Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Movimiento campesino de Santiago del Estero
Eva Morín
Diagonal
Modos de resistencia y auto organización cuando vuelve la alerta por las detenciones masivas contra campesinos en Santiago del Estero.
El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) coloca una frase al
pie de cada uno de sus documentos: "No hay hombres sin tierra, ni tierra sin
hombres". No se trata de un juego de palabras; resisten los desalojos con carpas
negras, y el año pasado retomaron en Pinto tierras que les despojaron las
fuerzas paramilitares, reabrieron el camino de Escudero y desalambraron el de
Alhuampa, ambos cerrados por los terratenientes. El 22 de diciembre de 2004, una
orden dictada por la justicia local para allanar las oficinas del Instituto de
Cultura Popular (INCUPO) desató una ofensiva contra los campesinos de esta
provincia y 31 campesinos miembros de la Unión de Pequeños Productores del
Salado Norte fueron detenidos.
A pesar de ello, este movimiento no se rinde; integrado por 9.000 familias de
una de las provincias argentinas más pobres, el MOCASE surgió el 4 de agosto de
1990. Es representante de Vía Campesina en Argentina y tiene un profundo
planteamiento sobre la reforma agraria y la soberanía alimentaria; posicionado
contra el ALCA, mantiene un proyecto de educación popular y dos radios FM que
transmiten en quechua y en castellano.
A partir del cambio en el régimen de lluvias de la región, que convirtió el
monte en terreno fértil para la soja transgénica, las tierras calientes de
Santiago se convirtieron en un botín atractivo para grandes empresas. "Mucho
antes de estar organizados había desalojos; la gente se iba al pueblo o a Buenos
Aires y se instalaba en villas miseria. Así, empezamos a pensar la forma para
que los campesinos no se fueran", explica doña Mirta, responsable de la
cooperativa de dulces de Quimilí y una de las fundadoras de la organización.
Las primeras usurpaciones de terratenientes fueron en 1963, en el sudoeste de la
provincia; continuaron durante los ‘70 y parte de los ‘80, cuando surgieron los
primeros movimientos campesinos antecesores del MOCASE. A diferencia del
Movimiento sin Tierra (MST), los campesinos santiagueños nacieron en las tierras
de donde intentan desalojarlos.
Allí están enterrados sus ancestros, muchos hablan quechua y mantienen el uso
comunitario de la tierra. Legalmente, las tierras les corresponden por ‘derecho
veinteañal’; sin embargo, desde el estado provincial fueron loteadas y vendidas
a grandes firmas. La transferencia de las tierras campesinas a grupos económicos
se incrementó con el retorno de Carlos Tata, peronista que gobernó la provincia
hasta 1976 y que, durante la dictadura, estuvo preso bajo la custodia de Antonio
Musa, quien en democracia se transformó en jefe del Servicio de Inteligencia.
Desde abril de 2004, el Gobierno de la provincia estuvo intervenido por el
Estado y el clan Juárez tuvo que dejar los puestos públicos tras demostrarse,
entre otras cosas, que se llevaba 2.000 expedientes de investigación secreta a
maestros, campesinos, periodistas y sacerdotes opositores.
El modo de desalojo es el siguiente: como muchos campesinos no saben leer ni
escribir, jueces de paz les hacen firmar documentación en la que renuncian a sus
derechos posesorios. Luego, con topadoras arrasan los ranchos y grupos
paramilitares, 'Guardias Blancas', los echan por la fuerza. "No nos toman las
denuncias en las comisarías, cuando vamos a denunciar nos llevan presos, se
dictan órdenes de captura sin fundamentar una causa, no dan lugar a los habeas
corpus y sabiendo que las distancias son extensas, nos ponen plazos muy cortos
para presentarnos a declarar", explica Roque Acuña, de la comunidad de La
Simona, preso tres veces por resistir desalojos. El año pasado, Ángel Strapazzón,
otro de los referentes del movimiento, fue asesinado delante de su casa.
Terratenientes y grandes empresas tienen un poder de presión enorme: sólo la
industria de cereales constituye el 30% de las exportaciones de Argentina,
principal fuente de divisas del Gobierno de Néstor Kirchner. Sin embargo, Mirta
cuenta que en el MOCASE perdió el miedo: "Acá teníamos un patroncito que se
llevaba el algodón a un precio malísimo, hasta que un día armamos una
cooperativa y empezamos a vender en forma directa, a mucho mejor precio".
El terrateniente se puso furioso y desde ese día hay nuevos problemas. Los
mismos que enfrentaron a otra comunidad cuando ya no quisieron vender sus
cabritos a ocho pesos cada uno, el equivalente a un costal de harina. Se unieron
y ahora los cabritos se venden a cincuenta pesos, o nada. En La Simona, mientras
baldean (así se llama la rutina de recoger agua del pozo con baldes, a nueve
metros de profundidad y a varios kilómetros del rancho), Roberto Contreras y su
hermana Zulma recuerdan que "antes venía la policía en el camión de la empresa
(Los Juríes SA) y nos quitaba todo. Vivíamos con miedo; ahora ya no; saben que
no nos dejamos joder".
En el MOCASE hay producción organizada de miel, de dulces caseros, carnicerías
comunitarias, carpintería y, en algunos parajes, los proyectos productivos
cuentan con luz y agua caliente a energía solar (a los ranchos no llega la luz
eléctrica). La mayoría son ganaderos, tienen cabritos, gallinas, patos, ovejas y
vacas; además, cultivan zapallo y sandía, casi todo para el autoconsumo y una
pequeña venta de conjunto. Uno de sus bastiones de lucha es la soberanía
alimentaria frente a las presiones de las multinacionales.
"Por eso nos oponemos al ALCA y a la reforma agraria del Banco Mundial, que
promueve créditos para el acceso a la tierra. Esos son proyectos de
mercantilización de las tierras", dice Roque Acuña. El laboratorio Monsanto
maneja el 20% de la producción de soja transgénica en Argentina: "Para cultivar
la soja arrasan el monte; pasan unas avionetas con veneno y lo dejan todo
muertito". Negro Pianetti elabora su conclusión: "así la tierra no sirve más;
como no hay monte, los pumas se vienen a las casas, se comen los animalitos. Por
eso, la lucha nuestra es frenar el desmonte. Sin monte, no hay campesinos".
La organización de MOCASE: secretarías y asambleas
Autodefinido como un movimiento social amplio donde conviven personas de
diferentes religiones e ideologías, su lucha por el derecho a la tierra se
estructura en los derechos humanos y la ecología. Hasta 1998 existía un
presidente; ese año se replanteó la concentración de poder y el modo de toma de
decisiones. "Si bien es cierto que vivimos en un mundo democrático, un
presidente puede destruir un país, como lo ha hecho", explica Ricardo de la
comunidad Las Lomitas. Trabajan por secretarías (de tierras, educación, salud,
juventud y comercialización) y la reunión bimensual del Secretariado es la
máxima instancia de decisión. Además, en cada central campesina –existen 10– hay
reuniones de ‘las bases’, asambleas quincenales de cada comunidad. "Hoy la mayor
riqueza de los campesinos es la auto organización", afirma Cristina Loaiza, de
la comunidad de Pinto. "Queremos que nuestros hijos aprendan a organizarse de
bien chiquitos para que el día de mañana sepan defender lo que es de ellos, que
no se pierda la cultura, la lengua quechua y lo que nuestros abuelos nos
enseñaban