Argentina: La lucha continúa
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Carta de Pontevedra
Conviviendo con la contaminación de la planta de celulosa en Pontevedra
Esta carta fue enviada al Grupo Guayubira por una ciudadana española que
convive desde su niñez con los efectos producidos por una planta de celulosa de
la empresa española ENCE, la misma que pretende
instalarse en Fray Bentos. Esta empresa es la que ha destruido el ambiente en
Pontevedra, lugar desde donde fue enviada esta carta el día 20 de octubre de
2003.
El testimonio es muy valioso en sí mismo, porque describe cómo empeoraron las
condiciones de vida en esta región de España, en pos de un "desarrollo" y una
mejora en el empleo que no han sido tales.
Hola amigos y amigas,
Me llamo Maricarmen, vivo en las afueras de la ciudad de Pontevedra, a ocho Km
del complejo ENCE, cuando sopla viento del Sur me llega el olor del mar, cuando
viene del Norte, huele a "huevo podrido". Son los olores que me acompañaron toda
la vida. Mi casa está en un rincón de la ría de Pontevedra, un paraíso en
miniatura, empañado por el humo constante que sale de las tres chimeneas de
Celulosas.
Yo sé que el paisaje uruguayo también tiene sus pequeños paraísos, y alguien me
ha dicho que van a instalaros Celulosas ahí: ¡No lo permitáis!, ¡luchad con
todas vuestras fuerzas, con todas las armas que tengáis a mano!. No hagais
pactos con el diablo.
Los políticos os dirán que se crearán muchos puestos de trabajo y que hoy en día
la ciencia ha avanzado mucho, que la contaminación es cosa del pasado. ¡No les
creáis! ¡es mentira!... Contaminarán vuestras aguas, llenarán el aire con un
olor a cloro que irritará los ojos y las gargantas de los niños, y el cáncer
aumentará de forma alarmante.
Cada puesto de trabajo lo pagaréis con cientos de afectados por enfermedades
respiratorias. ¡Ah! Y no soñéis los uruguayos con tener un puesto de
responsabilidad en esa empresa, ¡eso jamás!, porque ser un alto cargo supone
tener acceso a todo tipo de información privilegiada sobre lo que se contamina
realmente y sobre el daño que se causa; por lo tanto, los que desempeñen esos
cargos serán gente extranjera. También tendrán que contratar a licenciados en
Química, pero no habrá ningún químico uruguayo ocupando esos puestos, está
prohibido, traerán a gente de afuera, personas que no sufran, que no estén
implicadas con el entorno.
Los únicos puestos de trabajo que habrá para los uruguayos, serán para los
obreros que realizan el trabajo duro, los que tengan que cargar con el trabajo
pesado y de más riesgo para su salud, los que estén en contacto con el peligro.
Me gustaría escribiros una carta corta, clara, precisa, con datos científicos
que os hicieran comprender, pero soy incapaz de hacerlo porque desde que nací he
vivido este ambiente, por lo tanto, la información que puedo daros está
compuesta de recuerdos, sensaciones, olores y dolores. Todo mezclado. Sobre todo
los
recuerdos ... voy a contaros unos pocos: Tengo 44 años, cuando nací, Celulosas
estaba recién instaurada. Recuerdo que mis padres hablaban de la resistencia de
nuestras gentes a que unos arenales plagados de marisco y riqueza natural,
fueran profanados por unos desalmados. La represión fue terrible, eran tiempos
de dictadura, de policía montada cargando contra mujeres, ancianos y niños.
Recuerdo cuando era chiquita y estaba en la playa con mi padre. Él metía su mano
entre las piedras, y cuando la sacaba, tenía tres o cuatro nécoras o cangrejos
enganchados a sus dedos, recogíamos mejillones y lapas pegados a las rocas y
jugábamos con los innumerables caballitos de mar. Ahora soy madre y no puedo
compartir esto con mis hijos, porque ya no hay cangrejos entre las piedras; los
mejillones sólo crecen en las bateas y antes de comerlos deben pasar por la
depuradora*; los caballitos de mar son una rareza y el agua está asquerosa.
