Argentina: La lucha continúa
|
Donde la religión se topa con la política
Fortunato mallimaci, especialista en religion
Sociólogo e historiador del catolicismo, Mallimaci ve rumbos donde Iglesia y
democracia se tensan: derechos de las minorías, cambios en las costumbres,
laicismo público. Una visión con perspectiva histórica.
Final del formulario
"Es importante avanzar en la laicidad, tomar medidas que separen a la sociedad política y al Estado de la Iglesia Católica. Si Estado y religión se juntan, se perturba la democracia", dice Fortunato Mallimaci. Sociólogo, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, especialista en la historia del catolicismo, Mallimaci señala que los partidos políticos tienen en la Argentina un vínculo malsano con la Iglesia. Está convencido, además, de que "la sociedad está mucho más preparada para avanzar en la laicidad que sus dirigentes".
–¿A qué atribuye que la Iglesia esté teniendo tan visible actividad
política?
–Creo que en este tema ayuda dar una mirada histórica. Muchos de los pedidos que
la Iglesia Católica le hizo al gobierno de Alfonsín primero, y luego a Menem y
De la Rúa, eran aceptados.
–¿Por ejemplo?
–Cuando los gobiernos de Menem y la Alianza votaron en la Conferencia sobre la
Mujer en contra de todo tipo de leyes que amplíen sus derechos, fue por pedido
de la Iglesia. En esa oportunidad la Argentina votó sola, junto a Irán y al
Vaticano. Kirchner, en cambio, decidió tener una política propia. Lo hizo porque
lo necesitaba, ya que llegó al poder con pocos votos, y también por convicción.
El tema es que decidió tener una política que modernizara usos y costumbres en
la sociedad argentina; entonces aparece el conflicto. Cuando Baseotto dijo que
había que arrojar al mar a un ministro porque ese ministro impulsaba que se
distribuyeran preservativos, no estábamos frente a nada nuevo. Ya había tenido
esa postura con otros gobiernos y los otros gobiernos la aceptaban. Ese mismo
obispo había ido a la Corte Suprema para decir que no se juzgara a los
militares, y a los partidos políticos les parecía normal. Los partidos políticos
argentinos han naturalizado su vínculo con la Iglesia Católica, les parece
normal, natural, tener relaciones con la Iglesia. Ahora llegó un gobierno que
dice que no, que esto no es normal. Y que al mismo tiempo decide ampliar los
derechos a otros sujetos y a otros actores.
–Como con la educación sexual.
–Es el caso típico. Y están también la ampliación de derechos de las mujeres,
los homosexuales, los pentecostales, los grupos religiosos minoritarios. Hay en
la democracia una necesidad de ampliar estos derechos, y muchas veces los
gobiernos no lo hacen por temor a los grupos de poder, la Iglesia Católica entre
ellos.
–¿Pero es correcto pensar la disputa sólo como una cuestión de modernización
versus conservadurismo? En Misiones hay una situación más compleja: el obispo
Joaquín Piña está vinculado a la defensa de los derechos humanos. Y se opone al
proyecto de reelección del kirchnerista Carlos Rovira.
–La pregunta que uno siempre hace cuando tiene que analizar un cuerpo, en este
caso episcopal, es qué es lo que los une. El obispo Piña viene diciendo "tengo
el apoyo del resto de mis colegas, tengo el apoyo del obispo de Buenos Aires y
de todos los demás". Por otra parte, su sucesor, a quien se identifica como un
hombre de derecha, también le dijo: "Estoy totalmente de acuerdo con lo que
usted está haciendo".
–¿Entonces?
–Entiendo que en Misiones hay un conflicto localizado sobre una persona que
decide reelegirse indefinidamente. Esto atenta contra la vida democrática y la
profundización de las instituciones. Una vez dicho esto, que la oposición
solamente pueda darse vía un obispo me habla a mí, analista, de la debilidad de
los partidos políticos en Misiones, de la debilidad de las organizaciones
sociales y de la debilidad de los católicos de Misiones, que aunque se supone
que tienen mucha gente formada tienen que elegir a un obispo para que encabece
ese movimiento. Ahora, el paso de ser un líder religioso a ser un líder político
supone una dislocación de las legitimidades. Fíjese que en el caso de monseñor
Piña tiene una trayectoria en los derechos humanos, y sin embargo tiene que
recibir, porque así es la vida política, el apoyo de los partidos de derecha.
–También de la CTA, el radicalismo y sectores del PJ.
–Cierto, y del macrismo, y de Pérez Esquivel; hay un polo opositor. Ahora, la
pregunta es a qué se debe, qué debilidad intrínseca hay en los partidos
políticos para que un obispo católico tenga que asumirlo.
