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Argentina: La lucha continúa

A propósito de las papeleras
Argentina y Uruguay: por un mismo horizonte

Por Laura Giussani, para www.hlediario.cjb.net
Nueva Palmira, Uruguay, 22 de enero, 2006.
 
Caminar por esta orilla del litoral provoca cierta melancolía. Y esta orilla, claro está, es la oriental. Los habitantes parecen entregados a un destino ineludible, destino que se ha ensañado con ellos hace demasiado tiempo. Ante cualquier reparo sobre una posible contaminación provocada por las nuevas plantas de celulosa, la respuesta es: "Aquí ya estamos contaminados, a causa de las corrientes fluviales recibimos toda la basura industrial de la Argentina, morimos de cáncer desde hace años, así que Botnia no agregará mucho a lo que ya hay". Y es cierto: Nueva Palmira, dicen, tiene el más alto porcentaje de muerte por cáncer del país. ¿Por qué? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero todos imaginan que es culpa de Argentina  y es posible que así sea. ¿Cómo han llegado a esta situación? ¿Acaso DINAMA ha hecho algún examen de impacto ambiental? ¿hay alguna respuesta a este fenómeno? ¿alguien exigió que se pusiera límite a este abuso? ¿Por qué no reclamaron, exigieron por sus vidas? Silencio, ojos puestos en un horizonte que perciben ajeno.
 
Hoy, aquí en frente nomás, un pueblo se puso de pie y plantea estas cosas, sería una ocasión sin igual para que aunáramos los reclamos, y que desde esta orilla gritemos junto a ellos que paren de matarnos. Porque mañana tampoco podrán asegurar que fue culpa de Botnia ni de Ence, será simplemente un dato curioso, el cáncer como una enfermedad que se ha ensañado de manera incomprensible con este rincón del mundo, también el clima podrá tener raros arrebatos y el agua dejar de surgir de las vertientes y los pocos sembradíos padecer sequías inconcebibles, y no habrá DINAMA que valga ¿cómo establecer las causas de las calamidades naturales?
 
Sería fantástico que los que vivimos en estas costas, y los de más allá también, alzáramos nuestras voces, no solo contra de Botnia y de Ence sino también en contra de las papeleras de Misiones, de las minas en la Patagonia, contra la tala indiscriminada de bosques autóctonos en el Chaco, contra la depredación de nuestros campos. Ojalá los orientales apoyaran estos reclamos, con firmeza y movilización exigieran lo que deben exigir a sus vecinos. Ojalá. Ese día podríamos levantar los ojos y percibir el horizonte como propio. Porque entonces nos encontraríamos en el mismo mapa, en idéntica geografía, recorriendo nuestro tiempo, porque allá y acá nos pasan las mismas cosas. Sería solo cuestión de mirarnos a la cara para decirnos lo que esperamos del futuro. Para establecer si es lícito, por un puñado de puestos de trabajo, acabar con lo poco que tenemos: aire, tierra, agua, vida, sueños. Es el debate pendiente.
 
Pero nadie parece escuchar lo que hay en el fondo de todo esta revuelta. La tenacidad y decisión en la protesta que están demostrando los habitantes de Guleguaychú, ha provocado más desconcierto y animosidad que voluntad de comprensión y diálogo. "Cosa de argentinos". Es una lástima ya que estamos frente a un movimiento novedoso, heterogéneo y que plantea sin rodeos una cuestión de fondo: ¿en qué mundo queremos vivir?
 
Nadie atina a responder semejante pregunta. Y se trata de un modelo de país –o de planeta, ¿quién sabe?-. Lo máximo que escuchamos en los dirigentes uruguayos es cierta resignación fatalista: este es el mundo que es, y la contaminación es parte de la modernidad y el progreso. En ese sentido se han expresado una y otra vez algunos de los frenteamplistas más aguerridos. Así lo sugieren Pepe Mujica y su compañera, la senadora Topolansky: "alguien tiene que hacer el papel", "la contaminación viene con la civilización", insisten. El Ñato Fernández Huidobro, quien alguna vez escribió con su pluma punzante y vigorosa que el dilema de la actualidad ya no es "socialismo o capitalismo" sino algo más dramático como "vida o muerte", ahora considera que hablar de "vida" es algo tan imbécil como hablar de los "pajaritos". En suma, la idea de los tupamaros en el gobierno es abrazar la realidad tal como viene: así es la vida, este es el mundo, no molesten con sueños imposibles. Sin embargo, cabe recordar que también la explotación del hombre por el hombre es tan antigua como la civilización misma, y fueron ellos quienes entregaron toda su existencia para cambiar lo que hasta el momento fue una regla de convivencia. Nadie imaginaba que la llegada de la "izquierda" al gobierno en Uruguay podría significar el fin de la utopía.
 
Tenía razón el Ñato unos meses atrás, las cosas han cambiado y la lucha y los motivos que nos llevan a la calle ahora son variados. ¿Creen, acaso, que quienes nos oponemos a la construcción de una papelera que afectará de manera irremediable nuestro ambiente –no ya "el medioambiente" sino nuestro paisaje, nuestra vida, nuestro futuro- somos indiferentes al hambre y la falta de trabajo? Ellos dicen: "hipotequemos lo poco que hay para obtener algunos puestos de trabajo". ¿Es ese el modelo de país elegido? A otros se le pueden ocurrir distintas variantes. ¿O es esto o la nada?
Para peor, la posible polémica sobre las celulosas se ve empañada por un nacionalismo rancio.¿Quién marca los límites? ¿De qué fronteras hablamos? ¿Acaso es tan distinto lo que se ve de uno y otro lado del río?  

   Fuente: lafogata.org