Recuerdo cuando tenía doce años, estudiaba en un colegio de monjas y tenía
compañeras que vivían por los alrededores de celulosas. Cada día, entre risas me
contaban anécdotas de su vida cotidiana: No podían dejar la ropa a secar en el
jardín, porque cuando iban a recogerla, estaba llena de agujeros. Iban a
protestar en las oficinas de celulosas y estos les pagaban el doble de lo que
valía la ropa, a cambio de su silencio. Las persianas de sus casas, también se
llenaban de agujeros, e incluso el aluminio de las ventanas se estropeaba. "No
hay problema", decían, "celulosas paga todo".
Pero poco a poco esas niñas se iban marchando, ya no venían al colegio, sus
padres abandonaban la casa y se iban a otro lugar, lejos de aquí.
Recuerdo que un día, una maestra nos llevó a visitar la fábrica, éramos treinta
niñas, con nuestros uniformes de colegialas. El guía nos iba llevando por los
lugares menos peligrosos y nos recitaba una y otra vez la misma frase, que la
contaminación era inexistente y no había peligro alguno. Pero teníamos que ir
por dónde él nos mandaba, sin desviarnos por los lugares prohibidos. De pronto
una de las niñas empezó a llorar y a gritar. Era la hija de uno de los obreros
que trabajaban allí; su padre estaba en el Hospital porque hacía unos días, tuvo
que hacer un trabajo en uno de los lugares peligrosos y se había olvidado de
ponerse el traje de amianto.
Nosotras no sabíamos qué significaba eso, pero todas nos pusimos a llorar y la
profesora, avergonzada, nos sacó de allí.
Recuerdo hace unos quince años, mis hijos eran muy pequeños. Aquél día las
noticias de la televisión fueron muy divertidas. Las cámaras se habían
desplazado a los arenales próximos a celulosas porque allí se había producido un
hecho muy curioso:
Las mariscadoras que estaban trabajando desde la mañana temprano, hacían
declaraciones, lloraban y reían. Unas contaban que habían visto una especie de
OVNI, otras, que se les había aparecido algo sobrenatural. Todas tenían los
pelos de punta y la carne de gallina. Unas vomitaban y otras tenían mareos y
desmayos. Hablaban de una especie de nube que las envolvió de pronto y el cuerpo
se les estremeció. Los expertos debatían ante las cámaras y decían que, sin duda
se trataba de una sugestión colectiva y "ya se sabe, esta gente ignorante hace
cosas así". Toda España se reía de las pobres mariscadoras que no sabían qué les
estaba ocurriendo.
Esa misma noche recibí una llamada desde Canadá, mi marido es marino mercante y
se encontraba en las costas de Terra Nova. Estaba aterrorizado cuando habló
conmigo. Y yo... ¡no me había enterado de nada!.El noticiario de aquél país
contó la verdad: "Una fábrica de celulosas ubicada en las Rías Bajas gallegas,
tuvo un escape de gas, y durante varias horas, toda la Península del Morrazo, al
Sur de Galicia, vivió con terror la situación de peligro. Se temía por la vida
de miles de personas en caso de que hubiera una explosión". Los noticiarios de
España no sabían nada y se limitaron a hacernos reír con las bobadas de Ovnis y
apariciones, para que no supiéramos la verdad.
Y así, día a día, con cuentagotas, se suceden los pequeños desastres, recuerdos
que vamos contando a quién quiere escuchar.
Uno no tiene sensación de peligro, la vida cotidiana transcurre normalmente y la
vida se disfruta; pero cuando miras esas chimeneas recuerdas el dolor. Cuando
miras el humo, sientes la sombra de la muerte, que te aguarda sin hacer ruido.
Bueno amigos, esto es todo lo que yo puedo contaros, no sé si he sido capaz de
transmitiros todo lo que siento, no sé si habéis comprendido, no sé si mi carta
os dará fuerzas para luchar y sabiduría para resistir. ¡Animo!. Desde aquí mi
apoyo incondicional y un gran abrazo para todos.
Vuestra amiga
María del Carmen Santos Piñeiro
Fuente: lafogata.org