–Esta semana, Bergoglio se reunió con senadores radicales por proyectos de
reelección similares y con legisladores macristas por la educación sexual. ¿Es
un indicador de que la Iglesia está ganando poder político?
–La Iglesia está en una profunda crisis en Argentina, en una de las crisis más
grandes de su historia, porque hay un profundo proceso de toma de distancia
institucional, hay un profundo malestar en sacerdotes y religiosas, hay un
profundo malestar en los movimientos ligados a la Iglesia Católica, hay una
profunda desconfianza con respecto al accionar de la cúpula, hay una crítica a
lo que fue el accionar de Juan Pablo II y ahora de Ratzinger. Estos obispos
argentinos son correas de transmisión. La deserción que está habiendo en la
práctica cotidiana de numerosos creyentes católicos es un signo importante.
Muchos de nosotros cuando analizamos esto decimos que se quebró el monopolio
católico, porque ha crecido un fuerte movimiento evangélico, sobre todo en
sectores populares, han crecido otros grupos religiosos que cuestionan esta idea
de que la identidad argentina es católica.
–Si la Iglesia Católica está debilitada, ¿cómo es que las declaraciones de un
obispo consiguen tanta repercusión?
–Ahh... esto merecería un análisis de mis colegas que estudian a los medios de
comunicación.
–Y el Gobierno les contesta.
–Bueno, este gobierno basa su legitimidad en contestar aquello que considera que
le socava su poder. El Gobierno gana votos con lo que hace.
–¿Por qué lo cree?
–Porque hay un imaginario católico, argentino, uno podría decir hasta creyente,
que tiene un resabio anticlerical. Hay un catolicismo anticlerical muy presente
en la sociedad argentina.
–¿Qué poder tiene la Iglesia en la Argentina y en qué consiste ese poder?
–El poder es la capacidad de tener una presencia en el largo plazo, el poder
tiene que ver con lo que usted tiene y a su vez con cómo el resto de los actores
se vinculan con usted. Uno de los poderes que tiene como institución la Iglesia
Católica es el de nominar, es decir, el de decir "éste es católico, éste no,
éste es subversivo, éste es secta, éste es de izquierda". En una sociedad
católica como la nuestra éste es un poder importantísimo. También se ha
construido muy fuerte la idea de la identidad argentina, la identidad nacional,
ligada a lo católico. Esto le ha dado un predominio histórico y un gran espacio
de negociación, porque no sólo hay conflictos con los gobiernos, también hay
negociación.
–¿Podría dar ejemplos?
–Se negocia, por ejemplo, con los colegios. Cuando las autoridades argentinas
van a Roma no les preguntan si en la Argentina la gente reza mucho o si tiene
buenos vínculos con lo sagrado; la pregunta es si a los colegios católicos les
van a aumentar los subsidios, o qué política van a tener con el aborto. Esto lo
digo adrede porque son pocos los Estados que tienen este vínculo con la Iglesia,
a nadie se le ocurriría que al gobierno francés, al de Bélgica o al de Brasil le
pregunten sobre estos temas. Sin embargo, los partidos políticos argentinos
aceptan discutirlos. Se dice "somos un país católico". Pero una cosa es ser un
país donde la gente cree en el catolicismo y otra es que el Estado asuma como
tal ese tipo de presencia.
–Vayamos a los juicios a los represores. Esta semana, Bergoglio hizo un
llamado al "arrepentimiento y la reconciliación" y envió un mensaje al acto de
los militares retirados. ¿Qué efectos cree que tiene en la sociedad?
–Poco y nada. La sociedad ya no va a misa como años antes, comparte que es
necesario tener educación sexual, políticas de salud reproductiva. Fíjese el
tema de la Corte Suprema: muchos creemos que por primera vez hay una Corte
Suprema autónoma e independiente. Sin embargo, en el discurso episcopal habla de
una corte abortista, garantista, demasiado ligada al tema de los derechos
humanos. Las tapas de los diarios no hacen la conciencia del conjunto de los
ciudadanos y ciudadanas en la Argentina, si no este país hubiera sido otra cosa.
–¿Cómo ve el futuro de la relación entre Gobierno e Iglesia?
–Conociendo el Episcopado... el Episcopado cuando encuentra un gobierno y una
sociedad política unificada detrás de algunos objetivos centrales, cambia, se
adapta. Así lo ha hecho históricamente. Hace cien años pedía que el derecho
canónigo fuera el único derecho para el conjunto de la sociedad, decía que el
que escuchaba tango se iba al infierno, ¿y qué pasó con todo eso? En el
imaginario colectivo de numerosos dirigentes políticos se sigue pensando que la
Iglesia Católica tiene un poder que derriba gobiernos. Creo que derriba
gobiernos siempre y cuando tenga otros grupos de poder que la acompañen, pero no
por su propia hegemonía.