sociales que se habían configurado durante
largas décadas en la Argentina." Thwaites-Rey, Mabel, "Ajuste estructural y
reforma del estado en la Argentina de los 90’" en Realidad Económica. Revista
del Instituto Argentino de Desarrollo Económico, Nro. 160/161, noviembre
1998/febrero 1999, p. 77. 11) Hirsch, Joaquim, Globalización. Transformación del
Estado y Democracia. Córdoba, 1997,p. 27. 12) Hirsch, J op. cit. p. 28-29 13)
Nun, José, Marginalidad y exclusión social, FCE, 2001, p. 299. 14) Przeworski,
Adam, Capitalismo y Socialdemocracia, Alianza, 1988. 15) A favor de este
abordaje integrado de la crisis específica de representación, se pronuncia entre
otros Hilda Sábato, en un comentario sobre la crisis posterior a diciembre de
2001. cf. Sábato, H. "¿Democracia en agonía? en Punto de Vista, citado. 16) A
partir de 1990, ya es larga la lista de presidentes que, en toda América Latina,
han sido destituidos por diversos mecanismos, muchas veces previo estallido de
vastas protestas populares, desde Fernando Collor de Melo a Alberto Fujimori y
de Fernando de la Rúa a Gonzalo Sánchez de Lozada. Cada vez son más frecuentes
las rebeliones masivas contra decisiones impopulares o contra toda una gestión
de gobierno. También entran en crisis los partidos políticos tradicionales, que
sufren derrumbes, electorales y organizativos, después de décadas de vigencia,
como ha ocurrido con el bipartidismo tradicional venezolano (Acción Democrática
y COPEI), del radicalismo argentino, el partido Colorado uruguayo, entre otros.
17) Un análisis de los alcances y límites de la construcción de consenso por
parte del presidente Néstor Kirchner y de las contradicciones entre el discurso
y las acciones gubernamentales se encuentra en Boron, Atilio A. "Reflexiones en
torno al gobierno de Néstor Kirchner", en Periferias. Revista de Ciencias
Sociales. Año 9, N° 12 Primer Semestre 2005, pp. 45 a 60.
* Daniel Campione es profesor universitario (UBA y UNLP). Coautor del libro de
reciente aparición 'Argentina. Los años de Menem'.